Esta es la ventana a la que me asomo cada día. Este es el alfeizar donde me apoyo para ver la ciudad, para disfrutarla, para sentirla, para amarla. Este es mi mirador desde el que pongo mi voz para destacar mis opiniones sobre los problemas de esta Sevilla nuestra
miércoles, 17 de agosto de 2011
RECUERDOS DE UN VERANO IV
Todos intentábamos imitar aquel potente y majestuoso grito que avisaba, de su presencia inmediata, a los viajeros que se aventuraban a internarse en la densidad de la jungla africana. Era el grito de Tarzán el que nos prevenía de la llegada de la ventura y el cine entero, mayores y niños, enaltecía su valerosa presencia con un rotundo y emocionado aplauso, como si aquel peligro acuciante e inminente fuéramos a soportarlo nosotros, y el forzudo personaje provocaba una sensación de la alivio en todos los espectadores.
Salíamos del cine de verano con el veneno del misterio recorriendo nuestras venas, apropiándose e infectando la imaginación que ya corría hacía las emergentes selvas africanas que se mostraban ante nuestros fantasiosos ojos transformando el llano campo en sabanas casi desérticas, donde los jaramagos se transfiguraban mágicamente en palmeras de aceite, los alineados naranjos en frondosidad boscosa de la que colgaban hasta lianas, especiales medios de transportes, por las que poder recorrer grandes distancias sin poner los pies en el suelo y las lagartijas y salamanquesas en feroces e insaciables cocodrilos del Nilo que surgían con la maliciosa intención de devorarnos. No había duda, estábamos rodeados de peligrosas fieras. Incluso las miradas furtivas que se parapetaban tras las persianas a medio echar no eran sino peligrosos indígenas que nos observaban para iniciar, en cualquier momento, un sorpresivo ataque.
No habíamos cumplido aún diez años y ya nos sentíamos capaces de organizar expediciones por los intrincados y laberínticos senderos de una selva. Por eso, apenas los primeros rayos del sol invadían los espacios y los terruños que rodeaban los edificios, saltábamos de la cama y hacíamos acopios de nuestras letales armas, un tirachinas, una escopeta de gomillas y unos cuantos balines de papel a modo de explosiva munición, guardadas celosamente en una caja de mantecados, y nos disponíamos para el safari, donde daríamos cuenta de las alimañas y bestias que salvajemente se disponían a atacarnos. Todos queríamos ser Tarzán, el rey de los monos, el forzudo que habría de salvarnos de los constantes ataques de las beligerantes tribus que se disponían a ambos lados del caudaloso río, una acequia del naranjal que nuestra fantasía convertía en profundo Niger. Nadie quería formar parte de los indígenas, excepto Modesto que gozaba embadurnándose de tizne y revolcándose cuando era abatido, porque siempre perdían. Por eso había que echar en suerte los personajes. Aquella mañana Ángelito fue feliz porque sería él quien encarnara al monarca de las junglas, y como era una especie potentado infantil, compró unos metros de gruesa cuerda para convertirlas en lianas. Así cada cual con su papel, comenzó la aventura, con el sofoco del sol castigando los cuerpos y las tierras. Primero fue la implacable caza del cocodrilo, inocentes lagartijas que caían unas tras otras. Luego tuvimos que defendernos del ataque de hambrientas y monstruosas aves que acudían a la trampa de un reclamo –zapateros atraídos por la humedad improvisada de una meada, en cuyo centro de elevaba una rama previamente clavada. Por últimos debíamos introducirnos en la selva –el naranjal guardo por el perro Betis- donde seríamos emboscados por los feroces guerreros la tribu de los chichamba –nombre del que no recuerdo ni su origen ni su mentor- y cuando estábamos a punto de sucumbir ante las bravías acometidas de los indígenas, aparecería nuestros salvador, anunciando su presencia con el grito. Angelito, que había puesto las “lianas” en los sitios indicados, apareció surcando el aire, no para salvarnos a nosotros sino para salvarse él mismo de un porrazo seguro, gritando y atravesando la copa de un naranjo mientras trataba inútilmente de aferrarse alguna rama para no estrellarse en el suelo, cosa que no pudo evitar. Perdió un diente, cogió cinco puntos de sutura bajo el párpado derecho y ya nunca más quiso ser Tarzán. Nos regaló las lianas, que luego tuvo otros empleos más útiles. Aquel aterrizaje nos devolvió de inmediato a la realidad. A Modesto le pegaron la paliza del año por haberse embadurnado, a Angelito lo recluyeron en su casa durante unas semanas y a nosotros nos sobrevino una catarsis de realidad que duró al menos tres días, cuando pusieron en el cine de verano una película de James Bond, el agente 007.
