Esta es la ventana a la que me asomo cada día. Este es el alfeizar donde me apoyo para ver la ciudad, para disfrutarla, para sentirla, para amarla. Este es mi mirador desde el que pongo mi voz para destacar mis opiniones sobre los problemas de esta Sevilla nuestra

martes, 30 de julio de 2013

Un pañuelo para María

           
 No conocíamos a María, personalmente, pero desde el primer momento en el que tuvimos noticias de su existencia, se entablo una relación en la que no quisimos confundir los términos. Nos negábamos a sentir pena, lástima, por ella. Nos producía una inmensa ternura, una gran alegría, saber que luchaba. Porque maría era una luchadora nata, una de esas personas que nacen predestinada al combate, a enfrentarse a la dureza de la vida. Yo la imagino alegre, rodeada de los suyos, en los momentos en las que la enfermedad le otorgaba un respiro, en los instantes en los que podía sentirse desasfixiaba del rigor del dolor, de la incapacidad que provoca y atenúa la libertad.
            La distancia no significa una traba. Apenas cruzamos el primer mensaje y ya habíamos limado las líneas kilométricas que nos separaban. Son esas cosas que pasan cuando tienes una responsabilidad que afecta a las emociones. Desde que acepte mi puesto quise desprenderme del oficialismo institucional que rodeaba el cargo, arrancar esa aureola con la que quieren imponernos. No sé si he logrado el propósito. Soy de los que piensan que la casualidad no existe, que estamos ligados a la causalidad, a los designios de la Providencia, que marca el camino y la fortuna. Desarraigar el oficialismo fue una de mis premisas. Pronto me dí cuenta de lo acertado de mis actitudes. El mejor patrimonio, el más valioso y precioso de los bienes de una hermandad, tras las Sagradas Imágenes, son sus hermanos, y los devotos que se acercan para crear un ambiente de confidencialidad entre Dios y ellos. Ése es el mejor de los tesoros.
            Los padres de María enviaron un email desesperado. La niña tiene tres años y padece una enfermedad muy grave, tanto que en su corta existencia, no llega a reconocer del todo las paredes de su habitación porque ha pasado, casi toda su corta existencia, en una estancia del hospital. María tiene una vitalidad excepcional, me decían. Y a fe que las palabras, aún en la frialdad de una pantalla de ordenador, que no hay cosa más impersonal, alteraron la tranquilidad de mi ser. Habían oído comentar, a una religiosa del centro sanitario, donde se trataba al niña, que la Virgen de la Esperanza hacía honor a su designación teológica, que eran muchos los sanados tras la invocación de su nombre, muchos los que había recuperado la fe y la vida cuando pusieron la suya en sus manos, cuando alguna prenda de su celestial ajuar se depositaba en su cuerpo, muchos que se había desprendido de sus dolencias refugiándose en su mirada y en su rostro. La desesperación de estos padres, la hija empeoraba, le hizo ponerse en contacto con la Hermandad. Desde Valencia llegó la llamada de auxilio. Pedían un pañuelo de la Virgen. Tenían la fe, de la recuperación de su niña, depositada en los encajes y texturas de una prenda que estuvo en las manos de la Madre de Dios. Nos demoramos un poco porque no todos los días se cambia este lienzo que atesora todas las gracias. El retraso provocó el llamamiento consternado de los padres, aún no lo hemos recibido y nos urge que María lo tenga. Este grito de auxilio aceleró los procesos. Le enviamos el pañuelo. Recibimos las emocionadas palabras de la madre en respuesta al envío. Quedamos en mantener correspondencia sobre la evolución de la enfermedad de María.
            Hace unos días, la especialista pediátrica que llevaba a la niña, se desplazó a Sevilla para participar en un congreso médico. Lo primero que hizo, me cuenta, fue desplazarse hasta la Basílica para ver a la Virgen y para darme las gracias por el envío del pañuelo. Aún ahora, cuando escribo esto me tiembla el pulso. María no ha podido superar la enfermedad y falleció a finales de mayo. Pero allí estaba la mujer, dándome las gracias y un abrazo, que traía de la familia, por las atenciones y por el bien que estaba haciendo el pañuelo, la prenda donde se aferran ahora unos padres desconsolados que se refugian en su blancor y sus ribetes, porque sus padres hallan consuelo en este trozo de tela en la alegría de saber que María reposa y se acuna en los brazos de la Virgen.

