Esta es la ventana a la que me asomo cada día. Este es el alfeizar donde me apoyo para ver la ciudad, para disfrutarla, para sentirla, para amarla. Este es mi mirador desde el que pongo mi voz para destacar mis opiniones sobre los problemas de esta Sevilla nuestra
miércoles, 30 de noviembre de 2011
EL MISTERIOSO CASO DEL CADAVER QUE SE ESCONDIÓ SOLO PARA NO SER ENCONTRADO
Un mes y medio después continúa el gran misterio, la gran incógnita del cadáver que se desplazó por sus propios medios hasta un lugar desconocido para desaparecer, para consumirse en sus propios deseos de perturbar la paz de quienes tanto le querían. Este esperpento, que sólo puede acontecer en nuestro país, se ha venido representando en el Palacio de Justicia de la capital hispalense y ya lo hubiera querido para sí el mismísimo Valle-Inclán. Que en los inicios del siglo XXI todo el poder judicial y policial quede en entredicho y evidencia ante los charlotescos y ridículos argumentos que han venido manteniendo, para su declaración de inocencia unos y redimir la menor pena posible el asesino converso, viene a corroborar la necesaria revisión de las leyes que permiten que asesinos, cómplices y encubridores puedan quedar absueltos porque el cuerpo del delito no aparece.
Ahora resulta que nadie mató a Marta con alevosía, que nadie violó –no se podrá comprobar ya jamás- a la niña, que nadie cogió su cuerpo y lo desplazó hasta el lugar donde se deshicieron de él, que nadie limpió el piso para ocultar pruebas incriminatorias, que el menor acusado, ya juzgado por su condición, reniega una y otra vez que jamás ayudó ni colaboró en el traslado del cadáver, y no han puesto en duda la existencia de la persona en cuestión porque sus padres y familia se preocupan de que no caiga en el olvido que una vez sus ojos brillaron ante la primera ilusión de una cabalgata de reyes, que se emocionaba con la presencia en las calles del Cachorro o de la Esperanza de Triana, que gustaba jugar con muñecas y que mantenía la esperanza de poder llegar un día a esposarse con un hombre de bien. Todo quedó cegado en la tarde de un sábado. Todo eso quedó deshecho por la maldad y la mala condición de unos niñatos. Ahora la culpabilidad, después de ir traspasándoselas de unos a otros, vuelve a recaer en el asesino confeso. Pero esta trama, perfectamente elaborada, de protección mutua, de subyugarse en la ley del silencio que les ampara y protege, tuvo que ser concebida por alguien. Es muy improbable que nadie sepa qué se hizo con el cadáver, quién o quienes intervinieron en su traslado, cómo lo hicieron desaparecer y con la frialdad con la que se mantuvieron callados hasta que la policía reunió pruebas irrefutables, que parecen que tienen menos valor que las mentiras de los ejecutores, si no que el tiempo o la lectura de sentencia me quite la razón.
Ayer todos pedían perdón, todos renegaban de conocer el paradero del cadáver de Marta, todos buscaban la misericordia del tribunal. Eso sí, sin tener la vergüenza de mirar a la cara padres y familiares. Lo que empezó como farsa terminó como farsa. Nadie quería hacer daño a la familia, decían todos. Incluso la novia del gran encubridor, que tuvo la poca vergüenza de igualarse en el dolor porque también es padre, soltó unas lágrimas durante su discurso de exculpación.
En fin, un nuevo capítulo -¿el final?- de esta novela del mejor esperpento, tan propio de este país que es capaz de sentir misericordia por unos maleantes y dejar libres a asesinos confesos. No sería la primera vez.
Los perjudicados, los que han sufrido en su propia carne el inmenso dolor de la pérdida de la hija, hermana, nieta o sobrina, siguen siendo condenados por la indiferencia y la inutilidad de un sistema jurídico que favorece a los delincuentes, con medidas de gracia que no merecieron sus víctimas.
Estos individuos se han burlado, reído y hasta vilipendiado, de las leyes que rigen las conductas en nuestro país, donde uno puede ser severamente reprendido y condenado por no pagar una multa o no hacer frente a una deuda, sin importar su condición laboral, y ser absuelto del encubrimiento en un asesinato, aún cuando las pruebas presentadas por la policía lo incriminan. Esto es lo que hay. Y si terminan recluidos en un hotel a gastos pagados, uy perdón, en la cárcel saldrán mucho antes del cumplimiento completo de la pena, por buena conducta y redención con su ocupación laboral y con una paga estatal de ayuda por desempleo.
martes, 29 de noviembre de 2011
CUOTAS DE PODER y METRO
Era algo que se venía venir. Solo era cuestión de tiempo, un lapsus para justificar la acción y no provocar sangrientas reacciones. Pero tenía que llegar. La Junta de Andalucía exige, no pide ni avisa sobre la necesidad del pago, diecisiete millones de euros por el déficit de explotación de la línea 1 del ferrocarril metropolitano. La cantidad que la Consejería de Obras Públicas ha puesto sobre el tapete corresponde lo estipulado en el convenio que se firmó en su momento y en el que se explicita que los ayuntamientos, por los que discurre esta primera línea del metro, tienen que hacer frente al veinticinco por ciento del déficit generado.
El gobierno local, presidido por el popular Juan Ignacio Zoido, no puede por menos que reconocer el montante de esta deuda, y no vale parapetarse en la ignorancia pues tras cinco años en la oposición deben tener conocimiento la deuda y por lo tanto, la obligación de su aceptación. Otra cosa será las responsabilidades que pudieran contraer la ocultación de estas estipulaciones, y sus consecuencias posteriores, y reclamar éstas por los medios jurídicos que fueren pertinentes. Pero el desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento.
Claro que esta petición imperiosa, en sus modos y en sus formas, tiene matices que habría que ir puntualizando. Es extraño que hasta la fecha, una deuda de esta envergadura, no hubiese sido reclamada con anterioridad y que sea ahora precisamente, cuando la alcaldía ha cambiado de manos y su color político es diametralmente opuesto al anterior, cuando se solicite el abono inmediato de esta cuantía económica. Sin lugar a dudas que la posición de poder del partido socialista, en niveles regionales, habrá impuesto esta devolución por el mero hecho de que el ayuntamiento de Sevilla esté regido, de manera incuestionable, por el partido popular. Intolerable.
En estos años, bien hubieran podido efectuar la reclamación y mostrar el mismo interés recaudatorio que en estos momentos. Claro que antes eran de los suyos y había que facilitar el gobierno.
Después está la intransigencia de la petición. Dicho esto, habría que consensuar –y sobre todo la Junta de Andalucía tendrá que mostrar mejor disposición, porque los sevillanos, que somos andaluces también, necesitamos que se eviten fútiles enfrentamientos políticos para disponer de un transporte público tan necesario- y arbitrar un modelo de pago que pudiera equilibrar ambas balanzas. No podemos seguir con enfrentamientos cainitas por cuestiones de idearios políticos. La red del transporte metropolitano es una necesidad para el ciudadano que se viene obviando desde hace cincuenta años. Todos los partidos que han pasado por el gobierno de la ciudad han puesto en duda la viabilidad de este medio de locomoción. Incluso, desde una visión añosa y apolillada del vanguardismo, el mismo partido que gobierna a los andaluces paralizó las obras ya comenzadas, cegó los túneles con agua, bajo el pretexto de la imposibilidad técnica de su ejecución, si no recuerdo mal, entre otras simplezas.
Unos y otros deben aparcar sus diferencias políticas porque los únicos perjudicados de esta actitudes encontradas son los ciudadanos, precisamente los que acabamos pagando las malas gestiones. Habrá que deslindar las fronteras y rellanar las trincheras para la consecución de esta obra que venimos reclamando desde hace decenios. Dentro de muy poco saldrán a la luz las especificaciones y estudios técnicos del resto de las líneas. Será el momento de consensuar pensando en el bien común y dejar aparcados los intereses personales y partidistas. A ver si por una vez se cuenta con el sentir de los sevillanos.
El metro es un éxito –está demostrado- y una necesidad imperiosa. Su ejecución supone calidad y bienestar para sus usuarios y promete mano de obra. La Consejería de Obras Públicas debería ser más ecuánime con sus decisiones y no utilizar sus bazas con el fin de hostigar a quienes gobiernan hoy la capital andaluza, y el Ayuntamiento de Sevilla bien podría también optimizar sus decisiones en bien de la ciudadanía y no optar al todo o nada sobre este plan, porque a veces hay que racionalizar las necesidades para no quedarnos sin nada.
lunes, 28 de noviembre de 2011
SALVE, MI TENIENTE, SALVE
Auspicia el relumbre de la plata, con el primer sol de la mañana, el reencuentro con la memoria que llega absolutamente enmohecida por la tristeza, que viene dispuesta a abrazar el alma para dotarla de la misericordia, para repujarla en la lágrima vencida que rueda por la mejilla. Sabe que las horas son el tránsito de la alegría, son el discurrir que ha ido encalleciendo la nostalgia por esas calles que eran pasos triunfales al son de la corneta y al redoble del tambor que hace temblar los cimientos de la emoción. Sabe que el tiempo es una mentira que huye de él, de la gran dicha que le fue otorgada, del privilegio que trae el sentimiento y la razón de la locura que se acoge tras una coraza. Es la hora de la ventura, del reencuentro con esas emociones que se te van a aparecer de improviso, situaciones que ya conoces pero que vendrán con matices distintos. No es la distinción del rango lo que favorece tu hombría, tu condición de elegido, sino la fuerza y el ansia que mantienes presa en la cárcel de los afectos desde que vistes enfundarse a tu padre la coraza, el casco y asía la rodela y la lanza para encaminarse a propagar, al ritmo que marca la condición macarena, la Esperanza.
Vienes Joaquín a confirmar la valía de la gente que expresa el amor en un reflejo que rueda por la mejilla, en la majestad de cada uno de los componentes de esta Legión III que lanza súplicas conmovedoras con una sonrisa, que ora con el más humilde proceder para agradecer el Bien que transita tras las escuadras, que es capaz de disputarle el protagonismo al propio Pilato, de rebelarse contra el poder que instituye la maldad y desamortizar cualquier mandato que no provenga de la serenidad de la mirada del Sentenciado. Vienes Joaquín a confirmar la presencia de la gente sencilla que se desvive por su Hermandad, que es capaz de enfrentarse, sin miedos ni remilgos, a los profanadores de alegrías. Vienes ahora, al mando de la tropa de la tú fuiste parte, de la que te cuesta tanto desprenderte. Tu humildad es el presagio de tu buen hacer en el futuro, de la confianza que muchos tienen en tu fe y amor, que manifiesta siempre obedeciendo el gran mandato del Señor de la Sentencia. Vienes, Joaquín, a configurar la heráldica de lo popular que se eleva a la condición regía del sentir macareno cuando transitáis divulgando, con cada paso, con cada tranco forjado en la marcialidad, la gran encíclica popular que se fija en los lienzos de cal y gloria de los muros de las tabernas y que se va extiendo, entre el gentío que lanza vítores y laureles engarzados en piropos, conforme las horas se confabulan en la noche para vencer cualquier resquicio de cansancio.
Es ahora Joaquín, cuando el clamor popular emerja tras las tinieblas del silencio, cuando abandone las trincheras de la sobriedad y la prudencia, cuando podrás recuperar la realidad, pensar que el sueño se ha concretado, que las milicias que mandas subordinadamente vendrán a resolver las inquietudes con abrazos y odas a la alegría y te bañes con luz que preconiza el sentimiento inmaculado de Madre de Dios, del Cordero que escoltas ungido por el amor y la devoción que aprendiste, que te transmitieron para socavar y vencer miedos. Es ahora Joaquín cuando la responsabilidad ha de enorgullecerte. Ya no hay sensaciones que vayan oscilando en la línea horizontal que divide la razón de la locura porque vas formar parte de ella, de una compañía de orates que sólo piensan en rendir armas al amor, en la consecución de la más bella fantasía, del sueño en el que se ven envueltos muchos, prisionero de sus ansias y desvelos.
