Esta es la ventana a la que me asomo cada día. Este es el alfeizar donde me apoyo para ver la ciudad, para disfrutarla, para sentirla, para amarla. Este es mi mirador desde el que pongo mi voz para destacar mis opiniones sobre los problemas de esta Sevilla nuestra
viernes, 2 de septiembre de 2011
EL MUÑECO DE ALFONSO GUERRA
El muñeco de Alfonso Guerra era el mismo demonio para Guillermo. Con él limitábamos ciertos accesos, en nuestro domicilio familiar, para que su infantil imaginación no asolara el mobiliario. Este muñeco, instrumento disuasorio de efectos inmediatos, fue el mejor reclamo para las tómbolas de la feria sevillana, a finales de la década de los ochenta del siglo pasado. Te dabas un paseo por la calle del infierno, por la tramoyas de las escandalosa tómbolas y allí los veías, sentados y alineados perfectamente, como engendros clonados extraídos de una secuencia genética, vestidos de corto, con la sonrisa socarrona sobresaliendo entre los mofletes sonrosados, requiriéndonos, llamándonos a participar del sorteo. Y caí en su trampa, embaucado en aquella retahíla que salía constantemente de los estruendosos altavoces. Total, con mi suerte en los juegos de azar las probabilidades de ganar eran casi nulas. No se me apetecía nada cargar con semejante engendro durante el resto de la velada. Pero claro, los hados de la suerte se habían confabulado aquella noche contra mí y toma ya en largaron el muñeco de Alfonso Guerra, entre el regocijo de los presentes y la alegría del grupo de amigos que me rodeaban. Por un momento sopesé la posibilidad de dejarlo allí pero enseguida unas manos más diestras, y con la ávida intención de desprenderse del maquiavélico juguetito, ignorando entonces del excelente servicio de disuasión que prestaría en casa.
Con el paso de los años fue perdiendo su poder persuasivo, bien porque Guillermito se había acostumbrado a su presencia y las pérfidas y caricaturadas facciones del émulo del político socialista, o porque su vida útil se había terminado, en parangón a la del activista sevillano, paradigma de descamisados proletariados.
Hoy vuelven los titulares de los periódicos de la ciudad a poner de relieve la figura del ínclito y actual parlamentario Alfonso Guerra al confirmarse su presencia y su voluntad de encabezar las listas del Psoe en la jurisdicción sevillana, para los comicios que se celebrarán el próximo veinte de noviembre. Como muy bien ha declarado José Antonio Viera, secretario general provincial del partido, el ex presidente del gobierno “es un referente político, un valor del socialismo, un político de raza e indudable capacidad demostrada durante toda su trayectoria política”.
A estos viejos luchadores los han relegado una serie de inútiles oligarcas, apoltronados en sus cargos, a eso, a ser referente en los que ellos no se han fijado, es más han ignorado y tratado de oscurecerlos tras los telones burocráticos en los que escenifican sus mentiras convirtiendo así una época de lucha y de importantes consecuciones sociales en una obra de teatro menor.
Más les valdría no jugar y flirtear tanto con la mentira y proclamar sus limitaciones. Si tienen que acudir a los viejos dinosaurios, a los héroes de otros tiempos, es porque saben que con los actuales no tienen nada que hacer e intentan minimizar los efectos de la segura derrota. Claro que lo que están haciendo es lo que vienen ejecutando desde hace décadas en nuestra tierra, mirar hacia atrás, rebuscar en el pasado e inculcar la pesadumbre y falsas ilusiones en jóvenes a los que intentan manipulan con discurso trasnochados. El progreso prometido se ha quedado apresado y sentado en los estantes de la tómbola en la que han convertido nuestro país con sus desafortunadas decisiones y con sus convenidos manejos económicos. Ahora vuelven a rescatar el viejo muñeco para intentar solventar el desastre en el que han convertido este partido político. Lo que pasa es que ya no asusta a los guillermitos de hoy en día. Afortunadamente.
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