            Nada es casualidad. El pañuelo consuela y da alegría, como lo hace desde su camarín, cada día del año, La que se presenta ante nosotros para otorgarnos la gracia de la Esperanza. Ahora, ya conocemos a María.

viernes, 26 de julio de 2013

Martu Garrote, o la desvergüenza polìtica

No todo el mundo es igual. Ésa es la grandeza del género humano y la constancia del progreso y avance en las condiciones vitales. Gracias a la disparidad y la divergencia en la opinión se ha construido una sociedad capaz de resolver los problemas y acercar las conciencias. Esta línea argumental puede trasladarse al estamento político, a quienes la ejercen y viven de su condición, que debe confluir en la abnegación, la entrega y el servicio a quienes han puesto su confianza en ellos. No todos los políticos son unos corruptos, ni unos sinvergüenzas, ni caen ante los poderes fácticos que se han adueñado de los partidos políticos. Conozco algunos que han vivido en la dignidad, siendo consecuente con sus idearios y sus estilos de vida. No es que abunden, pero los hay que intenta servir a la sociedad. Conozco casos de personas que han creído en sus proyectos para mejorar la condición de los ciudadanos que han representado, que han intentado evitar la jerarquización de unos partidos. Incluso, en el colmo de la sensatez, han preferido marcharse a continuar en la obediencia borreguil. Sé de políticos que han sido refrendados con una sonora ovación, durante la última comparecencia pública, en representación de su cargo, en la presentación del pregonero de la Semana Santa, en agradecimiento a la entrega y dedicación en sus labores municipales, homenaje de la gente que la puso y de la que no estaban de acuerdo con su ideario político, y sin embargo obtuvo el refrendo que ni siquiera consiguió el alcalde, que estaba sentado unos metros junto a ella, ni el pregonero.
Ayer, una de esas políticas que tienen boca solo para exabruptos, para bufidos y maledicencias, se descubrió en una de las redes sociales más importantes, se definió como lo que es. Una miserable capaz de utilizar el dolor y la muerte de muchos inocentes, de ciudadanos que se desplazaban para encontrarse con sus familiares, para disfrutar de las fiestas, o simplemente volvían a sus casas para descansar tras la dureza de una jornada laboral. Una tal Martu Garrote, nombre que ya es una premonición sobre la actitud que mantiene esta mujer contra lo que considera sus oponentes, tuvo la indecencia de colgar en su cuenta de twitter una entrada en la culpabilizaba, de la muerte de ochenta personas, a los recortes que se han promovido, con mayor o menor acierto, por los actuales componentes del gobierno de la nación. Hay que ser miserable. A estas personas les vale todo y todo tiene su valor. ¡Qué lástima que se mantengan en sus cargos públicos a estos personajes! Se les paga con el dinero que las víctimas, o sus ascendentes, y ni siquiera se dignan a mostrar respeto a sus memorias. Las utilizan como lanzas para zaherir, como cargas de profundidad. Éso tiene su nombre y su definición en el diccionario de la lengua.
Esta Martu Garrote, que se proclama atea –está en su derecho y hasta creo que mejor para todos- debería tener la vergüenza de dimitir de los cargos que desempeñe en la ejecutiva de las agrupaciones municipales del partido al que pertenece. No se merece la sociedad mantener en su lides políticas a esta cobarde e indeseable que trafica con los sentimientos y el dolor, que especula con sus infames verborreas, que suele menospreciar a los menos favorecidos, a los que llama en sus blogs y sus cuentas de redes sociales “tullidos y pordioseros”. “Quien tiene boca se equivoca”. Quien tiene vergüenza y honor tiene el derecho a equivocarse y hasta poder rectificar. Sus reiteradas conductas y sus execrables manifestaciones son premeditadas. A no ser que sean producto y consecuencia de las juergas y botellonas de las que presume participar. Pero ni aún así, ni borracho se puede uno pronunciar con estos argumentos. Nos puede, señora, mantener sus idearios caducos con el dolor de las familias y las ausencias arrancadas de improviso.

