La enseñanza pública tiene dos objetivos
fundamentales y distintos: formar buenos ciudadanos y, como consecuencia de
ello, procurar que el nivel académico sea el más alto posible. De unos años
para atrás el progreso cultural no solo no se ha mejorado sino que ha
involucionado, dejando este factor primordial, como mal endémico en todas las
estructuras pedagógicas, pues los profesores no saben cómo aplicar las nuevas
leyes de manera correcta y que entienden, en muchas ocasiones, pervierte el
verdadero sentido de una instrucción lógica para la implantación de valores
humanos y científicos. Desde que nos impusieron las Lodes, las Logses y otras se
ha ido degradando el nivel educativo en España.
Cuando se instauró la democracia, muchos creímos que
la educación pública iría mejorando al mismo ritmo que las ilusiones, que la
cultura se implementaría como necesidad básica en la formación, que se
implantarían nuevos métodos de estudio para complementar el modelo existente
hasta el momento. Pero entonces nos sorprendieron y se dictaron leyes y normas
para barrer cualquier signo –en todos los aspectos- que hubiera sido instituido
y fomentado por el régimen anterior, aunque ello conllevara la destitución de
métodos totalmente válidos y compaginables con la mejoras que debieron
introducirse y no eliminar de un plumazo instituciones y grupos académicos que
estaban formando a miles de ciudadanos, en profesiones y materias para el
futuro. Quede como ejemplo, la supresión de las Universidades Laborales y los
sistemas de enseñanzas como la EGB, BUP y COU, que funcionaban y cumplían con
la necesaria preparación de ciudadanos en todas las materias y en todos los
aspectos.
El cambio vino a modificar comportamientos en el
alumnado y restricciones en los claustros de profesores que se han visto
incapacitados para absorber el trepidante y caprichoso ritmo de cambios en los
métodos educativos. Se formalizó, incluso, el avance de cursos de alumnos
incapaces de reconocer y diferenciar entre una “b” y una “v”, para no hacer
distingos emocionales con aquellos que esforzaban y estudiaban, por mor de no
traumatizarlos. Se instauró oficialmente la vagancia y la desobediencia,
siempre en pos de la debida libertad y
el respeto. Y para colmo, el nivel de puntuaciones se regularizaba y
tiene el mismo valor el alumno que puntúa con un cinco rasposo que aquel que
saca un diez. Este rasero que fomenta la igualdad ha dado paso a la inoperancia
del esfuerzo, pues piensan que avanzan todos adecuadamente y, por tanto,
estamos en un país de genios. ¡Qué echo de menos las matrículas de honor y los
ceros! ¡Y a los maestros de escuela!
Señalan algunos desorientados que las instituciones
privadas vienen beneficiándose de las subvenciones que se destinan a educación
si bien no observan, ni hacen ninguna referencia, al alto grado de solicitudes
de ingresos que tienen que atender porque el sistema de enseñanza pública es
incapaz de absorber o porque hay centros en los que el nivel de formación deja
mucho que desear, y no precisamente por los profesionales que atienden estos institutos,
sino por el desánimo y la falta de motivación ante las actitudes y aptitudes
violentas y educacionales del alumnado hacia ellos, que ha motivado y derivado
en muchos casos en procesos patológicos psíquicos. Debería recordar a los
desinformados que los ciclos formativos que se imparten, tanto en la pública
como en la privada, es la misma y afecta a todo el sistema educativo del país y
que vienen impuestos por la presente legislación en materia formativa, desde el
ministerio de Educación. Si hay mayor número de solicitudes en centros privados
será por la mejor consideración, entre padre y tutores, de sus planes de
enseñanza, sin olvidar que la mayoría de los políticos, sin distingos de
signos, prefieren escolarizar a sus hijos en centros religiosos católicos donde
se imparten y compagina todavía nociones y valores. Los que sostienen que la
Iglesia católica es una institución retrógrada y clasista, acuden a sus
escuelas buscando precisamente la formación y la instrucción en los valores
fundamentales de la vida para sus hijos. Es que ni siquiera son congruentes con
su pensamiento.
Esperemos que la enseñanza pública encuentre el
camino por el que transiten los jóvenes para su adecuada formación. Los paupérrimos
planes conformados hasta el momento sólo nos han traído niveles culturales muy
bajos y universitarios escasamente formados, poco incentivados y con las miras
puestas en la consecución de una plaza funcionarial que le reporte grandes
beneficios con el mínimo esfuerzo. Claro que eso es lo que han venido
aprendiendo con los últimos sistemas educativos. Así nos va.
*Yo
he estudiado siempre en escuelas públicas y soy partidario de la educación
gratuita.
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