Esta es la ventana a la que me asomo cada día. Este es el alfeizar donde me apoyo para ver la ciudad, para disfrutarla, para sentirla, para amarla. Este es mi mirador desde el que pongo mi voz para destacar mis opiniones sobre los problemas de esta Sevilla nuestra
viernes, 30 de septiembre de 2011
EL TRANVÍA INÚTIL
No es un paseo desagradable, ni tiene la virulencia de los autobuses de TUSSAM cuando arremeten, con toda la violencia de la potencia de sus motores, como si fueran coches de competición, contra las leyes físicas y soliviantan de los niveles de sonoridad permitidos, porque hay algunos que rugen y lanzan estertores que anuncian un final casi inmediato.
Es un trayecto tan corto que parece una excursión turística. Sólo falta el guía de turno explicando, micrófono en mano y recitando una retahíla de observaciones aprendidas ya de memoria, las venturas y peculiaridades de edificios barrocos y paisajes únicos con esa cadencia propia de los niños de San Ildefonso. De vez en cuando sus motores lanzan una exhalación neumática, amanerada porque la velocidad de crucero es apenas mayor que el apresuramiento del paso de los viandantes. Observo algunos que incluso parecen querer competir con el reptil mecánico que transcurre por su lado e incluso lanzan miradas desafiantes.
No es un transporte para los que mantengan prisas en sus quehaceres o necesiten acelerar sus tareas por mor de esta locura en la que se llega a convertir acceder al puesto de trabajo en las proximidades de la Catedral o donde se yergue la majestuosa obra de la antigua Colegiata del Salvador. Es, mejor que transporte, un útil bálsamo contra la inestabilidad nerviosa. Es un medio de desplazamiento para ociosos, para personas mayores o para necesitados de alcanzar el centro peatonalizado de la ciudad. Es ideal para ese batallón de jóvenes, y no tan jóvenes, de parados que la factoría Zapatero ha producido –mérito tienen estos que nos han gobernado para alcanzar estas cotas de pobreza y desesperación en tan corto periodo de tiempo, que si lo hacen queriendo no le salen- que se pasan las mañanas, de un lado para otro, oteando monumentos y procurando que las horas no les mortifique el alma con la saña de la desilusión y el pesimismo, y vuelvan a casa – a quien no se la haya quitado el banco- con la sensación ineludible del fracaso, otra vez el fracaso.
Es el tranvía de Sevilla un instrumento utilizado por los políticos que regían los designios de esta ciudad hasta hace poco y vendernos eso de la sostenibilidad, que yo no acierto a saber muy bien en qué consiste. La inversión en las infraestructuras y obras para su implantación, y para un recorrido tan reducido, han superado con crece las expectativas de su necesidad. El servicio que presta bien pudiera haber sido atendido por una flotilla de autobuses eléctricos, que no hubieran costado ni vigésima parte de este capricho, y no habría sido necesario plantar esos mamotretos ferrosos que cortan el paisaje visual con la misma destreza y dureza que una guillotina, -¿será eso la sostenibilidad pregonada?-, y el dineral que se ha tirado bien podría haberse invertido en obras mucho más necesarias que sí revertirían en mostrar una ciudad mucho más limpia, más agradable, mucho más adecuada a los tiempos, lo que significa no tener que destruir el paisaje urbano y demoler la memoria de la ciudad, o instalando mobiliario urbano acorde al entorno en el se halle, con materiales que perduren y resistibles a pesar de las inclemencias y rigores climatológicos, o reconvertir en zonas recreativas y de ocio esos espacios que parecen pensados para que no sean disfrutados por los ciudadanos, páramos de hierro y cemento propios de la más severa estepa mongol.
Si. Es un transporte adecuado para la relajación. Saber que, al mirar por los ventanales de los vagones, hay seres que corren, que nos adelantan al trote –¿dónde vais locos, con esas prisas?-, estresados por la contundencia de sus labores profesionales. Da gusto coger el tranvía y extasiarse con los detalles de los edificios que bordean sus raíles y que hubieran pasado desapercibidos si hiciéramos el trayecto caminando. Va a ser eso, que no nos hemos dado cuenta del enorme valor instructivo que subliminalmente han querido trasladarnos o remover nuestra nostalgia infantil cuando nuestros padres nos llevaban al parque y nos montaban en el cochecito leré.
jueves, 29 de septiembre de 2011
La hermandad es un ser vivo que va creciendo conforme se va agotando la existencia humana de quienes la alimentan, de quienes se inmolan en las hogueras del amor por sus devociones sin importarles ese retorno a las cenizas que son los propios orígenes, que va engrandeciéndose con el tiempo, con el paso de los siglos, que esculpiendo su identidad, en las marmóreas láminas de los años, con los cinceles del trabajo y la abnegación. Nunca es vieja, igual que ayer permanece –como así lo dijo una vez el poeta que mejor ha definido la eternidad de su belleza-, porque se va adecuando a las vicisitudes sociales que la van rodeando, acomodando su propia substancia espiritual a los rigores mundanos que intentan diluir la esperanza en las aguas bravas de la vida.
No hay instituciones más vivas que las Hermandades, ni corporaciones que mejor guarden sus esencias. Sin desprenderse de su misión para la expansión del mensaje de amor y fraternidad de Cristo, han sabido incorporarse a la sociedad y hasta proyectar y cubrir, en muchísimas ocasiones, las limitaciones de otras seglares. Sin desmembrarse del origen primigenio para el que fueron concebidas, ha sabido buscar soluciones a los problemas que se plantean, con muchas limitaciones, pues sus ingresos llegan principalmente de las aportaciones de sus hermanos y fieles.
La Hermandad de la Macarena siempre ha destacado por la labor social que ha desarrollado en favor de los que menos tienen, por su entrega para con los desfavorecidos. Nadie piense que son palabras que han llegado con el viento para engreír banalidades, ni es presunción de caridad para la obtención de status sociales. Es simplemente cuestión de propagar la verdad que viene ocurriendo desde hace mucho tiempo, que no es más que cumplir con las enseñanzas que nos fueron delegadas por la Divina Providencia y que se contiene en el gran mensaje de amor de Cristo, en la necesidad de implantar en el mundo un nuevo orden de mayor justicia, Son centenares de miles de euros los que se destinan a cubrir las necesidades perentorias de sus hermanos, de sus devotos, para intentar cubrir las precariedades puntuales de los desterrados por los desbarajustes económicos. Es el compromiso de los macarenos, la aportación al espíritu cristiano de nuestra comunidad, tratar de combatir la desesperación con la gracia de la Esperanza.
Con este ánimo se recuperaron las Fiestas de la Macarena. Compaginando la convivencia es posible desarrollar la solidaridad. La voz de nuestros Hermanos que piden auxilio es clamor que exalta los sentidos. No podemos permanecer inanes ante la situación de precariedad que les hace someterse al yugo de la tristeza. Por eso la propuesta de vincular el carácter alegre de nuestro ser, de convivir en el festejo, de aunar el sentimiento de familiaridad con la vocación de caridad no deben contraponerse. Muy al contrario, es la mejor y más rotunda arma para desvanecer la negritud en el horizonte de mucho y que nos imponen los nuevos modelos económicos. La aportación, por pequeña que sea, es la mayor y mejor inversión que podemos realizar. Compartir y confraternizar para poder seguir pregonando nuestro mejor carisma. Ser macareno es ser propagador de la Esperanza.
martes, 27 de septiembre de 2011
LA MANO IZADA A LA ESPERANZA*
Como quiera que comenzaba a cundir la desesperanza, porque los cultos no tenían ni el esplendor, ni la relevancia, ni el carácter de otros años y la asistencia y el socorro a los hermanos apenas daba para una atención escasa y ridícula, y el mayordomo sólo alcanzaba a lanzar gemidos plañideros cada vez que miraba el libro de cuentas, alguien levantó la mano y dirigió su mirada a un cuadro que representaba a la Santísima Virgen del Rosario, aunque la fisonomía presentada en aquella pintura en nada se asemejaba a La que daban culto en la capilla de San Gil, como encomendándose a su divina protección, como intentando ampararse tras el solemne manto con la que se revestía, para lanzar aquella propuesta tan peregrina como salvífica.
Aquella mano levantada ante la extrañeza de sus compañeros, ante la sensación de sorpresa que comenzaba a invadir la sala parroquial, una marea de asombro que fue cubriendo los rostros, era el fiel reflejo de la labor que realizaba a diario, removiendo tierras, anegándola de semillas, regando los surcos, recogiendo el fruto de los árboles, las hortalizas en las primeras horas de la mañana. Eran las manos del hortelano que procuraban sustento a la familia, la que desafiaba en el aire las miradas curiosas de sus compañeros en la junta de gobierno.
La propuesta, muy al contrario de lo que presupuso su interlocutor, fue aceptada de inmediato y en seguida, con el ímpetu propio que alza el blasón de la ilusión, se pusieron manos a la obra. Colgaron gallardetes, tensaron cables y colgaron banderolas, en la explanada del hospital instalaron una cucaña y el barrio amaneció con la fiesta en los balcones, con la alegría colgada en los pretiles de las ventanas y el mayordomo fue de casa en casa, de negocio en negocio, ofreciendo papeletas para el sorteo de un cochino cebado y un mantón de manila. No quedó partidito en las casas de vecinos de la feligresía que no participara, por muy humilde que fueran los aposentos todos contribuían a la llamada de la Hermandad y no había corazón ni alma en la Macarena que no se apresurase a mostrar su predisposición a la colaboración.
La fiesta se fue extendiendo por Don Fadrique, por la explanada, por la Resolana y la alegría entraba a raudales por el Arco para anegar San Luis y el Pumarejo, donde la música inundaba el espacio junto al viejo palacio y los más atrevidos, jóvenes que asaltaban las virtudes y el candor de muchachas, se disputaban los bailes baja la atenta observancia de madres resultonas. Se iluminó el cielo, en el declive de la tarde, con el estallido de los fuegos de artificio y fue taladrando el ambiente un asombro incontenido. Un jolgorio irrefrenable, risas y chuflas, respuestas gráciles, fue alargándose por los estivos de la calle mientras un padre y su hijo se afanaban por vencer la resistencia del marrano, que luchaba el pobre por esquivar su fatal destino.