No hará falta, que incites al tropel, alzando la espada, para que te sigan, porque eres el decurión al que todos estiman, y bastará solo con exaltar una emoción para que acudan a rendir pleitesía al Dios que se hizo Hombre, que Hombre que siendo Dios, se dejó Sentenciar por las leyes humanas, claro que no esperaban que aguerrido legionarios, a vuestro mando, pudieran sublevarse en la Macarena, para conformar el ejercito del amor, con las escuadras a tu mando y profiriendo el grito de la victoria, Salve, mi Teniente, Salve.
sábado, 26 de noviembre de 2011
DE MAYOR QUIERO SER ARMAO DE LA MACARENA
En la imaginación infantil florecen los mejores sueños, se habilitan esos paraísos que sólo son posibles en la febrilidad utópica de los niños. Emergen con la grandilocuencia que otorga el poder de la ficción los lugares mitológicos que se concretan y proyectan en las imágenes más inverosímiles, en los telones de la quimera. El pasillo de una casa puede convertirse en atrio de senado por el que transitan los emperadores romanos, a quienes se atreven a servir, y la silla tumbada es la más hermosa y flamante cuadriga que nos acerca al arco donde el triunfo final tiene asiento y poder.
Hijo, tú de mayor qué quieres ser, pregunta un padre, con el ansia de la respuesta atravesándole los sentidos, esperando que el niño le comente sus preferencias profesionales para el futuro e imagina el progenitor que tal vez las aspiraciones señalen el camino que él siguió y un día pueda compartir despacho profesional, o entregarse a la dedicación de la atención a los enfermos, o tal vez el romanticismo propio de su edad le haga decantarse por la profesión que sugiere la heroicidad y entrega de los bomberos. Pero el niño eleva la vista y sus ojos resplandecen porque intuyen, en la precocidad de sus instintos, que satisfarán al padre, y con toda la naturalidad propia de su niñez, con la candidez innata de la edad, le espetará, “de mayor, de mayor quiero ser armao de la Macarena”, y se marcha pasillo arriba, imitando todo el garbo y la marcialidad, el grácil andar popular de las tropas destinadas por Tiberio, que desembarcaron en la Barqueta y quedaron prendidos del amor recogido en el más bello y singular entrecejo del orbe católico, entonando la melodía silbada del bizarro himno que va marcando sus pasos y que ha quedado prendido en su memoria como símbolo de la espontaneidad garbosa de la gandinga. Y hay un estallido de sorprendente alegría en el rostro del padre al descubrir que la herencia sentimental ya se ha rubricado, en morado y oro, en el pergamino del alma, que no habrá destino capaz de retirar las aspiraciones del infante.
Eso te queda Fernando en tu memoria y en el devenir de los años. Esto arrastras desde que te pusiste el primer merino y recubriste tu rostro con el morado terciopelo por donde descubrías, en las primeras horas del Viernes Santo, cómo las huestes que cortejan y protegen al Señor de la Sentencia se derrumbaban ante Su mirada serena convirtiendo sus rostros en campos de lágrimas. Esta es la herencia transmitida, y que rubricaste sin temor alguno a cuánto te esperaba en el futuro, desde el primer momento en el que te investiste con la coraza, cuando te cubriste, por vez primera, la cabeza con el argénteo esplendor que culmina con el ondulante albor de las plumas que deshacen penas y transmiten alegrías aún cuando sólo son presentimiento en el aire de la ciudad, cuando asistes la rodela y dejaste caer sobre tu hombro esa lanza que sirve para traspasar corazones e inocular esa Esperanza que precedes y añoras.
Es el sueño cumplido, Fernando, que viene hacia ti desde la remembranza, desde la evocación que recupera aquellos ojos infantiles, centelleando en el tiempo porque ya adivinaban los presagios y la concreción de esas profecías que se formulaban en lo oráculos macarenos, que tienen nombres de viejas y rancias tabernas, de cuarteles donde relucen y espejan, mientras descansan y velan armas, la plata de los cascos donde se aparecen, como por un encanto nigromántico, las miradas de Antonio Ángel Franco, de Pepe el Pelao o Pepito García, que profieren salmos para recordarte la grandeza que recibes, no por casualidad sino por causalidad providencial.
Por eso cuando en la próxima madrugada atravieses los viejos caminos por los que transcurre la Esperanza, por los que el Señor de la Sentencia va esparciendo las gracias de su salvífico mensaje, comandando -que en macareno es invocación de servicio- las legiones del amor, piensa que al igual que un día proferiste el deseo y se concretó, tras los cristales de un ventanal, en el mismo borde de la acera, habrá un niño que tirará de la manga del padre y le dirá, rebosándole el orgullo por los ojos, “yo de mayor, quiero ser armao de la Macarena”.
jueves, 24 de noviembre de 2011
DE LA ILUSIÓN y LA ALEGRÍA
Yo tampoco lo hubiera dudado. Gracias a Dios mis circunstancias y mi vida transcurren entre la normalidad y la rigurosa cotidianidad, con altibajos en algunos momentos, sin atisbos sentimentales y emocionales que puedan alterar el normal discurrir de los días, con sus momentos de alegría, sus instantes de tristeza.
Padecer la alteración del ritmo natural de la vida debe ser un durísimo trance. La ruptura de la vertebral lógica con la que la existencia nos gobierna, desde la razón y la linealidad del juicio, supone el quebranto de la sensatez y la metódica cordura que se va implantando en la mente. Es la inteligencia natural que nos va predisponiendo y encauzando la vida desde el mismo momento en el que vemos la primera luz. Luego la secuencia vital tiene un discurso. Los padres no pueden sobrevivir a sus hijos. Y esta ley natural, en todos los órdenes, es la consumación de la racionalidad. Ver como se marcha el ser querido que te dio la vida, que te proporcionó el amparo cuando fue preciso, que guió tus pasos y te aconsejó en las dificultades y en la alegría participó contigo de ella, es un trance penosísimo. Pero entiendes que es la ley, que es el proceso necesario para la renovación vital. Lo contrario es romper las reglas universales e incomprender que los vestigios, la sangre que debía remozar otros cuerpos, el lazo que sirve para agrupar generaciones se rompe. Es la hecatombe, la quiebra de la naturaleza. Si amargas son las lágrimas cuando se pierde una madre, más dura debe ser la muerte de una hija.
En el salón del Almirante, del ayuntamiento de Sevilla, se presentó en la mañana del pasado veintidós de noviembre el cartel que ha de pregonar las Fiestas de la Primavera hispalense. En los últimos años han sido muy buenos y refutados artistas quienes han plasmado en un lienzo su entender la Semana Santa y la Feria, pintores de un reconocido prestigio que han plasmado, con más o menos acierto, con más voluntad que fortuna en algún caso, todo es cuestión de gustos, los sentimientos que fluían por su alma. Obras que son ventanas para quienes no conocen nuestras más emblemáticas tradiciones y que las acercan a la curiosidad, reclamos para atraer visitantes ávidos de sensaciones nuevas. Ése es debe ser el fin de la pintura, avivar sentimientos, despertar curiosidades. Lejos queda ya la emblemática obra de Juan Miguel Sánchez, “Luz y gracia de Sevilla”, que alertaba los sentidos con una imagen vanguardista, atrevida y sinceramente hermosa, de la Virgen de la Esperanza Macarena con fondos pastel. Esa joya que enalteció los sentidos de media Europa y que puede contemplarse en el Tesoro de la Hermandad de la Macarena.
La obra presentada este año, es un alarde de sensibilidad -porque nos presenta, en una eclosión de colores, una simbiosis de la generalidad costumbrista de la ciudad-, una exhibición de ilusión –porque hay mariposas que nos traen la alegría, la brisa nueva que renueva el tiempo y se posa en la floresta de la juventud-, una manifestación de gloria –porque estallan al azul y a la luz, los farolillos que encandila la mirada y despoja la sobriedad del misterio de unos ojos que una vez fueron ventanas por las accedía la belleza-, un retorno a las esencias de las raíces y vivencias cofradieras -porque nos refresca la memoria de la juventud e implanta el sol de una tarde de domingo de ramos en San Julián, cuando la Virgen de la Hiniesta es astro añil que va deslumbrado oscuridades- y una exaltación al amor filial, porque nos presenta a la mujer de mantilla en el rostro y en el cuerpo de su hija. ¿Un acto de mimosa jactancia paterna? No, un ejercicio de amor puro, la práctica de la inmortalización y la concreción de la nostalgia en el rostro que la mala fortuna quiso arrancarle de sus entrañas, que deshaciendo su presencia en recuerdo, disgregando su vida en el mar del dolor. Fue valiente Antonino Parrilla incrustando todo su amor en la primera referencia de la obra. No fue cobarde ni huyó de su dolor y recuperó a la hija engalanada en el blancor de la mantilla, así ya nadie podré sustraerle el recuerdo, ni siquiera la ausencia y la muerte, porque cuando Antonio recupera su presencia, en este elogio a la belleza de la ciudad, retorna al júbilo y al regocijo, a la caricia que recupera en cada perfil del pincel, y ella seguirá abanicándose y resarciendo su espíritu en los bancales celestes donde prenden la ilusión y la alegría.
martes, 22 de noviembre de 2011
RADIO y COFRADÍAS
Vienen las tardes preñadas de sombras, de un umbrío presagio sobre fríos y luces que se tiñen de tinieblas apenas el sol comienza su declive en el orto celestial, que se nos muestran tras un velo que dulcifica los ambientes y van tejiendo paisajes de grises mientras las hojas de los árboles alfombran las aceras y tiñen de nostalgia las aristas de la memoria. ¿Quién no recuerda, pasados los primeros días de noviembre, atrás el dramatismo de la fiesta de los muertos y de todos los santos, el humo de una castañera meciendo el aire de una esquina, acompasando las brisas vespertinas para desasirlas de estrías gélidas que van marcando sus muecas en tabla donde se para el tiempo, donde se impregna la imagen? ¿Quién no celebra el retorno de un abrigo y una bufanda que nos cubría la cara, de unos guantes de lana procurando calor a unas manos, mientras dibujábamos nubes de vahos exhalados? Aquél era el termómetro con el que se computaban los fríos.
Eran esas tardes del primer invierno, aun cuando en las calendas faltarán fechas por tachar, para que el solsticio de invierno se convirtiera en fiel de la balanza y decantara el declive de los días e iniciara una cuenta atrás sentimental, un deshacer el camino que el tiempo nos iba delimitando alargando las esperas y acumulando impaciencias, cuando recuperábamos la memoria oyendo cintas magnetofónicas que retenían las voces que soliviantaban nuestras emociones, que nos devolvían a los instantes que creíamos perdidos, a los lugares que desgastábamos de tanto pasar, una y otra vez, mientras nos sorprendíamos con los sonidos que alteraban los ritmos del alma. Eran las voces de la ilusión que retornaban a destiempo para involucrarnos en el sueño que habría de llegar, que habría de concretarse en los inicios de la primavera.