sábado, 13 de agosto de 2011
MACARENOS Y CATÓLICOS
Desde que se implantaron las redes sociales hay movimientos que se conocen expresan, comunican y hasta intiman a través de ellas. He de reconocer que en sus inicios consideré a estos espacios como una inutilidad, como lugares donde perder el tiempo. No entendían muy bien sus conceptos ni sus orígenes. Aún en día, aunque me veo en la necesidad de participar de ellas, me planteo la necesaria utilización de estos medios. Sigo pensando que es un lugar excelente para poder quedar con grupos de amigos pero en absoluto ha de privarnos del encuentro personal, de la charla frente a frente, tal vez con una cerveza en la mano ahora que el calor nos atosiga y castiga. Es un medio excelente para la divulgación de las culturas, para el entendimiento y conocimiento ellas, para recordar la onomástica del familiar o amigo que está lejos por razones de estudio o trabajo. Si me apuran hasta para compartir y notificar acontecimientos son extraordinarias estas redes sociales. Pero por favor, no perdamos los vínculos personales, no nos alejemos del roce. Un beso no puede ser sustituido por un icono. Por muy bonito y muy bien diseñado que esté, jamás podrá sustituir el repeluco, que recorre el cuerpo, cuando unos labios seducen a otros y se posan en sus pliegues. ¿Verdad?
Tienen muchas cosas buenas estos medios actuales de comunicación, porque los grupos se especializan sobre temas, sobre conductas, sobre aficiones. Utilizamos los espacios que nos dejan para expresar nuestras valoraciones sobre temas de actualidad, sobre estados y situaciones políticas, sobre deportes o acontecimientos pasados y recientes. Cada cual pude mostrar sus valoraciones sobre ellos sin ninguna cortapisa y con sinceridad, casi siempre sin maldad, con la conciencia tranquila, sin presión porque en la mayoría de los casos lo hacemos en la más absoluta de la soledad. Por ello podemos formarnos un concepto, más o menos acertado, sobre la personalidad de nuestros virtuales amigos.
Viene esto a colación porque en algunos perfiles, de ciertas páginas en la que nos proclamamos “macarenos”, se están vertiendo ciertas opiniones que a mi modesto entender, contradicen el espíritu de nuestro compromiso católico. Me estoy refiriendo a los pronunciamientos y opiniones que algunos estamos realizando sobre la llegada de Su Santidad Benedicto XVI para presidir y compartir unos días con los jóvenes del mundo, cita que será efectiva en Madrid, en el próximo fin de semana. Es un acontecimiento extraordinario para quiénes nos confesamos seguidores del Carpintero de Nazaret, de Dios hecho Hombre, y que se encarnó para la Redención de la Humanidad, en el vientre puro de María Santísima, que el Papa, continuador de su mensaje en la tierra, se acerque a los fieles del Santa Madre Iglesia, y no una carga para esta sociedad, como algunos quieren hacernos ver. Si somos católicos realmente no podemos contradecirnos con estas manifestaciones.
