Esta es la ventana a la que me asomo cada día. Este es el alfeizar donde me apoyo para ver la ciudad, para disfrutarla, para sentirla, para amarla. Este es mi mirador desde el que pongo mi voz para destacar mis opiniones sobre los problemas de esta Sevilla nuestra

domingo, 31 de julio de 2011

DE CÓMO GUZMÁN DE ALFARACHE CONTINÚA VIGENTE


La primera vez que leí, no sin cierto desasosiego y escasas ganas porque mis ansias y gustos literarios provenían de otros sectores en aquellos primeros años de mi adolescencia, la “Vida y andanzas de Guzmán de Alfarache” he de reconocer que me atrapó y me condujo a la lectura de otras obras del mismo género como “Rinconete y Cortadillo” de Miguel de Cervantes, y la celebérrima, moralizante y mundialmente reconocida obra anónima “El lazarillo de Tormes”. Conocer los lances y aventuras de este personaje creado, ideado, extraída de su propia existencia, supuso el conocimiento de una sociedad en decadencia, de una sociedad en las que las clases sociales se diferenciaban en sustratos que imponía el poder económico que trajo consigo el descubrimiento del Nuevo Mundo y la explotación de sus riquezas. Sevilla era la puerta del mundo por la que entraba toda la riqueza y ventana por la que dilapidan las grandes fortunas que llegan del otro lado del Atlántico. Cosas de la idiosincrasia de esta tierra y que ya lo describió a la perfección Paco Gandía en aquel hecho verídico en el que un hijo le pregunta a su progenitor por qué los moros tienen tanto petróleo y nosotros tanto vino, respondiendo el padre, con un deje entre la resignación y el orgullo, tan propio de esta tierra, “porque Dios nos dio a escoger a nosotros primero”.
Su autor Mateo Alemán vivió entre la desesperación y el endeudamiento continuo, dando sablazos y esquivando constantemente a sus acreedores. Según sus historiadores y quienes han investigado sobre su vida, por estos lances de la vida pasó dos veces por la cárcel, una de ellas en Sevilla, donde coincidió según parece con Miguel de Cervantes. Aquellas dos mentes encerradas en una celda dieron con la genialidad y concibieron, entre la penuria y el desastre, las obras más insignes de la literatura española y quizás de las más importantes de las letras universales.
Leemos en ABC hoy que el historiador sevillano, Juan Cartaya, ha dado por casualidad con el documento que certifica el fallecimiento del redactor de las Reglas de la Hermandad del Nazareno, a la que perteneció y mantuvo gran devoción durante toda su vida, en la más extrema pobreza en Nueva España, México, en el año de 1614, desasistido y abandonado a su suerte, de tal forma que fue sepultado gracias a la caridad. No es de extrañar, dos años después lo hacía Miguel de Cervantes y en parecidas circunstancias.
Mateo Alemán pública la primera edición de “Guzmán de Alfarache” en el año 1599, editándose una segunda en 1604. Su trascendencia en aquella época, su repercusión mediática, utilizando términos de la actual, pudiera compararse a los actuales fenómenos editoriales que arrasan en las librerías, y que como en numerosísimas ocasiones los autores son los que menos provecho sacan de los luengos beneficios que procuran sus ventas.
Hoy le doy gracias a aquel viejo profesor de literatura que nos propuso la lectura del hermoso libro de las aventuras del pícaro, sus moralizantes conclusiones que provenían del propio Evangelio algunas, libro que debió conocer muy bien el escritor sevillano cuando le fue propuesta la redacción de las Reglas de la Hermandad del Silencio, de este Nazareno que aferra su cruz para echársela al hombro y purgar todas nuestras penas.
Sólo y desvalido, en el desamparo de su mala suerte, alejado de la tierra que le viera nacer, de las calles por las que jugara mientras los carros transportaban las riquezas del Nuevo Mundo, cuando le llegó la fatal hora tal vez recordara la madrugada del Viernes Santo, y se aferrara a su fe y el Nazareno de la Cruz Reversa le tendería su mano para acompañarle en el tránsito a la vida eterna.

sábado, 30 de julio de 2011

CAMPO DE LOS MÁRTIRES, NUNCA MEJOR DICHO


Hace ya algún tiempo que al pasar por la plaza del Campo de los Mártires quedamos asombrados al contemplar cómo una indigente se había instalado, en uno de los accesos cubiertos y protegido a las inclemencias atmosféricas, con todas sus pertenencias personales, incluidos algunos muebles y utensilios. No era la usual ocupación ilegal e mendigos que buscan un lugar donde resguardarse del calor o donde cobijarse del frío en las tardes invernarles. La pobre mujer buscaba, en aquel espacio público, un lugar donde recogerse, hacer de aquel parque moderno que nos trajo la exposición universal, un símil de hogar, un territorio propio donde había marcado incluso sus límites, las fronteras instauradas para su uso, sin importarle que su intimidad se viera vulnerada con cada mirada, con cada comentario, soeces algunos, lastimeros los más, porque debe haber situaciones en las que la vergüenza y los valores primarios se vean superados por la acuciante necesidad. Incluso dispuso unas macetas con luminosas y coloristas flores y había tomado de una farola cercana, una línea de luz que servía como vínculo con la civilización que alardeaba, a escasos metros de ella, de esa sociedad del bienestar que vendieron y pregonaron los políticos y que ahora, curiosamente con esta crisis que nos han traído, han dejado de vociferar en sus foros y en los medios de comunicación que manejaban con la impunidad y la sinvergüenza de refrescarles las prensas y las tintas con sustanciosas subvenciones, para instaurar recortes, reducir los gastos y obligarnos a poner un nuevo agujero en la correa del pantalón, mientras algunos no muestran remilgos en prescribirse las mejores recetas del lujo y tienen que ponerse tirantes porque sus cinturones no dan para contener el esplendor de sus barrigas.
Al poco volvimos a pasar por aquel lugar y pudimos comprobar cómo habían desalojado a la pobre mujer. No quedaba rastro alguno de aquel improvisado hogar que se buscó para engañar a la dignidad, para no verse desposeída de la única prebenda que debía permanecer en su interior: el honor. Las quejas de los vecinos e instituciones que ubican en sus proximidades, con toda la razón del mundo, fueron atendidas
Ignoro sí los organismos sociales de la ciudad dieron una solución a aquella situación, esperpéntica desde luego. La actuación era necesaria para la sociedad y la respuesta la adecuada, insisto, siempre que la mujer durmiera en un lugar adecuado, donde ni fuera vilipendiada su dignidad, donde el frío no la acompañara en su soledad.
Han transcurrido algunos años desde aquel incidente. La dejadez más absoluta se adueño del espacio que pronto se convirtió en un verdadero estercolero, donde campaban a sus anchas las ratas, verdaderas reinas de los escombros, basuras y toda clase de inmundicias que se fueron acumulando sin la menor preocupación de la clase política que gobernó durante estos últimos años, en acondicionar el lugar y recuperarlo para el fin que fuera concebido: el esparcimiento y disfrute de los ciudadanos, amén de velar por la salud de los mismos.
Todo esto ocurría en una de las zonas que más se revalorizaron con la especulación urbanística, la de las inmediaciones de la Buhaira, en pleno centro de la ciudad, y han tenido que pasar más de ocho años para que se atendieran las quejas de los vecinos, que veían cómo se adecentaban, muy cerca de allí, a un tiro de piedra prácticamente, sedes locales de partidos con subvenciones públicas y con irregularidades en los proyectos de reforma que se presentaron para su concreción.
Gracias a Dios, el nuevo gobierno municipal está cumpliendo, hasta el momento, con las promesas electorales y el Campo de los Mártires puede volver a ser disfrutado por sus vecinos.

jueves, 28 de julio de 2011

ADIOS AL PLAN CENTRO O COMO DEVOLVER LA CORDURA A ESTA CIUDAD


La de vueltas que he tenido que dar para esquivar la dictatorial vigilancia a la que nos tenían sometido con el dichoso Plan Centro, para llegar desde mi casa a la Macarena. Y ahora resulta que después de la millonaria inversión en la compra de los equipos, de los programas informáticos, de su instalación en el perímetro del casco histórico, de la contratación de los expertos que tenían que sancionar, tras captar las matrículas de los vehículos infractores, pues resulta que todo este maremágnum de las dichosas y vilipendiadas cámaras ha sido una farsa, pues desde hace algunos meses, y a muy pocos de su puesta en funcionamiento, no cumplían su función dada la escasa efectividad de las mismas y los problemas para identificar correctamente a los sufridos sevillanos que osaron en transgredir el límite de paso por las diferentes parcelaciones viarias que se estipularon para este nuevo impuesto revolucionario de aquel “visionario” con barba y pipa, que nos estuvo mal gobernando durante le último periodo de gobierno consistorial.

Es todo un despropósito, aquí en esta ciudad. Activar un plan de estas características tendría que haberse conformado con transportes públicos adecuados a las necesidades de habitantes, comerciantes y posibles compradores, amén de posibilitar servicios de aparcamiento que posibilitaran el acceso cómodo y rápido, y no que poder ir a comprar al centro se convirtiera en una competición de velocidad. Pero cerrar las puertas del centro sin ofrecer las medidas necesarias era como cerrar las puertas de la casa y tirar la llave al río.

Parece ser que mañana será derogado, al menos en sus términos esenciales, este plan del centro de Sevilla, cumpliéndose así unos de los anhelos de los comerciantes y de quiénes se prodigan en visitar sus instalaciones. Pero el trasfondo positivo de todo esto es poder comprobar que alguien cumple una promesa electoral y que la lleva acabo tal y como lo expresó en su momento, en uno de los primeros plenos municipales que se celebraran. Hay que ser congruente con lo que se divulga porque de otra manera, y en esta tierra tenemos muchísimos ejemplos de los olvidos hacia los olvidados, se está ninguneando a lo electores y lo que es mucho peor, sustrayendo vilmente unos de los derechos fundamentales de la razón de ser del hombre: la posibilidad de soñar y conseguir un mundo mejor.