Aquel año volvió el esplendor de los cultos, retornó la tranquilidad y se serenó el espíritu en la Hermandad, la procesión lució como en los mejores y más brillantes años. Quedó prendida la impronta y en la memoria, el fruto de aquel trabajo.
Hay un velo que comienza a rasgarse con el tiempo, para fundir épocas y revivir emociones, que retorna para fijar los sentimientos y la solidaridad, un telón donde se retiene toda la ilusión y el amor de unos hombres hacia la Madre de Dios. Hoy como ayer, como hace siglo y medio, cuando una mano se levantó en un salón parroquial, la Hermandad de la Macarena proyecta la alargada sombra de la Esperanza, en el parque de la Torre de los Pedigones, para obturar la tristeza, para implantar la alegría. Hoy como ayer, la Hermandad de la Macarena levanta su mano para poder asistir a quienes más necesitados están de Esperanza.
*VEN A LAS FIESTAS DE LA MACARENA. Parque de la Torre de los Pedigones.
29 y 30 de septiembre 1 y 2 de octubre
lunes, 26 de septiembre de 2011
DE TOROS, CULTURA y POLÍTICA EN CATALUÑA
Cuando el gobierno autonómico catalán elevó la propuesta, a su parlamento, para suprimir las fiestas de los toros en todo el territorio de la Generalitat, lo hacían con el equivocado y trasnochado concepto de presentar una imagen de progresismo y civismo a la sociedad. Querían significar el tormentoso martirio al que se veía sometido el toro bravo por el hombre, ese mismo que ha mantenido la especie hasta nuestros días, ese mismo que ha procurado salvar las reses bravas de su desaparición, potenciando su supervivencia hasta nuestros días.
Los fueros de Cataluña permiten, con incongruencia y hasta el más ostensible de los beneplácitos, que se sigan soltando toros para que sean corridos, porque al parecer es una fiesta arraigada y autóctona de la región, tiene sus orígenes en ella y por tanto no atañe tanto al descredito y a la violencia sobre los animales. O como dice un conocido mío, es que estos son de los suyos.
Todos sabemos que bajo la supresión de la Fiesta de los Toros, con esta ley aprobada y propuesta por una parte de la población – tan importante o más como la otra, a la que se la ignora y ningunea en el valor de sus derechos- y refrendada por la ignorancia y la altanería independista, y subyace el enfermizo posicionamiento antiespañol de una parte de la población catalana, que yo me atrevo a vislumbrar como una minoría ruidosa y extremista.
A Roger, un amigo catalán, con una extraña mezcla ideológica entre el nacionalismo y la segregación, y que ya he citado en alguna ocasión en esta página, le gusta la fiesta de los toros, una fiesta que tiene carácter nacional y que hunde sus raíces en la cultura popular.
Los toros siempre han generado controversia entre aficionados y algunas asociaciones de antitaurinos que se significaban escasamente, disputas nimias de quienes se pronunciaban en su contra, pero es desde hace unos años hasta nuestros días cuando han tomado auge estas virulentas acciones contra la fiesta y principalmente contra la libertad de quienes quieren participar de ella. Pienso que por ignorancia y desconocimiento. No quiero entrar en valoraciones políticas, aunque mantengo que han prevalecido éstas a otras animalistas, hilos muy bien movidos por independentistas y nacionalistas a los que le interesaban estos movimientos como primeros valores para desvincularse del resto de la nación.
Todos estos que protestan con tanto ímpetu desconocen, no quieren saber ni instruirse a fondo, que este bellísimo animal hubiera sucumbido a las acciones del hombre y en todo caso, su existencia se limitaría a un reducto minúsculo en alguna reserva o expuestos en zoológicos. La crianza para la fiesta potenció su supervivencia, pues su bravura ejercida en libertad no hubiera permitido otras evoluciones agrícolas y hortícolas, y mucho menos cohabitar con el ser humano. Si éstos que tanto protestan esgrimen su cría en libertad, que cojan unos pocos y los suelten en los campos de su propiedad, sin lindes, sin espacios reservados para ellos. Yo no dejaría a mi hijo cerca de uno de estos nobles y bellos animales, con cinco años y unos pitones como agujas, utilizados como defensas cuando su instinto le demande un derrote. Por qué utilidad, más que la del enfrentamiento y defensa, tiene un toro bravo. ¿Utilizar su carne como alimento? Habría que matarlo también, porque no creo que ninguno se deje que le extraigan un entrecot mientras place comiendo hierba. Para esos menesteres alimenticios hay otras especies, más dóciles y propicias a la convivencia con los humanos.
Sustentar la erradicación de la Fiestas de los Toros, en Cataluña, por la excesiva violencia que pudiera ejercer hacia los animales es mostrar signos de cobardía y envolver la verdad sobre las verdaderas intenciones. Esto es el primer paso para excusar la desamortización de cualquier signo y sentimiento de españolidad. Son decisiones despóticas y arbitrarias pues coartan la libertad de muchos ciudadanos y favorece la intolerancia de otros. Tanta modernidad y sucumben ante la violencia. Mantengo la esperanza de que un día se restablezcan los derechos de todos, con la tolerancia y permisividad de muchos, y puedan disfrutar de una buena corrida de toros en la Monumental de Barcelona, edificio protegido, que a lo mejor reconvierten y utilizan ahora para instalar una escuela de sardana o de castellet, donde niños de apenas diez años culminan las torres humanas, a más de diez metros de altura, sin ninguna sujeción ni seguridad. Pero si se caen serán mártires del esplendor de la cultura catalana. Lo otro, es fiesta española.
viernes, 23 de septiembre de 2011
DEMOS TIEMPO AL TIEMPO PARA QUE DÉ o QUITE RAZONES
Hay veces en las que se nos presenta, o se nos intenta presentar, la realidad de manera distinta a cómo la estamos viendo, con un doblez que no tiene otra intención que soliviantar el ánimo de los que pensamos que el tiempo da y quita razones, imponiendo la veracidad en un camino que no tiene más que un sentido. No se puede engañar la evidencia intentando banalizar acontecimientos que han tenido repercusión social y que están recogidos en los diferentes medios de comunicación.
Hace ya mucho tiempo que el ayuntamiento sevillano mantiene un déficit de credibilidad por las actuaciones que acometía, dejando en evidencia la imagen de esta ciudad. Ese es el problema. Que quienes ostentan, por delegación popular, no lo olvidemos, una representación oficial, no sólo son productos de la chanza y de recochineo popular, sino que ponen en un brete a la institución que tienen el honor de representar e incluso, por sus malas artes y desgobierno, pierden la credibilidad de quienes le habían conferido su confianza.
La sociedad sevillana ha tenido la mala suerte de tener que soportar, cuando no padecer, a una ralea de políticos que se han distinguido por su inutilidad, por su inherente descaro en la toma de decisiones, perjudicando a sus propios votantes para beneficiar a los más próximos en sus círculos. Es sin duda alguna, esta manera de actuación, la que ha motivado el descrédito y la estigmatización de estos gobernantes afines al partido socialista y a sus aliados de Izquierda Unida, especialmente a éstos últimos y a su cabeza principal, D. Antonio Rodríguez Torrijos, que accedió a coliderato de la ciudad, con un pírrico número de votos, tras el enjuague maquiavélico de una coalición con los socialistas, que aceptaron el chantaje para poder seguir ostentando –aún al excesivo precio político que habrían de pagar- el bastón de mando de la ciudad.
Por eso me extraña mucho escuchar algunas voces que ponen en duda las primeras medidas tomadas por el nuevo gobierno de la ciudad y me escandaliza aún más que hasta se haya elaborado una página web cuyo principal objetivo es ir fiscalizando la concreción de las promesas que ha realizado Juan Ignacio Zoido, durante el proceso electoral.
Han pasado solo poco más de cien días, desde que tomara posesión de su cargo, y ya está intentado demonizar las actuaciones efectuadas hasta la fecha, acciones que dicho sea de paso, eran previsibles. Sostener una fundación como la DeSevilla, la oficina de la bicicleta –yo soy un entusiasta defensor del uso de este medios de transporte en la ciudad- o de Sevilla Global, significaba lastrar los presupuestos municipales cuando sus servicios podían asumirse en otros sectores de la administración local. Este lógico desvío, o su total supresión en otros casos, supondrá un ahorro en efectivos y en personal.
Criticar las actuaciones y las decisiones del gobierno municipal es una opción lógica, y en muchos casos necesaria. Pero lo que no puede ser lícito ni adecuado, cuando se trata de vulnerar la honorabilidad de las personas, es que ya se estén pronunciando y enjuiciando las actuaciones, por algunos voceros de esta ciudad, como revanchas personales de unos, los que han asumido el poder y se han encontrado con estos despropósitos, contra otros, que han dejado a la ciudad implantada en un caos social y administrativo. Lo que se ha realizado hasta la fecha es imponer la razón y la sobriedad sobre el desbarajuste y el despilfarro. Los números y sus documentos están ahí, delatando las actuaciones de quienes las acometieron. Aquí no valen paños calientes que alivien sus heridas. Poca defensa tienen por la contundencia de las pruebas. Ni negar responsabilidades. Lo coherente, cuando una enfermedad amenaza con matarnos, es intentar poner remedio con los medicamentos adecuados. Si hay que amputar se amputa antes de que nos corroa gangrena. Demos tiempo al tiempo, que es el que da y quita razones.
jueves, 22 de septiembre de 2011
LA PEOR IMAGEN PARA EL MUNDO
Sevilla es una ciudad tan hermosa que causa admiración en quién la descubre, embauca por el color y la tersura de su cielo, lienzo que recoge la maestría de los grandes pintores del barroco, y crea espejismos sensoriales en las aguas de sus fuentes. Tiene una historia densa y extraordinaria, repleta de leyendas que nos confunde la humildad y no engríe en el hedonismo unívoco del centralismo universal. Han pasado todos los grandes imperios del mundo antiguo, desde los fenicios y los tartesos, hasta griegos y romanos, desde godos, visigodos y musulmanes, hasta judíos y vikingos, y todos han dejado sus improntas culturales, gastronómicas, sociales e incluso han llegado a convivir en espacios y sentimientos, cruzando con total normalidad las lindes de la convivencia, comprensión y el respeto. Desde sus murallas, en lo quedan de ellas, esa conciencia rota del esplendor de la villa y que nos deja indefensos cuando nos enfrentamos a su irregular serpenteo, se han elevado los más hermosos blasones para la defensa de la ciudad, y sus torres y alminares han sido testigos de las más encarnizadas batallas y han recogido, también con el cordel de sus piedras y adobes, las más hermosas historias de amor, con sus dramas y venganzas, con sus truculentas pasiones y deseos.
