Esta es la ventana a la que me asomo cada día. Este es el alfeizar donde me apoyo para ver la ciudad, para disfrutarla, para sentirla, para amarla. Este es mi mirador desde el que pongo mi voz para destacar mis opiniones sobre los problemas de esta Sevilla nuestra

lunes, 27 de mayo de 2013

Dios está aquí


         
  Recorrer las calle, salir al encuentro del necesitado, ir a la casa del enfermo, auxiliar a los que sufren, acompañar a los que padecen el peor de los males del siglo XXI, la soledad. Allí estaba. Con el mismo esplendor que le hace benefactor y beneficiado. Concurriendo siempre a la cita, por muy peligrosa que ésta sea. Allí estaba Cristo. Siempre pendiente del hermano. Descalzo y desnudo, con las mejores prendas, revestido de la magnificencia que requiere su ascendencia divina, se nos aparece en la trémula mañana del domingo víspera del Corpus recorriendo las calles de las feligresías, mostrándose y santificando con su presencia las esquinas, resolviendo las dudas de quienes padecen la desconfianza de una situación anómala y desconocida, que hemos propiciado los hombres con la intolerancia y la prepotencia.
            Hace veintiún siglos que Jesús camina por el sendero de la bondad y la beneficencia. Sin importarle la raza, ni la condición, ni la excelencia o la mediocridad. Dos mil años recorriendo la conciencia de los hombres, abonando el corazón con la alegría de la redención.
            Niños carráncanos que anuncian, con la destemplanza de una campana, que se acerca. El sol dorando las insignias que nos muestran la complacencia del hombre a Dios, el servicio sin límites para propagar su Divinidad. Dios está aquí, presente para cumplir con la Palabra, para surtir del amor a los que necesitan y se ven impedidos por la enfermedad. Dios entre nosotros para recordarnos que hay esperanza, que es posible una vida llena plena de alegría, sin la destemplanza de la ambigüedad en las razones para afecto al semejante, para el servicio al necesitado.
            La grandeza de la comitiva, pequeña pero excelsa, desplazándose por los lugares por donde no pasa ninguna cofradía, por donde Su presencia es más necesaria. Feligreses asomados a los balcones y desplegando sonrisas como mejor balduque. Ojos atónitos que expresan la satisfacción por la visita del Todopoderoso, que precinta el alma con su bondad y anega los corazones de esperanza. Una riada de ilusiones que posibilitan y certifican que la salvación tiene Cuerpo y Forma.
            Es la música severa y enfatizada por la suntuosidad de los armonios cuando se eleva y proclama la presencia sustancial de Dios traspasa los límites del tabernáculo, de himnos solemnes que proclaman la magnificencia de la Eucaristía, la que envuelve la claridad de estos días, la que sugiere la sonrisa de niños nimbados por la constatación de haber recibido por vez primera a Cristo, por sentir la explosión vital de revivir la primera comunión, por tener la primera constancia de que lo bueno es el camino para conducta ideal, que la maldad es negritud que esclaviza y detiene el progreso del hombre, que no hay nada más hermoso, sencillo y sincero que la del beneficio del mensaje de Cristo.
            Dios está aquí, parece proclamar el voltear jubiloso de las campanas, invocando la sonoridad musical del himno eucarístico, como si recordáramos las tardes de junio pantalón corto y helado napolitano, nata y chocolate enturbiando el paladar, mientras ascendía el aroma a la juncia, al romero desplegado en las calles para mejor y mayor gloria de Dios Nuestro Señor, que incita el tañer voluptuoso de las oraciones que se inician en cuanto se asoma y presiente la luz que promulga el palio, la sobriedad de un silencio recorriendo el universo de un zaguán mientras se hace realidad el mejor de los sueños.
            Ayer se refutó, en la collación de San Gil, toda esta grandeza que se nos vierte gratuitamente, toda esta benevolencia que se nos entrega sin que se nos pida nada más que amor y entrega al semejante. Ayer Jesús, recorrió las calles de la Macarena, de rancia y tradicional, de la que aún guarda el aroma de la colonia recién vertida, de los zapatos de charol y las rebequitas para que el rocío de la mañana no caiga sobre hombros desnudos o coarten las primeros repelucos, ni nos coarten de recibir a Dios en el corazón que ha salido a nuestro encuentro.