Este atrevimiento a ser coherente con su ideario, con el enaltecimiento y recuperación de los valores fundamentales del hombre y ponerlos al servicio de la comunidad ha sido lo que ha propiciado esta alteración de los estadios en el ayuntamiento de la ciudad. Los sevillanos están hartos de que se les tome el pelo, de que se les tome por tontos, algo que algunos políticos empezaban a tomar como cierto. Había que sentar cabeza y reivindicar la honestidad como principal condición del gobernante. Nadie va a levantar una hoguera, ni convocará un auto de fe en la plaza de San Francisco por los errores que pudieran cometerse. Para eso habrá elecciones en laos próximos cuatro años y la potestad del pueblo para cambiar a sus gobernantes sí cree que no han sabido llevar las riendas del municipio como ha de ser. Pero lo que no tiene razón de ser es querer traspasar la culpa al bendito ciudadano, imponiéndole los hechos ya consumados, sin alternativas y además incapaz de reconocer sus errores, como con estas cámaras que dejaron de funcionar, por la razón y hechos que fueren, y sin pedir responsabilidades a quienes las tuvieran. Señores, si el plan está mal concebido, tiene repercusiones muy negativas para una gran parte del comercio que se concentra en esta zona, porque es u mejor y mayor atractivo, y además no cumplen, para colmo de los colmos, con la función para la que fueron erigidas.

martes, 26 de julio de 2011

VIVIR EN EL PASADO PARA IGNORAR EL PRESENTE


VIVIR EN EL PASADO PARA IGNORAR EL PRESENTE
No hay manera de que entiendan que el pasado no tiene futuro, que sus ideologías han de ir adecuándose a los tiempos, a las nuevas necesidades sociales. Qué trabajito les cuesta comprender que las coyunturas económicas de la actualidad no son las mismas que hace ciento cincuenta años. Y todavía quieren hacernos creer que el progreso sólo es posible desde la dictadura del proletariado, un discurso tan arcaico y desvencijado que ya no convence a nadie. Sus correligionarios son cada vez menos porque huyen despavoridos cuando observan cómo se benefician desde las cúpulas y grupúsculos de poder que logran alcanzar con alianzas políticas.
Tratan de vender un proyecto de nueva sociedad anclando las estructuras socioeconómicas en observaciones y pensamientos que pregonaron sus mitos, reflexiones que iban con los tiempos en los que la explotación y el abuso en tareas laborales era uso cotidiano, pero totalmente desfasadas en estos tiempos en los que urgen soluciones continuas a problemas que evolucionan con la misma celeridad que la formación y preparación de los jóvenes que aspiran a renovar el parque laboral. Con denostados discursos lo único que pueden conseguir es revocar a sus propias ideas. Hay que avanzar para progresar, mostrar interés por las nuevas disposiciones sociales, ver cómo evolucionan los mercados e intentar arbitrar medidas que combatan, eficaz y realmente, los problemas que acucian la sociedad actual. Lamentándose de lo que fue y no ha sido no sirve más que para inmovilizar el presente con deseos de retraerse al pasado.
Todavía siguen lamentándose de los sucesos que provocaron la remoción de la segunda república, culpando de sus propios errores a los que los depusieron, con métodos más o menos discutibles. A pesar del tiempo pasado, setenta y cinco años que posibilitan un visión más objetiva de aquellos acontecimientos, continúan anclados en sus posiciones, incapaces de afrontar y digerir estos nuevos tiempos que hace posible la convivencia pacífica, como ya formularon y dispusieron quienes sí conocieron aquel desastre.
Lo peor es que la promulgación de esta feroz vuelta al enconamiento la están proliferando jóvenes que no tienen ni memoria, por más que alguno intente manipular la historia, ni edad para valorar lo que realmente aconteció, sus antecedentes y conclusión, las repercusiones que tuvo para unos y para otros, para los que se erigieron vencedores y para los que desgraciadamente perdieron, porque las informaciones de lasa que se nutren vienen desde la subjetividad del ideario interesado en tergiversar la veracidad de los hechos, convenciéndoles e intoxicándoles con medias verdades. Continuar exponiendo sus símbolos es proyectar sus rencores, separarse de la realidad y convertir sueños en pesadillas. Exponer la bandera tricolor, en la parte trasera de la caseta que Izquierda Unida disfruta, en la Velá de Santa Ana, es remover la conciencia de quienes saben que la enseña que nos distingue a los españoles es otra, la que nos representa es otra, la que nos iguala a todos y nos confiere el honor de ser hijos de esta nación, es otra. Rodean la legalidad institucional, obvian la Constitución y hasta pueden provocar las iras de algunos furibundos. ¿Es realmente necesaria esta exhibición antipatriótica? ¿Beneficia a alguien estas arcaicas demostraciones de lo que fue y no es?¿Conseguirán alguna vez escalar los peldaños del tiempo y asaltar el presente para instaurarse en esa época de progreso que tanto pregonan y de la que tanto huyen? El ideario que vocean tuvo su periodo de esplendor –a la historia me remito- y llegó a ilusionar a millones de personas, hasta que quienes la padecían se sublevaron contra ella cuando descubrieron la verdad.

lunes, 25 de julio de 2011

OLEGUER Y SUS OCURRENCIAS. HISTORIAS DE UNA MILI


Hace una decena de años fue la última vez que me encontré con un amigo catalán, con el coincidí en el obligatorio cumplimiento del servicio militar que en este país hubo en un tiempo y tanto bien hizo a quienes tuvimos la suerte de realizarlo, visitó este ciudad de nuestros amores a tenor de un desplazamiento, que por motivos profesionales, tuvo que realizar. Como quiera que la tarea se demoraría durante unos días, concordamos un cita para abrazarnos y recordar los entrañables momentos que compartimos en aquel servicio a la Patria, en la base aérea de Morón de la Frontera.
Oleguer –Olegario en aquel destacamento de F5, en el inicio de la década de los ochenta, pues algunos mandos todavía no aceptaban los catalanismos por estas latitudes- nació en la pequeña localidad de Naut Aran, creo recordar, situada en la comarca del Valle de Aran, en los Pirineos centrales, en la provincia de Lérida. Es un tipo raro, muy extrovertido, que decía siempre lo que pensaba y a veces sin pensarlo. Su profundo acento catalán le trajo algunas antipatías durante el periodo de instrucción pero se sobreponía con una entereza digna de encomio. Imaginativo como pocos, esta natural virtud le da de comer, trabaja en una empresa de publicidad como creativo. Algunos de los anuncios que vemos en televisión y que oímos en la radio han sido elaborados por su compañía. Por nuestro destino en la base estábamos en constante contacto con jefes y oficiales, todos pilotos de F5. Acaba de llegar el reemplazo de enero coincidiendo con un fin de semana. Algunos de los nuevos reclutas no tenían ni uniforme siquiera. Carne fresca para la ociosidad que parecía haberse aferrado al lento tránsito de las horas. No se nos ocurrió otra cosa que coger dos casacas de piloto, una de capitán y otra de teniente, a la que teníamos acceso por nuestra ocupación, y presentarnos en la escuadrilla donde algunos reposaban la siesta sin saber lo que se le venía encima. Y allí que nos fuimos, pues sabíamos que el sargento de semana estaría en el pabellón de suboficiales viendo el partido de fútbol. Él de teniente y yo de capitán. Cuando llegamos a las puertas de las instalaciones, el recluta que estaba de servicio por poco se cae, de la silla en la que estaba sentado, en su ejercicio de vigilancia. No sabía ni saludar, el pobre. Oleguer se adelantó unos pasos para gritar –como habíamos convenido- “escuadrilla firmes, el Capitán Trueno, Capitán de día”. Allí nadie cayó en la tropelía, ni en verificar la identidad de los presuntos oficiales, allí lo que veían eran estrellas por todos lados y dos tíos gritando y dando órdenes. Cuando llegó el sargento de semana y le dieron las novedades, poco menos que se rió y advirtió que la próxima vez que se dejara engañar el trueno iba a ser él, y se llevaría por delante al estúpido de turno. El recluta volvió a su posición de vigilancia con tan mala fortuna que en ese momento entró el verdadero capitán de día y otra vez la cantinela del suboficial que le precedía, “escuadrilla firmes, el Capitán Lechuga, Capitán de día”, y el pobre recluta, creyendo que intentaban tomarle el pelo de nuevo, no tuvo otra ocurrencia que encararse a los mandos que accedían hasta su posición y decirle “que si era el capitán Lechuga, él era el capitán América” mientras le acosaba y empujaba hacia la puerta, hasta el punto de llegar a derribarlo bajo el arco de entrada. Cuando se descubrió el entuerto, el pobre soldado quería morirse, dos días se llevó en el calabozo llorando y exonerando su inocencia. Menos mal que no supieron identificarnos, sino todavía estamos en Mahón, aunque yo creo que algunos de los oficiales que conformaban el 211 escuadrón de F5 siempre sospecharon de nosotros, sobre todo de Oleguer, que durante los comentarios que se vertieron en días siguientes, soltó alguna que otra sonrisilla sin ningún tipo de disimulo.