Programas de radio que nos alertaban del gozo y removían las aguas de las emociones, envasadas en el celo de la nostalgia, sin que nos importara la iterancia de las palabras, de los sones musicales, de los versos que alimentaban y fortalecían las ansias cofrades. No había recoveco en el corazón que no atestiguara un sentimiento, ni euforias que se pudieran controlar. Eran llegar los fríos y el ambiente doméstico del que éramos dueño, se anegaba de marchas procesionales y escalofríos. Nuestro único sustento cofrade venía de la recuperación de los programas de radio que habíamos tenido la precaución de conservar.
Ayer retornaba a las ondas “El llamador”, el buque insignia de la información cofrade radiofónica. Apenas hemos cruzado la medianía del otoño y ya nos revuelve los instintos con su melodía de cabecera. Viene para provocar las emociones, para hundirme en la reminiscencia del tiempo, en lo sustratos de la memoria de otras voces que alteraban mis conductas. La Voz del Guadalquivir, ponía en las ondas sevillanas Sentir Cofradiero, con Agustín Navarro dramatizando las poesías de Rodríguez Buzón, Antonio Osuna, Florencio Quintero y un largo etcétera; desde Radio Sevilla, Filiberto Mira inscribía, en el libro del futuro, los nombres de unos jóvenes que hoy son pilares de nuestras hermandades, base sobre la que se solidificó el magma del amor hasta llegar a convertir Cruz de Guía en el programa de referencia para la juventud cofrade. O Sevilla paso a paso, en Radio Peninsular, en donde D. Francisco Montero Galvache nos introducía, con su profunda y generosa voz, en los entresijos y vericuetos de las cofradías, aportando luz a nuestro natural desconocimiento. Y Saeta. Aquella introducción, la voz cortando el aire, de Manuel Centeno -“Silencio pueblo cristiano…” que nos ponía en frontispicio al Señor del Silencio, mientras la palabra iba perforando nuestros sentidos, en la melosa y cadenciosa locución de José Manuel del Castillo –“se dice…”- y Chano Amador resolviendo el enigma, bajo la dirección de Carlos Shlatter, primero en Radio Vida, germen que se convirtió en sueño con la COPE.
Ayer se descorrió la celosía del tiempo y dejó al relente mis emociones, la confusión de una época que dormita en el fondo del alma y que se despereza para devolverme la alegría y retornar a la juventud cuando la ilusión transitaba por las ondas hertzianas a los sones de Amargura.
lunes, 21 de noviembre de 2011
HAY QUE ECHAR EL BALÓN AL SUELO
De buenos propósitos está el mundo lleno. La voluntad por revocar la tendente inercia del descalabro, al que nos han abocado los especuladores y los grandes inversores, con su insaciable deseo para acaparar poder y riquezas, sin importarles la situación de desampara en la que queda el resto de la humanidad, ha sido una de las premisas en la primera intervención pública del presidente electo, tras los comicios celebrados ayer, D. Mariano Rajoy.
Es el momento idóneo para comenzar la guerra a esta crisis que viene azotando a la vieja Europa con el inmisericorde látigo del paro y la especulación, una hostigación que no se puede combatir más que con la unidad y solidaridad de todos, sin remisión.
La holgadísima victoria del Partido Popular, con el respaldo mayoritario de la sociedad española, solo comparable aquella otra pronunciación popular del año 1982 en la que el Partido Socialista se impuso en las urnas de manera abrumadora y abriendo un cielo de esperanza que luego se convirtió en borrascas de desconfianzas y chanchullos, va a propiciar y posibilitar la concreción de una serie de medidas encaminadas a reducir los altos índices de paro, a combatir la prima de riesgo y a intentar recomponer la malísima imagen que en el exterior se mantiene sobre nuestro país. Volver a recuperar la credibilidad de las grandes potencias debe ser una prioridad inminente, rescatar el respeto de los países que pueden inducir al crecimiento es verdaderamente una necesidad. Es cuestión de lógica, es cuestión de recomponer las estructuras que favorezcan las inversiones, recuperar la ilusión de los mercados internacionales con la concreción de proyectos y obras para ir equilibrando la balanza de pagos.
Sin duda alguna el compromiso que adquirió ayer el nuevo presidente electo es un reto. La situación actual en nada favorece a quienes no vengan dispuesto a dejarse la piel en el campo de juego. Haciendo un símil futbolístico, es hora de bajar el balón y mirar donde pasarlo, buscar el hueco y al compañero para intentar lograr ubicarlo en el fondo de la portería. Y la alineación que se conforme para este intensísimo partido tiene que estar conformada por gente que no rehúya la brega ni el cuerpo a cuerpo, que se faje con el contrario, que no dude en utilizar los medios más contundente para defender los colores y si es preciso, cuando el problema se encarame en el vértice del área y su disposición pueda comprometer el resultado final, no dude en agarrarlo, aunque ello suponga su exclusión del encuentro.
Son muchas ilusiones las que se depositaron ayer en las urnas, muchas las ganas de encontrar soluciones a problemas que se están enquistando en el alma de la sociedad sin que nadie se atreviera a extirpar el órgano por miedo a las reacciones a las grandes instituciones financieras mundiales, que están sumiendo y narcotizando al género humano con sus caprichosos vaivienes económicos, moviendo los mercados para procurarse pingües beneficios a costa de hundir en la miseria a sus semejantes.
Esta mayoría absoluta, incontestable la voz del pueblo, es la mejor muestra del descontento generalizado por las gestión del comité socialista en estos últimos ocho años, en los que hemos perdido gran parte de la identidad como pueblo, en los que los dirigentes han perdido su credibilidad y han desahuciado cualquier referencia de dignidad de los escaños que ocuparon.
Que no entiendan tampoco que le hemos otorgado indulgencias plenarias para que las utilicen inadecuadamente. El voto es el refrendo de la confianza, es la delegación unitaria de cada ciudadano para la consecución de un bien general. Algo que no deben olvidar.
Esperemos que las promesas de trabajo, seriedad y compromiso se manifiesten desde el primer momento, que no se esfumen en discursos y mítines vacuos, que las palabras no se revuelvan contra quienes las pronuncian. Sólo pedimos responsabilidad en la gestión e involucración en las tareas legislativas para poner orden en este desmadre que actualmente es España –qué verdad más contundente aquella que pronunció Alfonso Guerra, hace más de veinte años, cuando dijo que cuando los socialistas se fueran iban a dejar al país irreconocible-. Y si las condiciones políticas y sociales lo permiten, despeñar esta puñetera crisis antes que nos empuje al abismo ella. Con dedicación y trabajo hay mucho camino andado.
sábado, 19 de noviembre de 2011
DON MANUEL LOSADA EN LA MACARENA
Aún no nos conocíamos personalmente y ya era preso de su figura, de su preparación y su cultura. No teníamos referencias, el uno del otro, y ya me figuraba su bondad y sinceridad galopando por el entramado de sus venas. Es un hombre metódico, muy sistemático en sus comportamientos, celoso de sus ideas, tan es así que nunca promulga ninguna si mantener la más absoluta certeza, sin la seguridad para mantener su creencia con firmeza. Su ideario nace de la razón más escrupulosa. Sin embargo mantiene la sensibilidad de las cosas minúsculas, esas que importan y que se adhieren al corazón para hacerlo grande.
Todo cuánto ha conseguido en su vida ha venido ungido al trabajo y la dedicación, quizás por eso ha sabido valorar cuanto se le ha devuelto en forma de agradecimiento, en homenajes y reconocimiento. No es fácil sobrepasar las dimensiones científicas humanas, transgredir el conocimiento de manera tan exhaustiva y pletórica y seguir manteniendo la sencillez y el aplomo sentimental de su origen. Este sevillano de preclara mente y sabiduría rancia, sin falsos abolengos que adormezcan su memoria, al que le gusta y sustrae la conversación serena, conoce los entresijos de la bioquímica como pocos en el mundo, por eso extraña verle en ámbitos donde la materia se convierte en espiritualidad, en donde lo etéreo se consolidad y aploma. Por ello su fe es férrea, sincera y honesta, porque contraviene su pensamiento la profundidad dogmatica de la más certera esperanza.
Es un orgullo y un inmerecido honor que D. Manuel Losada Villasante me premie con su amistad y muy especialmente su esposa Dª Antonia Friend, cuya devoción a la Santísima Virgen de la Esperanza, me congratulen con su aprecio y la familiaridad con la que han acogido. He disfrutado mucho conociendo sus vivencias y experiencias con D. Severo Ochoa de Albornoz, su prócer y mentor, su maestro y confidente amigo, durante muchísimos años, de quién relata anécdotas curiosísimas.
D. Manuel Losada Villasnate ha sido Premio Asturias de Investigación Científica y Técnica en 1995. Realizó la carrera de Farmacia en la Universidad de Madrid, en la que se licenció con premio extraordinario en 1952, y en donde obtuvo su título de doctor cuatro años más tarde. Amplió luego su formación en el Instituto de Edafología y en la Universidad de Munster (Alemania) y después en los Laboratorios Carlsberg (Dinamarca), gracias a sendas becas concedidas por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). En 1958 fue pensionado por la Junta de Energía Nuclear en el Departamento de Fisiología Vegetal de la Universidad de Berkeley, en California, en la que continuó desarrollando sus investigaciones sobre bioquímica en el Departamento de Fisiología Celular hasta 1961. A su regreso a España, realizó labores magisteriales en la Facultad de Ciencias entre los años 1963 y 1965, hasta que en 1967 ganó la cátedra de Química Fisiológica en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Sevilla. Un año más tarde fue designado Jefe del Departamento de Morfología y Fisiología y de su sección de Química Fisiológica en la Universidad de Sevilla y jefe del Instituto de Biología Celular del CSIC. Además, fundó el Instituto de Fotosíntesis en la capital hispalense. Entre los numerosos éxitos profesionales de la vasta carrera de D. Manuel Losada se encuentra haber conseguido la fotosíntesis del amoníaco, así como una serie de estudios sobre las proteínas de algas partiendo de nutrientes inorgánicos y sirviéndose de la luz solar como única fuente de energía. Además se le considera el padre de los estudios sobre bioenergética en España. Los resultados de sus investigaciones se han publicado en prestigiosas revistas científicas de todo el mundo, así como en varios libros de texto. Es miembro de numerosas sociedades científicas como la Biochemical Society, la Americam Society of Plant Physiology, o la British Photobiology Society; también forma parte de la National Geographic Society, la Societé de Chimie Biologique y la Japonese Society of Plant Physiologists.
Leyendo su curriculum, del que me he permitido subrayar sus más importantes reconocimientos, pudiera parecer que su dedicación profesional hubiere restado tiempo a otros menesteres. Su capacidad de trabajo, fuera de toda duda, ha proporcionado otros placeres al mundo, a su ciudad. En una magnífica y sobre saliente conferencia, en la sede de la Hermandad de Santa Marta, pronunció una de las conferencias más hermosas que jamás he oído, pues en ella relata y concreta la existencia de Dios desde una posición científica y recientemente ha colaborado con la Hermandad de la Macarena escribiendo unos de los artículos que figuran en la nueva publicación, de nuestra querida, “Esperanza Nuestra”, en que alude a la figura de la Santísima Virgen como portada del gran mensaje de la humanidad, y que no es otro que el de la Esperanza.
Un honor D. Manuel, haber podido compartir momentos tan entrañables con usted, su esposa y su familia, muy especialmente con su hija María y Juan Luis su esposo, y por haber aceptado mi propuesta para esta colaboración en la nueva aventura macarena.
viernes, 18 de noviembre de 2011
LA AMARGURA QUE NOS SALVA
Hay una presunción de cuaresma en el aire de Sevilla, una luz como la de febrero que trae en su celeste un anuncio de lo sentimental. Una luminotécnica columna atraviesas el altar mayor desde la linterna que nos proyecta la grandeza de Dios desde su cúpula. Es un sueño de domingo de ramos adelantado, el encanto del amanecer húmedo sorprendiéndose por la estrechez de la calle Feria, que curioso va deshaciendo sombras para prestar el primer resplandor al amargo rostro del más bello dolor.