miércoles, 22 de mayo de 2013

A vueltas con la enseñanza*


La enseñanza pública tiene dos objetivos fundamentales y distintos: formar buenos ciudadanos y, como consecuencia de ello, procurar que el nivel académico sea el más alto posible. De unos años para atrás el progreso cultural no solo no se ha mejorado sino que ha involucionado, dejando este factor primordial, como mal endémico en todas las estructuras pedagógicas, pues los profesores no saben cómo aplicar las nuevas leyes de manera correcta y que entienden, en muchas ocasiones, pervierte el verdadero sentido de una instrucción lógica para la implantación de valores humanos y científicos. Desde que nos impusieron las Lodes, las Logses y otras se ha ido degradando el nivel educativo en España.
Cuando se instauró la democracia, muchos creímos que la educación pública iría mejorando al mismo ritmo que las ilusiones, que la cultura se implementaría como necesidad básica en la formación, que se implantarían nuevos métodos de estudio para complementar el modelo existente hasta el momento. Pero entonces nos sorprendieron y se dictaron leyes y normas para barrer cualquier signo –en todos los aspectos- que hubiera sido instituido y fomentado por el régimen anterior, aunque ello conllevara la destitución de métodos totalmente válidos y compaginables con la mejoras que debieron introducirse y no eliminar de un plumazo instituciones y grupos académicos que estaban formando a miles de ciudadanos, en profesiones y materias para el futuro. Quede como ejemplo, la supresión de las Universidades Laborales y los sistemas de enseñanzas como la EGB, BUP y COU, que funcionaban y cumplían con la necesaria preparación de ciudadanos en todas las materias y en todos los aspectos.
El cambio vino a modificar comportamientos en el alumnado y restricciones en los claustros de profesores que se han visto incapacitados para absorber el trepidante y caprichoso ritmo de cambios en los métodos educativos. Se formalizó, incluso, el avance de cursos de alumnos incapaces de reconocer y diferenciar entre una “b” y una “v”, para no hacer distingos emocionales con aquellos que esforzaban y estudiaban, por mor de no traumatizarlos. Se instauró oficialmente la vagancia y la desobediencia, siempre en pos de la debida libertad y  el respeto. Y para colmo, el nivel de puntuaciones se regularizaba y tiene el mismo valor el alumno que puntúa con un cinco rasposo que aquel que saca un diez. Este rasero que fomenta la igualdad ha dado paso a la inoperancia del esfuerzo, pues piensan que avanzan todos adecuadamente y, por tanto, estamos en un país de genios. ¡Qué echo de menos las matrículas de honor y los ceros! ¡Y a los maestros de escuela!
Señalan algunos desorientados que las instituciones privadas vienen beneficiándose de las subvenciones que se destinan a educación si bien no observan, ni hacen ninguna referencia, al alto grado de solicitudes de ingresos que tienen que atender porque el sistema de enseñanza pública es incapaz de absorber o porque hay centros en los que el nivel de formación deja mucho que desear, y no precisamente por los profesionales que atienden estos institutos, sino por el desánimo y la falta de motivación ante las actitudes y aptitudes violentas y educacionales del alumnado hacia ellos, que ha motivado y derivado en muchos casos en procesos patológicos psíquicos. Debería recordar a los desinformados que los ciclos formativos que se imparten, tanto en la pública como en la privada, es la misma y afecta a todo el sistema educativo del país y que vienen impuestos por la presente legislación en materia formativa, desde el ministerio de Educación. Si hay mayor número de solicitudes en centros privados será por la mejor consideración, entre padre y tutores, de sus planes de enseñanza, sin olvidar que la mayoría de los políticos, sin distingos de signos, prefieren escolarizar a sus hijos en centros religiosos católicos donde se imparten y compagina todavía nociones y valores. Los que sostienen que la Iglesia católica es una institución retrógrada y clasista, acuden a sus escuelas buscando precisamente la formación y la instrucción en los valores fundamentales de la vida para sus hijos. Es que ni siquiera son congruentes con su pensamiento.
Esperemos que la enseñanza pública encuentre el camino por el que transiten los jóvenes para su adecuada formación. Los paupérrimos planes conformados hasta el momento sólo nos han traído niveles culturales muy bajos y universitarios escasamente formados, poco incentivados y con las miras puestas en la consecución de una plaza funcionarial que le reporte grandes beneficios con el mínimo esfuerzo. Claro que eso es lo que han venido aprendiendo con los últimos sistemas educativos. Así nos va.