Las Sagradas Imágenes no son más que el medio para acercarnos a Dios, a Jesús y María. Son nuestros vínculos para la espiritualidad, para alcanzar los fines dogmáticos de la Iglesia, que en demasiadas ocasiones ha de saltar de las trincheras para solventar los problemas y minimizar los efectos de las erróneas decisiones y los execrables comportamientos de los hombres. Si ponemos en duda estos elementales conceptos estamos dejando atrás la debida coherencia con nuestra fe. Si sólo nos expresamos cuando vemos una Imagen concreta de Nuestro Señor Jesucristo o de la Santísima Virgen María, obviando las raíces teológicas para las que fueron concebidas, estaremos dando pábulo a quienes nos tratan y mortifican con comportamientos contrarios a nuestra razón de ser. O lo que es aún peor, tendremos que deshacernos de nuestros vínculos espirituales y darles la razón quienes ponen en duda la existencia de Dios, afirmando que nuestras expresiones populares de fe no son más que mera idolatría fanática.
Sigo pensado –y que nadie confunda esta opinión particular con mis deberes y obligaciones para con mi Hermandad de la Macarena- que en esta ciudad hay quienes han perdido un primorosa oportunidad de mostrar nuestras particularísimas visiones de la Fe sobre la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo y de los Dolores y gloria de Su Bendita Madre, amén de la proyección universal que habrían tenido, pero ése es otro tema. Poner en duda la participación, en el Vía Crucis de Madrid, de una Imagen de Sevilla es mostrar otra vez nuestra conciencia pueblerina y fanática, nuestra carencia de visión de futuro y por supuesto, el compromiso cristiano de los cofrades sevillanos, ante el sucesor de Cristo en la tierra.
Los macarenos somos católicos, unidos estrechamente al mensaje de Cristo, que no es más que la proclama de la consecución de un mundo mejor, a través de la Esperanza. Ese es nuestro orgullo y grandeza. Ser portadores y divulgadores de la Esperanza, dentro de la universalidad de la Iglesia Católica, que por suerte para nosotros, se presenta como la más hermosa y excelsa visión de la Madre de Dios.
viernes, 12 de agosto de 2011
RECUERDOS DE UN VERANO III
No hacía falta que la tarde tornase y los cielos empezaran teñirse cárdenos para que la calle empezase a poblarse. Si los inviernos habían sido abundantes en lluvias, y los pantanos habían acopios de aguas suficientes para que corriesen por las acequias y bañaran los terruños de naranjales y olivos para regarles la vida, un camión cisterna regaba las calles y aceras y entonces la flama, agazapada entre el asfalto y la arena, era sorprendida y huía hacia el cielo enfundada en un tul vaporoso. Rendido el sol tras las filas de chumberas, enseñoreando y dorando las lomas con un velo etéreo que desprenderían las primeras sombras, comenzaba el ajetreo en los soportales de los bloques, tal vez herencia sentimental de una época pasada cuando en las casapuertas de los corrales de vecinos se arremolinaban en las aceras y formaban coros de sillas y las tertulias empezaban con la primera brisa de la noche y concluían con el cansancio rendido al frescor de la madrugada, y la primera butaca se situaba en la embocadura del acceso al edificio y a los pocos minutos otra se alineaba a la derecha y otra a la izquierda y así hasta conformar una hilera que enseguida se cerraba.
Un caudal de risas se elevaba hasta el piso y yo me asomaba a la ventana, recién peinado a la raya, oliendo a Nenuco, porque era una colina fresquita, y observaba a aquellas mujeres ajenas a las dificultades que las acuciaban, despreocupadas por los problemas familiares, cubiertos ya los quehaceres domésticos de la jornada, alejadas del estrés por la escasez de trabajo o de la añoranza del esposo que había tenido que emigrar porque los campos y la fábrica de pollos ya no daban más de sí.
Cuando algún niño llegaba al coro, con los ojos llenos de lágrimas porque otro le había pegado o lamentándose por haber perdido en un juego los cromos de los futbolistas, siempre había una misma respuesta, “haber sido más listo, que eres un zoquete, a quién habrás salido” o “la próxima vez te defiendes y le das tú, inútil”, y se volvían al grupo y continuaba la plática en el mismo punto donde había sido interrumpida. En el peor de los casos, si la cosa trascendía, salía a relucir la pedagogía de la alpargata y había algunos que corrían como diablos intentando deshacerse de la corrección maternal a su desmán, inútil evasión en algunos casos porque había verdaderas expertas en el lanzamiento de zapatilla y ni el más brusco cambio de dirección –tal era la destreza que habían adquirido- evitaba el impacto, y para colmo había que devolver el asesino calzado a su propietaria.