Viene buscando toda la misericordia del oro que se plasma, como por encanto nigromántico, una cesión del cielo cárdeno del atardecer, el terciopelo grabado a golpe de puntadas en un taller de la feligresía de San Julián, donde se ceba el arte en las manos de unas bordadoras que aprendieron el oficio de la imaginación más locuaz y exacerbada y la plata de requiebros ensimismados que brotaban del cincel y el dibujo de Cayetano, aquel que derrochó la figuración de un sueño en los mástiles que sostienen y protegen el gran ábside que cobija toda la Amargura de la Madre.
Llega buscando el compendio que descubre los misterios de los secretos de amor que va susurrando al oído, el más joven de los escogidos, el preferido para ocupar el sitio del consuelo, el nombrado por el mismo que guarda silencio ante las insolencias y la errónea verborrea de Herodes, para que proclame y adelante la vida eterna de la Palabra, la invulnerabilidad de la santificación de los hombres a través del gran sacrificio.
Acelera sus pasos por las estrecheces de las calles, un dédalo sinuoso que se obstina en ocultarle la evidencia de un campanario, de una espadaña que es culmen de la gracia que acoge y protege, para no restarle un segundo a la emoción y al sobresalto de la liturgia que se plasmará frente él con la visualización de la escena, con la aproximación del rostro que va dejando atrás la turbación del dolor para ir mostrando los primeros síntomas de la alegría, el adelanto de la concreción de los vaticinios proféticos que La aventuraban ya como la gran vencedora del dolor y la maldad – “Y pondré enemistades entre ti y la mujer, y entre tu raza y la descendencia suya: ella quebrantará tu cabeza, y tú andarás acechando a su calcañar” (Gn. 3:15).
Ha permanecido en el silencio de la mañana, encubriéndose con la soledad de la estancia. Hay primeros indicios en aromas que nunca sabe de dónde proceden, cual es el jardín del que fluye, que misterio alberga su origen que es capaz de turbar la serenidad y encadenar emociones para confrontar el alma e incubar todo el dulzor de la primera sonrisa, del gesto que lo conmueve hasta el extremo de tambalear su fortaleza. ¿Quién es capaz de enfrentarse a Ella sin proclamar su grandeza, quién puede sostener su entereza sin deshacerse en lágrimas, quién puede obviar una oración para aplicar el bálsamo contra el dolor?
No es domingo de ramos, ni hay un bosque albeo ondeando en la tiniebla de la iglesia, ni hay un rumor albergado en la plaza donde la vida se presentará de improviso para reponernos en la ilusión y en el amor. No hay un clamor vagando en el aire de oraciones conventuales ni las armoniosas notas musicales de Font de Anta recorriendo y surcando en la nostalgia otra noche de luna, ni sombras de candelabros anunciándose con la barahúnda con los sonidos imposibles de cornetas en la delicada tibieza de una tarde.
Nada de eso hay y todo se presiente en la soledad de la calle, en la intimidad de la vieja capilla donde reposa y descansa para procurarnos la paz tan sólo con una mirada, con el vidrio de los ojos asomando a la añoranza, con la mano que se ofrece para calmar nuestras ansias, los dolores que persiguen la quebranza de fe y el amor. Es noviembre y parecen van a florecer los naranjos porque baja de la altura la Virgen, donosura que supera las aflicciones, que enjuga las desgracias, que es capaz de apartar los males del mundo. Es noviembre, y el tiempo se desplaza y equivoca los sentidos en San Juan de la Palma. Viene la Virgen a escuchar nuestros secretos. Ahora tú eres Juan para poder acompañarla, el que se acoda a su brazo, el protegido, el escogido para extraer su Amargura con tu rezo y tu plegaria.
jueves, 17 de noviembre de 2011
EFECTIVA POLÍTICA DE CERCANÍAS
Puede parecer algo increíble. Las cosas pequeñas suelen ser las que más se echan en falta cuando escasean o se ausentan de la vida cotidiana. Que se lo pregunten si no a las personas mayores de sesenta y cinco años cuando el ayuntamiento de Sevilla, por esa extrañísima aplicación de la solidaridad y la equiparación de las igualdades sociales que sostenía D. Antonio Rodríguez Torrijos, les privó de la gratuitita utilización de los autobuses de Tussam, o la supresión del acceso al centro de cualquier vehículo que no fuera de un residente sin haber creado las estructuras sustitutorias para procuras a los ciudadanos las pertinentes alternativas con las que suplir estas restricciones. Si el propósito era humanizar, racionalizar y procurar la comodidad de los ciudadanos que tienen sus viviendas en el casco histórico, con la extensión del aquel invento que Izquierda Unida, a la que todo le ponía un nombre para nunca obtener los resultados que pretendían, nominó como plan de Movilidad lo único que obtuvieron fue el rechazo más unánime jamás expresado por los habitantes de esta Sevilla nuestra.
Aquella coalición del despropósito, aniquiló de un plumazo el acceso de los autobuses al centro de la ciudad. Especialmente se cebó con los que ponían fin a sus trayectos en la plaza del Duque, impidiendo que los vecinos de los barrios periféricos tuvieran la oportunidad –o debemos decir la comodidad- de llegar al punto neurálgico de la urbe sin tener que transbordar y luego patearse media ciudad para poder realizar compras o por el capricho y la libertad de tomarse un café en cualquiera de los establecimientos del ramo que se encuentran en las inmediaciones de la plaza del Duque.
Todos tenemos consciencia de las limitaciones físicas de las personas mayores, o de quienes tienen reducidas sus extremidades motrices, pues ellos fueron los grandes perjudicados del plan de movilidad ciudadana. Tiene narices la cosa.
Desde hace unos días, con un magnífico criterio, los autobuses de Tussam acceden hasta la misma plaza del Duque y el efecto no hay podido ser más positivo. Los pequeños comercios han experimentado un alza en las ventas, el trasiego por las calles adyacentes se ha incrementado notablemente y hay personas que no tienen que dar un rodeo extraordinario para poder llegar a este destino. Es el cumplimiento de parte del programa electoral que presentó el Partido Popular, y que contemplaban soluciones de estas cosas minúsculas que se convierten en precariedad si son destituidas, que son vitales para el normal discurrir de la vida de la ciudad. No nos damos cuenta que en los pueblos y ciudades la política de las cosas pequeñas es en verdad lo verdaderamente importante.
Por eso me alegro muchísimo de esta medida por dos motivos. El primero, como ya he reflejado, por la comodidad de poder acceder al centro de la ciudad sin tener que dejarse la piel de los zapatos en un dédalo de calles; para andar ya teníamos a Kung Fu. Y segundo porque por fin alguien cumple con lo que prometía. Estábamos tan acostumbrados al rodillo de las falsas promesas, a la no ejecución del programa electoral de anteriores gobernantes, a las mentiras y al despilfarro en cosas tan inútiles como el tranvía o el parasol de la Encarnación, que no podíamos dar crédito al desembarco de los autobuses en la plaza del Duque. Por primera vez en años, hay un consistorio preocupado en subsanar las nimiedades, en procurar el bienestar general de los ciudadanos -no sólo de una parte-, en fomentar la utilización de los medios transportes, porque es de esta sencilla y equilibrada manera como se pueden resultados favorables, y hacer realidades los proyectos de las cosas pequeñas, que por lo general son las que realmente importan. Las obras mastodónticas, esos proyectos colosales deben realizarse sólo cuando las circunstancias lo permitan, y con los presupuestos cerrados y los plazos de ejecución bien definidos, que después vienen esas sorpresas tan desagradables y a las que nos hacen forzosos copartícipes.
Me congratulo por esta política de cercanía, por éste hacer bien las cosa, por éste ejecutar la cordura sobreponiéndola a los impetuosos y soberbios comportamientos que hemos tenido que soportar aún sabiendo que se estaban equivocando. Ojalá perdure y se mantenga esta estrategia durante los próximos años. Tal vez, hasta podamos recuperar una parte de esta ciudad a la que han intentado, y casi lo consiguen, desvalijar de su esencia.
miércoles, 16 de noviembre de 2011
EL FLORIDO AYER
Hacía mucho tiempo que no pasaba por la plaza de la Encarnación, me decía compungido, con un halo de tristeza marcado en el semblante, y me han robado la memoria de mi juventud. Caminando por los aledaños de la Basílica –ese templo que es joyero para la más graciosa y grácil presentación, a los sentidos, de la Virgen- se lamentaba Ricardo por el estropicio urbanístico cometido en el mismo centro del casco histórico, no en la periferia donde pueden implantarse proyectos de esta magnitud visual, de exposición arquitectónica capaz de conmover los sentidos. Nuevos espacios requieren nuevos tratamientos, nuevos conceptos, pero implantar un mamotreto de estas características en el mismo corazón de la ciudad, es atentar contra los sentimientos, me decía ya resignado, a ver qué hago ahora con mis recuerdos.
La manifiesta conmoción de este sevillano, exiliado por razones laborales, desde hace casi veinticinco años en Vega, un municipio en la provincia de Nordland (Noruega), al contemplar la extraordinaria transformación en la fisonomía de la ciudad ha sido tan impactante como reveladora para los que estamos sufriendo in situ los rigores de la falsa modernidad que nos fueron implantando los que han regido los designios de esta ciudad durante casi tres lustros. Esperemos que los renovadores aires que entraron en la casa consistorial, en mayo pasado, no se vicien y contagien con los gérmenes que deben pulular aún por algunos despachos.
Estos años fuera de la ciudad han servido a mi amigo, que por cierto se llama Ricardo, para mantener su visión romántica de la misma, la que se llevó en 1986, una imagen conservada quizás en el rincón de la emoción, donde se idealizan los conceptos cuando la distancia nos emboca en el camino de la nostalgia. Su llamada telefónica supuso una alegría inmensa. Bueno había contactado con mi madre y ella le redirigió a mi móvil. Era la voz del pasado buscando un tiempo deshecho, una época rediviva en la que siguen concitándose recuerdos, momentos que han vuelto a mí en sus palabras. Su presencia ha servido para retrotraernos en el tiempo, en la recuperación de acciones y compromisos que creíamos perdidos, difuminados en el éter. Citándonos en la calle Alcántara hemos vuelto reivindicar nuestro sitio en el pasado, a manifestarnos con el presente porque nos ha hecho mucho daño destruyendo aquel entorno, con los laboratorios de Murga y casa Mayorga convertidos en bloques de pisos, un paisaje despersonalizado, arrebatado de esencias de barrio. Proust podría haber reencontrado su tiempo en la memoria vivificada de mi amigo, habría resuelto el gran enigma de la magdalena proyectando las imágenes retenidas de mi amigo, cuando partió una calurosa mañana de julio e iba dejando detrás las viejas casas de San Julián, el entorno de la plaza del Pelícano y la plaza de los Marteles deshaciéndose ya en el olvido de sus hijos y el configurando e idealizando los espacios para sobrevivir.
Sé, querido Ricardo, que la ciudad ya nos es ese ente vivo que logramos compartir, que descubríamos en nuestros paseos y extensas y prolongadas conversaciones en las que solucionábamos los problemas de la humanidad, aquellas tardes de luces cárdenas y abrigos ajustados para combatir el frío; pero la han alimentado con proyectos y mentiras hasta dejarla en estado crítico.