*Yo he estudiado siempre en escuelas públicas y soy partidario de la educación gratuita.

lunes, 13 de mayo de 2013

La costumbre a la necesidad


Ayer se celebraba, convocada por las fuerzas sociales que integran el movimiento 15 de mayo, que cumplía dos años desde su erección, en las más importantes capitales de la nación, una manifestación como protesta a la degeneración social y económica que está asolando el país.
            Numerosas personas se unieron a estas protestas pacíficas e inundaron las calles con lemas reivindicativos, y que exigían la toma de medidas inmediatas para solucionar, de una vez, este gran problema que está destruyendo la sociedad con más de seis millones de parados. Se está eternizando esta situación y muchas familias ya no tiene donde acudir, si no son centros de beneficencia, que curiosamente no están regidas por estamentos o instituciones políticas, que parece ser solo tienen preocupaciones por cuestiones baladíes, sin importarles lo más mínimo, que el desempleo consiga cotas históricas, que los jóvenes tengan que marcharse para poder labrarse un provenir o que las atenciones médicas y la enseñanza pública no consigan las inversiones necesarias para poder ampliar, a los ciudadanos, estos necesarios servicios, que si no dejan de mantener la calidad, es gracias a los profesionales que se esfuerzan en atender y procurar lo que las instituciones son incapaces de sostener.
            Los recortes, que a veces me pregunto si de verdad se están llevando a cabo en donde debieran efectuarse y no en los de siempre, están propiciando la falta de inversión. Los bancos siguen sometiendo a sus clientes, les imponen condiciones leoninas en el cobro de comisiones y tienen paralizada la concesión de préstamos a los inversores, a los emprendedores, que son los que reactivan la situación económica con su valentía y su decisión.
            Comentaban ayer en el diario El País, que un empresario catalán, Edu Sentís, había obtenido la concesión, para la fabricación, instalación y mantenimiento, del servicio de bicicletas Copenhague, ciudad modelo para este tipo de transporte, licencia a la que presentaron proyectos más de treinta empresas de todo el mundo, a la que optaron con una propuesta innovadora, en la que los velocípedos se fabricarían en nuestro país, lo que generaría nuevos empleos, y potenciaría un mercado y nuevas expectativas económicas en este sector industrial.
            No contaba el empresario, a pesar de la atractiva operación para cualquier entidad financiera, en otra parte del mundo, claro, que estamos en España en donde poco menos hay que ser multimillonario para poder avalar un negocio de esta envergadura, un estado donde los bancos necesitan garantizar los préstamos a la inversión con el 120% del valor de la transacción. Para ejecutar el proyecto, que además tenía probada la liquidez con dos millones de euros de beneficios –los daneses se obligan a pagar al empresario conforme se van ejecutando los plazos de obras- necesitaba tres millones. Ninguna entidad financiera ha querido “invertir”, casi sin riesgo, en la idea de este emprendedor. Pero lo peor es que las instituciones establecidas por el gobierno para concretar ayudas, tampoco han querido proporcionar y reconducir las soluciones para que una empresa española, repito, con margen de beneficio estimado de antemano, pueda contribuir a frenar el descalabre de una situación que se está enquistando de manera peligrosa, en el tejido más sensible de su cuerpo. Así no hay manera de regenerar la situación económica.
            Si el dinero que se inyecta a los bancos solo sirve para nivelar sus balances y resultados positivos, el país va al desastre. Y no me refiero al éstos, sino a los ciudadanos que cada vez cuentan con menos derechos, con más impuestos y con una sustancial rebaja en el bienestar.
            Ayer volvimos a manifestarnos. Y no éramos perrosflautas, sino gente que estamos pasándolo muy mal, gracias a la presión de este gobierno –señor Rajoy, ¿los españoles somos sólo los ciudadanos? ¿Son los bancos una casta especial a los que tenemos que engordar a costa de nuestra sangre?- y de la inutilidad del anterior – ¡jóder con la sociedad del bienestar que nos prometían!-. Había médicos, profesores de universidad, licenciados, profesionales, amas de casa, niños con ropa de sus hermanos mayores y hasta abuelos, que son los que están manteniendo con sus pensiones a familias enteras. Dios sabe qué puede pasar cuando empiecen a faltar. Que sea dentro de muchos años. Y lo peor, es que nos estamos acostumbrando a la necesidad.