viernes, 22 de julio de 2011

RECUERDOS DE UN VERANO II


Por las ventanas abiertas entraba la primera claridad, esa que venía despojando el frescor aliado a las últimas horas de la madrugada que nos procuraba el último y reconfortante descanso si la noche se había metido ascuas, que encandecían paredes y quemaban sábanas, ahuyentando a las sombras que se obstinaban en parapetarse por los rincones ignorando que habrían sucumbir al portento de la luz y que cualquier resistencia vendría a ser inútil, que era mejor replegarse hasta que la luna las convocara y pudieran tomar su revancha. Era el primer síntoma de la alegría, la recuperación de la vida, el despertador natural que nos sustraía de la somnolencia, que abatía al sopor mientras el silencio, curiosamente la ausencia de sonidos, nos despojaba del sosiego. Era el silencio lo que nos procuraba el dócil despertar, el reencuentro con los cielos que se iban perdiendo, por el marco de las ventanas, conforme nos alejábamos hacia el comedor. Si acaso, perturbando aquel remanso de paz, que era mi casa en las primeras horas de un día de julio, llegaba la cantinela graciosa de un pregón que oferta melones dulces como “la almíbar” o el frescor azucarado de la jugosa y sabrosa sandía, apiñadas en las espuertas que cargaba un pequeño borriquillo, del que se servía el amo para promocionar, con voz de tenor callejero, los productos de su huerta. Era éste mismo, el que con el paso de los años cambió la tracción animal por un Citroën dos caballos y por la estridencia de un megáfono instalado sobre el techo del vehículo. Nunca preguntamos, ni supimos, ni nos preocupamos por el destino final del borriquillo.
Antes que el sol mediara en los cielos y que las fraguas de la naturaleza comenzaran a enfebrecer las calles y los asfaltos, que en ocasiones se derretían y se pegaban a los suelos de los zapatos y que después manipulábamos para convertirlos en bolas a las que no dábamos ninguna utilidad cívica, partíamos hacía la zona de esparcimiento del pueblo. A la piscina. Una vez a la semana, que los lujos de la playa se nos mostraban esquivos y alejados a nuestra condición, apaciguábamos los calores en los estanques de aquellas instalaciones que eran para nosotros verdaderos oasis, lugares de disfrute, donde pasábamos las horas muertas sumergiéndonos, emulando a nuestros héroes, intentando no ahogarnos mientras el amigo nos enseñaba a nadar, como a él le enseñaron en las riberas del río. Allí pasábamos la jornada, vigilados por nuestras madres, que no perdían ojos de nuestras actividades mientras departían y se tomaban un vermut.
Apurábamos las horas y una tristeza infantil, que es la peor de las tristezas, se apoderaba de nuestros corazones cuando el silbato del socorrista, que tío más desagradable, nos anunciaba el fin de los baños. Ni siquiera la compra de esas palmeras de huevo –no he vuelto a comer ninguna tan suculenta y sabrosa como aquellas piezas de confitería- que se vendían a la salida, y que creo recordar ofertaba el mismo hombre que luego se ponía, en la puerta del cine de verano, con el mismo canasto de mimbre a vender cucuruchos de camarones, podían sustraernos del desasosiego que nos producía aquella expatriación del goce y el disfrute, de aquella momentánea victoria sobre el calor.
La pesadumbre comenzaba a diluirse cuando atisbábamos los edificios de la barriada y el campo, donde las fronteras sobre las propiedades se delimitaban con filas de chumberas, iba quedando atrás con sus senderos áridos, con matojos secos y fragmentados, pigmentados por amapolas rezagadas, y retornaba el gozo a nuestros semblantes y las piernas recuperaban su poder para adelantarnos y tomar de nuevo posesión de los espacios donde reposaban, esperándonos ansiosos, nuestros juegos e ilusiones. Habíamos superado otro día de aquel verano.

jueves, 21 de julio de 2011

DONDE HOY SE SIGUE APARECIENDO LA VIRGEN


En el mundo siguen sucediendo cosas asombrosas. La ciencia, gracias a Dios Nuestro Señor que nos facultó con el entendimiento y la razón, continúa su evolución y mantiene su progreso contra la lucha de enfermedades, ahondando en las profundidades de los océanos para mostrarnos su grandeza, expandiendo su pensamiento por el universo para buscar explicaciones sobre la formación de la estrellas, sobre su origen, y hay ya científicos que han demostrado, de manera tangencia y sustancial, algo que ya todos sabemos: la existencia de Dios.
La vida continúa acercándonos en algunas ocasiones a la felicidad y en otra mostrándonos el verdadero valor de la existencia con el dolor. Los políticos siguen a lo suyo, para qué vamos a hablar, ignorándonos y malgastando las riquezas, que se generan con nuestros esfuerzos y sudores, en obras absurdas, que ellos sabrán por qué son realizadas y a quién benefician, aunque el tiempo y la justicia los pondrán en su debido lugar.
Hay catástrofes naturales y algunas provocadas por la incongruencia fanática de algunas religiones, el nuevo terrorismo que viene a suplir las divisiones ancestrales por cuestiones ideológicas, cuando debíamos de unir nuestras manos y dar gracias por estas venturas que nos ofrece cada día la vida, por los regalos que Dios nos concede.
Uno se queda de piedra cuando oye el comentario de un sacerdote, católico, formado en un seminario católico, con su radiante alzacuello distinguiéndole de su dignidad y una cruz en la solapa. Y digo que se queda uno como una estatua de sal cuando hombre ordenado y que es servidor de la Iglesia –que somos todos- profiere una frase, a las puertas del atrio macareno, del templo que acoge y venera al Señor Sacramentado y expuesto perennemente en la capilla, y las Sagradas Imágenes de Nuestra Señora del Santo Rosario, Nuestro Padre Jesús de la Sentencia y María Santísima de la Esperanza Macarena, denegando la invitación que le realizó otro sacerdote para entrar en la Basílica, postrarse ante Éstas y elevar una oración, porque la devoción mariana universal que en ella se venera no era la que él entiende es la madre de Dios, sino una figura de madera y sí otra que se encuentra en otra parte de la ciudad. Ea, ahí queda eso. Quienes me lo relatan, presentes y testigos del suceso, indican que de nada valieron las insistencias de los sacerdotes que le acompañaban y allí quedó el hombre en espera de que sus compañeros salieran de aquel suelo maldito para él.
Debe ignorar este hombre que la Virgen se ha presentado, durante siglos, en los lugares más extraños, en donde menos pensaban los creyentes. Se presentó en Fátima a unos pastorcillos y en Lourdes, a la humilde Bernardette. Y allí se establecieron santuarios donde los católicos de todo el mundo peregrinan y son sanados, espiritual y físicamente, sin que la ciencia pueda dar explicación a estos sucesos. Este señor no debe haber tenido la enorme suerte de pisar estos santos lugares porque su idolatría se lo habrá impedido.
Pero si quiere sentir la Gracia presencial de la Santísima Virgen, hay dos lugares en el mundo, SÓLO DOS que se tenga constancia, en los que la Madre de Nuestro Señor Jesucristo se presenta diariamente, convierte corazones y sana mentes. Tal vez debiera visitarlos, si su fanática idolatría se lo permite, y hasta me atrevo aconsejárselos. Uno está en la antigua Yugoslavia, en una pequeñísima aldea de la Serbia musulmana y que curiosamente fue preservada de los desastres y aniquilaciones sucedidos en la guerra de los Balcanes, llamada Medjugorje. Allí se presentó por vez primera, el 24 de junio de 1981, a los niños Ivanka Ivankovic, Mirjana Dragicevic, Vicka Ivankovic, Ivan Dragicevic, Ivan Ivankovic y Milka Pavlovic. Hoy en día siguen viendo a la Santísima Virgen y transmitiendo sus mensajes.
El segundo de los extraordinarios lugares donde se sigue presentando diariamente, con la curiosidad de que lo hace siempre a la misma hora, a cuantos quieran Contemplarla, para gloria de los hombres, para su santificación y notoriedad espiritual, es en la basílica de Santa María de la Esperanza Macarena, y este hombre no quiso ser testigo de ello.

miércoles, 20 de julio de 2011

RECUERDOS DE UN VERANO I


No digo que los tiempos pasados fueron mejores. Ni mucho menos. Las comodidades que hoy podemos disfrutar, las consecuciones sociales que nos procuran bienestar y seguridad en nuestras necesidades, cubriéndolas muy ampliamente, nada tienen que ver con aquellos años, que ya comienza a despertarnos la añoranza. Pero me invade una extraña sensación de nostalgia que va susurrando al oído que la felicidad de aquella época era mayor. Se desbocan mis recuerdos con esta canícula del mediodía, con esta luz de esplendor y también de martirio que nos deslumbra y nos hace perezosos, que convierten nuestra desgana en vanidad.
En aquella época aún podíamos ejercer cierto poder sobre nuestro tiempo. Éramos capaces de manejarlo a nuestro antojo, con la libertad que nos procuraba la imaginación, con la posibilidad de dosificarlo, de estratificarlo según nuestras conveniencias. Salíamos a la calle con el frescor de las primeras horas de la mañana a construir un mundo, siempre nuevo e irrepetible, siempre voluble e inverosímil, donde sumergíamos nuestro vigor sin importarnos el precio, sin desfallecer porque era nuestro tiempo, nuestra manera de enfrentarnos y combatir el aburrimiento, por eso lo derrochábamos. Incluso ignorábamos que este despilfarro era el precio para ser feliz y que el transcurrir de los años vendría a demandarnos su reposición con altos intereses. Pero la infancia no sabe garantías ni es capaz de argüir planes que nos respalden en el futuro para patrocinarnos una vida plácida. No era el tiempo de pensar sino de ser feliz, de confabularnos con los hados del ocio y construir edificaciones donde la dicha reinara, donde el compañerismo nos hiciera menos vulnerables al dolor.
Cada día se iniciaba una nueva representación, sin un argumento predispuesto, sin un guión establecido, sin más directrices que la que nos marcaba nuestra imaginación. Con un palo te convertías en rey Arturo y dirigías las huestes que debían asaltar el fortín donde se había resguardado seres malignos de fauces dantescas. O se organizaban safaris, parodiando a los que se podían ver en las películas de Tarzán que se proyectaban en cine Caura de verano y que podíamos ver desde las azoteas mientras cenábamos, para cazar monstruosos dragones y sanguinarias fieras que deambulaban por las paredes y que trataban inútilmente de huir apenas advertían el peligro que les acechaba. O simplemente nos sentábamos, a la caída de la tarde, cuando la canícula daba un respiro y un liviano frescor hacía mecer los visillos de las ventanas, a divagar sobre un futuro que siempre lo dibujábamos lleno de venturas y esplendores -inocentes de nosotros-, o escuchábamos las historias de Ignacio, un orate que vagaba por el pueblo relatando sus penas a quien quisiera oírlas, que guardaban verdaderas joyas para comprensión de la vida y que en aquellos momentos nos resultaba tan difícil de entender.
Son los veranos de la infancia los que glorificaron nuestra existencia, los que nos signaron para el futuro, en los que nos convertimos en cautivos de la inocencia, en la imberbe creencia que en alcanzando la mayoría de edad podríamos disfrutar de la misma libertad que se nos aparecía cada mañana, cuando para ser rey o piloto de pruebas, o cazador de leones o villano espadachín que siempre perdía –aquellos juegos elevaban nuestra autoestima- bastaba con cerrar los ojos y al abrirlos se presentaba ante nosotros el escenario para el desarrollo de nuestros sueños.
Hoy las quimeras se han desvanecido, las tramoyas necesitan de un espacio concreto y la imaginación nos la han suplido por unas máquinas que nos individualiza, que nos alejan de la tan necesaria socialización del ser humano. Nos intentan preservar de los riesgos, de aquellas escaramuzas con nuestras espadas con palos de fregonas que jamás nos crearon complejos ni alteraron nuestro estado psíquico y sí ennoblecieron nuestro espíritu con valores que dignifican nuestra existencia y la de quienes nos rodean.