Todavía quedan rescoldos, amigo mío, avivando el fuego de la belleza, la sutiliza de descubrir un voltear de campanas, en este tiempo de muertos y fantasmas paseando por las arcadas de los claustros conventuales, y aunque algunos se empeñen en querer amortajar el sentimiento que pervive en su historia, debemos seguir soñando con la recuperación de los espacios que han quedado prendidos en tu memoria, en mis recuerdos. Allí, donde habita la ilusión compartida y se mantiene viva la imagen de la Encarnación despejada, sin falsos techos que nos limiten el deleite en la contemplación del azul del cielo, sigue habitando tu juventud, y eso no nos lo puede quitar nadie. Aunque los años hayan despejado tu cabeza y llenado de canas las mías lograremos sobrevivir con el alimento de los recuerdos.
lunes, 14 de noviembre de 2011
LA FUERZA DEL RECUERDO
Aún va calando en el tiempo la hoja del cuchillo que va abriendo valles en los campos del alma, ¿Recuerdas? Eran los días, que ahora se nos presentan en sepia, como el si el color del cielo lo hubiésemos descubierto en el amanecer de la juventud. Son los años que nos dictan los momentos, que nos llevan al recuerdo para redescubrirnos una vida que se nos presenta como no nuestra, como si no nos pertenecieran, como si la mano que nos aferra intentara retenernos en el instante preciso que nos robaron la sonrisa para perpetuarla, para hacerla eterna, en el acharolado papel donde quedó imperturbablemente definida.
Ahora la tienes apresada en tus manos, convertidas en valija donde se custodian las memoria y vivencias, y retorna hasta la calidez de la mano sujetándote la infancia porque temía, mucho más que tú, que la perdieras de improviso. ¿Cuántas veces iluminaste su cara con tus sonrisas? No lo recuerdas, como tampoco puedes evocar ahora sus pasos aunque se presenten nítidos y claros junto a los tuyos, en la imagen que presentas ante tus ojos y que te acerca a la nostalgia, porque se han fundido en la noche de los tiempos. Solo logras identificar el rostro cuando acaricias aquella cuadricula, casi de porcelana, que descubre las esencias del ser que el ser te dio y que tomas entre las manos para verterla en el recuerdo de otros, para perpetuarla en espacios que no habitas, para grabarla en los entresijo del espíritu y de las manos que sostuviste con el mismo amor y delicadeza que sostuvieron las tuyas en una mañana de primavera.
Sabes que ahora vendrá la nostalgia a secuestrarte la razón, a prender y encarcelar la lógica, a despeñar por las laderas del alma cualquier signo de lucidez. Un vértigo recorrerá tus entrañas hasta confundirte, hasta aturdirte. Florecerán las emociones y experimentarás un desasosiego, una eclosión de añoranzas que se irán adueñando de tu voluntad y te perderás en la miscelánea de imágenes que se iran presentando de improviso, en una proyección emocional que descubrirá la pasión de la maternidad. Volverás a percibir aquellas voces que eran inaudibles entonces, que pasaron desapercibidas a tus sentidos, palabras que no oías, sonidos que eludías y evitabas volverán a poseer tus sentidos y percibirás el calor de la voz de la sangre ascendiendo por tus venas. Dejarás inundar la entelequia de la certidumbre y envolverás la realidad en los blancos sudarios de los sueños.
Hay un amago de luz, el esqueje de un reflejo luminoso del que ignoras la procedencia, asomando a la ventana. Las gotas de lluvia desvirtúan el mundo que se presenta tras los espejos, Vislumbras a lo lejos el escenario, el lugar donde la vida se te presentó de la mano de la madre. Ha comenzado el otoño anegando de tristeza el aire. Ahora sí, es el momento. Alzas la mirada buscando la claridad de otro tiempo. Quieres recordar sus ojos pero el pasado se obstina en esconderlos. ¿Qué hubiera sido de ti si pudieras reconocer y aceptar el olvido? ¿Qué locura habrías engendrado tan solo por retener el instante? Vuelves a mirar esa foto y encuentras toda la historia de tu existencia, de los tuyos observándote. Miradas que te miran y no saben que están reteniéndote el mismo instante, pasos que van al encuentro de otros pasos para iniciar caminos y todavía no sabían que tu serías testigo de sus cambios, de su destino, voces que claman al cielo y que están pregonando y compartiendo los designios que te esperan.
Cuando vuelva a la oscuridad del arca donde descansa y asegura tu memoria, cuando repose de la historia que se guarda en la valija donde se atesora la herencia congénita que va marcando el discurrir de los tiempos, el transcurso de las emociones que retiene, sentirás el espíritu rejuvenecido, traslado por la magia de tu amor, a la infancia, Recuperarás el sentido y la ilusión de aquel momento, inmortalizado en sepia y sabrás que el tiempo ha intentado engañarte y que has vencido con la fuerza del recuerdo, ese instinto que nos instiga a recuperar la felicidad y que hace siempre posible el retorno de la calidez de la mano conduciéndote al encuentro de las emociones.
viernes, 11 de noviembre de 2011
EL PRECIO DE LAS BOTELLONAS
Casi tres millones de euros es lo que le cuesta la ciudad la vergüenza de las botellonas que se celebran, con las más peregrinas excusas, por la juventud en el ámbito de su jurisdicción. Quinientos millones de las antiguas pesetas que tenemos que dejar de invertir en otros ámbitos sociales y asistenciales porque los muchachos, y muchachas, tienen que reunirse en el primer descampado que encuentren para emborracharse, para pasarlo bien que dicen ellos, cuando algunos pierden hasta la consciencia y tienen que ser atendidos por unidades de emergencia. Otro gasto no computado.
Quien haya pasado los efectos de una borrachera, y que tire la primera piedra el que reniegue de haberla padecido, debe de coincidir conmigo en que sus efectos no pueden ser más desagradables. Cierto es también que mientras se ingiere sin control cualquier tipo de bebidas espirituales, que es la cursi forma en la que denominan ahora a las alcohólicas, se pueden mantener fases de euforia, de alegría incontenida y de desinhibición transitoria de cualquier signo de timidez y recato. Por ello es fácil comprobar cómo estudiantes y jóvenes en general, que durante el resto del año son incapaces de mover una silla sin permiso, se convierten en verdaderos herederos de Atila, en energúmenos capaces de realizar cualquier proeza, por muy descabellada que pareciere.
En las imágenes que nos muestran los medios de información, con jóvenes exultantes y arrebatados por la reacción a la injerencia del alcohol, vemos cómo son capaces de atiborrar toda la explanada de un gran aparcamiento o gran parte del recinto ferial para enaltecer al Dios Baco por el mero hecho de celebrar el comienzo de la primavera, el final del curso, el equinoccio de invierno, o la compra de un traje del conserje de la facultad de derecho, con todos mis respetos para el bedel. Cualquier motivo es bueno para convocar esas macrobotellonas que al final acabamos pagando entre todos.
Lo realmente increíble es el tremendo poder de convocatoria que tienen. Basta un sms para que el listo de turno congregue una multitud. No sé en qué están pensando los partidos políticos y sus afinados estrategas de campaña electoral y no contratan a uno de éstos que se dedican a suplir tiempos de estudio por periodos de ocio. Están perdiendo un magnífica oportunidad para restringir gastos, para evitar elevar sus déficit presupuestarios y de camino ahorrar al contribuyente esta sangría de espacios radiofónicos, televisivo y murales con los que nos importunan y perturban desde que diera comienzo la campaña electoral.
Extraordinaria me parece la idea que va presentar el Consistorio para tratar de evitar estas lúdicas, inútiles y exageradas manifestaciones alcohólicas. Además de multar, porque así lo permiten las ordenanzas municipales, se enviarán a los padres unas cartas indicándoles las actitudes y comportamientos que llevan a cabo sus hijos y los gastos procuran a la comunidad con sus salvajes actividades lúdicas, conminándoles además a cumplir con el pago de las multas impuestas o bien a remunerar el incumplimiento de la ley con la prestación de servicios sociales en Lipasam. De esta manera podrían concienciarse de las molestias que causan a los vecindarios y observar in situ cómo dejan los espacios de sus divertimentos. Con suerte podría hasta recoger sus propios vómitos, si es que no le producen la repugnancia que nos procuran a los demás esta falta escrúpulos que tuvieron en su descontrolados comportamientos hacía el resto de los lugareños. Sería un ejercicio de nobleza y ciudadanía que nos resarcieran de sus oligárquicos y anacrónicos hábitos.
Nos estamos acostumbrando a los desmanes y seguimos pensando que los trabajos, que a consecuencia de ellos se realizan, no los paga nadie, ignorando que las horas que tienen que echar de más los trabajadores de la limpieza pública son sufragadas por los impuestos que pagamos al consistorio municipal. O sea, por nosotros. Y mientras, las carencias en otros órdenes y equipamientos esperando el sueño de los justos porque los presupuestos se agotan. O mejor dicho, se los beben nuestros hijos en descomunales concentraciones donde se consume alcohol sin medida y se eleva, se exulta y se honra al dios Baco.
jueves, 10 de noviembre de 2011
CAPACIDAD DE SORPRESA
Conforme uno va cumpliendo años se nos va mostrando una nueva capacidad, que afecta principalmente al sistema anímico, cuando no al nervioso. No llega de improviso, ni se presenta con la espontaneidad de un ímpetu, ni es un impulso convulsivo que hace tambalear las estructuras del pensamiento. Llega pausadamente, como el sigilo del amanecer de un Viernes Santo, cuando la paleta cromática del cielo se encrespa y comienza una transición que vendrá a culminar, para fascinación de los sentidos, en el verde más hermoso y claro, aunque el sol dore las blancas paredes de los viejos muros de un barrio y pregone altanero en el cenit del éter su esplendor.
Es un sentimiento nuevo que vendrá como l respuesta natura al tránsito de los años. Llega implementad en una secuencia de acontecimientos, de hechos motivados por actos que nada tienen que ver con la educación y los buenos modales. No los nuestros, los de otros. Yo he venido en llamarlo “agotamiento de la capacidad de asombro”. Los primeros síntomas se presentan cuando uno lee noticias, escucha sucesos o es testigo de las imágenes que se plasman en la pantalla de un televisor. Son acontecimientos que no mantienen ninguna lógica, que escapa al común sentimiento de razón.
Veo con estupor, en las páginas de interior de un periódico local, como un –o varios- vándalo se ha cubierto de gloria y honor realizando un grafiti en la puerta de una casa particular. Una gracia tan grandiosa, que conlleva tanto valor, que yo propondría a su autor, de darse a conocer, como premio a las bellas artes mojoneras. ¿Qué ganan con ésto, Dios mío? ¿Habrá un ranking de gilipoyeses que yo desconozco? ¿Tanta es mi ignorancia que no reconozco el fruto de una educación familiar en estos bárbaros que se enajenan en cuánto se reúnen tres y descargan sus adrenalinas cometiendo estos asombrosos despropósitos sin tener en cuenta la destrucción patrimonial y económica que causan? Y lo peor es lo alegre y ufano que marchan cuando culminan el vandálico acto. Como si acabaran de conseguir un premio nóbel, orgullosos de sus acciones se van congratulando y deseándose parabienes y animándose los unos a los otros tras la gloriosa gesta.