Siempre había alguien que bajaba con un melón que había estado en la fresquera durante todo el día y otro bajaba un búcaro. Si había algo que celebrar entonces pasaban unos platos de salchichón, mortadela y chorizo y dos litros de cerveza.
Así se ahuyentaba el calor, en los primeros años de los setenta, esos años en los que la esperanza en el nuevo progreso, en mejorar las condiciones de vida era objetivo de la vida en la ciudad, efectos minimizados en el pueblo, porque entonces las distancias y las comunicaciones estaban reñidas y lo que ocurría en el pueblo cercano eran incógnitas que nunca traspasaban las lindes que delimitaban sus comarcas. No es que hiciera menos calor, es que se engañaba al termómetro con la charla animada, con el recuerdo del tiempo atrapado en la memoria. Momentos que quedaron prendidos en mi recuerdo cuando me escondía tras los armarios de los contadores de la luz, entre las escaleras, y veía como un mundo desconocido para mí, el de los mayores, se me iba presentando cinematográficamente, con aquellas tertulias que buscaban eludir los rigores del calor.
miércoles, 10 de agosto de 2011
¿QUÉ ESTÁ PASANDO?
"La gente que está tratando de hacer este mundo peor no se toma ni un día libre, ¿cómo podría tomarlo yo? Ilumina la oscuridad” Estas fueron las palabras con las que Bob Marley dio respuesta a la pregunta que le realizaron los periodistas dos días después de sufrir un atentando, en el que también resultaron heridos su esposa y su hija, momentos antes de subir al escenario para participar de un concierto en su tierra, en Jamaica. Era el cinco de diciembre de mil novecientos setenta y seis.
Treinta y cinco años después estas palabras, que hoy vuelven a mí gracias a la audición de un casete que ha aparecido en una caja junto a otras que remueven la memoria, que florecen y enaltecen un tiempo que aparenta ser mejor, menos lodoso, siguen de latente actualidad dada las especiales circunstancias que nos vienen acosando desde hace años.
Parece como si el mundo se estuviera volviendo loco, como si las fuerzas naturales que lo mueven se vieran desbordadas por las manifiestas ambiciones de algunos hombres que intentan nutrirse y enriquecerse con el esfuerzo y el sudor de sus congéneres, con las miserias y las desdichas de los que siempre se ven abocados a la pobreza.
Manipulan nuestros comportamientos y aptitudes frente a la vida, alteran las condiciones políticas y sociales según les conviene o le viene a bien a sus intereses y menosprecian los valores esenciales inherentes a la naturaleza humana. Intentan desproveer de las creencias religiosas inundando las mentes de fundamentos materiales. Durante algunos años nos han hecho ver que el paraíso, el edén en el que encontraríamos la felicidad y la dicha prometida, estaba al alcance de cualquiera tan sólo acrecentando el consumismo. Cuanto más bienes innecesarios adquiriéramos mejor para soportar la tristeza de la soledad que nos aportaban. Han creado mundos virtuales para aislarnos, mundos a los que sólo tenían acceso quienes manejaban artilugios que nos desproveían de la cercanía con nuestros semejantes, mientras nos alejan de los familiares que nos saludan todos los días, a veces ni siquiera nos aproximamos para darle un abrazo, en todo caso preferimos llamarlo por nuestro fabuloso y majestuoso teléfono móvil. Están creando nuevos dioses para alejarnos del verdadero Dios. Están intentando –lo van a conseguir al paso que van- hacer un mundo peor, una humanidad donde la libertar y el libre pensamiento venga ya dirigido, unificado y globalizado. La unidad del libre pensamiento subyugada ante el poder comunitario.