Hoy hay muchas flores sobre ataúdes, muchas madres, esposas e hijos anegando la oscura madera de los féretros con sus lágrimas para que usted intente sacar partido y provecho. Hay que tener la valentía de ser mejor persona, de ser honrada y mostrar argumentos capaces de desbancar a sus oponentes sin socavar el alma y estriarlas con sus miserables palabras.

martes, 23 de julio de 2013

Ha nacido un heredero

           
 Ha tenido usted un heredero, le habrá comunicado la matrona a Guillermo, ese niño que vivió el drama de la orfandad de la madre, a la que también le dirían lo mismo. Un heredero. Lo que son las cosas. En ese mismo instante habrán nacido millones de niños en todo el mundo y cada uno de ellos ya está signado con una suerte. A éste le ha tocado la lotería. Si la cigüeña hubiera volado dos metros más o un kilómetro menos, tal vez el heredero hubiera servido a la tierra sembrando coles o conduciría un autobús escolar; y el vuelo despistado hubiera llegado a las áridas tierras africanas y hubiera visto su primera luz en el Chad o en las zonas más deprimidas de la India, tal vez hubiera sido portada de un periódico porque un reportero captó su imagen desnutrida, su aspecto famélico, muriéndose de hambre mientras las moscas lo pican y un buitre espera paciente a que caiga. Pero no. Este niño ha nacido en un buen hospital de Londres, rodeado de los mejores galenos y las técnicas paritorias más modernas.
            Gente que ha dormido a la puerta del centro sanitario. Ciudadanos que han esperado, con paciencia y resignación, el conocimiento de la feliz noticia. Es bonito un alumbramiento, esta alegría de la vida manifestándose en sus ojos, aún sin poder reconocer cuánta belleza le rodea. Una multitud congregada a la puerta del hospital que ha vitoreado la noticia, vociferada por un relator, ataviado con las galas decimonónicas que rigen todavía el protocolo de la casa real británica. Salvas anunciando el feliz acontecimiento, honores en la puerta del palacio de Buckingham, y la muchedumbre dando vítores y exaltando alegrías por el nacimiento del heredero y sacando fotos de un trípode con un cartelito donde se anuncia, escuetamente y con escritura manual, el feliz alumbramiento. La casa real británica sigue siendo, para el pueblo inglés, un referente dogmático, un estamento que les profiere el mayor y mejor de los respetos. La figura del rey, en este caso de la reina Isabel II, es poco menos que intocable y fideliza la tradición monárquica de siglos. En todas las ciudades del reino se felicitan por la continuidad y el asentamiento de la monarquía. En las esquinas de los pueblos, esas bellas, frondosas y verdes villas que parecen extraídas de las novelas Charlotte Brontë o Jane Austen, se ondean banderas y se entona el Dios Salve a la Reina, con solemnidad y emoción. Es el sentido de la patria y la unidad que parece empezar a disolverse en otros lugares del mundo.
            Aquí en España seguimos confundidos, extraviados en pensamientos independentistas, quemando banderas de la nación y silbando cuando se entona el himno. Esa es la diferencia, extraordinaria y mayestática, que aleja de la modernidad y el progreso a este país. Las viejas ideas de fragmentación del territorio nacional. Mientras que en el norte de Europa, no sólo no se revienta la unidad, sino que se favorece la unión –miren el ejemplo de Alemania- para poder salir adelante, para engrandecer a quienes viven, hablan, siente y padecen, en unos mismos límites territoriales, en nuestro país se fomenta la desunión, se acrecienta y beneficia el rencor entre los diferentes pueblos, intentando vendernos las diferencias entre sus ciudadanos.
            No estoy yo por ésto de las desigualdades clasistas. Muy al contrario. A veces me cuesta mucho comprender porque el mero hecho de nacer en una familia u otra, en una región u otra, condiciona la vida de las personas. No logró todavía entender estas divergencias. Serán cosas de las malas voluntades de algunos hombres. Pero esas exclamaciones de alegría, esas manifestaciones festivas por el nacimiento del heredero a la corona inglesa, no es más que el refrendo a siglos de patriotismo, a cientos de años de avances. ¿Han dejado los ingleses atrás el progreso y el bienestar por adorar su bandera y entonar su himno con orgullo? ¿Han perdido sus señas de identidad los escoceses, los galeses o incluso los irlandeses del norte? Tienen hasta sus propias selecciones nacionales de fútbol y rugbi. ¿Le han sido sustraídas sus manifestaciones u opiniones? No. Siguen proyectándose y pronunciándose con absoluta libertad. Es más, que no le toquen los cojones, porque se apiñan y son capaces de derrotar a quienes osen faltar al honor de sus emblemas patrióticos, entre ellos, la Reina, por mucha ginebra que la mujer beba. Nadie es perfecto.