El esplendor de esta ciudad debe ser el mejor patrimonio, el tesoro a conservar que debemos transmitir a quienes vendrán, con sus hálitos de esperanza, a renovar el espíritu imperecedero de la vieja Híspalis, a remozarlo, a rejuvenecerlo, para que quede marcado indeleblemente en los pergaminos que se confeccionan en el aire, en el enrevesado dédalo de sus calles. Es una obligación moral conservar todos los bienes materiales e inmateriales que han ido alojándose, en estratos sentimentales, en las alforjas del tiempo. Si no somos capaces de mantener viva esta llama en las nuevas generaciones habremos hecho fracasar -no nuestras vidas que tan sólo son eslabones de una cadena- el esfuerzo y la abnegación de nuestros antepasados, los que lucharon por conservar estos hermosos retículos historia que nos hacen elevarnos en el ego y en el orgullo.
Debemos tomar conciencia y disciplinarnos en el fomento de la transmisión de la conciencia conservadurista, que en absoluto es retrógrada e inmovilista como algunos intentaron hacer creer, de la necesaria restauración de la memoria, de la que impone valores y no revanchas, del retorno al humanismo frente al existencialismo, porque se aprecia mejor, desde la atalaya de la formación, el grandioso legado monumental y sentimental que han procurado legarnos.
Ayer, volvimos a entristecernos con el estado de abandono y desidia de los alrededores del puente de San Bernardo, del recodo que enfrenta a la Ancha del barrio de los arquitectos, antes de los toreros, y cómo se espantaba un grupo de turistas nórdicos por la incuria en el mantenimiento y adecentamiento de este monumento urbano, cuyo autor intentó recuperar el glorioso esplendor de otro tiempo. Sorprendidos, no cesaban de hacer fotos a las inmundicias que habían dejado unos desalmados, profanando la belleza recogida en la esquina del puente. Ignoro los comentarios que profirieron contra aquel espectáculo de excrementos desperdigados por el suelo, de bolsas de basuras desentrañadas y sus desperdicios extendidos por el suelo. Por la entonación y gesticulación denotaban asombro, incredulidad. Su educación les incitaba al estupor y la turbación. Por sus mentes, formadas en la conciencia de la urbanidad y el respeto, surcaría la turbación por las inconcebibles imágenes que estaban visualizando. Con sus comentarios se perdieron por la puerta de la Carne, camino de Santa María la Blanca.
Mi amigo Paco Portal concluye siempre, ante hechos como éstos, con la lapidaria y satírica frase “estamos en Sevilla, señores” y yo le intento corregir, sin ninguna convicción por la rotunda verdad que esconde, “sólo es cuestión de educación”. Y eso es un valor a la baja en estos tiempos. Espero que la generación de nuestros hijos logre recuperar el sentido del civismo y el respeto en los suyos, como premisa imprescindible para el ejercicio de la libertad.
miércoles, 21 de septiembre de 2011
LOS ESTATUTOS DEL CONSEJO
Hace unos días vio la luz pública el proyecto de los nuevos estatutos que se han elaborado para el Consejo General de Hermandades y Cofradías, y se hizo al sevillano modo, o sea alguien, con la preclara intención de colocarse una medalla, hizo llegar a un medio de comunicación el borrador texto completo antes de que el mismo llegara a las Hermandades para su supervisión y correcciones oportunas, que entiendo es el procedimiento correcto a seguir. Sin duda alguna se ha perdido una clarísima oportunidad de haber hecho las cosas bien. ¿Qué valor pueden tener ahora las modificaciones que redacten las hermandades cuando han sido puestas en juicio público? ¿Qué puede restablecer la moralidad a un texto que ya tiene correcciones? ¿Querrá alguien enmendar la plana a los tachones que ya se han realizado desde Palacio? Que ésa es otra. Quienes nos integramos voluntariamente en las Hermandades sabemos, o debemos saber, que pertenecemos a la Iglesia y que no podemos desatender las directrices que desde ella se envían. Ignorar esta esencial consideración sería ningunear nuestros propios orígenes, negarnos a una evidencia del mensaje de Cristo. Pero también es cierto, que aún atendiendo y respetando las normas que se nos dicten desde los estamentos eclesiásticos, las Hermandades han de tener un margen de maniobras en las decisiones que no contravengan los mandatos de la Iglesia, sin vulgarizar ni radicalizar sus actos, una autonomía que permita la toma de decisiones sin tener que ralentizarse. Hay que ofrecer operatividad a las gestiones.
Y ahí es donde el Consejo General de Hermandades y Cofradías, órgano instituido para la defensa y canalización de unos servicios claramente definidos, y que no tiene ni debe tener más poder que el delegado por la asamblea de hermanos mayores, comienza a flaquear. Los cambios que se introducen en la propuesta del nuevo articulado no alteran sustancialmente a los del reglamento anterior y no sirven más que para ratificar sus verdaderas limitaciones. Por más vueltas que les quieran dar, por más literatura jurídica que quieran superponer, las funciones que tiene desarrollar y su posterior aplicación están delimitadas, principalmente, a la designación del pregonero y la organización del acto de exaltación de la Semana Santa, al montaje, ordenación y posterior desmontaje de la Carrera Oficia y al reparto de las subvenciones generadas por los ingresos de ocupación de palcos y sillas, a la designación del pregonero y la organización del acto de exaltación del Pregón de las Glorias, y otras menores como la publicación de un boletín su representación en actos institucionales.
No se pueden transgredir las normas establecidas con el fin obtener un cuota de poder mayor. Cada hermandad tiene corpus jurídico propio, mantiene deberes y derechos individuales que afronta con esa condición y son iguales ante la Iglesia como asociaciones de fieles, como queda recogido en las Normas Diocesanas y en el Derecho Canónico.
Los estatutos sí deben marcar, establecer y delimitar los procesos electorales para la conformación democrática de la Junta Superior y propiciar el correcto desarrollo, y en igualdad de condiciones, para la presentación de las candidaturas. También cambiar las actuales estructuras jerárquicas de la Junta.
Los estatutos que se presentarán a las hermandades, tal y como están concebidos, difícilmente podrán salir adelante porque no contentan a nadie. Y el primer zurriagazo se lo han metido algunos miembros de la Junta Superior, que ya se han expresado en contra de lo que la comisión designada va a proponer. Lo que me extraña de estas declaraciones es que han sido ellos, la Junta Superior, la que los ha dispuesto y nominado para esta labor. Así nos va, si entre quienes tienen que presentar la propuesta surgen divergencias.
martes, 20 de septiembre de 2011
ASTILLEROS Y EL GRAN CIRCO DE LA JUNTA DE ANDALUCÍA
No saben cómo van a poder seguir viviendo, cómo afrontarán esta negritud de futuro que se nos viene encima, porque ya no queda ni campo donde acudir a buscar un jornal, si no que se le pregunten a los olivareros.
El inminente cierre de los astilleros de Sevilla será el fin de casi setenta años de actividad, de siete décadas en las que millares de familia podían contar con el sustento diario, donde sus familiares directos aspiraban a labrarse un mañana sin escasez, sin preocupaciones acuciantes, formándose en las escuelas aprendices que se mantenían en la misma factoría.
Han tenido que ser funcionarios de la consejería de trabajo, de la Junta de Andalucía, los que comunicaran la decisión de cerrar los astilleros ante la grave situación económica que atraviesa, por la escasez de contratos –ninguno, el que tenían ha sido cancelado por el armador-, ante la falta de inversores que vinieran a solventar la agonía de una industria que está siendo sometida al mayor de los ningunéos. Los altos cargos políticos de este descontrol que es la Consejería productora de paro, únicos, cobardes e insolidarios responsables, ni siquiera han tenido la vergüenza de dar la cara, de poner los pies en las instalaciones industriales y presentarse como principales causantes de este engorro económico. Son los únicos culpables de la desesperación de los jóvenes obreros que nos han venido mostrando, los medios de comunicación, en los últimos días. Reflejaban, en la pesadumbre de sus rostros, el futuro hecho pedazos que le han servido, en bandeja de plata, estos servidores de sí mismos, a los que parece que el progreso les viene al pairo. ¿Qué harán ahora muchos de estos obreros, especializados en los menesteres propios del astillero, embarcados en la nave de la ilusión cuando pasen a engrosar las nóminas del paro, a ser un número en las estadísticas del Instituto Nacional de Empleo? ¿Quién podrá resarcirles todas estas ilusiones, que se van a pique, con el hundimiento de la nave de sus vidas? Mientras, en algún hermoso y espacioso despacho, con decoración de algún laureado y famoso estilista, habrán firmado la sentencia de muerte de la última gran factoría sevillana, de último gran reducto industrial que quedaba, sin temblarles el pulso, sin buscar una solución alternativa, sin lanzar un salvavidas donde poder asirse ante la desmesurada destrucción del tejido industrial andaluz y de los numerosísimos puestos de trabajo que se van al fondo del mar.
Ya no pueden ni fondear sus sueños en los oscuros lodazales de los quiméricos programas de reconversión que pregonaron, aquellos otros socialistas, en las medianías de la década de los ochenta, y que se quedaron en meras jubilaciones anticipadas y alguna que otra transformación de las industrias auxiliares en pequeñas empresas de manufacturas.