Utilizar con ecuanimidad y sosiego los logros del progreso, los adelantos técnicos que nos vienen gracias al desarrollo del pensamiento, la meditación y la solución reflexiva, debiera haber creado una sociedad menos compacta, menos racional de la que estamos padeciendo. Dios nos concedió el gran don de la libertad, ejercerla con sabiduría es una propuesta humana. Cuánto mal uso hagamos de ella repercutirá progresivamente en el destino de la humanidad. Negar la existencia de un Ser Supremo, Creador de todo lo visible e invisible, es poner en duda nuestros propios orígenes. No podemos confiar en el vacío, en la nada, porque terminaríamos sumido en el superficial conocimiento y los sueños, que han dirigido y conducido al mundo con su consecución, se desvanecerían en un éter desprovisto de luz, donde la oscuridad anegaría las almas.
Me temo mucho que los que ansían un mundo peor, sin el Dios molesto que guíe conciencias, están ganando terreno ante la indiferencia de muchos que prefieren la falsa comodidad de una subsistencia material a sondear una existencia más metafísica y vivir con la dignidad de poseer su propio ideal.
Como Bob Marley, no perdamos tiempo ni dejemos que nos coman el terreno, ellos no cesan en su empeño por implantar la oscuridad y la maldad.
martes, 9 de agosto de 2011
NO QUEREMOS MÁS QUE EL RESPETO AL EJERCICIO DE NUESTRA LIBERTAD
Dentro de unos días Madrid se convertirá en la capital mundial de la Fe. Su Santidad Benedicto XVI presidirá el encuentro con jóvenes católicos procedentes de los más diversos lugares de los cinco continentes. Las estimaciones de las autoridades indican que la capital de España acogerá a casi un millón de cristianos que participarán de las distintas actividades que se desarrollarán con este especial y emotivo evento.
Desde hace unos días los movimientos “anti-todo”, en su sección anti-eclesial, han anunciado una manifestación de protesta, en la víspera de la llegada del Papa, para demostrar su “contrariedad” por la visita del máximo representante católico con motivo del Jornada Mundial de la Juventud.
Estos minúsculos grupos, que siempre se manifiestan contra la libertad de decenas de millones de españoles católicos, se pronuncian enérgicamente contra la Iglesia Católica, faltando al respeto con proclamas en las que blasfeman, se mofan y ultrajan los dogmas y valores que representa la Iglesia, sin importarles el daño moral que pueden causar y lo que viene siendo peor, les importa un bledo los derechos de sus conciudadanos. La cohabitación pacífica es una premisa para poder vivir en la sociedad, sin ella lo único que causa es desavenencia, especialmente a ellos que gastan sus fuerzas y medios en enfrentamientos que no van a obtener respuestas por la parte contraria, que dedica su tiempo, sus esfuerzos y hacienda en solucionar los acuciantes problemas que esta maldita crisis está provocando, muy especialmente entre las clases menos favorecidas. Toda vía no he visto, en ninguna sede social de partido alguno, en locales que se les ceden, con nuestros dineros, a estos grupos que tanto menosprecian a los católicos, dar comidas a quienes se han visto abocados al paro, ni ropa porque no pueden adquirirla, ni han gestionado las fórmulas para no desenraizar de sus viviendas a multitud de familias. Eso sí, se pronuncian contra todo lo que establece la Iglesia Católica sin ofrecer soluciones. Tal vez si éstos gratuitos protestones anti-todo solventarán, con propuestas y proyectos viables, los problemas que achacan a la Iglesia Católica, obtendrían ese mundo mejor que piden. Además lo hacen desde la más ignominiosa cobardía, porque no se atreven a pedir lo mismo para otras confesiones, que tienen la misma raíz monoteísta y más rigores para quienes la profesan, porque tal vez la respuesta sería otra más contundente, más expeditiva. Pero se ceban en nuestras creencias, en la Fe y en la palabra de Nuestro Señor Jesucristo, porque solemos poner la otra mejilla, perdonamos aunque nos ofendan y compartimos cuanto podemos sin pedir nada a cambio, y hasta tal vez, sus hijos reciben la educación, que ellos mismos quieren procurarles, en colegios regidos por órdenes religiosas, demostrando una total incongruencia en sus pensamientos.