martes, 19 de julio de 2011

SETENTA Y CINCO AÑOS


Hace setenta y cinco años que se inició uno peores conflictos bélicos que puede soportar el ser humano. Una guerra civil. Hace setenta y cinco años se inició uno de los periodos más triste de la historia de España. Una situación que vino dada por la escasa implicación del gobierno republicano –y los hubo de todos los signos políticos en los seis años anteriores- en la aplicación igualitaria de las leyes, que en su origen y forma llegaron a ser paradigma del nuevo orden e incluso modelos a imitar, especialmente en el educativo. Otra cosa fue su ejecución y la difusión que se le dió por los diferentes estratos políticos que fueron surgiendo, pues cada uno intentaba acercarlo a su ideología, fragmentando subjetivamente el propósito inicial, intentando -llegaron a conseguirlo en muchos casos- la radicalización de sus fines y pensamientos. Se permitió, o no se tomaron las medidas oportunas y necesarias para evitarlo, el saqueo y quema de Iglesias, de conventos, la profanación de elementos litúrgicos, se fomentó, cuando no se impuso, la laicidad en todos los órdenes de la vida diaria, creando con ello un ambiente de extrañeza por todo lo que la sociedad había asimilado durante siglos, en cuanto a su formación social y religiosa. La moderación y el librepensamiento fueron manipulados hasta tergiversar sus necesarias etimologías. Así, con estos antecedentes, se fueron creando cultivos reaccionarios que no estaban dispuestos a dejarse robar los valores que creían primordiales para una convivencia pacífica entre quienes pensaban de distinta manera.
Las faltas de respeto a las distintas ideologías –el cruce de palabras dio paso a los insultos y amenazas y éstos a las balas- abrieron sendas irreconciliables entre las distintas facciones y a enfrentamientos diarios que causaban bajas en ambos bandos. La calle se tomó por quienes más fuerza en sus acciones mostraba y el más ruin de los bandolerismos se hizo estableció como medida de impartir ley.
La restitución del orden y de la seguridad fue uno de las finalidades del alzamiento militar. Los antecedentes incubaron esta situación, pábulo que fue originando la culminación del desastre.
La historia de nuestro país está jalonada de hechos reprobables, como también hay multitud de otros que han fortalecido el espíritu y la conciencia nacional hasta convertir en ejemplo a seguir. Tampoco somos un caso único en la historia universal donde sí hemos destacado en otros sectores. Pero tal vez éste de la guerra civil sea el más claro exponente de la barbarie porque hermanos se enfrentaron a hermanos movilizados por la ira y la animadversión, por la sin razón.
Todo es cuestión de tiempo. Aunque parece muy lejano hay quienes se están encargando de resucitar viejos fantasmas, de reponer cólera y ensuciar mentes que nacieron limpias con medias verdades, exaltando el heroicismo en algunos casos y maltratando y denigrando la imagen histórica de otros. La barbarie se adueño durante tres años de esta tierra como consecuencia de otros en los que se fueron llenando los vasos hasta que rebozaron.
La visión histórica que se nos intenta mostrar esta distorsionada por el resentimiento, por la irregularidad de acciones que fueron superadas por los protagonistas. Sucedió hace setenta y cinco años. Una generación de españoles no tiene noción rigurosa de ella porque ni siquiera la habrán estudiado y se dejan llevar por comentarios de unos y otros. Y de ellos saldrá una legión de historiadores que serán los primeros en enjuiciar este conflicto con un punto de verisimilitud y objetividad.
A mi sobrino le preguntaron el otro día que juicio tenía del 18 de julio y él contestó inmediatamente qué de que año. Dentro de muy poco asumirá su mayoría de edad y sin saberlo –muchos como él- están matando esta lúgubre etapa de la historia para que sea diseccionada con la precisión quirúrgica capaz de extirpar el cáncer de la ira y la irreconcialición, que es con lo que algunos parecen querer tumorizar a la sociedad actual.

lunes, 18 de julio de 2011

DE MAYOR QUIERO SER LINCE


Hace aproximadamente una década se popularizó en las cadenas de televisión nacional un anuncio, de productos lácteos, en el que unas vacas realizaban una espectacular coreografía, a dos patas, como los mejores ballets del mundo. Una ficción que posibilitaban las técnicas de edición cinematográfica, aunque a mi amigo Antonio le pareciera sobrenatural esta composición y lo difícil que habría sido adiestrarla. Sólo su inocencia y su buena fe lo libraron del escarnio, casi público, de quienes oyeron sus declaraciones.
Ayer, para sorpresa y estupor de cuantos pudieron leerla, nos asaltaba la noticia del inútil gasto de la Junta de Andalucía construyendo dos puentes, que salvan la carretera que une el Rocío con Matalascañas, para que pasen los linces –animales felinos que mantienen hábitat en el parque natural de Doñana- y eviten así su posible atropello por los vehículos que transitan por esta carretera nacional y que soportan estoicamente las eternas retenciones en espera de su desdoble.
Supongo que estos pequeños felinos, a los que un día la Junta de Andalucía decidió, no ya proteger para evitar su desaparición de la fauna ibérica, sino convertirlos en verdaderos señoritos y mancebos de una vida de placer y dicha en una resolución heroica, habrán pasado un periodo de instrucción para dirigirse a estos puentes y no atravesar la carretera por donde su instinto les demande. Estoy seguro que su adiestramiento –me asaltan las dudas sobre sí mi amigo Antonio no llevaría razón sobre sus especulaciones en el adiestramiento de las vacas para hacer posible el anuncio- surtirá los efectos oportunos y el lince de turno dará un rodeo kilométrico para ser obediente y no dejar en mal lugar al otro “lince” que le ha proporcionado esta consumación de su estado de bienestar y tomar le camino que le han diseñado para no ser atropellado. ¡Tan torpes son, por Dios! ¿No son linces?
Dos millones de euros que serán aportados del erario público en otra estupidez del gobierno socialista, tirados a la basura. Y que no vengan ahora con explicaciones ecologistas para justificar este desmadre, para argumentar que esta especie que tanto provecho está procurando a la sociedad andaluza, es una nueva necesidad demandada por la generalidad del pueblo andaluz, esa misma que comienza a pasar necesidades, que se hunde en el podredumbre lodosa del paro sin que se lance un flotador para rescatarlo de este naufragio humano que le han proporcionado nuestros magníficos gobernantes, esos mismo que están manejando nuestros dineros en cosas de tanto provecho.
Por eso yo de mayor me gustaría ser lince. Vivir con toda clase lujos, siempre protegidos ante cualquier eventualidad, con los mejores servicios sanitarios a mi disposición y comiendo productos de la mejor calidad y asegurándome una existencia placentera, sin miedo al futuro, sin especular cómo llegar a fin de mes y sin el estrés motivado por tener un techo y un espacio donde placer y vivir.
Dos millones de euros en dos puentes por los que pueden pasar, no estos animalitos que no remontan más de cuarenta centímetros del suelo, la cabalgata de Reyes Magos del Ateneo, con su tropel de beduinos incluidos. Porque eso sí, de estrecheces ninguna. Cinco metros de ancho que tienen su explicación por el exagerado tránsito de esta especie (creo que setenta unidades en total vagan por Doñana) no vaya a ser que la casualidad provoque un cruce de linces, se rocen e hieran y para qué quieren más los ingenieros que los han proyectado. Vamos, derechos al trullo. Con esta amplitud, muy torpes tienen que ser, y muy poco honor harán a su nombre, estos linces si son atropellados en el futuro. Y esperemos que no sufran de vértigo porque entonces lo mismo requieren de un equipo de psicólogos para que traten de hacerles superar este difícil trance.
Se hubieran subsanado muchas deficiencias sociales con esta partida presupuestaria tan inútil. Y si quieren gastar el dinero, que tanto trabajo y sudor nos cuesta conseguir a los contribuyentes, que se vayan a las zonas marginales de las ciudades de Andalucía y se lleven de vacaciones a tantos niños que no las tendrán este año. Estoy seguro que sobrará dinero, aunque sean alojados en el Alfonso XIII a pensión completa. Pero entonces no serían tan “linces” para sus propias maniobras e intereses.