Será coincidencia, o no, pero son siempre los que se proclaman socialistas quienes arbitran medidas que van en contra de los trabajadores. Los periodos que mayor incidencia muestran en el número de parados, han coincidido con tramos en los que ha gobernado el partido socialista. Contrariamente al origen de sus idearios no sólo no han nacionalizado nada sino que, muy al contrario, han ido descapitalizando todo el entramado industrial de la nación, malvendiendo las empresas de capital público a otras de capital privado que han sabido sacarles los beneficios que siempre han tenido. Habría que pensar en contratar a estos señores que tan bien saben administrar los bienes que ponen en sus manos y no haber dejado al país como mero almacén de los productos que se realizan por empresas que antes eran españolas.
En nuestra Sevilla volvemos a desempeñar el papel de incrédulos y pedigüeños extras en este circo en el que la han convertido. Lo mismo podíamos instalar un circo en vez de dejar las instalaciones convertidas en un páramo. Los payasos ya los tenemos.
lunes, 19 de septiembre de 2011
CRÓNICA DE LA BEATIFICACIÓN. REGRESO
Cuando inició a caer la tarde ya se comenzó a gestar la última de sus grandes proezas, a mostrar los testimonios que se iban a impregnar en el pergamino del aire. Era el turquesa fundiéndose en la fragua lineal del horizonte, donde las colinas del aljarafe devoraron al sol, para evitarle las sombras, y lo convirtieron en líquido para que fuera dorando las copas de los olivos, era el soplo de la arboleda pregonando un romance en las abiertas anchuras de un parque que se desangraba de nostalgia porque se iba Quién lo había dignificado con la santidad tan sólo con su tránsito, era la luz celosa que se moría porque le quitaban el brillo de Sus ojos, era un gentío desmedido que había cegado las luces de los espacios, de los tiralíneas de un puente que pretendía mostrarle su altanería, altivez y arrogancia y sucumbió a la grandeza de la menuda Dama que habita y reina por la Resolana, era la fuerza del río la que se vio doblegada por Su humildad cuando la silueta se reflejó en el cristal de sus aguas, era un aluvión de piropos que iban tejiendo gargantas hasta conformar el sendero que La traía a su casa, era un camino sin vuelta, camposanto donde asomaban miradas de todos los macarenos que se fueron a su lado, y que se volvió de Esperanza, eran caminos viejos que fueron lustrando sus años para mostrarse agraciada en la primera visita que la Virgen profesaba, ay si los siglos hablaran, ay si el camino viejo pudiera evitar el mañana, que todo se tornara presente, que el tiempo se detuviese y la vida consumase el pleno de sus gracias.
Todo comenzó a ser nuevo, todo inició a renovarse, cuando la Virgen pasó entre pilares de hombres, entre edificios izados hace décadas, a uno y a otro lado de la calle, convirtiendo su extrañeza arquitectónica en pletóricas columnas de un vaticano nuevo, basílica con frescos muros levantados con el adobe de los rezos, con el rumor de oraciones, de súplicas y confidencias, con sencillas peticiones capaz de acoger la ventura que se va expandiendo a su paso, lugar santo que nace, ojos que no disimulan, visiones que se eternizan, la retina es un buril que va esculpiendo sus formas, que va grabando en el alma las aristas de la gloria que se perfilan en el rostro sin mácula, de La que fuera llamada por Dios de manera tan extraordinaria, la Gran Bienaventurada.
Pisadas que quedan prendidas en la quimera del tiempo. La explanada que se abre donde se asienta el dolor, donde las penas se quedan cuando la soledad avanza, cuando el blancor de una cama se transforma en temeroso calvario. ¿Fue verdad o fue un sueño? ¿Fue realidad el encuentro? Cuatro niños La esperaban, yo certifico el momento, cuatro almas destacadas para acoger la Esperanza, para lanzarla a los vientos, que reptara por la escalinata y deshiciera el sufrimiento, una avanzadilla de amor, Samuel, María, Carmela y Rubén, embajada de inocencia para proclamar la palabra. Cuando la Virgen se fue dejó escrito su evangelio, la parábola del bien, la victoria sobre el mal, en el rostro de los niños, en las manos familiares que se asían a los hierros de una cama, como prendían sus ojos a la bondad de la Madre.
Vuelve rompiendo la noche, viene abriendo la madrugada, viene implantando los sueños de una realidad cercana, viene con la misión cumplida de acompañar a las santas mujeres que van derramando su gracia. Pero hay calma en la explanada, hay quietud y sosiego. La multitud es una marea mansa por la que navega, con hidalguía y presteza, con humildad de soberana, La que colma toda sed, La que otorga toda gracia, La que vence la tristeza, La que humilla a la venganza, La que hace que la vida tenga horizonte y bonanza.
Era un día de septiembre, era madrugada clara, cuando la Madre de Dios se revistió de estameña, sin su palio y sin su plata vaticana, y salió para llenar a Sevilla de Esperanza.
domingo, 18 de septiembre de 2011
CRÓNICA DE LA BEATIFICACIÓN. CAMINO
Hubo un revuelo de claridades que azotó la densidad de la noche y una extrañeza nueva en las pétreas estructuras de los alminares que se alternan en la muralla. Un resplandor de luna fue mostrando su asombro en los aleros de los tejados, filtrándose por los poros del aire, sofocando oscuridades que asolaban los techumbres, rehabilitando la certidumbre y desalojando la nostalgia que había quedado prendida en los corazones, cuando al medio día de un viernes santo, las cinco mariquillas dejaron de ruborizarse en el pecherín que las acoge y donde verdean durante toda una madrugada.
Eran sonidos nuevos –toda vida tiene un renacimiento limpio y puro cuando Ella asoma por los umbrales de su casa- con reminiscencias de corazas labradas, de penachos blancos que provocan mareas de emociones y alteran los sentidos cuando se ondulan en los espacios que delimitan el viejo barrio de huertas y caminos, de campos aromados por esencias de limoneros y hortalizas. Era la comitiva nueva, de memoria añeja, la que se abría paso entre la espesura de una muchedumbre que lanzaba salmos con las miradas, bienaventuranzas en las lágrimas desprendidas de esa emoción de la que se desconoce su origen pero que está llena de virtudes y bondades, de oraciones irreprimibles que cruzaban el aire en los piropos y que La asaeteaban con sus plegarias desde el arco de unos labios devotos incapaces de retener el pliego de sus emociones.
No era una noche de inicios de primavera pero era la misma eclosión de sentir amoroso el que había puesto sitio a la Basílica. Era una madrugada de las postrimerías del verano, sin esa suave brisa de abril que ensortija los tejidos merinos y suaviza la densidad los terciopelos cuando los primeros rayos del sol procuran la mortificación de las figuras que transitan por la ensoñación de una fabula, de una maravillosa sinrazón que les permite soportar la fatiga y el cansancio.
Era el caminar valiente y preciso de la Gran Doncella de la Macarena buscando la nueva catedral –el suelo que Ella pisa se glorifica y santifica ipso facto- que se había instaurado, al otro lado del río, donde la Barqueta dejó sus improntas del viejo barrio, para hacerse y convertirse en el sacrosanto lugar donde una monjita de las Hermanas de la Cruz iba a confirmarse a la Santidad. Era el transitar hermoso y metódico, por espacios verdes y despejados –como si el tiempo hubiera querido aplicar a la memoria de los presentes el origen de la Grandeza, el retorno a las estampas que debieron ver sus ojos en aquellos primeros amaneceres donde su instituyó y conformó todo el sentimiento y el arraigo de Su universal devoción-, lo que conmovía las horas, lo que alteraba el rigoroso transcurrir del tiempo, la que nos sustraía de su noción hasta acercarnos al amanecer, donde el Sol avanzaba eclipsando al astro rey, ninguneando su presencia porque sólo Su resplandor bastaba para iluminar la tierra sobre la que pisamos y el cielo que soñamos poseer.
Era la briosa y alegre sensación del amor hacia la Madre la que deshizo las distancias, la que recortó los trayectos, la que nos hizo desperezarnos del cansancio y reconvertirlo en felicidad, que de eso la gente de la Macarena sabe mucho.
Y el estadio se ensalzó de la Esperanza con Su presencia, desarmó al edificio del espíritu para el que fuera concebido y articuló la bula con la que se hizo Casa Grande de las Hermanas de la Cruz, que para eso vino Ella, para eso llegó desprovista de protagonismos, asida y convencida de la humildad, revestida con el hábito pardo que recoge toda la sencillez, abierta al mundo y a los cielos para que se apreciara bien el color de la Esperanza.
viernes, 16 de septiembre de 2011
CRÓNICA DE LA BEATIFICACIÓN. PRÓLOGO
Sus voces son como el suave aleteo de palomas que conjugan sus armonías en el cielo y sus pentagramas se dibujan sobre el azulado fieltro del firmamento. Sus miradas asemejan al cristal del caudal de los arroyos que nacen en la pureza de las almas para calar los campos donde florecen la bondad y la belleza. Sus manos blanqueaban sobre la estameña para otorgar pureza donde intenta establecerse la esterilidad del desapego, para implantar la sonrisa vencedora del cansancio en la labor que demanda el incapacitado, para rehabilitar la luz donde las sombras de la miseria intentaron acomodarse en la ignorancia del poder que abarcan sus dedos, del amor que se racima y extiende donde la sombra de la soledad amenaza con implantar la dictadura del dolor. Sus pies son sencillos rodelas que siempre van, con ilusión y alegría, desprovistas de cualquier melancolía, al encuentro del calvario diario de una familia destrozada por el desamor, al valiente enfrentamiento con el sufrimiento de una casa desestructurada por la ignominia del paro, al auxilio de los niños a los que esta sociedad condena al abandono y al desarraigo, a certificar el mandamiento evangélico de dar de comer al hambriento y de beber al sediento, de vestir al harapiento y acoger al desahuciado, al negado por las codicias de los hombres.
Profesan la pobreza para enriquecer las almas de sus hermanos, huyen del mundanal ruido para instalar la serenidad en los espíritus, piden con la humildad que proclaman sus voces para entregar sin medida, nada suyo tienen y cuanto tienen reparten, llaman a todas las puertas y todas las puertas se abren cuando intuyen la alegría que se asoma por su encuadre. Sus posesiones son un legado de cariño, un mandato de satisfacción, la herencia que reciben es el pago por su amor, son oraciones que van desde coro hasta el patio, desde la arcada del pórtico hasta la cripta donde duerme Madre Angelita, donde sueña Madre María de la Purísima.