Regresaba un amigo a su casa, tras una agotadora jornada de trabajo al frente del bar que le procura el sustento, ya entrada la madrugada, cuando observa cómo unos jóvenes, nada desaliñados, ni portadores de prendas que pudieran hacer pensar un desarraigo familiar que les perturbara sus sentidos, se afanaban en desatrancar de sus postes una bicicleta, en una estación de éstas, a la altura de San Bernardo. Pensó en un primer momento, ya digo por su apariencia y vestimenta, que el grupo intentaba obtener unos vehículos por los procedimientos normales. Conforme se acercaba pudo observar cómo, muy al contrario de su pensamiento, la horda arrancaba de cuajo el velocípedo y lo arrojaban con violencia hacia un coche que se encontraba aparcado en las proximidades. Entre risas y jaleos, el resto de energúmenos animaban al colega a que repitiera su acción. El individuo se hacía de rogar, engreído en su hazaña. De improviso atenazó otra bicicleta, y con habilidad extraordinaria la desencajó del anclaje y la volvió a lanzar contra otro vehículo. Otra nueva algarabía y jolgorio. Por lo visto debían molestarle demasiado esos vehículos en medio de la acera y que prestan un servicio al ciudadano. Y esos coches aparcados en medio de la calle, abandonados por sus propietarios, tan molestos, venga ya hombre. Cuando mi amigo paró su motocicleta junto a ellos, para recriminarles sus salvajes comportamientos, sólo obtuvo improperios y amenazas que no se concretaron porque la motocicleta respondió, pero incluso llegaron a seguirle durante unos metros.
Lo fabuloso vino cuando, a la mañana siguiente muy temprano, volvía para reincorporase a sus faenas laborales y vió como uno de los propietarios de los coches afectados retiraba del capó la bicicleta. Mi amigo se acercó y le explicó los acontecimientos. El hombre no se inmutó. Tan solo le dijo que era el signo de los tiempos, que no era la primera vez que sucedía un hecho así en el barrio y que ahora le había tocado a él. Ya no me asombro ni espanto por nada, le dijo. Se metió en el coche y dejó a mi amigo montado en su motocicleta perplejo.
Son tantos y tan variados los sucesos de vandalismo que ya han llenado el recipiente de la capacidad de sorpresa. Deben ser los años que nos adiestran para sobrevivir.
miércoles, 9 de noviembre de 2011
PETALADAS y TRADICIÓN
Esta es la ciudad donde todos tenemos una razón para no ser, y hay quienes se obstinan en perder esta condición con tal de sobresalir, de alcanzar notoriedad, de proyectarse incluso profesionalmente con la prepotencia y la vanagloria. Es increíble que la condición humana haya arrojado los desperdicios de las virtudes en algunos residentes, y digo residentes porque no son naturales ni conocen, ni tienen intención de conocer, las tradiciones que se forjaron y mantienen su origen en Sevilla, que han sido instituidas por sevillanos, en el caldero de los siglos a fuego lento y con muchas dosis de paciencia y sabiduría, conforme a la idiosincrasia del lugar, adecuándose a sus factores climatológicos, sociales y humanos. No quieren ilustrarse en la hondura sentimental de la ciudad y prefieren quedarse en la superficialidad de las cosas, por comodidad y porque les interesa, o lo que es peor aún, mantienen la certeza de una falsa verdad que es querer condicionar y alterar las tradiciones fundiéndolas con las suyas propias para crear unos hábitos nuevos, por ende tendentes a desnaturalizar la esencia que pretenden asumir. Esta miscelánea de nuevos usos viene a desnaturalizar el esfuerzo de los siglos por implantar un carácter. Lo otro es un sucedáneo del original. Una falsa verdad.
Las cosas son como son y cómo queremos que sean. Alabo y aplaudo, y reconozco hasta mi admiración por ellos, a los no sevillanos de nacimiento –ojo, sevillanos por derecho propio por su condición y lazo sentimental- que han sabido integrarse, desde la naturalidad y la paciencia, en la sociedad sevillana, que han asumido como suyas las tradiciones de esta Híspalis que nos contempla, sin ninguna intención de alterarlas, de manipularlas. Simplemente se han dejado llevar por la corriente, se han dejado asesorar por quienes realmente las conocen, sin querer precipitarse, dejando que las emociones llegaran por su propio pie hasta implantarse en el alma.
La sedimentación de estas normas afectivas necesitan tiempo y requieren de un reposo y una necesaria reflexión. Si no obran así quienes pretenden enraizar sus vidas en Sevilla, poco podrán aportar, espíritu verbal que han de utilizar, y no reagrupar y convertir tradiciones, y no me estoy refiriendo a cambiar el itinerario de una cofradía o el emplazamiento de las casetas de la feria de abril, sino al atrevimiento de unos pocos que no entienden que las murallas se levantaron con mucho esfuerzo y dedicación, con sufrimientos y privaciones.
Pululan por los mentideros cofrades de la ciudad algunos personajillos que no ven otra forma de alcanzar notoriedad más que con banalidades. Promueven actuaciones que no tienen otro fin que la divulgación de su propio egeo, que presumen ante otros, aprovechándose precisamente del peso de las heredadas tradiciones de quienes acosan y de su buena voluntad, de unos conocimientos que han sustraído de cuatro revistas y un libro, y con este escaso bagaje han querido doctorarse en sevillanía y cofradías e incluso darnos lecciones de ellas, cuando algunos estamos todavía, con el lastre de nuestros años anunciándonos ya un horizonte, intentando aprender y asumir nuestra propia condición.
Jamás se me ocurriría a mí ir a Valencia para disponer los ninots o cómo realizarlos y situarlos para que ardan mejor. Supongo que estas directrices, que estas formas de actuar sobre los conocimientos de las Fallas, vendrán de la observación y acopio de conocimientos y experiencias dictadas por los años, que la adquisición de habilidades y artesanías constructivas escapan a mi entender, pero sí puedo participar de ellas desde la admiración. Ver, oír y aprender.
En estos tiempos que corren, con la que está cayendo y con las necesidades básicas y fundamentales de supervivencia, con las carencias alimenticias que padecen muchos de nuestros hermanos y que hay que cubrir, me parece poco serio, cuando menos, propagar, difundir y recaudar aportaciones económicas para realizar una súper petalada –término de reciente creación del frikismo-cofrade sevillano- a la Virgen, que supondrá tirar a la calle unos cuantos de miles de euros. Deberían destinar estos esfuerzos e ingresos, de manera anónima por supuesto, en sofocar y reducir la asfixia de alguna institución, que no tiene por qué ser la Hermandad de la Macarena. Cada cual allá con su conciencia.
martes, 8 de noviembre de 2011
LAS DESIGNACIONES DEL CONSEJO
En cierta ocasión, durante un recepción privada ofrecida a un hermano mayor de una distinguida cofradía de la ciudad, por el siempre recordado, admirado y querido Cardenal Bueno Monreal, el dirigente cofradiero, tras realizar la petición para la que se había concitado la cita, pidió encarecidamente a Su Reverendísima, que por favor no diera ninguna comunicación del evento y mucho menos que no trascendiera a la opinión pública hasta que lo comunicara a sus hermanos, en el cabildo que celebraría unos días después. Perplejo y asombrado por la petición, el prelado tomó por el hombro al inocente hermano mayor, y adoptando un tono de confesión le espetó al oído “querido amigo, mucho me temo que la sugerencia llega tarde. En esta ciudad, si usted no quiere que trascienda algo, ni lo piense siquiera”. Y estaban los dos solos en salón.
Ayer fue designada la Sagrada Imagen que presidirá el Vía Crucis que organiza el Consejo de Hermandades y Cofradías de esta querida ciudad, piadoso acto con el que se abre el tiempo de la ilusión, aunque ahora muchos desvirtúen el sentimiento de siglos de la ciudad y quiebren sus ritos y estructuras de la medida de los tiempos, intentando prolongar vivencias y emociones que no tienen sentido más que en el limbo de los recuerdos.
La elección -parafrasendo, y haciendo un juego de palabras, al maestro de la literatura hispanoamericana Gabriel García Márquez con una de sus más prestigiosas obra- era el anuncio de una designación anunciada. Solo faltaba la ratificación colegiada y corporativa del Consejo que regula y raparte la asignación de los beneficios de las sillas. Desde hace algunos meses se conocía que el Señor de la Salud, de la Hermandad de la Candelaria, presidiría el acto penitencial en la Catedral, un pío retiro al que sólo acuden as representaciones de las Hermandades, sus Juntas de Gobierno y pocos más. La multitud acompañante, la muchedumbre se diseminará cuando el Nazareno de Ocampos cruce el dintel de la Puerta de los Palos, pero eso será otra historia distinta y requiere por ende otro tratamiento distinto.
Los merecimientos para esta Hermandad, y especialmente para su Imagen Titular, están fuera de toda duda. La designación, ¿o debiéramos llamarlo la ratificación pública?, nada tiene que ver con la historia y la tradición secular de la cofradía, que encandila mis sentidos en la tarde del Martes Santo. Estoy seguro que dignificarán, con su presencia en las calles, el acto y a quienes tienen la potestad de su elección, aunque algunos de los componentes de la Junta se hayan ido de la lengua, con tanta anticipación. El demérito es para la institución, ya vilipendiada en numerosísimas ocasiones por filtraciones de este tipo. Será cuestión de recabar méritos, de pagar reconocimientos o de salvaguardar el prestigio de la crítica con algún periodista. Lo cierto y verdad es que están acabando por aburrir con sus declaraciones atemporales. ¿Qué ganan con ello? ¿Cuál es el beneficio? En mi modesta opinión, nada, no ganan nada, salvo alterar la espontaneidad de la sorpresa, la alegría y admiración del momento. Ese correr la voz alterada por la emoción -¿te has enterado ya? Nos han elegido-. Pero no, es mejor transgredir los ritmos de las emociones para apuntarse el tanto, para ganarse la consideración de algún informador que se lo agradecerá, subliminalmente claro, con dos líneas en las noticias moradas de algún periódico local.
No es un secreto de estado, evidentemente, ni se trata de evaluar el índice de menoscabo al sentido común. Pero anticipar el anuncio de la elección del pregonero, del artista que anunciará la Semana Santa o, como en este caso presidir el pío acto de las Hermandades de Sevilla en la barra de un bar es quebrar la confianza que otros han puesto en alguien a quien creían fiel, a quien se le presupone carisma y saber estar, contener sus instintos de presunción y altanería. Desvelar por anticipado un secreto viene a condicionar el juramento de un cargo aceptado voluntariamente y del que no se obtiene ninguna compensación económica. La única satisfacción es –si siquiera el reconocimiento público de la gestión- saber que la altruista labor se realiza a mayor gloria de Dios, y la recompensa incendiar el espíritu con la alegría de no saberse necesario. Ahí radica el problema.
lunes, 7 de noviembre de 2011
AMOR y DOLOR DE MADRE
Aparece desbocada por una amargura que le corroe las entrañas, aunque ya de tanto dolor camina apaciguada, dominando los caballos de sufrimiento que seguro galopan por su alma. Se presenta tímida, como si la hubieran desahuciado ya de la felicidad de la vida, a pesar de saberse aún joven, con un aura de avergonzada quietud que la hace muy vulnerable a la pena. Lo viene anunciando su rostro, en los surcos de la frente que advierten de la espesura sentimental que lleva andada. Durante unos segundos duda, no sabe si quien está frente a ella la desairará con alguna inoportuna frase, también hastiado de la falsa mendicidad, receloso por tanta picaresca y tanta desvergüenza que anda por las calles. Se acerca y muy educadamente me solicita ayuda. Advierto en sus ojos una negritud de años de trasiego por la iniquidad y la injusticia de la vida, por los azotes que el mismo amor de madre, le ha proferido. Empiezo a reconocer su tribulación apenas pronuncia esas primeras palabras, que no son aprendidas para enternecer y abrir el corazones de los nuevos rinconetes que pululan por la ciudad, porque supura n una sinceridad rotunda, aplastante, tan contundente como la opacidad que muestran sus ojos. ¿Es acaso previsible y probable que alguien camine descubriendo y mostrando al prójimo la pena de su alma y que no quede abatida por el mayor de los dolores?