Espero que las autoridades de la comunidad de Madrid desautoricen este despropósito y que impidan la manifestación contra la celebración de acto tan importante y de tanta repercusión mundial y que no caigan en la indiferencia para garantizar la libertad de creencias que preconiza y defiende, muy claramente, la Constitución Española, libertades que deben ser respetadas y salvaguardadas, con los mismos derechos que se protegen, con tanta asiduidad y notoriedad, las de estas minorías que intentan ridiculizar el trabajo enorme y desinteresado de la Iglesia Católica. No podemos obviar nuestros orígenes, ni los valores que representa porque estaremos faltando a nuestra propia identidad. Las mayorías no pueden estar equivocadas por mucho que lo griten estos grupos que se definen ellos mismos faltando el respeto a sus conciudadanos, intentando coartar la libertad de sus vecinos. No dejemos que el inmovilismo de estos grupúsculos nos arrinconen. Ya nos echaron a los leones y seguimos con nuestra inquebrantable fe, que nos lleva siempre a verlo todo desde la Esperanza.
lunes, 8 de agosto de 2011
PADRES DE ACOGIDA
Llegaron las horas de otra tristeza desconocida de esta Sevilla nuestra que oculta las penas como quien esconde las vergüenzas. Son horas tristes para muchos sevillanos que durante un mes y medio han incrementado su familia con un nuevo miembro, con un componente eventual que se queda para siempre en la memoria de los seres que les han acogido en sus hogares, con los que han compartido sus alegrías, las dichas por verlos sonreír, la participación en los momentos íntimos de la familia.
Se marchan no como vinieron porque llevan en sus cuerpos la salud que se les esconde en su tierra de origen, no porque se les niegue, sí porque la escasez y el atraso económico imposibilita el correcto y saludable crecimiento al que todo niño debería tener oportunidad. La partida de este grupo siembra el desconsuelo en los muchos sevillanos que participan en el programa de acogida de menores bielorrusos, afectados por la radiación que quedó en sus campos tras el desastre de Chernóbil, un hecho que viene agravándose si tenemos en cuenta la crisis mundial que en Bielorrusia, como en otros países subdesarrollados, se une a la paupérrima economía en la que tiene sumida la dictadura Aleksandr Grigórievich Lukashenko, un personaje que maneja los hilos políticos mediante el organigrama que rigió durante cincuenta años la Unión Soviética, que mantiene los bureaus y que mantiene el arcaico sistema y la repudiada metodología de seguridad ciudadana y política de la KGB, ya denostada hasta en la propia madre Rusia.
Llegan en los albores del verano para inundar nuestros corazones de alegría, de sinceridad, de la sencillez derrochada en cada gesto, en cada palabra, siempre medida siempre educada. Nos traen la vida cuando vienen a buscarla, vienen a auxiliarnos, aún desconociéndolos ellos mismos, en nuestras derrotas continuas en esta sociedad de consumo que nos exprime y nos deshumaniza. Aparecen con sus sonrisas emboscadas en la escasez de sus materias para purificarnos de nuestra intoxicación de egoísmo, de esta voracidad cainita para con nuestros semejantes que consume nuestras energías. Disfrutan cada momento como si fuera el último, como si tras cada uno de ellos vieran el vacío que se precipitarían en sus lugares de orígenes.
Hoy se nos ha roto de nuevo el corazón porque la intensidad de las vivencias que nos han deparado en estos cuarenta y cinco días, que se iban alejando y diluyéndose tras los tintados cristales de un autobús, sirven para llenar muchas vidas. Hoy les hemos visto marcharse de nuevo. Intentamos esconder nuestros sentimientos para que el sufrimiento de la partida no se instrumentalice por la razón y posibilite el derribo de las estructuras emotivas. Cómo si pudiéramos engañarlas, cómo si nos dejaran manipularlas.
Hemos visto los ojos de la tristeza en la explanada y otros habrán visto los nuestros y se habrán compadecido como nosotros nos apiadamos de los suyos, engañándonos los unos a los otros.