domingo, 17 de julio de 2011

MEMORIA (HISTÓRICA) DE UN CRIMEN


Acabábamos de perder Cuba. La mediocridad se hacía dueña de la cotidianidad, de la vida diaria. Las clases sociales comenzaban a distanciarse, a macar fronteras donde las personas se posicionaban en los bandos que se acercaban sus pensamientos políticos. Los extremos se adueñaban de las calles mientras las clases políticas menos radicales se esforzaban en contrarrestar la violencia.
Un joven del barrio de San Lorenzo intentaba poner en marcha, o mejor, recuperar y reconducir los negocios familiares que habían venido a menos por el desinterés profesional y algunas ínfulas de grandezas que no les correspondían, a su padre y tíos. Reactivó con mucho esfuerzo los hornos que abastecían de pan a gran parte de los despachos de Sevilla. El esfuerzo obtuvo su recompensa y Antonio, que así se llamaba el emprendedor, y sus dos hermanos pudieron mantener el pequeño patrimonio familiar. Pronto supo que las panaderías no serían sus únicas fuentes de ingresos e invirtió en otros negocios de mayor envergadura que le procuraron importantes beneficios. Pero nunca dejó de asistir a su horno de la calle Infantes. Llegaba el primero y se iba el último.
Gran aficionado al cante jondo, tuvo la suerte de conocer y departir con grandes cantaores flamencos de la época y hasta se atrevió, alguna que otra vez, a compartir la guitarra de Niño Ricardo y catavinos de manzanilla con Manuel Vega, el Carbonerillo, excelente intérprete de fandangos., creador de un estilo propio en este particular palo del cante. Era su única licencia lúdica, el lujo que le hacía acudir una vez por semana al Novedades para oír a los grandes, a Pepe Marchena o Pepe Pinto, que a la postre terminó siendo compadre suyo.
Asentado el negocio, próspero en sus inversiones, comenzó a considerar la posibilidad de contraer matrimonio, de crear un hogar donde corrieran niños, donde pudiera albergar esa alegría suya cada noche. Así conoció a Carmen, una hermosa joven que servía en uno de los despachos de pan de la familia, de una belleza extrema y con la gracia y salero sevillano rebozándole a raudales por cada poro de su piel. En contra de la opinión familiar, donde prevalecía el distingo de clases, contrajo matrimonio con ella mediados del año mil novecientos veintisiete. En las vísperas de la Exposición Universal del 29, nace Isabel que ata a la vida familiar. A mediados del año treinta ve la luz Manuel, que es bautizado en San Lorenzo, a las plantas de la Virgen de la Soledad. A pesar de la oposición familiar, la vida de Antonio transcurre con cierta placidez. Los negocios –sigue levantándose a las tres de la mañana para acudir a su puesto en la tahona- siguen generando ganancias. La familia recupera su antiguo estatus gracias a su esfuerzo. Carmen vive dentro de un sueño y empieza a creer que su integración y aceptación por la familia será cuestión de tiempo pues los niños son los ojitos de derecho de su abuela y sus tíos, especialmente de la tía viuda, que los acoge como propios y no hay capricho que ruede a sus pies cuando son solicitados.
Antonio y José venían exultantes por la actual calle Cardenal Spínola. Habían pasado velada extraordinaria, donde la Niña de los Peines había elevado a la gloria sus cantes, Manuel Vega había destapado el tarro de las esencias con sus fandangos. Las primeras horas de la madrugada saludan a la plaza de San Lorenzo, que ya se adivinaba como un oasis donde le aire se purificaba por el mero roce con la cerámica del más viejo e importante vecino. La noche se sorprende con un estruendo, con un fogonazo que recoge, en un segundo un rostro desencajado por la sorpresa, y un cuerpo cae abatido. Las voces auxilio del hermano, refugiado en un zaguán, se confunde con las lágrimas que empiezan a rodar por su mejilla. Dos asesinos anarquistas, orgullosos por haber quitado a un empresario de en medio, huyen hacia la calle Teodosio, por donde desaparecen con la complicidad de las sombras. Antonio, mi abuelo, yace en el suelo mientras la espesura roja comienza a empapar su traje. Mi abuela Carmen celebró su santo depositando una corona de flores a los piés del Cristo de las Mieles.

CARMEN DE SAN GIL


Yo quisiera saber cantar las virtudes que en Ti se centran, verter mis recuerdos en estas letras y trasladarme hasta la época en las que las mareas arañaban las orillas del río y transcribían las partituras de rezos populares ceñidos en camisas blancas, en sueños prendidos del alma que traían el festejo de cantos marineros que desde Sanlúcar llegaban, yo quisiera saber elevar todo el poder de tus gracias, esas con las que Te alababan los marinos de aquel vapor que de tanto ir y venir por el pasillo fluvial que las comunicaba, que las hacía hermanas, fueron forjando señales en las fraguas de sus aguas para santificar tu nombre, para invocar la protección cuando se rizaban en tempestades y escapar de las garras que en el profundo cieno esperaban para sustraer la alegría que en sus labios se esbozaban, cuando la calma llegaba reflejada en tu rostro iluminado.
Yo quisiera poder describir la belleza de tu cara, esa que se presentó, hecha mujer, enmarcada entre hábitos marrones, en sencillos escapularios que prenden de la nostalgia de una tarde de esplendor en el puente de Triana, en el frescor rezumado de un patio con guirnaldas muy cercano a la Barqueta, porque por la puerta pasaba La que es reina del cielo, la que le otorgó su nombre a la mujer que o en el canto de una nana que surge de la ventana de una casa de vecinos, donde se esparce la historia, donde la espera se vence con recuerdos de otra mañana cuando la gloria se nubla con la grandeza que pasa caminando hasta a San Gil, mientras la Virgen nos lanza la proclama que nos permite acercarnos al Dios que todo lo puede, al Dios que todo lo abarca, al Dios de las buenanuevas, de la vida de esperanza que nos hace ser mejores, al Dios que va recogido en su regazo, en abrazo maternal para mostrárnoslo, aquí está el Rey del mundo, el que viene a recordarnos que la vida es el amor y el premio el saber darlo.
Yo quisiera traer aquí un puñado de jazmines y un moño de pelo níveo que recogido al pretil de los años, los contenía con gozo. Y la mujer que salía al encuentro de tu paso, a buscarte por las calles, a rezar las letanías contenidas en tu salve, a confesarte el amor por el mero hecho de amarte. Vidas que cruzan sus vidas tan sólo con sus miradas, alma que prende en los cielos el fervor de la añoranza, revelaciones que pregonan los silencios que se lanzan desde las almenas cercanas, desde la puerta grandiosa por donde se asoma a la Gloria los que saben encontrarla. Camino que se va acortando, ansias que se van mostrando en las cuencas de sus ojos, lágrimas que se derraman, que se vierten por dolores que apuñalan sus sentidos y sólo Ella sabe su origen, sólo Ella puede calmarlas, confidencias de dos madres que para ellas quedan guardadas.
Yo quisiera retener ese juego de palabras que brotan del corazón, voces enamoradas que van taladrando el aire, que van construyendo salmos, rítmicas plegarias que convergen en la gracia de su nombre, jaculatorias que se susurran cuando la tarde se marcha y deja paso a la luna que se apresura a besarla con su claridad de nácar. Salve, Reina Estrella de los mares, soplo de amor en cada rogativa que se eleva hacia Tí. Salve, Madre de los cielos, que en la Macarena proclaman el amor de tus amores con esencias populares, con recuerdos que hoy bajan desde el cielo hasta San Gil para postrarse a tus plantas, para rendir pleitesía a la ventura plasmada en tu rostro, para alcanzar la bonanza que prometes en el dulzor de tu cara.
Salve, Reina de Esperanza, capaz de navegar por las truculentas aguas de nuestras almas y convertir la espesura en llaneza de bondad, en amor y compasión. Salve Virgen del Carmen, la que llena de gracia San Gil con la sólo pisar la plaza.

jueves, 14 de julio de 2011

DE CONTERTULIOS Y PROGRAMAS BASURA


Son como las plagas del antiguo Egipto, esos programas de televisión en los que los “contertulios” –¡si Tertuliano levantara la cabeza!- no hacen más que difamar, injuriar, provocar las iras del que tiene el valor de enfrentarse a su opinión, increpar a personajes que tienen, ni se les ofrece en muchas ocasiones, la posibilidad de una respuesta sin que sea avasallado por el energúmeno corporativismo de los presentes.
Hay excelentes y preparadísimos profesionales de la información ejerciendo de camareros -el que puede- para llevar un salario a casa, mientras estos individuos se forran y viven como verdaderos dioses, cuyo mérito en la mayoría de los casos es no haber dado un palo al agua, haberse acostado con un torero, haber despotricado contra personajes públicos que ni siquiera conocen, haber delinquido, con el agravante de mostrar su orgullo por ello, consumir, constante, deliberada y continuadamente estupefacientes o hasta por renegar de su propio hermano de sangre por un puñado de billetes. Este el cariz que los define. Ha suprimido cualquier valor para obtener prestigio social y sobre todo poder incrementar sus cuántas bancarias divulgando las miserias de los demás cuando no las suyas propias.
Lo peor de todo son las audiencias que las alimentan, los shares que es el término técnico con las que se definen. Esta es la cultura que nos han traído quienes proponían extenderla a todos los niveles. Esta es la cultura con la que se están formando los jóvenes, que prefieren imitar a estos villanos antes de consumar una carrera universitaria que requiere esfuerzo, dedicación y años de esfuerzo, que además no les garantiza la obtención de un puesto de trabajo. Demasiado riesgo, demasiada inversión para dar bandazos, de una empresa a otra, con una carpeta llena de curriculum bajo el brazo.
Ayer mismo tuve la mala suerte –mi enfermiza curiosidad me juega estas malas pasadas- de sintonizar un programa de televisión que arrasa en la sobremesa, cuyo fin último es mostrar las vergüenzas de un personaje. Asistí, con pena y coraje, al linchamiento público de la familia y el propio Ortega Cano. Lo curioso de todo era con el desparpajo y seguridad con la que vertían sus inmundicias –iba a decir informaciones pero sería compararlos con profesionales y sería miserable para éstos equipararlos en términos laborales-, y supuestos no sobre su vida profesional o sobre la desgracia que le ha puesto en primera fila de los medios de comunicación, sino sobre el proceder de su familia política. Aquí dejé de verlo. Mantuve la tentación, durante unos segundos, de retomar el sumarísimo juicio al que estaban sometiéndolo y ¡ojo! culpando ya al torero de algo que la justicia deberá dilucidar, en su oportuno momento, con las pruebas que aporten los diferentes cuerpos que han instruido las diligencias e investigado los hechos con objetividad, pero preferí apagar el televisor y leer en vez de seguir oyendo las injurias y calumnias que se vertían con la mayor naturalidad pero sin fundamentos, sin cotejar las informaciones, que ésa es otra. En estos programas basta con una llamada telefónica del confidente de turno, al que ha llamado a su vez un primo porque a éste le ha hecho llegar que un vecino que es hermano de otro que vive enfrente de un compañero del gimnasio y que ha visto salir a un pariente del torero, por poner un ejemplo, con una maceta en la mano, lo cual significa que el personaje referido ha dejado de ejercer su profesión para meterse en el negocio de la jardinería. Éso se ofrece como una primicia mundial. Y me pregunto yo, ¿a quién coño le interesa eso? Pues por lo visto hay millones de personas que dormirán esta noche intranquilos si no comprueban este hecho. Y mi hija, como otros de cientos de miles de jóvenes perfectamente preparados para iniciar su ciclo laboral, dando vueltas con sus curriculum bajo el brazo. Ésta es la cultura –en el más amplio concepto del término- que prevalece en este país. ¡Ay aquellos tiempos de Estudio 1!