lunes, 6 de mayo de 2013

Hoy es el día de la Madre


            
No puedo estar más de acuerdo. La editora Rosa García Perea (Jirones de azul), en el artículo que publica en la publicación Viva Sevilla, en el día de hoy, y en su magnífico blog personal, Arena en los zapatos, entra a saco en el espinoso tema de las conmemoraciones eventuales de los días de… Y con la claridad y la rotundidad que la definen, expone no ser seguidora de estas celebraciones puntuales. Una declaración de intenciones definitiva, a la que yo me sumo. Ya somos dos, paisana.
            Ayer vi, con estupefacción y sorpresa siempre, cuando salí a comprar el pan, que fue lo único que hice, aparte de pasarme el día escribiendo, hasta bien entrada la madrugada, cómo en la puerta de panadería habían establecido una floristería eventual y cómo se deshacía la vendedora de los ramos de flores. Cuando salí de la tahona ya no estaba. Pensé en esos grandes almacenes que inventan melifluas festividades para incrementar sus índices de beneficios. Siempre hay quién cae en estas cosas, en estas banalidades que alteran el ritmo natural de los sentimientos.
            Como comprenderán me estoy alineando con mi querida amiga, no por afectos, que los tengo, os quiero, sino porque desde hace años desprecio estas inútiles e innecesarias conmemoraciones. No es la primera vez que me manifiesto con un declaración semejante; es que alguna vez me llevado el rapapolvo de algún amigo porque no recordaba -¡horror!- el feliz día de los enamorados, otro invento mercantil que en su día propiciara la desaparecida y entrañable Galerías Preciados. El día de los enamorados concurre a las seis de la mañana, del siete agosto, cuando me levanto y preparo el desayuno a mi mujer y le doy un beso; el día de la madre era para mí cualquier día, que ya no volverá para mi desgracia, cuando visitaba a mi madre, el once de octubre, por citar una jornada cualquiera, y me abrazaba y sentía el calor de su amor en sus manos y el brillo de sus ojos, al día siguiente, cuando volvía a verla.
            Sobran días para querer y recordar. Los sentimientos no pueden ser mercancías ni objetos a los que poner precios desorbitados. No se quiere más por el valor del regalo. Basta con la intención, con guardar en la memoria de quienes venimos y a quienes queremos. La utilización de los afectos no puede traer otra consecuencia que el desaire y la desmotivación. Yo celebro todos los días, el día de la madre. Cuando me levanto y cuando me acuesto, cuando paso por el saloncito y veo la foto de mi primer cumpleaños, yo con cara de bobito, y ella junto a mí, tal vez cantándome aquello de cumpleaños feliz, encendiendo la tarta que ella misma habría confeccionado. Esta celebración casi litúrgica y diaria, la obvié ayer. Pero hoy vuelvo a retomarla.
            De la madre que me acordé ayer, y durante los diez días anteriores también, fue la del puñetero ordenador que se estropeó, dejándome con la incertidumbre de la recuperación de datos, pues había algunos trabajos importantes, especialmente de la obra que estoy desarrollando, no asustaos queridas y bondadosas editoras. Gracias a Dios que han podido salvar la mayoría de los archivos que contenía el maltrecho y maldito disco duro. La madre que lo parió. Qué susto me ha dado.
            Sin remordimiento lo he puesto en espera para abandonarlo en un centro de reciclaje. Sin piedad. Éste ya no me la juega más. Por eso me acordé de su madre ayer y a ella dediqué algunos elogios, que tal vez no entienda porque es coreana o china. Lo siento señora, son impulsos que nos hacen lanzar exabruptos, en los momentos de desesperación. Ahora solo queda intentar recuperar del disco duro de mi memoria algunos trozos y trazos de cuanto estoy escribiendo. Un esfuerzo más que me impongo.
            El día de la madre, para mí, es aquél en el que me dio el ser, el mismo que me llevó de la mano a miguilla del pueblo, y se fue rota de dolor porque me quedé llorando, o aquel otro que planchó mi primera túnica, en propiedad, de mi hermandad, o aquella mañana de viernes santo, mi primera estación de penitencia como costalero, que apostada en la calle Parras, junto a la que hoy es mi mujer, cuando pasaba el Señor de la Sentencia, qué de años de aquello mamá, lanzó el santo y seña del mejor amor, y gritó mi nombre y yo lo reconocí y me sentí orgulloso, aunque Miguel Loreto no parara el paso hasta pasada la Bolera. Durante los próximos trescientos sesenta y cuatro días celebraré el día de la madre.