Han llegado las horas de la tristeza desconocida. Lágrimas ignoradas por muchos que se pierden en la cotidianidad de sus quehaceres diarios, de sus labores profesionales. Ensoñaciones que viajan por el aire esperando la llegada de una nueva primavera que despeje los cielos y azuleen las emociones para retornar y recuperar los espacios sentimentales que ahora se anegan con la nostalgia, con la evocación de estos momentos que se desharán con los primeros besos, con los primeros abrazos y ya la tristeza quedará destronada durante un tiempo en la que el que quedará cubierto por el gran manto de la ilusión, por el hálito de la Esperanza.
martes, 2 de agosto de 2011
DONDE EL ORIGEN DE LA ESPERANZA

Se vislumbra desde esta atalaya privilegiada las grandes cúpulas de las iglesias del barroco, culminadas en las linternas que dotaban de luz los grandes espacios donde sobreviven la hojarasca extraída a la madera y que quedó en el dorado recuerdo de los tiempos. Sobre los tejados se erguen los majestuosos ornamentos que dieron gloria y esplendor a esta ciudad, que la retrajo de la noche de los tiempos para mostrárnosla inalterable, casi invioladas en su concepción.
Aparece ante mí, en este atardecer del verano que resulta más intimo por el silencio y la calma que me rodea, por la quietud que se prolonga de esquina en esquina languideciendo los espacios emocionales que se presentan a la memoria para mostrar un tiempo más recatado, un horizonte de suntuosidad recortando el azul que ya comienzo a presentir cárdeno por los terruños del aljarafe, que va amoratándose inexorablemente por los alcores que se extrañan porque esas tierras lo ven aparecer con toda su luminosidad, con toda la riqueza dorada que baña campos y alumbra soledades y que maldice los miedos hasta desvanecerlos en la gloria que presenta la nueva luz del día.
Es la caída de la tarde que observo desde esta terraza que cobijara las huertas del gran convento de San Basilio, la que demole mi memoria y sus cimientos trascendentales, la empequeñece mi existencia al comprobar la magnificencia de los secretos que retiene, de las confidencias que van pregonando sus esquinas y que guardan celosamente a nuestros oídos para que no se profane la verdad de Verdad. Son los templos magníficos, sus cúpulas mostrándose a mí, los que me hacen sentir diminuto. Los ocres tejados se aparecen ante mí como un ensueño y fantasea mi imaginación recuperando el reciente trajín del negocio de las maderas, de sus carpinteros laborando, tallando maderas, recortando tablas, instruyendo en el oficio a aquellos aprendices que se persignaban cuando atravesaban el umbral que presidía el retablo cerámico de la Reina de sus sueños, a La que se encomendaban para que les salvaguardara del trajín de la jornada. O retrocediendo a los fríos de las medianías de un noviembre, cuando el siglo XVI declinaba y se abría a la expectativa del siguiente que anunciaba ya un nuevo concepto de vida y de arte, de rotunda afirmación vital en los azares de la existencia, de manifestaciones religiosas para contraponerse a las promulgaciones protestantes que descendían desde el norte de Europa con la vana intención de denostar toda la fe y la creencia centenaria de que María no fue Inmaculada desde el inicio de los tiempos y unos monjes decidieran que el amor a la Virgen debía concentrarse en la belleza y la piedad para promulgar la Esperanza.
Siento el privilegio bajo mis pies de esta tierra que comenzó a remover conciencias apenas fue deshabilitado el velo que ocultaba el esplendor y descubrieron que María, La misma que se aparecía ahora frente a ellos, La misma que le mostraba el rostro terreno de Dios, era Mediadora entre el Ser Supremo y los hombres y por eso ennoblecieron el espacio del convento con Su presencia y esta luz, que ahora me asombra y me conmueve, que aturde mis sentidos desde esta atalaya de privilegio desde la que puedo observar la altanera torre de la parroquia de San Gil y la espadaña y campanas del templo que para su gloria construyeron sus hijos desde el amor, regó de gracia el rostro que confiere al mundo un hito de Ilusión y de anhelada espera.