miércoles, 13 de julio de 2011

MEMORIA EN BLANCO Y NEGRO


Es naturaleza del hombre recuperar todo lo bueno que le ha pasado en la vida. Hay una defensa natural, congénita al placer, para disolver en las espesas aguas del olvido todo lo malo, los acontecimientos tristes que ocurren en este tránsito, hacia un estadio superior, que es la existencia terrenal. Incluso la pérdida de familiares muy queridos, amigos entrañables o allegados por los que sentíamos un especial aprecio suelen resucitar en la nostalgia con una apariencia bonancible, en los gratos momentos compartidos, en los afectos demostrados. Es la añoranza que florece, como un bálsamo que regenera y curte las capas defensivas contra el sufrimiento, por intentar distraer al dolor lo que provoca esta recuperación apacible y hermosa de las personas que se fueron dejándonos, en muchos casos, una herencia sentimental que horada los estratos del tiempo hasta hacernos reparar en el milagro de escuchar su voz o compartir una sonrisa.
Los años van limando las facciones de nuestros seres queridos. Por mucho que nos afanemos en reconstruir las imágenes, el rostro, los ojos -¿de qué color eran los ojos de mi abuelo?-, las arrugas, las manos vencidas por la rudeza del trabajo y hasta la cadencia en el andar, siempre quedan fuera de nuestra evocación piezas de este puzle malicioso, siempre queda un vacío que nos los presentan incompletos, a veces irreconocibles, como seres extraños que se exhiben para distraernos.
El alma busca un escape, un sendero por el que deslizar la necesidad de no aplastar la memoria porque sabemos que, de suceder, desaparecerán para siempre. Viven y se aposentan en los recuerdos y a veces nos embarga la sensación de que están junto a nosotros.
Recuerdo un viejo cuadro con una fotografía, un retrato alterado y por lo tanto extraño a quién la observaba. En su origen debió ser en blanco y negro pero el fotógrafo la retocó y añadió una gama cromática intentando imitar los colores que se veían, pero no se plasmaban sobre el cartón, a través del objetivo. Era el retrato de mis abuelos. Aparecían uno junto al otro, algo adelantado el hombre, como si esta disposición reivindicara la superioridad del género. Ambos parecían contemplando un punto perdido en el universo pues sus miradas, cansadas por tantos avatares, por la desenfrenada lucha diaria para la mera subsistencia, ignoraban el objetivo de la cámara. Mi abuela de luto y mi abuelo perfectamente trajeado, radiante camisa y corbata negra. Rompía aquel plano de desasosiego un fondo añil que los años habían ido desproveyendo de su intensidad hasta dejarlo mohíno, deslucido, inmerso en la tristeza de su astenia.
En las tardes de invierno, cuando las sombras se filtraban por las rendijas de la ventana, desahuciando la luz de un sol tibio y tímido, mi abuela se sentaba en el sillón, en frontispicio al muro que sostenía su memoria. Mi madre le instaba a que se deshiciera de aquel retrato que no hacía más que inyectar melancolía a su estado de ánimo. Si lo quitáis, estaréis robándome mi único recuerdo de él. Si lo quitáis me estaréis sustrayendo su imagen. Sus facciones se diluyen en una niebla y no logro retener su rostro, como si huyera de mí.
Hoy busco en mi interior una señal, un vestigio de aquella memoria que me fue transmitida, la reliquia de unos ojos -¿de qué color eran los ojos de mi abuelo?- que me devuelvan mis sentimientos. La búsqueda de mi origen, de aquellos que quedaron prendidos en el espacio de un retrato y que siempre suelo hallar en la luz de otros ojos donde quedaron perenemente incrustados los suyos. Manoseo la reproducción y veo toda la sabiduría, todo el amor del principio de mi ser. Mi madre guardó la fotografía en el fondo de un cajón. De vez en cuando la saca y desempolva toda su existencia, recupera nuestro origen y convoca a la nostalgia para resarcirse del peso de los años, para intentar vencer el tiempo y no verse abocada a la pérdida de su identidad.

martes, 12 de julio de 2011

SÚPER HÉROES


He jugado al fútbol desde niño, en mi pueblo, donde cada sábado se disputaba una final. Eran los desafíos con equipos de otras calles de la barriada, con los de otros barrios. Durante años viví y me preparé para poder jugar en el equipo de mis sueños, vestir la elástica de las trece barras. Soñé con heroicos resultados y hasta disfruté, como un loco, en las tres finales de copa del rey que disputó. Fui, sigo siéndolo, un apasionado de este deporte, aunque esta inmensa crisis y principalmente los sinvergüenzas que se mueven a su alrededor, esos depredadores de sentimientos que sólo buscan su propio beneficio económico incluso en las lágrimas de los devotos, hayan hecho que me alejase de su necesario aliento. La pasión verdiblanca era un hosanna cada domingo y no importaba que perdiese porque había otro en el que regresabas hendido de emoción e ilusión para verlo ganar.
Sigo enfrascado en esta afición, ahora con renovados ímpetus porque retorna el sentimiento que un día intentaron quitarnos. El fútbol es algo importante en este país pero lo que está sucediendo últimamente es increíble. Se ha establecido una efeméride para celebrar la consecución del campeonato del mundo, el pasado año en Sudáfrica, como si este evento hubiera erradicado el paludismo o el sida, como si el gol de Hiniesta –yo lo canté también, vaya por delante- hubiera alterado el índice del paro hasta reducirlo a cero. Este importante hito viene a empequeñecer descubrimientos científicos que han favorecido la calidad de vida erradicando enfermedades, procurando que la edad media de la población, al menos en este sector del mundo, aumente hasta límites insospechados. Bien podríamos hoy recordar Víctor Fleming, sólo por poner un ejemplo de los numerosísimos que se podrían citar.
El mismo día que varios medios de comunicación celebraban este “importantísimo hito” en la historia de España, tenía lugar en el blanco salón de un hospital valenciano, una rueda de prensa para informar sobre la implantación de las piernas, mediante un trasplante inédito y que se realizaba por primera vez en el mundo. El doctor Pedro Cavadas y su equipo sí que han conseguido un hito y poner a España en la primera línea de investigación en este tipo de intervenciones quirúrgicas. Estoy seguro que, tras hacerse eco de esta noticia, durante unos segundos, en los informativos de las cadenas que con tanta profusión lo hacen del celebérrimo acontecimiento acaecido hace un año, caerá en el más oscuro de los ostracismo, hasta diluirse de la memoria colectiva de esta sociedad, más preocupada de la euforia de unos momentos que de la importantísima labor que se viene desarrollando en colegios, laboratorios, universidades, dispensarios, e incluso en el entorno familiar de cada uno de nosotros, donde habitan verdaderos héroes de la vida cotidiana, sin los fabulosos y astronómicos sueldos que perciben estos astros por darle patadas a un balón.
Insisto y repito que el fútbol es algo con lo que pienso seguir disfrutando, como lo hago con el cine o el teatro, pero en mi escala de valores hay muchos peldaños por encima de este deporte, mejor dicho, de este espectáculo de masas enfervorizadas. La consecución del título mundial de fútbol debía tener su repercusión en el momento justo. Su celebración tuvo lugar en el espacio temporal que le correspondía. Cualquier otra conmemoración es salirse de madre.
Sigo instando a mi memoria, a mis recuerdos. Y no tengo mayor celebración que el día que nació mi hija, el que conocí a mi mujer y algunos otros íntimos que no viene al caso referir.
Espero que dentro de un año los medios de comunicación recuerden en sus espacios informativos el importante avance quirúrgico que tuvo lugar en el levante español. Bueno, al menos habrá un grupo de personas levantando una copa de champán porque un joven, gracias a la entrega, esfuerzo y dedicación de otros, puede caminar y a lo mejor hasta pegarle patadas a un balón. Eso sí que es un gol a la vida.

lunes, 11 de julio de 2011

UN HOTEL EN SEIS DÍAS, EN CHINA CLARO


En la película 2012, que trata sobre la hecatombe que espera la humanidad según los vaticinios futuristas de los astrólogos mayas, cuando el mundo se ve abocado a su final, las grandes superpotencias deciden preservar el género humano, emulando a Dios, tras concretar la veracidad de los acontecimientos que se producirán, construyendo unas supernaves para que den cobijo a los elegidos, decidiendo para ello un lugar en el Himalaya y encargándose de la gran tarea a ingenieros chinos. Cuando llega el momento crítico y comienza el embarque, hay un comentario de unos de los protagonistas que no deja lugar a dudas, tras contemplar el faraónico complejo que observa: “esto sólo podían hacerlo los chinos”.
Viene este comentario a colación de una noticia que está arrasando en todos los medios y muy especialmente en páginas de internet. La construcción, en China –dónde si no-, de un hotel de quince plantas, en tan sólo seis días, al séptimo descansaron. Y ahora qué.
El Art Hotel de Changsha se comenzó construir, en un solar donde seguramente los niños jugaban al fútbol el día antes, un lunes a las siete de la mañana y el sábado a las once de la noche estaba concluido. Imagino a los primeros turistas ansiosos esperando para entrar. Ignoro las técnicas empleadas para ello, ni si el proyecto mantiene las mínimas normas de seguridad, aunque sabiendo cómo se la gasta la justicia china, arquitectos e ingenieros habrán tenido en cuenta todos estos aspectos, por su propio bien. Y si no señalemos algunos detalles de esta consumación mayestática en la que han elevado un edificio en una semana laboral que es capaz de resistir un terremoto de magnitud nueve, gracias al refuerzo de su estructura en diagonal, al poco peso de los materiales empleados y su construcción en acero ligero.
Para poder lograr esta proeza se utilizó una cuadrilla de doscientos obreros, trabajando en tres turnos, auxiliados por unas gigantescas grúas. El ritmo de trabajo debió ser frenético y sin embargo, según los datos ofrecidos y que han puesto la luz pública recientemente, no se produjo ningún accidente laboral. Otra proeza.
En nuestro país, y muy especialmente en nuestra ciudad, la concreción de un proyecto como el reseñado mantiene un tiempo de ejecución –obviemos las trabas burocráticas y administrativas que deben salvarse con anterioridad- de al menos dos años, siempre y cuando la empresa mantenga un alto poder económico que le permita adoptar un ritmo de trabajo continuo, no se convoquen huelgas, ni se a descansos festivos y puentes dignos de estas construcciones chinas, el del cemento no se demore en las entrega, los fontaneros puedan actuar porque los electricistas hayan efectuado las acometidas necesarias con anterioridad, los desayunos no se alarguen hasta la hora del aperitivo, etc. etc. etc.
No quiero ni pensar lo que va durar esa torre Pelli en ser paradigma de la nueva Sevilla. Qué digo, el complejo de Regiones Devastadas. A lo mejor hay que contratar a esta empresa china para que dentro de un mes puedan recuperar su hogar esos sevillanos que añoran sus pisitos que les procuraron un lugar donde dignificar sus vidas, donde conocieron algo del progreso que en otras latitudes del globo terráqueo es tan cotidiano como la existencia misma.
Ya lo decía un viejo profesor del instituto donde estudié. Sus referencias a este pueblo milenario, desconocido y enigmático entonces, y que él tuvo la suerte de conocer durante una década, eran siempre alarmantes y desconcertantes. “Ni americanos, ni rusos. El peligro son los chinos. Cuando menos lo esperemos nos habrán invadido”. Estos hechos no hacen más que corroborar los pronunciamientos de don Vicente. Cada vez le doy más la razón. Y cada día nos comen un poco de terreno. Al tiempo.