viernes, 3 de mayo de 2013

La cuadrilla del Cristo de la Sentencia


            Allí estamos. Media cuadrilla delante del Cristo de la Sentencia. Joviales, unidos ya por el abrazo aun cuando quedaran muchas horas para ungirnos en el definitivo. No recuerdo el año, pero allí estamos. Sonriendo con premeditación pero si alevosía, que los impulsos de la devoción surgen de improviso, porque nos esperaba la gloria sumergidos en las galeras de esta impresionante nave de amor. Un grupo de amigos dispuestos para la mejor labor, para entonar los salmos de la redención que tienen su pretil coral en el barrio de la Macarena, en los aledaños de las antiguas huertas que se transmutan en el tiempo y se hacen presencia en los ojos, en las manos, en las voces y los vítores de su gente, cuando el sol alcanza el orto del universo. Un clamor popular que llegaba a través de los orificios labrados en los respiraderos, no para aliviarnos del cansancio y dotar al cuerpo de oxígeno, que no nos hacía falta, sino que nos llegaran los clamores populares, las aclamaciones multitudinarias que son seguidas cuando se quiebran las emociones en el alma y brotan incontenibles para ensalzar la figura del Sentenciado. Si la Virgen lleva consigo la Universalidad de la belleza y la devoción, este Cristo es el sentimiento y el asentamiento del fervor del barrio, lo que distingue su carácter, profundizando en la religiosidad que se ancla en los mostradores de las tabernas o en el mensaje salvífico que en la calle Parras, en una pizarra y con tiza, se manifestaba con  un Viva el Cristo de la Sentencia.
            La imagen nos recupera al tiempo pasado, aquel instante eterno en la espera y convertido en suspiro cuando traspasábamos las lindes del territorio que encontraba tras el muro aterciopelado, cuando nos fundíamos en la oscuridad aún sabiendo que éramos parte del estallido lumínico que se presiente en los ojos del Señor, en el aviso de salvación que van reluciendo en la cruz que forman sus manos y que nos invitan a tomarla, a seguirla, a quererla y hasta a fundirnos en el sufrimiento. Nunca el tiempo es tan fugaz como cuando nos fijábamos a la trabajadera y nos fundíamos para convertir la comunidad en un solo espíritu, en una sola fuerza capaz de trastocar la física y la teoría de la gravedad. Newton no comprobó en sus tratados que había gente capaz de invertir sus teoremas y que en vez de ser atraídos, elevábamos nuestros corazones al lugar del cielo donde reside el amor.
Éramos felices, como lo serán ahora, casi veinticinco años después, quienes tienen el honor de transgredir las espesuras de la razón  y procurar la conversión al amor que pregona Cristo. Éramos felices, porque nos sentíamos cerca de la dicha, porque sabíamos que los esfuerzos nos unían, porque estábamos convencidos de la necesidad de Esperanza que se postra en los bordes de las aceras y comenzaban reconciliarse con la ilusión transfigurada en sus rostros, con la alegría de saber que en las lágrimas habitaba el sentimiento de un recuerdo, la emoción de un padre que los instruyó en la sensibilidad del cariño, de la voz de una madre que reclama por su nombre, a uno de los que iban debajo, de un humilde macareno que no tuvo más sueño, ni mayor pretensión, que se fiel a su devoción.
            Esta foto nos entrega la condición de los recuerdos. Esta foto es la ratificación de la existencia de Dios. Éramos conscientes de la responsabilidad que adquiríamos con el trabajo, con la forma de realizar la estación de penitencia con nuestra Hermandad, hombres niños capaces de vencer los miedos, de relegar de la soberbia para sumirnos en la dependencia de esa mirada sencilla y alegre –fijaos cómo le brillan los ojos, como se personifica en su semblante la servidumbre y la entrega- que nos obligaba, que nos obliga, a transmitir sus palabras, sus hechos, sus mensajes y sus silencios.
            Allí estábamos. Nos llamó y acudimos, sumisos y prescindibles. Ser costalero macareno es un marchamo de la mejor condición, es personificarse en elemento transmisor de la Esperanza. ¡Qué suerte tuvimos, verdad! Un grupo de amigos, de cristianos, convertidos al amor por el Cristo de la Sentencia.