Me ha sido concedida la merced de profanar el tiempo, otargándoseme el favor de situarme en la misma tierra, en el mismo espacio, en el mismo principio donde Dios Todopoderoso instauró a su Madre, en esta tierra donde la Macarena se hizo Esperanza, para gloria de Sevilla y del mundo.
lunes, 1 de agosto de 2011
EL MAR DE LOS SENTIMIENTOS PERDIDOS

El cristal de la ventana filtra la delicada luz vespertina que va invadiendo cansinamente la estancia donde reposa horas muertas con vista perdida. Es agradable esta luminosidad que deshace, conforme avanza, los fríos que se cobijan por las esquinas, que parecen parapetarse en los dobleces de la habitación para asaltarle en cualquier momento y herirle con sus afilados y gélidos dedos. Vuelve a mirar aquellas imágenes que le retrotraen a un tiempo menos infeliz, a un momento de su vida en los que aquellos ojos, que ahora lo escrutan felices desde el pasado, radiantes, casi brillantes y luminosos, eran faros y guías de su existencia.
El recuerdo, como la marea que provoca la luna llena, va y viene, alisando su alma, esculpiendo sus riberas para que desembarquen, con toda la fuerza, las sensaciones mientras va apoderándose de su ser una extraña tibieza, que en absoluto le incomoda y sí le procura un gran sosiego. Esta soledad en un día como el de hoy…
Sobre la mesa se esparcen unos papeles desordenados. Hay fotos con rostros que se obstinan en permanecer jóvenes aunque ya envejecieron a la vida, paisajes y vestimentas de otra época que reivindican sus derechos de permanencia en la memoria de otros, imágenes que parecen emerger del profundo fondo oceánico donde se aletargaron para surgir de improviso y sorprenderle. Hay algunos extraños, en la instantánea, que comparecen súbitamente para ofrecer más atención al fotógrafo que los propios protagonistas. Posan riendo, como si acabaran de entrar en el paraíso. O mejor, como si acabaran de regresar de él y quisieran perpetuarlo en el espacio y en el tiempo.
El cielo sepia y los edificios blancos que se ordenan tras de ellos fueron escenarios del gran acontecimiento del día. A pesar del tiempo, del cambio de la fisonomía del entorno y las ausencias, todo permanece tal como ayer. La gran Reina sigue conmoviendo las almas, asaltando los corazones, despedazando a la tristeza con tan sólo Su presencia. Reconoce en aquellos ojos la concreción de la felicidad, la satisfacción de haber participado de la eclosión del gran júbilo. Hay gozosa serenidad en ellos.
Ya las sombras se han apoderado del espacio. Por la ventana, entreabierta para que el aire rejuvenezca los sentimientos agolpados y retenidos entre los viejos muros, se cuela la estruendosa trompetería que anuncia la gloria por llegar. Notas musicales trocadas en heraldos gozosos que se estiran hasta la luna para confundir el blancor de nácar y las oleadas ondulantes de los penachos albeos y las corazas argénteas de estos hidalgos sevillanos que le devuelven el recuerdo de un amor y una alegría. Una turbulencia sentimental revuelve su alma. Los papeles reciben la gota de la nostalgia y una mancha azulina esparce la tinta en el papel. Retiene la foto sobre su pecho y siente la herida del tiempo pasado atravesando su corazón, de los años en los que en aquella misma estancia se ondulaba el merino y relucían los terciopelos y los ojos, que ahora se perpetúan en una imagen retenida y recuperada del mar de los sentimientos perdidos, se despedían llorosos de los suyos porque había llegado otra noche de jueves santo, porque en las calles se abarrotaban las aceras, se obstruían las calles, como ahora, como siempre, para esperar a quien es Dueña del tiempo, Señora del amor y Madre de la Alegría.
Retoma la memoria sustraída por la enfermedad y sonríe y vuelve a soñar que ya no olvida, que pronto, muy pronto, se asomará a su ventana para recuperar su cordura y ver otra vez al amor de su vida junto a la Virgen de la Esperanza.
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