            Aquí seguimos silbando al himno, ultrajando la bandera, quemando fotografías de reyes y pisoteando la dignidad de los contrarios. Todos contra todos no vaya a ser que la unidad nos haga mejores y más grandes. Aquí solo ondeamos banderas y gritamos el nombre de España cuando una selección gana un mundial o un piloto de coches se sube a un pódium. Seguimos avanzando hacia el precipicio y adentrándonos, cada vez más, en las profundidades del atraso. Una pena. Aquí nace un heredero y lo más relevante es que salga en la portada del Hola.

sábado, 20 de julio de 2013

Gritos y silencios

Es increíble lo que está sucediendo en este país, en esta España nuestra, cuyos gobernantes y políticos no dejan de sorprendernos. Con lo que están pasando los humildes y más sencillos ciudadanos, los que unos denominan de ciudadanía de base y otros llaman afectados por la crisis, que parece que surgió por generación espontanea pues nadie, absolutamente nadie de los culpables, la reconocen como suya y de sus propios errores, y aquí los balones pasan por encima de todos sin que nadie, ni ninguna causa judicial, sea capaz de bajarlos, rasarlos por el césped y ponga orden en el juego.
Aquí no hay más culpables que los ciudadanos que al final son los que pagan y consiguen poner a flote al país con sus esfuerzos, con su propia sangre, con la entrega de sus vidas. La hacienda pública, la nacional y la autónoma, no hacen más que exprimirlos. Se permiten las subidas de los productos de primera necesidad. Sube la luz, el agua, el gas y las telecomunicaciones, por mucho que nos intenten engañar con ofertas que casi nunca se realizan en la realidad. El abastecimiento diario es cada vez más escaso. Las familias se desestabilizan cuando merman los fundamentos económicos, si éstas no están unidas con otros tipos de vínculos emocionales.
En el parlamento andaluz se debate la propuesta del Partido Popular para depurar responsabilidades políticas con el caso del fraude de los ERE y se pide la comparecencia del presidente José Antonio Griñan para que explique este desvalijamiento al dinero público –que mucho me temo va a quedar pendiendo del hilo de la impunidad- que debiera servir para solventar el futuro de quien ha trabajado durante toda su vida; en parlamento nacional se pide la comparecencia del presidente del estado, Mariano Rajoy, por parte de la oposición socialista y sus adláteres, para que dé razones de su inocencia en el caso Bárcenas, o que reconozca su implicación en este supuesto caso de financiación ilícita de su partido y los beneficios obtenidos por algunos de sus correligionarios. En Andalucía, los partidarios del partido popular demandando explicaciones a sus oponentes políticos; en el parlamento de la nación, son los socialistas los que se alzan en armas y rasgan sus vestiduras ante los desmanes de los populares. En ninguno de los dos sitios, se dignan a dar explicaciones, en ofrecer una versión que favorezca la paz social, que tranquilice los exaltados ánimos que comienzan a inundar las calles.
Ninguno de los principales responsables políticos se ha dignado a ofrecer una explicación que los legitime en el valor de la verdad, que abra una puerta a la esperanza de un nuevo futuro limpio. Ya es era que se cumplan los principios bonancibles de la política. La figurada honestidad de mucha gente está en juego. Por estos hechos no particularizan ni hace excepciones sino que propician la generalización. Tanto es así que hay una multinacional de bebida refrescante intentando homogeneizar la inocencia y la buena voluntad de todos los políticos. ¡La concepción que tendrá esta sociedad de quienes la gobiernan!
El otro día durante el desayuno, acodado en la barra del bar, un viejo se lamentaba de la poca iniciativa de lucha obrera de esta nueva generación que se preocupa más por mantener su imagen física, de obtener bienes materiales fútiles y banales y procurar momentos de efímera felicidad que de procurar el asentamiento de los valores, de la igualdad y de instauración de una sociedad donde la libertad no fuera la obtención de una bolsa de monedas para dilapidarla en un fin de semana de lujuria y desenfreno. Un joven se volvió y con cierta ironía le contestó, ¿para qué? Para ver cómo cinco sinvergüenzas se llevan los dineros y no pasa nada y mi hermano, por robar cincuenta euros lleva tres años en la cárcel.