Se ciñe a la urgencia de su necesidad con un puñado de fotocopias para acreditar la lealtad a su maternidad, un breve párrafo que describe el fin de la petición y que viene rubricado por la firma de un abogado y el capellán del establecimiento penitenciario. Es una lucha imposible contra los instintos, una batalla terrible contra la naturaleza que viene intrínseca con el ser, una derrota anunciada sobre la razón. Tal vez eso condicione la victoria del dolor y de la voluntad. Viene andando desde un cercano pueblo del Aljarafe porque hasta los décimos del autobús le son necesarios para sufragar la fianza del hijo que cumple pena en la cárcel donde le ronda la guadaña certera de la parca y ese no es un lugar digno donde ponerse en gracia de Dios, me confiesa. Se sabe desposeída de la alegría desde el mismo instante en el que su hijo cayó rendido a la futilidad de una falsa deidad que le prometía goce, una perecedera y engañosa felicidad para luego esclavizarlo. Con engaños le fue arrancando del alma hasta los sentimientos más hermosos y le envenenó con el olvido del cariño debido a la madre, le apartó de los abrazos y de los besos, de los arrumacos y las canciones de cuna, de la dedicación y el esfuerzo hasta la extenuación, de madrugones para dejarse las manos y las uñas en los helados amaneceres recogiendo aceitunas, limpiando terrazos de bares y mancebías.
La serena tristeza de aquella mujer conmueve. No llora en sus suplicas porque quizás las cuencas del amor se vaciaran con el tiempo y la desesperación, ni es falso orgullo el resto de dignidad que aflora por los pliegues de su castigada piel. NO hay presunción de inocencia, ni busca perdón para su hijo. Sólo poder tenerlo cerca cuando la vida mancille su alegría, poder sostenerlo bajo la cruz y recordar que la infancia seguirá viviendo en su recuerdo, que esa última caricia no le venga ofrecida por manos extrañas, que sean las suyas las que implanten, cuando su rostro se nacare, el gesto amoroso de su maternidad.
Escarba en su interior para que aflore la entereza necesaria con la que mantenerse en pie. Sus pasos son seguros pero arrastran demasiada tristeza, un cansancio espiritual que la muestra agotada, deshecha, transida. La dádiva la oculta en un pequeño monedero. La veo sonreír mientras continúa su periplo, un vagar por la soledad, por el exilio de a dicha que le fue sustraída. Seguirá buscando auxilio para su hijo. Prosigue caminando con lentitud mientras un halo de soledad va quedando retenido en los arriates que ennoblecen el espacio de la avenida. Lleva luto ya, en el alma y el vestido, aunque el tiempo todavía no ha ejecutado su sentencia. Cuando vuelva su hogar continuará soñando con la nana y la caricia del niño, aún sabiendo que sólo podrá acunarlo.
domingo, 6 de noviembre de 2011
SANTA ÁNGELA DE LA CRUZ
Hay un silencio monástico recorriendo los espacios, encubierto en esa luz cuasi ténebre de la media mañana en el interior del templo. Es la complicidad de los retiros mundanos que mueven a la oración y al recogimiento. Hay conversaciones que solo se muestran en las miradas cuando buscan respuestas en otros ojos, que sólo son audibles cuando el espíritu reposa en el sosiego de la administración de la paz, ésa que se procura cuando se invaden los territorios desde los que se muestra la Esperanza. Los pasos quiebran los silencios y amortiguan la pesadumbre que es dueña de las necesidades que proyectan en el musitar interno de las palabras de quienes permanecen arrodillados en los reclinatorios. No hay sensación de dolor, ni exageradas muestras de sufrimiento.
Han entrado pausadamente, conociendo que sólo el rictus del calmoso transitar es motivo para alterar las sensaciones, para perturbar la armonía de la comunicación espiritual. No transmiten celeridad aunque su tiempo viene siempre preñado de la necesidad. Son ejemplo de santidad acogida en el hábito de la pobreza que las cubre. El mármol amortigua el peso del ejemplo, del sacrificio y la entrega. Hay demasiada dedicación prendida a la estameña. Las viejas alpargatas van consumiendo el espacio que hay desde el gran portón y la reluciente barandilla que soporta y ampara todo el rigor de la alegría que se muestra a sólo unos metros. Se han acercado hasta el balduque, que les sirve de apoyo para acomodar sus rodillas sobre la dureza del mármol. Tal vez vengan de cumplir con el mandato del Señor, a esta hora de la mañana, que la pobreza hay que despojarla de la miseria con la pulcritud y la limpieza, que el dolor y la enfermedad no conocen de treguas ni descansos y hay que combatirlas, que la soledad se apodera del espíritu y no es posible resarcirse de ella sin una compañía que procure alegría y reavive la existencia.
Rezan. No hay murmullos extendiéndose desde sus labios al altar, ni movimientos exagerados; solo oraciones contemplativas que van desde sus ojos a la Imagen que preside el altar, Ésa que le ha alterado el caminar, desviar sus pasos del camino más corto para el descanso. Es la regla de fe que les motiva y les acerca a su condición, al recuerdo de una mañana abriéndose, despejando las dudas, enarbolando el anuncio de la primera luz que La acompaña y que es motivo para la certificación se la entrega. Es ahora, cuando los fríos comienza a fajarse en la solariega entrada del templo y hay reminiscencias del rocío en los arriates que apresan damas de noches y geranios, cuando también se recibe en el templo a la Hermana, a la fundadora de la Congregación que se empecina en llevarle la corriente al mundo, en oponerse a los egoísmos de los hombres y manifestar su contrariedad por la volatilidad de la solidaridad en la mente del ser humano, más preocupado por cubrir sus propias banalidades que por compartir las necesidades. Es ahora cuando la Basílica se transforma en claustro conventual, en receptáculo donde florecen la bondad y el amor, para recibir la gracia de estas Hermanas de la Cruz que vienen a cumplimentar a la Virgen, a mostrar el agradecimiento por haber sido las elegidas para conformar y participar de la creación de un nuevo mundo, del hábitat de Dios, del hogar de Cristo. Ellas orgullosas de su misión, vuelven a tomar el sendero, ese reguero de luz que les guiará a la Casa Madre, con el rostro resplandeciente, con la certidumbre de haber estado verdaderamente con la Madre de Dios, y a sus plantas la diminuta grandeza de Madre Angelita, honor y gloria de la Hermandad en el día que la Iglesia recuerda su santidad.
viernes, 4 de noviembre de 2011
EL PODER DE LAS PALABRAS
Las palabras son la mejor manera de entendimiento entre los hombres. Hablando, desde la cordura y la honestidad, se resuelven la mayoría de los problemas, se acortan distancias en el entendimiento y se puede llegar a lograr aquello tan extraño que es la armonía. Los silencios, por lo general, asientan males y tergiversan el verdadero sentido de las cosas. Grandes fatalidades han llegado por perpetuar el silencio, por obcecación en el mutismo, la mayoría de las veces por falso orgullo y hasta prepotencia.
Son las palabras el principal vínculo para la concordia, para la unión y la avenencia de los pueblos. Escritas, fijan leyes, corroboran acuerdos y mantienen esperanzas, confirman estados y regulan la vida de las personas. Desde el principio de la humanidad la necesidad del hombre para comunicarse se convirtió en una obsesión, en un perentoria necesidad para establecer vínculos comerciales y hasta para enfatizar los afectos.
Desde el primer sonido gutural nacido por la imperiosa necesidad de comunicación, de aviso sobre algún peligro, han pasado miles de años y se ha ido evolucionando hasta la actualidad en la que es el principal nexo para la comunicación.
Pero a veces se transgreden las leyes naturales, las que nos han sido impuestas por la Providencia, para alterar el sentido de las cosas. Y se utilizan para zaherir, para causar dolor, para descubrir los más profundos y negros sentimientos de la irracionalidad humana. O peor aún, para no intentar solventar las diferencias, se guardan en el desván donde habita y reina el silencio y se cambian por armas que terminan con el principal valor del hombre, la vida.
Los testimonios ofrecidos, durante las declaraciones de los asesinos de eta, que pusieron una bomba lapa en los bajos del vehículo del edil José Javier Múgica, en julio de 2001, no pueden ser más elocuentes y miserables. Se han negado, con la cobardía que muestran cuando se les acorrala, a refrendar el relato sus criminales actos espetando al tribunal que lo que tenían decir ya lo habían dicho. Se referirán a sus manifiestos y violentos rebuznos, a la utilización de esa lengua de fuego y muerte que es la dinamita y la cloratita, un idioma que jamás entenderemos quienes queremos participar y difundir nuestra ideas en un estado de derecho y desde la paz.
La alocución de la viuda fue estremecedora. El relato de los hechos, de las imágenes que fue obligada a visualizar, fue espeluznante. Tras la explosión, la furgoneta ardiendo y al mismo tiempo su esposo consumiéndose en los fuegos del infierno, al que fue condenado, sin derecho a defensa ni respeto a los dictámenes humanos que sí se les aplica a sus asesinos, en el interior del vehículo. Y tras el dolor expuesto, tras la amargura por tener que recordar aquella terrible experiencia, las sonrisas de sus asesinos. Y un micrófono que no se apaga, unas palabras que surcan la sala y el dolor incontenido y la impotente rabia de la juez Murillo que escapa del alma: “Pobre mujer, y encima se ríen, los cabrones”. Ea, ya se formó. ¿Por qué un juez, que debe ser paradigma y ejemplo de imparcialidad comete un desliz como éste? Porque es persona, porque la humanidad se escandaliza, en el estatus jurídico, profesional o personal que sea. La dignidad no puede ser abatida por la inmoralidad ni la bestialidad de los energúmenos que prefieren balas parabelum del calibre nueve a las palabras, al convencimiento por la razón y no la imposición de la irracionalidad de las dictaduras por la violencia.
La juez Murillo no ha hecho más que expresarse con lógica espontaneidad ante el horror, que es una condición humana entendible y comprensible, y a veces hasta aplaudible, aunque ahora la intentarán tachar de parcial, de arbitraria y fascista, y hasta la querrán apartar del juicio, esos defensores aberzales que pregonan con sus lenguas la muerte y que se han puesto al servicio de la causa del diablo por un puñado de lentejas. Ése es el precio que les dan a sus vidas y sus conciencias.
Las palabras no son tiros de gracia aunque a veces, por mor del azar y la sensibilidad, se conviertan en azote de la mentira, en hostigadora de cobardes y miserables.
jueves, 3 de noviembre de 2011
LOS PAYASOS EN LA TELE
Explicaba el otro día, con toda naturalidad y el descaro al que nos tiene acostumbrado cuando se manifiesta públicamente el Sr. Zapatero, que toda la culpa de la situación social y económica por la que atraviesa nuestro querido país no tiene otro responsable que él mismo. Esto lo decía durante un acto preelectoral. Detrás se situaba todo el conglomerado del bureau político que le ha ido tocando las palmas y regalándole el oído durante dos legislaturas.
La estrategia que utiliza el Sr. Presidente es ya tan burda y tiene tan poca credibilidad entre sus conciudadanos que apenas puede provocar más que risas y carcajadas. Lástima que el máximo mandatario, nuestro máximo representante político, no sirva más que para el recochineo popular y sea el hazmerreir de media Europa. El pueblo español no se merecía que este indigno personaje comandara las huestes para engrandecer la nación y nos dejara en tan desvalida posición frente a otras potencias. Nadie se cree ya sus explicaciones, ni sus opiniones cuentan, en el foro internacional, para nada.