Aunque el ocaso se implante en el horizonte, cuando salen ya son sol, porque buscan la alegría de la entrega y del tesón, en las miserias humanas, de proclamar la palabra del Señor con la humildad de sus manos, y escribir el Evangelio con la tinta del sudor. No hay esfuerzo que no suplan con la firmeza que se van conformando, con puntadas valor y con hilos estoicismo, en los tejares del amor. No hay sufrimiento en ellas y si entrega y veneración. Dignifican sus esfuerzos dando sentido a las vidas, a los ojos que las miran y las admiran.
Con estas premisas, y el aroma de la bondad dibujada en sus sonrisas, llegaron al templo donde mejor reflejo tienen sus obras, donde se acoge y venera el mandato que ellas incesantemente pregonan, sin lisonjas y sin piropos, promulgando sólo sus obras les basta y les sobra gloria, el lugar donde sus muros recogen la ley de estas mujeres santas que son Madrinas de Ella, Ley de Dios que enarbolan y que por no ser de hombres tiene mayor valor, Luz de luz que alumbra al mundo, Luz de luz que al mundo asombra. Santas mujeres que piden, los torpes hombres otorgan vencidos por la razón de un compromiso de amor que firmaron con Dios mismo para que Dios se mostrara en los peores abismos. A qué negarse al axioma, a qué perderse en entuertos que sólo procuran demoras, al deseo del encuentro de la Virgen con las vírgenes.
Los caminos se reducen y van menguando distancias si se camina con fe, si se avanza con firmeza. ¿No son ellas mensajeras de Esperanza y es la Virgen su proclama? ¿No es María Santísima el espejo de estas santas? ¿No estará Sevilla entera, con las Hijas de Sor Ángela, cuando consagren sus obras y la proclamen Beata? Hace ya casi un año y como en una mañana de abril, aunque septiembre mediara, la Virgen volvió a ponerse una toca blanca y hacer mayor y mejor su mensaje Esperanza.
jueves, 15 de septiembre de 2011
VOLUNTAD DEL PUEBLO, SEÑOR TORRIJOS
Ya creíamos que no volveríamos a gozar de su corpulenta presencia, de sus esperpénticas comparecencias en esas ruedas de prensa, que parecen extraídas de una trova cubana, para ofrecernos otra de sus megalómanas disertaciones. Ya está, de nuevo en el ruedo político, para distraernos con sus charlotadas y sus desfasados discursos. Tras cien días de silencio, de ocultársenos entre las tramoyas de su nuevo destino como concejal de base, aparece para demostrarnos que Valle-Inclán continúa vivo, para intentar aleccionar y recriminar la actuación del gobierno actual, en estos primeros meses de mandato.
Tal vez no le hayan hecho llegar, sus dilectos y diligentes colaboradores, una memoria de los despropósitos y descuadres económicos que dejó en el ayuntamiento. No se pueden cometer más despropósito en cuatro años, ni escanciar tantas desvergüenzas por esa boquita de piñón, con la que le premiado la divina providencia. Y ahora pretende, que en apenas tres meses desde su descalabro electoral –y personal-, desde su desprestigio político, que el gobierno de la ciudad intensifique su actividad y de culpabilizar al gobierno anterior de todo los desbarajustes y errores cometidos. Bueno, pues habrá que demonizar los usuarios de los autobuses municipales, por ejemplo, que deben ser quienes han dejado las arcas de TUSSAM con tan extraordinario déficit, mientras se desesperaban en las paradas por la mala gestión de la regularización de los servicios. ¿A quién tienen que pedirles explicaciones sobre la Fundación Desevilla, que mejor y mayor justicia le hubiera hecho a su denominación titulándola Decuba, Denicaragua o Devenezuela, tras esos desfases económicos? ¿A quién hay que pedir responsabilidades por el millón y medio de euros que se ha tenido que trasvasar, de una partida presupuestaria distinta a este fin, para poder liquidar su capricho seudosolidario?¿Dónde hay que remontar la memoria histórica para encontrar un personaje de su parangón y poder reclamarle los escabrosos tejemajes del caso Mercasevilla? ¿Quiere quizás, su descaro se lo permite, que las responsabilidades de todos estos asuntos las hubieran asumido los nuevos dirigentes? Estoy de acuerdo con las explicaciones e informaciones, con luz y taquígrafos, que ha hecho públicas el alcalde Zoido. No crea que esta actuación vaya en función de criminalizar a nadie, quien tenga culpas que las pague en los juzgados, si se llegan a demostrar. Esto es lo que hay y esto es lo que tenemos que resolver, ha venido a decir el primer munícipe. Pero usted como es mal pensado ya está cubriéndose las espaldas con un discurso plagado de demagogia. No debemos olvidar el gran poder memorístico del que han venido presumiendo durante estos últimos años, con hechos que ocurrieron setenta y cinco años y con los que ustedes han intentado incendiar a la sociedad actual. Y ahora, de pronto, por arte de magia o tal vez porque sus intereses se lo demandad, hay que desmemorializarse de manera repentina.
La sociedad sevillana no es analfabeta ni mucho menos tonta. Ahora tendremos que dar un pausado de tiempo para intentar restablecer la cordura en los sillones de la sala de plenos. Habrá que esperar para enjuiciar la labor de este equipo gubernamental. Habrá que desescombrar para tener una idea de la situación en la que se encuentran los cimientos de esta ciudad. Limpiar la inmundicia que vaya apareciendo y con un poco de suerte para ustedes incluso, puede que vuelva a levantarse. Y si las medidas que se tomen no son la solución o no han sido las correctas no guarde la menor duda, señor Torrijos, que sabremos demandárselas. Mientras tanto preocúpese seguir apareciendo en los medios de comunicación para regocijo y jolgorio del pueblo de Sevilla, ese que usted nunca ha representado. Y ahí está, el dato incontestable, del número de votos que alcanzó su partido en los últimos comicios. Voluntad del pueblo, señor Torrijos, voluntad del pueblo.
miércoles, 14 de septiembre de 2011
NOMENCLÁTOR e HISTORIA
Paseando por la ciudad puede comprobarse lo reconfortante que puede llegar a ser perderse por los laberintos de los viejos barrios. Caminar sin sentido es reencontrarse con la propia identidad, con las raíces, que en muchas ocasiones se nos esconde al conocimiento, presentándose en cada esquina.
Pasear por Sevilla es descubrir la grandeza que mantenemos y el desconocimiento supino sobre la gloriosa historia que nos rodea. No hay calle que no guarde un secreto, que no pregone una historia. No hay barrio que no nos sobresalte con la tradición y el uso de sus costumbres. Es la identidad particular del entramado de sus calles la que ha ido configurando la esencia general de la ciudad.
Me sobresalta, y me conmueve, cómo se ha ido conformando un espíritu tan singular, como se ha ido generando este cuerpo que ha tomado vida propia, que es asombro para quienes nos visitan, para quienes se preocupan por nuestra particular manera de ver el resto del mundo, del entendimiento de la vida, cómo la avenencia de pensamientos tan dispares, de filosofías tan opuesta, de religiones tan singulares, han promovido y conseguido, en el transcurrir de los siglos, la cimentación de una ciudad única.
De esta manera, la memoria se ha ido plasmando en su nomenclátor. Hay calles en la que su nominación asciende en su origen judío (Levíes, Susona), otras que nos recuerdan el paso de la civilización y dominación islámica (Alhóndiga, Alfalfa, Alcaicería, Alcázaba, Buhaira), por San Bernardo los rótulos nos trasladan al tiempo de la reconquista culminada por Fernando III (Cofia, Tentudía, Valme, Campamento), o hay menciones expresas que nos devuelven las heroicas jornadas del levantamiento en armas del pueblo contra el invasor francés (Velarde, Dos de Mayo, Daóiz) o al declive del imperio español durante la última década del siglo XIX. Conforme la ciudad se expandía se iba impregnando de la sabia que rezumaba del tronco de su historia hasta empaparse de la identidad y de sus vestigios.
Por dónde quiera que orientemos nuestros pasos hay indicios de nuestros orígenes, de nuestra razón de ser, materiales e inmateriales, que nos trasladan en el tiempo, que nos sumergen en las historias, que nos devuelven las insignes vidas de quienes se significaron por esta ciudad, por este país, quienes procuraron con sus acciones engrandecerla.
Por eso, no dejo de entristecerme, cuando transito por algunos lugares y observo el desmán de un mal entendido modernismo, de un inadecuado comportamiento y escaso sentido común, y retiran la rotulación de calles –siempre, en todas las épocas- para imponer nuevas designaciones, desconociendo el verdadero significado de su antigua nominación.
Retirar el nombre de la calle General Merry, dedicada D. Francisco Merry Ponce de Leon , Conde de Benomar, y remozarla con el de Pilar Bardén, fue un verdadero atentado contra la dignidad y la inteligencia de los sevillanos, tal vez porque los políticos que nos han gobernado durante los últimos años nos tomaban por incautos, por analfabetos, ignorando los méritos reales de este general durante su vida y el servicio que prestó a España, nada que ver, por cierto, con la guerra civil, como vociferaron algunos “ilustrados”. Y mientras, muchos insignes sevillanos, ninguneados por la clase política, relegados al más absoluto de los ostracismo, como el caso del Cardenal Carlos Amigo Vallejo. Tal vez es el momento de restituir sus memorias, remozar el nomenclátor de la ciudad e incluso reordenar y mejor ubicar otros, como es el caso, y sólo por poner un somero y claro ejemplo, de Antonio Rodríguez Buzón, el insigne poeta sevillano, que goza de un ridículo y reducido espacio, mientras hay calles, en nuevos barrios, a los que les vendría muy bien vincularlos con la historia sevillana, como Taiwán y República de China, que no tienen fin.
martes, 13 de septiembre de 2011
CUANDO SÓLO VEMOS LA ESPERANZA
La pequeña luz ya resplandece a los pies del retablo que fue instaurado por aquellas mismas manos que ahora modelan ausencias en las nubes que suspenden sus formas en la eternidad. La melancólica luminaria en el amanecer otoñal apenas deshace la oscuridad en el pórtico. Es su primer deber de la mañana, una obligación impuesta por su propia condición, un gesto de amor. Dar luz a la Virgen de la Esperanza. En la quietud de la casa retoma los mismos pasos que otros pies ya no caminan y la conmueve tanto silencio y tanto espacio sin su presencia. Es la tristeza del vacío. La certidumbre que los ojos verdes y alegres -y que fueron tornándose grisáceos y tristes con el paso de los años, con el peso de la enfermedad- que la saludaban cada mañana, ya no se dirigirán a ella.