En Andalucía se han llevado cientos de millones destinados a los ERES. En Madrid debaten si el Partido Popular se ha financiado ilegalmente. En Sevilla y en la capital se guarda un escrupuloso silencio. Todo es un paripé, no vaya a ser que unos y otros acaben en la cárcel y se terminen las mamelas. Silencio, mucho silencio. Los gritos se concentran en los salones de las familias de los cinco millones de parados. 

martes, 16 de julio de 2013

Se vende Cristo

Todo lo que sube baja. Es una ley física que no tiene contra respuesta posible. La ley de la gravedad, desde que Newton la proclamara, es inamovible, irreversible. Como lo son la naturalidad y la esencia de las cosas. Una piedra, lo que de niños describíamos como un china, es una piedra aquí, en Pernambuco o la Conchinchina. No hay otra.
            Hace algunos años, casi tres décadas ya, al hilo del tirón, relumbre y renacimiento de la fiesta religiosa más importante de la ciudad, se crearon unas asociaciones que giraban en torno a las esencias y verdades de la Semana Santa de Sevilla. La institucionalización de algo tan natural como eran las tertulias, en las trastiendas de los antiguos comercios de ultramarinos, en los colmados con aromas a especias y a embutidos, a aceite a granel y legumbres expuestas en sacos, vino a configurar un nuevo panorama en la vida social sevillana. La naturalidad de los encuentros, nunca forzados, sin necesidad de levantar actas sobre lo que se hablaba, sin más solemnidad que la que promovía la amistad y la camaradería, en torno a una botella de vino y un papelón con rodajas de chorizos, salchichón o chicharrones de Roig, se vio suplido, de la noche a la mañana, por unas instituciones nuevas, con formalidad estatutaria, con regímenes focalizados en la imposición de la tradición, menos escrupulosa como norma.
            Aquellas primeras asociaciones sirvieron, al menos, para revocar y asegurar la permanencia de la fiesta secularizada, en los más remotos lugares de la ciudad, en aquellos espacios donde las hermandades y cofradías no llegaban, donde vivían sus hermanos y devotos. Cumplían una función.  De todas aquellas, que nacieron en estas circunstancias, con naturalidad y sencillez, apenas quedan hoy algunos vestigios. La vorágine tertuliana de las medianías, de la década de los ochenta, se ha resuelto con la depuración esencial y natural. Hoy quedan apenas cinco o seis de aquéllas y mantienen su idiosincrasia y sus fines. Sabían lo que hacían y, aún hoy, continúan sabiéndolo. Se limitan a la magnificencia y la sacralización de sus sentimientos. Han depurado, eso sí, sus comportamientos y placen en el bienestar de la amistad de sus integrantes. Siguen reuniéndose para hablar de Semana Santa, para recordar los mejores momentos de los días grandes de la ciudad. Disfrutan con ello y guardan la certeza de la verdad de la fiesta religiosa. Continúan viviendo, enttre tanto despropósito, porque no han tergiversado sus principios fundacionales, porque han traicionado a la memoria y al sentido común, porque sus comportamientos se sitúan en la claridad de sus intenciones. No han traspasado la línea que han llevado a otras despeñamiento y a la desmembración.
            Hubo otras que quisieron transgredir las lindes. Acaparar el protagonismo que se les negaba en las hermandades y cofradías, porque en éstas fueron descubiertos o simplemente, sus aspiraciones no cumplían el requisito del servicio, de la entrega anónima que es lo que las hace grandes, lo que ha propiciado su consumación y pervivencia durante siglos. Y algunos tomaron derroteros equivocados. Quisieron construir, en dos días, lo que tarda siglos en consumarse. Estos disidentes intentaron elevar a sagrado lo vulgar. Consiguieron adquirir imágenes de Cristo, de la Virgen, y las entronizaban en los salones de sus casas, o peor aun, buscaban un rincón en el garaje y allí, decían, rendían culto, cuando el propósito era bien distinto, y a buen entendedor pocas palabras bastan. Algunos llegaron incluso a formalizar procesiones, con más presencia policial a su alrededor que algunas hermandades con siglos de existencia, que sé de muchas que tienen que cortar el tráfico ellas mismas. Bandas de música que se prestaban, y se prestan a estos esperpentos, a estos despropósitos donde la presunción, la vanaglorio y hasta el pavonea campan a sus anchas; cortejos que ya quisieran algunas de Gloria y enseres prestados, atento al dato, por cofradías con sede en el barrio, y donde la única reserva espiritual que se realizaba era la de la notoriedad. Y hasta carteles de convocatorias donde se celebraba la estación penitencial, a la asociación cultural del barrio. ¡E izquierdos por delante a un símil de paso de palio! De aquellos lodos estos barros.
            Leo con estupor, y hasta con vergüenza, cómo se comercializa con una imagen que llegó a procesionar, cómo se anuncia en una revista de compra y ventas. ¿Era necesario este estraperlo sentimental? ¿Era preciso aquéllo para escarnio de quienes sienten y viven la fe en torno a las Imágenes Sagradas, de quiénes sí saben que la verdadera Esencia se encuentra depositado en el tabernáculo, en los sagrarios? Esta vulgarización de los sentimientos y la devoción tiene sus culpables que no midieron la dimensión de sus acciones. Una vez más la vanidad de los hombres intenta sobreponerse a las creencias y la devoción anclada en los siglos. Ignorantes que prefieren la presunción a la Verdad, que se humilla en los Sagrarios.