viernes, 8 de julio de 2011

EL CÓDICE CALIXTINO Y EL COLEGIO DEL VALLE


¡Qué fácil es hacerse fraudulentamente con objetos de valor en este país? ¡Qué poca importancia prestamos al tesoro cultural que nos fue legado! Recuerdo cómo en la primera parte de la década de los setenta acudíamos presurosos a disfrutar de un espacio, que aún cerrado, por la clausura y traslado del colegio del Valle bastaba saltar un pequeño murete, que lindaba a la calle Sol, para hacernos dueños de los jardines que en otro tiempo fue el lugar de esparcimiento y descanso de las niñas del colegio citado. Era el lugar ideal donde escondernos de las miradas y reproches de un vecindario que comenzaba a increparnos en cuanto el balón rompía algún cristal o destrozaba la escasa vegetación de una maceta. Delicada que es la gente. Arropado por un resto de la antigua muralla, inútil protección para la agilidad y destreza de unos niños, nos hacíamos propietarios de sus espacios y una vez era campo de batallas otras, terreno deportivo donde disputábamos encuentros de fútbol o zona para el esparcimiento inútil en horas lectivas robadas al colegio.
Un día la innata curiosidad infantil apareció de improviso cuando alguien advirtió una oquedad, en el muro de la capilla que lindaba con aquellos jardines que habíamos convertidos en nuestro particular lugar de asueto y diversión. Revivo aquellas horas con emoción y con una claridad estremecedora porque hay rostros que se me aparecen y ya no están con nosotros, facciones que creí olvidadas y las presiento frente a mí con nitidez extraordinaria. Hace tanto y parece que fue ayer. La tarde declinaba. Las primeras luces del otoño comenzaban a diluirse con mayor presteza para sus espacios a las sombras. Con temor, aunque intentábamos disimularlo con impulsos de arrojo simulado, nos introducimos en aquella capilla que nos pareció la catedral de Burgos. Unos bancos, acorralados en rincón, proyectaban sus sombras sobre el suelo de mármol vencido por el tiempo. Una pátina oscura, mugrienta, ocultaba la brillantez albea que debió tener en otra época, el bruñido por el cuidado al que debía ser sometido por la orden religiosa femenina que se ocupaba del mantenimiento del colegio. Había un retablo majestuoso presidiendo el altar y una mesa labrada que retenía aún la solemnidad de las celebraciones eucarísticas. Los laterales del templo, soportado por gruesas columnas, albergaban pequeñas capillas con imágenes de santos y tal vez, unos lienzos con motivos religiosos. Nos pareció un lugar lóbrego pero con una atracción sobrenatural sobre nuestra curiosidad que nos invitaba a indagar, a descubrir los secretos que retenía entre sus paredes. Marchamos asombrados y conjurándonos en guardar el secreto de nuestro descubrimiento.
Volvimos muchos días para gozar de nuestro lugar. Con la luz clara del día pudimos apreciar las riquezas que se cobijaban entre aquellos muros, los esplendores de los que tuvimos constancia en aquellos momentos. Un tarde, cuando traspasamos el umbral de nuestra entrada secreta, vimos como unos obreros, que obraban con la mayor naturalidad y sin complejos, desmontaban todo el artesonado del retablo, cómo nos despojaban de “nuestras” posesiones. Cuando advirtieron nuestra presencia nos echaron con cajas destempladas, a gritos. Corrimos como locos. Retornamos a la tarde siguiente y vimos como un camión se llevaba todo el mobiliario. Las capillas fueron desmontadas impunemente durante las semanas siguientes y aquello quedó convertido en un páramo. Creo recordar que se llevaron hasta las columnas del claustro. Con el tiempo supimos de aquel desmán, de aquel expolio y que nadie tomó medidas cuando algunos medios de comunicación se hicieron eco de ello.
Hace unos días se llevaron el Códice Calixtino, el manuscrito más valioso e importante de España, con la misma impunidad con la que obraron en el colegio del Valle hace treinta y cinco años. Sin violencia, hasta con naturalidad. ¡Y no se percataron de la sustracción hasta unos días después! Seguimos igual. Con un gobierno que presume de ser garante del impulso cultural del pueblo y ni siquiera presta atención en la protección de una joya de esta magnitud. Nada importa si se cubren nuestros instintos. La protección de los bienes culturales en nuestro país parece no importar a nadie. Ahora colocan un facsímil y ya está. Ochocientos años sin robarse, un record que diría mi amigo Paco Portal. Puede suceder que un día nos encontremos con sólo el solar donde ahora se sitúa la Alhambra.

jueves, 7 de julio de 2011

NO DIGAS QUE FUE UN SUEÑO. A Miguel Loreto


No me digas que fue un sueño, amigo mío, esas noches de primavera en las que empezamos a vislumbrar la cadencia sentimental y la pasión que se escondía en lo más recóndito del alma, cuando la luna se muestra excelsa y redonda sobre el tapiz aterciopelado, como manto de la Estrella, y sus blondas de plata se cosían a los alminares y azoteas, esos vigilantes nocturnos de calles desiertas que iban abriéndose al leve paso de la gran comitiva. No me digas que fue un sueño aquella solidaridad primera, el impetuoso esfuerzo que aunaba corazones para glorificar la esencia que brotaba del sentir de la gente de la Macarena, el recóndito mensaje en cada impulso arremolinando el aire hasta plegarse en las esquinas esperando nuestra presencia para que descubriéramos sus secretos, la transmisión subrepticia de los grandes maestros.
No me digas que fue un sueño el tiempo que compartimos hilvanando sentimientos para que otros gozaran de su presencia divina porque sabíamos, a gloria cierta, que ni el dolor, ni la ausencia, ni los esfuerzos tremendos, ni el asumido sufrimiento, ni las lágrimas vencidas del amor por lo que íbamos haciendo, nos restarían méritos para los goces de un premio que se concede en los cielos.
No me digas que fue un sueño todo el brioso candor que rezumaba por los costero mientras en las orilladas parcelas, de un paraíso llamado Feria, se turbaban los luceros que se encajan en los rostros de pizpiretas muchachas, de jóvenes pintureros, que entre gráciles jaculatorias, entre vivas y entre quiebros de voces rotas al viento alabando al Sentenciado, cuando quebradas de celos por no poder disfrutar lo que nosotros íbamos viviendo.
No me digas que fue un sueño el trabajo compartido capaz de ir sosteniendo toda la bondad excelsa, todo el perdón de los cielos, toda la gracia señera de un judío que se piensa si el dolor no tornará alegría cuando el relator pregone todas las excelencias que es capaz de ofrecer este Reo a quién se acerca; de un esclavo que se aleja del error ofreciendo a Pilato una albea palangana, con agua de la Barqueta, para que lave sus manos, para que enjuague las penas de una condena insensata sin base que la contenga, de ese centurión romano que va clamando indulgencia por el Culpado, misericordia que susurra al oído del pretor meditabundo; por la mujer desencajada que busca sujeción a su vida, voz de madre que sabe de dolores maternales y que es una pena muy grande saber que se va un hijo sin el amparo de nadie.
No me digas que fue un sueño, Miguel Loreto, todas esas madrugadas grandes cuando tu voz, reminiscencias del mejor cante, golpe y quejío de fraguas que brotaban por el arte y el caudal de tu garganta, invocaban todo el humano poder que supiste aglutinar en la gente que mandabas y entonces ascendía al cielo un clamor, al sonido de la plata. Todo un reguero de amor, todo un sueño de alpargatas, un tropel de devoción trasplantado hacia el Señor que colmaba nuestro esfuerzo. Voz cansada de dar, de pregonar bienaventuranzas que nacen en los mercados, en los puestos de la plaza; voz que impartió doctrinas a quién quiera escucharlas, pregones de pura raza escritos con dos palabras, tres quimeras y puñado de nostalgias bastaban para hacer feliz a quienes admiraban el indeleble caminar del Cristo de la Sentencia.
No me digas que fue un sueño, porque fuimos realidad, porque vivimos la gloria de una hermosa concreción, porque fuimos los testigos de la mejor conversión, producto de la emoción, del amor y de la entrega. Qué suerte haber podido estar junto a ti, en aquella madrugada que tocaste el martillo por vez primera. Qué suerte, Miguel, haber sido costalero contigo al mando. Qué suerte Miguel haber aprendido de ti la excelencia de ser costalero macareno, pies y alma del Señor de la Sentencia.