Sabe, porque el cariño está constantemente recordándoselo, que las calles por las que paseó en los últimos días no guardan memoria de su sombra, ni de sus risas, ni de sus pisadas; que la gente que deambula por la acera, con el lastre de sus vidas persiguiéndoles, desconoce su tragedia y de la pérdida de un trozo de su razón; que todo eso y la flema de su caminar sí quedó impresa en una imagen postrera de una mañana de agosto cuando la parca había lanzado ya sus redes para sustraerle del corazón algo de su propia vida. Y aún así, no quiere desprenderse de sus recuerdos porque la constata viva, aunque a veces su congoja la suma en el decaimiento. Reconoce, porque se lo dicta su fe, que descansa en el seno del Señor, que su ausencia es un hecho vital aunque no pueda acostumbrarse a esta soledad. Es duro arrancar la memoria del corazón, el sentimiento del alma, las lágrimas de sus mejillas. En estas tardes, en las que se presiente en el aire el otoño y la lluvia ha cortado el verano de una manera imprevista, acentúan su melancolía y la desnudan al dolor, desprotegiéndola ante el sufrimiento. ¡Intuyo que es tan difícil!
Mira donde aquellos ojos ya no ven y vuelven los días felices y la reminiscencia de una infancia dichosa; ya no está la huerta desde donde veía, día a día, la Puerta de la Macarena, el lugar donde ella está ahora impávida, sorprendiéndose por lo grande que le parecen hoy las cosas minúsculas, y lo bello que resultaba un ocaso en otoño observando al padre -aquellos ojos verdes, luego grises- volviendo del trabajo, cansado, deshecho, y ella corriendo al encuentro para recibir un beso que tenía sabor a miel, y descubrir cómo, con el anhelo del amparo y la constancia del abrazo, retornaba el sosiego a su ser. Recuerdos que la hacen vulnerable y que se diluyen ahora en el dulzor del beso de su hija.
Se atenuará el dolor, sólo es cuestión de tiempo. Lo sabe, lo sé, lo sabemos. Pero qué duro resulta esta cicatrización suturada con la remémora de sus palabras, de su apoyo constante, de tanto amor como recibió, de tanto amar en la enfermedad, de tantas noches sin dormir, de tantos días encendiéndole la luz a la Virgen para que le transmitiera la vigorosa llama de su Esperanza.
La observo y sé que su propia entereza, la que cimentaron en su alma quienes le dieron el ser, la hará salir adelante. Seguirá caminado por las sendas que él le enseñó. Volverá a recuperar esa alegría innata que tanto bien hace a quién le rodea, aunque no pueda disfrutar y gozar de las risas que ya se elevan en un lugar del cielo, y seguirá recordando los instantes felices, evocará el eco de su voz -niña, que el cíngulo es más alto- cuando lo ayudaba a vestirse con la túnica merina, recordando las palabras, los gestos, hasta la torpeza de sus últimos movimientos, aquellos que acentuaban su pena, y cada mañana, cuando las primeras luces del día sorprendan la hojarasca labrada del marco donde reposa todo el fervor de sus antepasados, su mano volverá a imponer la luz a la Virgen de la Esperanza, como holocausto de fe, como recuerdo de un hombre bueno y del que Dios quiso fuera su padre.
lunes, 12 de septiembre de 2011
NACIONALIDAD y PATRIA
Ayer se cumplían diez años del ataque terrorista a las Torres Gemelas de Nueva York. Una jornada que impregnó de luto y dolor a este pueblo y, como hemos podido comprobar, jamás será borrada de la memoria de los estadounidenses. Con la solemnidad propia de un país que siente, comparte y recuerda la muerte de sus conciudadanos de manos de unos fanáticos religiosos.
Aquel día una conmoción recorrió el mundo cuando las imágenes, retransmitidas por todas las televisiones y casi en directo, nos devolvían a la cruda realidad de la vulnerabilidad a que se prestaba nuestra sociedad del bienestar. Dos aviones de pasajeros, previamente secuestrados, se estrellaban contra aquellos edificios, paradigmas y modelos de la economía sobre la que se sustenta las bases financieras de la humanidad. Con pocos minutos de diferencia, sucumbían estas torres de babel y con ellas perecían los modelos de seguridad de los países occidentales. Quedaban al aire las vergüenzas del país más poderoso y, lo que es peor, de las naciones que caminan asidos a sus cuerdas.
Sobre los restos, candentes aún, con cuerpos destrozados entre los escombros, algunos ni siquiera han podido ser encontrados, toda la nación se confabuló para castigar a los ejecutores de este crimen, prometiendo la reparación de un orgullo resquebrajado, el resarcimiento de la grandeza del espíritu nacional. Y todos, desde su presidente hasta el último de los habitantes del estado de Alaska, unieron sus manos para vengar la muerte traicionera y cobarde de los hijos de la patria. Sin distinción de los idearios que marcan los partidos políticos, se olvidaron rivalidades mundanas y pusieron una bandera en las puertas de sus casas. Claro que muchos millones de estas viviendas ya tenían en sus porches, en sus patios y en sus jardines, una enseña de la nación ondeando con orgullo. Un emblema que recoge todos y cada uno de los estados, cada uno con sus propios fueros jurídicos, con los matices e idiosincrásicas de los pueblo que los ocupan, pero unidos y comprometidos al engrandecimiento de una nación.
El once de septiembre marcó un antes y un después en la historia de este país, que ayer refrendó su grandeza, elevando la mirada al cielo y proclamando la memoria de los suyos, de los que fueron asesinados, reconociendo el dolor de sus ascendentes y descendientes. Padres, hermanos, hijos, amigos, todos volcaron sus oraciones, o sus sentimientos, en memoria de los suyos. Todos abrazaron esa bandera que les une en las alegrías y en el dolor, en las penas y en las dichas. El sentimiento patrio no tiene por qué contradecirse con la ideología de cada ser, no tiene por qué enfrentar a los pueblos ni incluso ignorar las particularidades culturales y lingüística que las definen, porque todo ello, dentro de un marco de nacionalidad que regule las competencias comunes, hacen país mejor, más grande y poderoso.
Ayer, como cada once de septiembre, también se celebraba, en las principales ciudades de Cataluña, la Diada y lo que debió ser un día de celebraciones y fiesta, se convirtió en una jornada de lucha para reivindicar la soberanía de este territorio, para soliviantar el ánimo de los ciudadanos e intentar enconar sus posturas. No ha llegado la sangre al río, pero las expresiones de odio hacia el resto de la nación se enconan con el execrable y miserable comportamiento de los grupos independentistas que vulneran la Constitución y la ley vigente con la quema de banderas de España y retratos del Rey, con la sangrante y permisiva impunidad de los políticos y las fuerzas del orden.
Éstos que piden con tanta vehemencia y tanta radicalidad la emancipación de Cataluña de los fueros nacionales, quizás ignoren el debilitamiento al que condicionan a su pueblo. El mismo día que ellos celebran la Diada con actos vandálicos, los norteamericanos, súbditos de la nación más poderosa de este mundo, conmemoraban un atentado que puso en un brete su conciencia de potencia y cimbreaba las estructuras sociales y su condición nación intocable.
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domingo, 11 de septiembre de 2011
CUANDO LA VIRGEN DE LA ESPERANZA COGIÓ SU MANO
No fue un adiós triste ni melancólico, aunque en el alma de los tuyos fondeara la nave de la negrura del dolor cuando llegó a puerto y recogió velas. No quisiste que tus amigos te recordaran hundida, vencida por la enfermedad, desposeída de la dignidad, sumida al sufrimiento, entregada al constante tormento que flagelaba, inmisericorde y pertinaz, tu siempre obstinada resistencia, esa natural fuerza con la superabas cualquier adversidad, cualquier contratiempo que te salía al paso, con las intenciones bandoleras de robarte la vida. Siempre ofreciste heroica resistencia. Nadie te iba a arrebatar el cariño y el amor de los que te rodeaban; no sucumbirías, por las buenas, a la amenaza porque te enseñaron a luchar siempre, a no desvanecerte cuando perdías una batalla, desde tu más tierna infancia cuando se asomó, al balcón de tus ojos, el primer indicio de tu fatal compañera.
No quisiste que te sustrajeran ni una hora, ni un minuto, ni un segundo de cada día. Te rebelabas, con la indolencia de la inocencia implantada en tu espíritu, ante el invasor. No te importaban los cercos porque siempre tus sonrisas habrían caminos para romper el cordón del aislamiento, siempre guardabas un retén guerrero y lograbas construir un camino de esperanza para sortear el asedio y dotar, con el contingente de tu ánimo, a los que te rodeaban de la fuerza necesaria para sobrevivir cuando llegara la hecatombe. Una palabra y se derruía cualquier muralla que intentara erigirse para aislarte; no había mejor fortificación que tu alegría para repeler los embates del dolor, para guarecerte del lacerante y premioso efecto del tratamiento. Incluso, no te importó mostrar tu mejor ánimo, ni bromear –siempre sacándole puntas a los efectos del tratamiento- sobre la pérdida del cabello.