viernes, 5 de julio de 2013

Mal ejemplo, señor Valderas

La incompatibilidad de los cargos públicos no tiene nada que ver con la del funcionariado. Es algo que no se puede explicar, algo inaudito y hasta vergonzoso. Y eso es extensible a la moralidad y honorabilidad de sus señorías, que en la mayoría de las ocasiones justifican sus actuaciones con hechos tan inauditos como extraordinarios. Hace unos días asistíamos, deshechos en el asombro más sobrecogedor, a los gritos que proferían los indignados trabajadores de Mercasevilla, a los concejales del Partido Popular, que salían del edificio consistorial, deseando la muerte de los hijos de capitulares que rigen, con mayor o menor fortuna, no lo vamos a discutir ahora, los designios municipales. Desear la muerte ya es triste, una derivación emocional ante la impotencia o la desconsideración. Pero deseársela a los hijos es la manifestación más indigna con la atacar. Lo lamentable es que el hecho se produjo en presencia de la representación municipal de Izquierda Unida y no hicieron nada para detener o reprender esta inaceptable manifestación del más acérrimo odio.
Ahora salen a la luz acontecimientos que contradicen las manifestaciones y las proclamas populista que viene realizando el partido de la izquierda más retrógrada y anquilosada. Se han convertido una especie de adalid, venidos a menos, en la lucha contra los bancos, contra los desahucios y contra las injusticias que cometen con indefensos clientes. Especialmente favorecen las actuaciones para evitar los desahucios, con los que proceden las entidades financieras, contra quienes no pueden hacer frente a los pagos de los préstamos hipotecarios y que se han visto sorprendidos por los efectos de la crisis, aquellos cantos de sirenas que nos hicieron creer en la benevolencia de estos nuevos prestamistas y usureros. Pero la sorpresa viene dada por la noticia que aparece en los medios de comunicación, haciendo mención a la compra de una segunda vivienda por quien fuera coordinador de Izquierda Unida en Andalucía y presidente del parlamento andaluz, Diego Valderas, líder y principal autor de las intervenciones contra los bancos e instigador de la Ley andaluza para la paralización de los desahucios, en nuestra comunidad autónoma. Una transacción económica que no tendría ninguna trascendencia pues cualquier ciudadano está en su derecho y siempre que sus posibilidades se lo permitan, de adquirir una segunda vivienda como se referencia en este caso.
Sin embargo, el vicepresidente de la Junta, que entonces era presidente del Parlamento tras quince años como alcalde de Bollullos, no adquirió directamente la vivienda a su propietario, sino que lo hizo tras la correspondiente subasta judicial en un procedimiento seguido en el Juzgado de Primera Instancia número uno de Huelva. Las dos primeras pujas quedaron desiertas y a la tercera sólo concurrió El Monte como demandante, que se la quedó por un valor de cinco millones de pesetas como pago de la deuda que mantenía el propietario.
Según las certificaciones del Registro de la Propiedad de Almonte, Diego Valderas y su esposa se hicieron con aquel inmueble anexo al que ya poseían desde 1991 el 25 de mayo de 1995, un dato que corrobora la certificación del Catastro. Y en la transacción pagó 31.102,38 euros, cinco millones de pesetas, lo mismo que había abonado la caja en la citada subasta. Tres millones menos de los que le pedía su propio vecino, que tuvo que irse con su mujer y sus hijos a vivir a casa de sus suegros, donde sigue residiendo actualmente, y seguir pagando la deuda.

Mal ejemplo es éste, señor Valderas, cuando se intentan encabezar iniciativas para evitar las injusticias. Mal ejemplo éste de aprovecharse de las desventuras y miserias de sus vecinos. Para proferir y pedir justicia hay primero que dar ejemplo y usted no ha hecho lo que predica. Mal ejemplo señor Valderas.