Las decisiones tomadas están a la altura de las mejores interpretaciones de los payasos de la tele, con la diferencia que éstos nos hacían reír, nos divertían y hasta moralizaban las conductas de los espectadores con sus interpretaciones, y aquél nos ha dejado llorando, con una mano delante y otra detrás, y con la turbulenta sensación de que aún no hemos vislumbrado el final del precipicio por el ha despeñado al pueblo español.
Ahora resulta que el único responsable del estropicio ha sido él, que sus secuaces no han tenido nada que ver con el desvalijamiento de las arcas nacionales, ni la multiplicación de los cotas del paro hasta límites insospechados, ni con la terrible secularización que han promovido en todos los sectores de la sociedad, intentando recortar los valores para institucionalizar “el todo vale para alcanzar el fin”. Este ha sido el lema de su política. Han desarraigado a familias enteras de extranjeros que llegaban con la esperanza en sus rostros, haciéndoles creer que vivíamos en el país de las maravillas, cubriéndolas de necesidades y deudas. Han convertido la transición, que fue modelo de actuación para la consecución de las libertades y la posibilidad de concordar rivalidades ancestrales, en papel mojado con una ley de la memoria histórica, con tintes revanchistas y metódica aplicación de los sistemas de checas, retornando el fantasma de las dos Españas, que ya habíamos olvidado, y que aún no sabemos qué consecuencias traerá.
Y ahora nos viene con la cantinela del mártir, atribuyéndose responsabilidades y culpas, para volver al engaño y a la miserable treta del “aquí no ha pasado nada y borrón y cuenta nueva” y salvar de la pira a sus adláteres. No hay mayor miseria que la de querer obtener beneficios con las amarguras y desventuras del prójimo. Y eso, Sr. Zapatero, es lo que han venido realizando usted y panda de incultos que ha sentado a su alrededor. Gente que mantiene que ahora tienen la solución a los problemas de España, que tienen los medios para salir de la podredumbre a la que estamos sometidos, que las acciones sociales tienen que cambiar y hasta se pronuncian como fieles creyentes y practicantes de la religión católica. Si tienen un programa tan salvífico, ¿por qué no lo han puesto en marcha ya? ¿Si son tan buenos y comprometidos creyentes, por qué han hecho la vida imposible a los católicos, con las drásticas medidas de secularización de la enseñanza, de la retirada de crucifijos y del ninguneo a quienes participamos de nuestra y han permitido las actuaciones difamatorias contra los estamentos de la Iglesia?
No Sr. Zapatero, no es usted el único responsable, aunque nos alegremos muchísimo de su marcha por la puerta de atrás, sin pena ni gloria, y mire usted que me entristece porque había motivos para esperanza cuando cogió usted las riendas y el mando. Son copartícipes de este desastre en el que han convertido España todos los que le han acompañado a usted en su viaje. No pueden exculparse con su martirologio ni pueden desprenderse de sus culpas con su falsa declaración expiatoria. Son ese grupo de analfabetos, que usted puso a los mandos de un fórmula 1, los que se han cargado el país. Ahora que no vengan con remilgos a querernos vender la burra otra vez. Que aquí los únicos que han progresado han sido sus afines. Los demás estamos cansados de pagar sus deméritos y despropósitos con nuestro trabajo y con sacrificios que no vemos en sus manifestaciones y apariciones públicas. Espero que la indecencia que siempre han demostrado se le lleven con ustedes y se pudra en sus remordimientos, si es que tienen.
miércoles, 2 de noviembre de 2011
HAY UN CUADRANTE EN EL CIELO
Son como navajas que se clavan en los pies cuando se camina con el alma descubierta por la senda de la memoria. Esas espigas que nacen al borde de las veredas y van mortificando los recuerdos, arañando como estiletes los recovecos donde se proyectan las alargadas sombras de la nostalgia, y que se hacen presentes y tangibles para acercarnos al dolor, en imágenes, en gestos y hasta olores.
Vuelvo a compungirme con ellos, con esos reclamos y citaciones de la alegría y el gozo que nos cercaban las emociones y que provocaban el reencuentro con quienes descubrimos y conocimos las verdaderas señas de la identidad costalera. Esos arpegios impresos que se confabulaban para entonar la gloriosa melodía coral y procuraban la entonación de los más hermosos salmos bajo las trabajaderas. Unidos en el sufrimiento –que es una de las grandes premisas para poder ser costalero- suscribíamos el contrato emocional que nos vinculaba al privilegio de portar al Señor de la Sentencia. Un poco por un todo, por eso no mirábamos la letra pequeña que nos advertía del dolor y la amargura que se unge en las entrañas cuando comienzan a faltar aquéllos que formaron, junto a otros muchos, la gran compañía del amor y la ventura.
Faltan hoy aquellas miradas que buscaron retos y caminos nuevos a la vida en la serenidad de un rostro y lo hallaron siempre que cruzaron el umbral de sus ojos, profundizando en la retina que contiene la luz que instruye la existencia de los hombres; brazos que se anclaban a la madera y convertían en remos de amor las trabajaderas para que el gran barco pudiera navegar por las bravas aguas de la ilusión, con el ímpetu necesario y elegancia debida; faltan el ímpetu y la energía que prorrumpía desde lo más intrínseco del orgullo para enarbolar los sentimientos que nos fueron transmitidos, que nos fueron entregados para que traspasáramos los que nos siguieron, esa querencia que nunca nos pertenece porque transita de mano en mano, de alma en alma, y mantiene su asilo en el cofre más perfecto que jamás se construyese, un universo que cabe en la arruga de un entrecejo.
Cómo me hiere la historia que se precipita por mis recuerdos. Cómo se ahonda la herida conforme recobro mis sueños, o acaso fueron vivencias que adormecidas esperaban el impulso nigromántico que los avivara y devolviera a concretar para convocar esa aflicción que invernaba en el profundo ser de mi consciencia.
Vivo la alegría diaria de los que ahora son carne de privilegios, de los que son oníricos reflejos de aquellos sueños. Pero me apena la ignorancia de los que se curtieron en el fragor del sentir macareno, sin decir nunca nada, sin pregonar sus esfuerzos, sin airear sus querencias ni divulgar sus miedos.
Hoy me acuerdo de ellos, de sus risas, de sus bromas, de sus sueños, de las palabras que no huyeron al éter sino que quedaron grabadas en las esquinas del aire, en el roce que en los suelos fueron esculpiendo zapatillas y botines. Hoy paso lista a mis miedos, esos que se producen cuando nombras y sólo emergen los silencios, miro el cuadrante del celo que provoca la memoria y nombro y espero la repuesta de Gonzalo -aquí estoy-, de Luis Rueda, de Chema, de Bruno, de Luna, de Pérez Silva y de otros compañeros que forjaron la leyenda de los buenos costaleros, de los que se eligen por Ellos para que fueran sus pies, para que fueran certeros transmisores de la fe.
En el tránsito por sus recuerdos, en este pesado camino que se traza en mi razón, se me cruzan los sentidos y me pierdo. El afilado dolor que va traspasando la desnudez de mis pies, esos cuchillos sesgados, y las espigas alzándose a mis lados, fortalecen mis presagios, engrandece mi tristeza. Es el recuerdo varado, como cuando se para el paso, es el ancla que me fija al destino, la consciencia de haber vivido y la certeza de encontrar una razón de existir, como ellos la encontraron.
Vuelvo sobre mis pies. Oigo la voz del tiempo asolando mi razón. Regresa la luz tiniebla y se instala la emoción. Hay un crujir de maderas, un ímpetu, un clamor. Un murmullo que viene de arriba, una algarabía nueva. Se proclama una Sentencia: Al cielo con él. Y él no lo dudó.
martes, 1 de noviembre de 2011
MEMORIA DE DIFUNTOS
El recuerdo a los seres queridos que han marchado a la búsqueda de la paz, de la reconciliación con el pasado y al descanso sereno. A eso suenan hoy las campanas de las parroquias, a eso redoblan los bronces que se erigen en proclamadores del dolor, a eso nos convocan los cuadros de las ánimas benditas del purgatorio cuando contemplamos las escenas que se recogen en los lienzos de San Lorenzo y la Magdalena.
Son los pies caminando por la senda central del camposanto en busca de la memoria que se recoge en un mármol, que sobresale por las aristas de un panteón o que nos señala la efigie de un ángel sobre la tumba. Es el recorrido sin rumbo hasta que el faro del Cristo de las Mieles ilumine nuestros sentidos y recuperemos la orientación perdida para ofrecer una oración, una plegaria frente a la imagen dolorosa de la Virgen que hace menos pesada la soledad del ánima, que incluso la reconforta y tonifica, en los campos amorosos del cielo. Es celo de una mano aseando el espacio donde se acomodan los años de amor dando lustre al nombre que tantas veces pronunció junto al te quiero que ahora sólo musita cuando la nostalgia la vence u otros ojos, tan parecidos a los suyos, se plantan frente a ella. Es la flor depositada en el alero de un sepulcro, colocada en equilibrio y que nos recuerda la fugacidad de la vida, el etéreo transcurrir del tiempo cuando asola los campos del cuerpo.
Es la luz apagada de esta mañana primera de noviembre, perezosa y doliente, tan escasa y cenicienta, la que afecta al espíritu, lo adormece en la dureza para mostrar el dolor consumido convertido en delicada apariencia, la tristeza plasmada en la sombra de un ciprés alargando su figura por las estrecheces de las barreduelas, como una prolongación del lamento y la lágrima que quedó impregnada en el conjunto marmóreo, en túmulo que se levanta a la inmensidad del recuerdo.
Es el caminar premioso que va surcando la vereda del destino desigualmente compartido, restándole instantes a la existencia, sumándole tiempo a la eternidad, pasos que no tienen vuelta atrás, palabras y confidencias que se expresan sin saber si llegarán al oído, respuestas que en el silencio taladran los sentidos, instantes que son compartidos en la soledad, vínculos que son las manos que solíamos aferrar.
Es el escalofrío de la vida que recorre la bonhomía del ser natural del hombre la que se viene a plasmar frente a nosotros, el que nos aferra a la tierra donde las pisadas dejan huellas en el aire. Es el sueño del dormido que rescata la ilusión por recuperar una caricia, el roce de la emoción que surcó una mejilla.
Es rumor de la brisa que resbala por el cristal, es el reflejo de un rostro que aparece de improviso, es la sugestión de un esbozo de sonrisa que viene certificar que hay un ángel que te guarda, es la memoria prendida en el alfeizar de su vida, esa que de la fuiste guardián cuando tornó su consciencia a la infancia y a la inocencia, esa que tu supiste llevar dotándola de dignidad.
Son las paredes prendidas con su voz y su presencia, es la estancia vacía y el sillón sin su apariencia. No es vacío es ausencia, es la constancia perenne por verle regresar, traspasar el umbral de la casa y darle un abrazo, siempre queda uno por dar, siempre hay besos que no salen y que se deben sacar.
Viene a prender la memoria de los que ya no están las secuencias de una obra que se repite sin cesar, que se estrena y que concluye cada día, que se muestra en el pesar y en la risa, en la euforia y en dolor, en la tristeza y el gozo.
Ya está el recuerdo prendiendo el alma, haciendo presente el pasar, recobrando el tiempo y las sombras, la luz y la pasión. Todo retorna hoy ceñido con el dolor. Es primero de noviembre, el tiempo haciéndonos pasar. Soñemos con poder quedar prendidos por la nostalgia.
Mes de difuntos. Habrá lamentos de campanas, umbrales sombríos y rezos para evocar a quienes se fueron, a quienes habremos de encontrar cuando seamos llamados y poder recuperar este tiempo separados.
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