Buscaste siempre, aún cuando intuiste que comenzaba a vislumbrarse un final fatídico, un referente espiritual, una guía que te condujese de la mano en el último tránsito, porque tenías miedo a la oscuridad y te era necesaria la luz para soñar despierta, para vivir cada instante, para poder retener cada imagen y disfrutar en la eternidad. No perdiste ni la fe, ni el poder de la oración. A esas barandas te asistes para no perder el equilibrio. Incluso cuando todo el mundo quería que compartieses tus últimas horas con ellos, en la intimidad que se procura con un apretón de manos, con un beso soslayado durante un sueño, con la retícula de los silencios que se tejen desde la soledad de una blanca habitación de un hospital, tú insististe en buscar Su mirada, enfrentar tu dolor a su alegría, no para que te sanara, sino para convencer a quienes te acompañaban de que partirías con La mejor compañera de viaje que podrían imaginar. Toda esa grandeza albergaba tu alma, toda la nobleza de la asunción de tu pena como dádiva última, como postrer regalo para con los tuyos.
Hoy hace un año la Virgen descendía, inusual y proverbialmente, para implantar Su figura sobre el trono que habría de conducirla al encuentro con una de sus hijas predilectas, una mujer entregada al honor de la pobreza, al cumplimiento estricto del gran mensaje de amor de Jesucristo. Y a fe que vivimos los momentos más hermosos y gloriosos de la última historia reciente de la Hermandad, con aquel encuentro entre la Virgen y las vírgenes que siguen el camino que les marcó de Santa Ángela de la Cruz.
Lo que ignorábamos, lo que desconocíamos quienes estuvimos, durante todo un día junto a la Madre de Dios, fue el desconocido propósito de la Virgen, en su hospital Virgen Macarena, por ofrecer el poder de su amor a la joven de la camilla, para tomarla de la mano y ofrecerle la senda que conduce al cielo, y dejar en el corazón de los suyos toda su grandeza de Esperanza.
viernes, 9 de septiembre de 2011
PATRINMONIOS POLÍTICOS EN EL BALANCE DE UNA VIDA
Toda la vida trabajando, empapando con sudores el pan que ponías en la mesa delante de tus hijos, sofocando necesidades a bases de horas en el tajo para poder comprar unos zapatos o el vestido de la comunión que haría feliz a la niña de tus ojos, cubriendo tu rostro de la felicidad que brotaba de sus ojos. Horas cansinas de carretera, esquivando a la muerte en cada curva, sorteando a la parca en las estrecheces, que entonces no había autopistas, solo senderos que llegaban a las cumbres, para intentar salir de esa mediocridad asomada al precipicio de la escasez.
No había tiempo que no restaras a tu ocio, ni noches de insomnio intentando solventar el problema del mañana. Sacar adelante a la familia era tu única obsesión porque no gastaste ni un minuto en complacer tus aficiones, salvando aquel ineludible y sentimental de coger, cada tarde del domingo, a tu hijo de la mano y poner rumbo a la Palmera para inocular, en su espíritu, toda esa grandeza que ya mamaste y aprendiste de otra mano. Siempre había un imprevisto al que había que ofrecerle una solución inmediata y había que buscar un remedio pasajero para engañar al siguiente, que el hueco se tapaba abriendo otro. Ni las enfermedades ni el dolor lograban separarte de tus ocupaciones y cuando no tuviste más remedio que permanecer hospitalizado pedías el alta voluntaria -y hasta tenías que engañar a tus jefes sobre la evolución de la enfermedad- en cuanto las heridas comenzaban su proceso de cicatrización, aunque luego tuvieras que buscar un hueco para quitarte los puntos.
Los tiempos de la escasez fueron suplidos, con la llegada de la democracia, con el cambio de aires políticos y con tu pertinaz esfuerzo, por unos años menos densos, sin agobios económicos porque vinieron a implantarse nuevas leyes que acercaban la justicia al trabajador, las reivindicaciones fueron, si no atendidas, consensuadas por todas las partes. Ahí también estuviste, con tu voz y presencia, relegando el miedo en aquellas manifestaciones porque sabias que tu solidaridad, junto a la de muchos, facilitaría el camino a tus hijos, que abriría puertas a su bienestar y formación y se conseguiría un estado más justo y poderoso. Por eso no pronunciaste ninguna queja, ni elevaste ningún lamento cuando volviste, una tarde de marzo, con un aparatoso vendaje en la cabeza y diste el susto de su vida a tu familia, en aquellos días de la huelga en la fábrica, y nos mostraste el brillo del orgullo rezumando en tus ojos. Ya vendrán días mejores, que la Virgen de la Esperanza no nos deja de la mano, y te dejaste caer en el sofá.
Con el paso del tiempo lograste convencer a tu memoria para no recordar todo aquello con la profunda y verdadera tristeza con la que acaecieron, y sí transformarlos en relatos con chanza, en meras anécdotas que provocaban risas. Un día, no sin cierta tristeza, con la nostalgia del vivido a cuestas, regresaste por última vez del trabajo, con aquel papel en la mano que te aseguraba la jubilación y el pan hasta el fin de tus días, un sueldecito que os haría feliz a tu mujer y a ti. Y entonces, tras más de cuarenta años de trabajo, de festivos echando horas, de preocupaciones y hasta luchas sindicales, comprobaste que volverías a vivir con estrechez, que los pequeños lujos que pensabas disfrutar -una semanita en un hotel de la playa, un viajito para conocer la torre de Pisa, que siempre te intrigó esa desviación y no se desplomase- se deshacían porque hay que cubrir las necesidades primarias.
Ayer los senadores y parlamentarios ponían, en disposición de la opinión pública, sus rentas y patrimonios y volviste a sentir la desazón del engaño orbitando por tu ser y por los espacios que ahora ocupas. Te hicieron recuperar el tiempo que ya creías superado. No la pudiste reprimir, no pudiste ocultar la tristeza pensando si todos tus esfuerzo, el cumplimiento de todas tus obligaciones, cuatro décadas de cotizaciones, no ha servido más que para enriquecer a unos pocos, que además no sólo siguen jugando con tus sueños sino que te dejaron sin ellos, y sin haber hecho ni sufrido lo que tú por este país.
jueves, 8 de septiembre de 2011
LA ESTRELLA QUE ILUMINA CORIA
En este amanecer que comienza a retardarse en los primeros días de septiembre y las luces desperezan y bostezan sus tonalidades malvas en la suave línea de la ribera del Guadalquivir, donde se acompasan los ritmos de las falúas con las mareas que ascienden desde Sanlúcar, en una majestuosa melodía de sentimientos y afectos recíprocos, vuelven a mi memoria los despertares alegres de la infancia en el día de la festividad de la Natividad de la Virgen María y una pasacalle tan majestuoso como alegre, alteraba los sueños con aquel anuncio armónico que venía rescatarnos del olvido y a mostrarnos la vieja y anhelada dicha de la próxima presencia de la Santísima Virgen por las calles de la localidad.
Entonces no teníamos todavía conciencia de la virtud teologal con la que se nos obsequiaba, ni la importancia de la alegre conversión de nuestros sentimientos en dogma de fe que suponía el acercamiento a la Madre de Dios. Salíamos a su encuentro con una sonrisa iluminando el rostro y una alegría incontenida porque tal vez estrenábamos, como en las mañanas del viernes santo, unos zapatos relucientes, que nos decían de charol, y una camisa que nos abrochaban hasta el cuello. Eran estos signos los que nos advertían de la importancia de la jornada.
Al llegar a la barreduela que se abría a la blanca fachada de la iglesia parroquial, en la que se comenzaba a agolpar un gentío expectante, y ante la grandeza de su torre, que enfilaba su espadaña y su cuerpo de campanas al despejado añil del cielo, invadía nuestro espíritu la extraña sensación del desasosiego de las prisas, que concurría con el ansia de poder acercarnos hasta la puerta, mientras las manos maternales tiraban de nosotros coartándonos de nuestros ímpetus, cercenando el propósito, del que podríamos alardear más tarde, de acercarnos al fulgor dorado de la canastilla donde la Virgen había sido entronizada.
De improviso, porque ya nos habíamos distraído en la espera observando el lanceado planeo de unos vencejos que flirteaban con el aire, mientras se dejaban acunar por el viento, protestaban los goznes de las bisagras de la gran puerta y una comitiva fervorosa comenzaba a separar aquel mar de devoción y marcaban con sus hileras las orillas por las que discurriría la Santísima Virgen. Un camino desplegado por el amor. Se espesaba el silencio, ahogando los clamores en la expectación por Verla salir, por Verla traspasar aquel umbral, aquel pórtico que se había dejado inundar por la luz diáfana, profanando la oscuridad, avasallando con un aluvión de claridad, los cromáticos azulejos que enseñoreaban las medianías de los muros, resaltando los brillos dorados del retablo, descubriéndonos los matices que las sombras se empeñaban en ocultarnos porque tenían celos de que nuestras visiones se las robasen.
Un clamor amortajado por la sorpresa, se hizo dueño del espacio. Un tul de vaporoso y aromático de incienso comenzó a elevarse para advertirnos de la gran dicha que se aparecería tras él. Lentamente, sin prisas, fue definiéndose y dibujándose la silueta sobre el gran telón de la arquitectura neomudéjar. Anunció una corneta el son, apareció un primer guardabrisa en el pórtico de la gloria, una eclosión de fervor en una lágrima que huía provocó una conmoción, todo se hizo clamor por el amor de los amores, un rezo que se escondía en un suspiro sin voz llegó hasta sus mismas plantas, alguien trepó hasta el candor de sus ojos encendidos, otro profesó una oración. La Luz abatió la luz, cegó con su esplendor la claridad primera, la hizo prisionera de su fulgor, brilló en lo alto una Estrella y convirtió en firmamento la tierra. ¿Hay mejor prueba de amor? ¿Hay mayor gloria ofrecida por quién la propia Gloria es?