jueves, 2 de mayo de 2013

Un abrazo y dos besos


           
 No terminaron viéndose tan pronto como hubieran deseado. Siempre se cruzaba algún inconveniente de última hora, algún motivo laboral o simplemente no coincidían en sus deseos. Alguna que otra vez quiso darle una sorpresa, alterar el sino con la premeditación, con la ocasionalidad, encuentros que se truncaban porque las citas imposibles no surgen de la casualidad si no vienen conducidas por la Providencia. Y ahí las intenciones ya no están sujetas a la voluntad propia
     Treinta años sin cruzar miradas. Muchas décadas reteniendo recuerdos, situaciones que permanecían aletargadas en el fondo de un baúl destronado de sus usos, trastabillado en un rincón donde dormía y consumía sus glorias pasadas. Treinta años que pasan como los suspiros y que van destilando las emociones, los sucesos y hasta los besos que no se llegaron a dar. Treinta años visitando la nostalgia, rescatando una imagen que se iba emborronando conforme pasaban los días y que ahora recuperaba su esplendor, la fisonomía alterada que recobrara los rasgos, devolviendo a la vida lo que se consumía en el gris, la destrucción del olvido oyendo la canción que loaba y glorifica la pureza del amor, la sinceridad de los abrazos, la ingenuidad de un roce y la timidez venciéndolos si el azar conseguía que las manos se tocaran.
            No existe el lugar donde se implanta la simiente del olvido, ni crecen en sus campos árboles que acierten a separarnos de los recuerdos. Estos bosques encantados nos siguen produciendo melancolías, nos retraen a los momentos más hermosos porque nos fueron signando en el romanticismo, sacando lascas del corazón cuando nos negaban una mirada o nos envolvían en seda el alma si acaso se nos acercaban, o nos manteníamos en ascuas porque un centímetro nos parecía la distancia inalcanzable. Es mentira que los sueños se evaporen con el transcurso del tiempo. Uno siempre es recuerdo en los ojos de otros, siempre es presencia en el pensamiento de aquellos que nos quisieron alguna vez y que lucharon por mantener la certidumbre de la juventud, que lograron rescatar el pasado con los versos y los sones de un músico apasionado, que nos enamoraba porque tal vez, él mismo, estuviera perdido en el laberinto del deseo, arrebatado por la pasión que compartíamos, aun sin tener conciencia de ello, aunque nos ignoráramos en las distancias.
            Treinta años que consiguieron larvar los sentidos, sumirlos en profundo letargo, un estrato donde hibernaron los sentimientos hasta que la primavera y el cruce de unas palabras provocaron que la nigromancia viniera a solventar la pesadez del sueño. ¿No imaginamos un mundo mejor, teniendo como sustento y base al amor? No infringíamos las normas porque las establecíamos nosotros, porque escribíamos en el aire los romances y las coplas para que no nos las pudieran sustraer, para que viajaran de los labios a los oídos y se hicieran ramos y pétalos que se esparcían por los sentidos. Loa al sentido romántico del amor. Otros tiempos, otros modos, otras situaciones. La disolución del universo pende de una revisión de la memoria, de las vueltas y retornos en este laberinto que nos hizo retornar a la fugacidad del aprecio, porque escogimos acompañantes para buscar las salidas a los trasiegos del amor y del dolor, que son las emociones que más unen.
            Una canción en el ipad que los reencuentra. Un mensaje en facebook que les dicen que aún mantienen en el aire un suspiro, un momento que quedó aletargado en una esquina -suspendido e inalterado, esperando que alguien lo hiciera suyo- una tarde de verano sin que fueran capaces de vencer los miedos, de luchar contra la adversidad, y que sigue allí prendido, esperando a que los ojos lo reconozcan y eleve la salmodia que haga resplandecer el cuerpo, que haga vibrar el alma y que se remuevan las ausencias hasta conforma el espíritu de la emoción y la vida se convierta en conmoción con un abrazo y dos besos.