Aquella luz de ventura me hizo cautivo aquel día, mi niñez no comprendía el fervor de mis mayores. Ya de mayor entendí que la alegría es producto de su dicha transmitida; ahora es Estrella y guía donde albergo mi Esperanza.
martes, 6 de septiembre de 2011
YO DE MAYOR SIGO QUERIENDO SER LINCE
Ya parece que comienza a amortizarse la gran, necesaria e imprescindible inversión que la Junta de Andalucía decidió acometer, en los parajes de Doñana, en la construcción de dos preciosos y singulares puentes para que transitaran y pudieran atravesar el espeso viario que discurre por el parque, seguros y preservando cualquier riesgo a sus vida, los linces que habitan en el espacio protegido. Parece ser que las cámaras, porque tienen además instalados dispositivos de video para certificar la travesía de los felinos, han captado el tránsito de un ejemplar joven esquivando el asfalto de la carretera. Como lo oyen. Ya ha pasado uno. Por fin se justifican los dos millones de euros que la hacienda andaluza, o sea todos nosotros, destinó a este fin refrendando, una vez más, que la vida de estos gatitos está muy por encima de cubrir las necesidades de los cientos de miles de andaluces que malviven en la mayor de las precariedades.
Mientras, en nuestras ciudades, nos vemos abocados a tener que soportar las irregularidades de los firmes de las carreteras –que levente la mano a quién no se le haya reventado una rueda o roto la dirección del coche-, a que el mobiliario urbano destaque por su ausencia, a que los principales monumentos y edificios singulares se degraden sin que nadie muestre el mínimo interés o que los colegios no puedan iniciar su actividad docente por falta de presupuesto para instalar la calefacción, reponer cristales en la ventanas, arreglar grietas o techos desplomados o en la aceras se formen verdaderas lagunas cuando apenas caen dos gotas. Dos millones de euros solventarían muchas de estas necesidades y hasta otras que todos tenemos en mente. Pero en este país sólo nos escandalizamos si un torero deja a su mujer, el equipo de fútbol de turno pierde un partido o porque una duquesa se casa con un plebeyo, como si no pudiera hacer lo que quisiera con su vida.
Publicitar el paso de un ejemplar de lince, por uno de los dichosos puentes –que me sabe a mí que andaba más perdido que el barco del arroz-, es querer hacernos comulgar con ruedas de molino, es intentar justificar un gasto injustificable. O lo mismo han hecho como quienes querían obtener beneplácitos y favores del rey Felipe IV –no quiero pensar siquiera que han seguido el modelo de los buceadores de Franco, que obtenía los ejemplares atunes más asombrosos, en caladeros de otras especies- que le ponían las piezas de caza atadas hasta que acertaba.
Quienes desgobiernan la Junta de Andalucía ya han dado sobradas muestras de su ineptitud y ahora además, de su innata torpeza. Con estos bueyes aramos, señores, con todos mis respetos a la irracionalidad de los bueyes. Y no es que me muestre contrario a la protección de esta especie autóctona, ni de su salvaguardia a los desastres del género humano, pero me parece excesivo el constante derroche y el desbarajustado y libre albedrío en el uso y manejo de los presupuestos, dineros que salen de los bolsillos de los contribuyentes, a los que hay que ofrecerles soluciones a sus demandas cotidianas, a sus problemas domésticos, que en la mayoría de las ocasiones solo obtienen en el más absoluto de los silencios.
Ya es hora de implantar la cordura en todos los estamentos políticos, de recuperar la noción de la realidad y asentar los pies en la tierra. En estos tiempos, asolados por el monstruo de la crisis, hay que racionalizar las inversiones porque son muchos los que están asomados al abismo de la desesperación mientras que unos linces viven a cuerpo de rey. Eso sí que son desigualdades sociales, señores.
domingo, 4 de septiembre de 2011
RECUERDOS DE UN VERANO y V
No era el calor pegajoso de los primeros días de septiembre, ni la luz pálida de la noche sembrando de plata los campos que se asomaban a los ventanales para dejarnos intuir los misterios de las sombras, fantasmagóricas presencias que se dibujaban en los lienzos rugosos de los labrantíos próximos, ni los sonidos que cruzaban el aire amedrentándonos con el desconocimiento de su procedencia. Lo que realmente atenazaba nuestros espíritus en los últimos días del estío era perder los instantes que nos habían unido, los momentos que habíamos compartido, las situaciones que nos habían procurado nuevos lazos de amistad, acrecentando los afectos con el conocimiento de la convivencia diaria y con las travesuras que se ideaban, dando bandazos por nuestra fantasía.
El inicio de septiembre nos devolvía a la realidad de la que nos habíamos deshecho en los primeros días del verano, cuando el júbilo nos removía el espíritu con el inicio de las vacaciones y todo nos parecía eternidad, todo se nos antojaba por hacer y los proyectos más peregrinos y febriles se configuraban en nuestras infantiles mentes. Ahora nos rodeaba una nebulosa nostálgica que nos impedía observar el mundo con aquel optimismo primario pero encantador, un telar que removía las aguas claras de la alegría para enturbiarlas de sentimientos tristes. Aquel zarpazo a luz de la tarde, recortando brillantez a la copa de los álamos que se asomaban a las riberas del río, era el advenimiento del fin de las vacaciones y por ende del inicio de la rutina, de la vuelta al colegio, a la obligación formativa que los padres imponían para que las historias y dramas familiares no volvieran a repetirse, y que sólo se vería traspuesta por el reencuentro de otros amigos, si es que ya la edad no comenzaba a desposeerle de su infancia y había implantado en sus manos las muescas callosas de la necesidad, del trabajo en el campo, en la huerta familiar que procuraba el sustento de todos y por tanto era obligación de todos corresponder a sus cuidados.
Había tardes en las que nos sentábamos sobre los adoquines elevados que delimitaban y separaban los espacios de la carretera y las aceras, y pasábamos las horas muertas casi sin hablar, observando aquellos espacios que habían acogido nuestros trajines, sabiendo que ahora nos sería desposeídas por quienes sólo verían un ejido asolado, intentando recordar los momentos en los que logramos construir sueños con tan pocos elementos -un palo una excalibur que nos procuraba seguridad en la batalla, una caja de cartón la cabaña en la que nos resguardábamos de los feroces ataques de tribus indómitas- y en los que el tiempo languidecía en la ilusión de unos niños. De vez en cuando alguno bostezaba, tal vez acomodándose en el aburrimiento, o porque el subconsciente ya nos iba avisando de la cadente rutina que nos esperaba en pocos días; o nos tumbábamos boca arriba para ver pasar las primeras nubes recortadas sobre el azul menos denso del cielo y fantaseábamos con sus formas hasta creernos nuestras propias visiones -allí va un conejo, ésa es una vaca, aquello es un castillo-.
El final del verano retraía las inquietudes y acomodaba en nuestros espíritus la resignación por cuanto íbamos a perder, pues una fuerza interior e incontrolada nos advirtió, con la mirada que lanzamos a la niña con minifalda, que la infancia empezaba a quedarse con los recuerdos de las vivencias aquel verano en la que nos pusieron, por última vez, un pantalón corto.
viernes, 2 de septiembre de 2011
EL MUÑECO DE ALFONSO GUERRA
El muñeco de Alfonso Guerra era el mismo demonio para Guillermo. Con él limitábamos ciertos accesos, en nuestro domicilio familiar, para que su infantil imaginación no asolara el mobiliario. Este muñeco, instrumento disuasorio de efectos inmediatos, fue el mejor reclamo para las tómbolas de la feria sevillana, a finales de la década de los ochenta del siglo pasado. Te dabas un paseo por la calle del infierno, por la tramoyas de las escandalosa tómbolas y allí los veías, sentados y alineados perfectamente, como engendros clonados extraídos de una secuencia genética, vestidos de corto, con la sonrisa socarrona sobresaliendo entre los mofletes sonrosados, requiriéndonos, llamándonos a participar del sorteo. Y caí en su trampa, embaucado en aquella retahíla que salía constantemente de los estruendosos altavoces. Total, con mi suerte en los juegos de azar las probabilidades de ganar eran casi nulas. No se me apetecía nada cargar con semejante engendro durante el resto de la velada. Pero claro, los hados de la suerte se habían confabulado aquella noche contra mí y toma ya en largaron el muñeco de Alfonso Guerra, entre el regocijo de los presentes y la alegría del grupo de amigos que me rodeaban. Por un momento sopesé la posibilidad de dejarlo allí pero enseguida unas manos más diestras, y con la ávida intención de desprenderse del maquiavélico juguetito, ignorando entonces del excelente servicio de disuasión que prestaría en casa.
Con el paso de los años fue perdiendo su poder persuasivo, bien porque Guillermito se había acostumbrado a su presencia y las pérfidas y caricaturadas facciones del émulo del político socialista, o porque su vida útil se había terminado, en parangón a la del activista sevillano, paradigma de descamisados proletariados.
Hoy vuelven los titulares de los periódicos de la ciudad a poner de relieve la figura del ínclito y actual parlamentario Alfonso Guerra al confirmarse su presencia y su voluntad de encabezar las listas del Psoe en la jurisdicción sevillana, para los comicios que se celebrarán el próximo veinte de noviembre. Como muy bien ha declarado José Antonio Viera, secretario general provincial del partido, el ex presidente del gobierno “es un referente político, un valor del socialismo, un político de raza e indudable capacidad demostrada durante toda su trayectoria política”.
A estos viejos luchadores los han relegado una serie de inútiles oligarcas, apoltronados en sus cargos, a eso, a ser referente en los que ellos no se han fijado, es más han ignorado y tratado de oscurecerlos tras los telones burocráticos en los que escenifican sus mentiras convirtiendo así una época de lucha y de importantes consecuciones sociales en una obra de teatro menor.
Más les valdría no jugar y flirtear tanto con la mentira y proclamar sus limitaciones. Si tienen que acudir a los viejos dinosaurios, a los héroes de otros tiempos, es porque saben que con los actuales no tienen nada que hacer e intentan minimizar los efectos de la segura derrota. Claro que lo que están haciendo es lo que vienen ejecutando desde hace décadas en nuestra tierra, mirar hacia atrás, rebuscar en el pasado e inculcar la pesadumbre y falsas ilusiones en jóvenes a los que intentan manipulan con discurso trasnochados. El progreso prometido se ha quedado apresado y sentado en los estantes de la tómbola en la que han convertido nuestro país con sus desafortunadas decisiones y con sus convenidos manejos económicos. Ahora vuelven a rescatar el viejo muñeco para intentar solventar el desastre en el que han convertido este partido político. Lo que pasa es que ya no asusta a los guillermitos de hoy en día. Afortunadamente.
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