miércoles, 6 de julio de 2011

HERMANDADES Y FONDO COMÚN DIOCESANO


Hace pocos días apareció, en los medios de comunicación local, el informe anual que suele redactar el Arzobispado de la Diócesis de Sevilla, en el que se explicita, y hasta se detalla, las aportaciones económicas que destinan las Hermandades al Fondo Común Diocesano.
Se está frivolizando -como siempre en foros donde se deja y permite opinar a personas sin ningún conocimiento sobre el mismo- con demasiada profusión sobre este engorroso tema. Y digo engorroso porque, aunque consta el envío de un informe bastante amplio, sólo toman una parte del todo.
Parece ser que las aportaciones de las Hermandades no se corresponden con las necesidades de la Iglesia. Pero también es cierto que las cofradías mantienen y sostienen una gran parte de la formación espiritual a la que no puede llegar la diócesis. Y poco, muy poco se habla de los que componemos y nos vanagloriamos de ser católicos, de pertenecer a la Iglesia de Cristo, pero racaneamos cuando se nos solicita la ayuda para financiar los proyectos que ésta emprende.
Veamos. Hoy la situación social del país viene condicionando los fundamentos vitales. La crisis económica que está asolando la Europa del falso bienestar está excluyendo a muchísimos ciudadanos de la posibilidad de disfrutar de una situación de comodidad, tal como la venían gozando hasta hace unos años. La Iglesia es la única institución que está atendiendo a estos nuevos pobres posibilitándoles, al menos, el sustento básico –los comedores no dan abasto a la constante demanda-, haciéndose cargo del pago de las hipotecas, entregando medicinas, soterrando de alguna manera la sensación de inestabilidad social que deberá producirse ante situaciones tan graves como las que se están viviendo. Para ello es necesaria la colaboración ciudadana, los solidaridad hacia nuestros hermanos, no digo ya del mismo credo, que se estancan en la desesperación. Siempre está la iglesia como último recurso. Y eso sin poder desatender las obligaciones de formación espiritual, las misiones, la asistencia a los mayores, a los enfermos, etc.
Se escandalizan algunos con este informe cuando sólo se ciñen al compromiso de las Hermandades y Cofradías, a sus aportaciones económicas, sin escarbar siquiera en la primera capa. Muchas de ellas, por no decir todas, corren los gastos comunes y propios de los edificios donde radican, elaboran programas de formación y atienden a cientos de jóvenes, sostienen asistencias sociales que se ven desbordadas y muchas veces hasta posibilitan el encuentro de empleo, tan necesario en esta época, con bolsas de trabajo que ofertan otros Hermanos.
La Iglesia tiene la obligación de pedir y los católicos de mantenerla. Cierto es también que no sólo podemos poner la carga en un solo fiel de la balanza. Las Hermandades de Sevilla colaboran con la Archidiócesis en la forma y manera que le es posible a cada una.
Quienes escriben y opinan sobre la forma de hacerlo debieran profundizar en el fondo para poder verter opiniones con mayores grados de objetividad. La Iglesia la conformamos todos y todos debemos participar de su mantenimiento. Sé de algún informador, que suele hurgar en las heridas para provocar una sangría, que ni siquiera marca la casilla para el sostenimiento de la Iglesia en su declaración anual de la renta y luego propaga y promulga, si le fuera posible hasta anatemizaría a alguno que no se rinde a su vanagloria, la escasa aportación de las Hermandades al Fondo Común Diocesano. Que investigue para ofrecer información veraz y que diga lo que Hermandades como el Gran Poder y la Macarena, dos únicas corporaciones que mantienen sus templos abiertos durante todo el año, que no aparecen en este informe, ofrecen a los católicos cada día. Que sumen y vean.

martes, 5 de julio de 2011

ANTONIO GALA


Charlas con Troilo, de Antonio Gala, fue uno de mis primeros libros de cabecera. Me apasionaba –falto a la verdad y a mi propia justicia si no clamo desde esta página que me sigue apasionando- la figura de este selecto y magnífico escritor cordobés que tantos sueños ha despertado en mí con sus libros y escritos. Aún me conmueve la carta de despedida, a título de último capítulo del referido libro, que dedica a su fiel amigo, al compañero de tardes ensoñadas, de sosegados paseos matutinos. La sensibilidad del último párrafo llega a ser enternecedora y excitante. Hoy viene a mi memoria. “Llegaste, Troylo, a ser yo mismo de otro modo. El infortunio o el gozo, siempre los compartimos. Quien a mí me dejó, te dejó a ti, y te quería quien a mí me quiso. Me hablaba yo, y era a ti a quien hablaba. La muerte se ha interpuesto en la conversación una vez más, la muerte. Ahora sí que envejezco, ahora si que estoy solo. Es la primera vez que te has portado mal conmigo. Desde la ventana veré y el olivo y a tí al pie del olivo. Troylo, amigo mío, interminablemente bajo el césped. La muerte ha interrumpido nuestras charlas. Descansa en paz. Nadie jamás podrá sustituirte. Hasta luego. Hasta después".
Parece que el tiempo nos ha jugado una mala pasada, que nos ha hecho un guiño para encubrir su paso y me presenta aquella primera mañana de un domingo, recién iniciada la década de los ochenta, dirigiéndome al quiosco de Luisa para comprar un ejemplar de El País, y pasar ávidamente las páginas del suplemento, ignorando la actualidad candente de aquella emocionante época, y buscar el artículo en el que hablabas con aquel perro que pasó a ser su confidente, su confesor mudo y taciturno, su cómplice. Lo hacías participe de sus elucubraciones, de sus pensamientos, de sus opiniones sobre los temas de la más candente actualidad, de los cambios tan extraordinarios que comenzaban a ejecutarse de una manera ejemplar en la sociedad española, de ventanas abiertas por las que se colaba el aire fresco y renovado de una transición natural, como la propia libertad que llegaba con el consenso de todos los grupos políticos del momento.
Le hablabas de lo divino y de lo humano como si aquel animal comprendiera lo que realmente le estabas comentando, cuando en realidad los troylos estábamos enfrentándonos al espejo de la página y éramos quienes te seguíamos con ansia, yo diría que con concupiscencia, en tus declaraciones, en tus amonestaciones glamurosas pero tan sarcásticas e irónicas capaces de hacer tambalear la consistencia moral a quienes iban dirigidas, cuando la moral era uno de los valores más preciados de los ciudadanos de este país.
Acabo de leer, entristecido y absorto, las manifestaciones de Antonio Gala en las que desvela la enfermedad que padece y en las que alude a la dificultad de su extracción quirúrgica. Este cáncer que le amenaza no ha podido restarle ni un ápice a su mordaz y sátiro humor, ha sido incapaz de retirar la sonrisa de su rostro, y muy al contrario de dejarse llevar por el desánimo y la consternación, de abatirse a la conmiseración. Se ha rebelado contra esta infamia de la vida y se prepara para presentar batalla, dura y leal con su pensamiento, lanzado el sofisma para proclamar la derrota de su peliaguda contrincante de que “todo parece interminable, monótono, invasivo... Menos la vida: no tenía edad ya de nuevas experiencias. Las nuevas experiencias me llegan tarde. Trataré con todo de defraudar a la muerte una vez más: la última”
Espero y deseo que Antonio Gala siga apasionándonos muchos años con esos artículos que viene publicando en el diario El Mundo donde continúa abriendo puertas al conocimiento y dejándonos en suspenso mucho de su propia personalidad, de su interior espiritual, aunque nos aventuremos a intentarlo, difícil cometido de quién hizo pública, con toda normalidad, el agravamiento de su estado de salud, demostrando la grandeza de su espíritu, con un comentario extraordinario sobre la evolución tecnológica que nos rodea y aturde: "Mi salto tecnológico más espectacular es haber pasado de la pluma estilográfica al rotulador: aún me siento exhausto y con un cierto complejo de adúltero. Al internet lo miro y él me mira: eso es todo". Amén

lunes, 4 de julio de 2011

DONDE LA LIBERTAD ES UN DERECHO PROTEGIDO


Siempre habían tenido un sueño. Cuando empezaron a hacer planes para contraer matrimonio lo primero en lo que pensaron fue viajar a Suecia, pero claro los ahorros de años de sacrificios se fueron dilapidando en amueblar la nueva casa, en la organización de la ceremonia y el banquete, en los trajes, en los múltiples gastos que iban generándose de manera imprevista y que parecían no tener fin. Así que el sueño se vio diluyendo entre los múltiples gastos y facturas que se iban acumulando y el viaje de novios quedó en un desplazamiento a la costa levantina y eso aprovechando la oferta de un operador turístico, en el que trabajaba un familiar cercano.
Durante unos años el sueño de viajar a Suecia quedó invernando. Primero fue la llegada del primogénito, del segundo después. Cuando lograban reponerse económicamente surgía un imprevisto, había que pagar el colegio, los correctores dentales, la universidad, los masters y hasta parte de la boda del hijo. Así que pasaron unas decenas de años y Emilio y Encarna, que así se llaman mis amigos, se prejubilaron en el banco y en la empresa de telefonía y decidieron hacer realidad su sueño. Por fin iban a conocer Suecia. Estocolmo, la Venecia del norte, ya no sería una quimera. Decidieron desplazarse en coche y así poder visitar otros lugares. Disponían de todo el tiempo del mundo. Planificaron la ruta y estuvieron en Francia, en Holanda, en Dinamarca y por fin Suecia donde descubrieron un país maravilloso, y especialmente la capital, que superó las expectativas que fueron acumulando durante años. Alquilaron un estudio en las afueras de la ciudad, lo que les permitía moverse a su antojo, sin horarios de servicios hoteleros, sin el encorsetamiento de un tour organizado, sin ceñirse a programas de visitas comprometidas de antemano. Se movían a su libre albedrío. Allí pudieron comprobar el alto índice de civismo, el elevado concepto de educación y respeto por los derechos civiles y sociales de los ciudadanos y si bien, los precios de los productos básicos y los impuestos eran algo elevados, también la renta per cápita y los servicios del estado, para con sus súbditos, eran extremadamente justos.
Justo la noche antes de reemprender el camino hacia esta ciudad, a la que tanto quieren, tuvieron un sobresalto con un hecho inesperado, por inusual en lugar donde se encontraban, por sus experiencias. Dos policías le alertaron del intento del intento de robo en el coche. Dos jóvenes habían forzado el vehículo y había sido sorprendidos in fraganti en su delictiva acción. En todos sitios cuecen habas, pensó Emilio.
Acompañado por los dos agentes y sobresaltados, pues habían dejado todo el equipaje en el coche para no perder tiempo en la mañana, se dirigieron al lugar de los hechos y allí pudieron contemplar cómo estaban esposados los menores a una farola y otros dos agentes les vigilaban atentamente. Cuando uno de los delincuentes intentó zafarse de su prisión inmediatamente uno de sus centinelas hizo uso de su defensa, inmovilizándolo de inmediato. Nuevo intento, nuevo uso de la defensa. Cinco o seis pudieron ser las intervenciones de los agentes, me comento Emilio siempre sorprendido, que los dejaban ni hablar.
Hasta que aparecieron los padres, avisados por la autoridad, sólo pasaron diez minutos. Se identificaron y entonces se hicieron cargo de sus hijos, no sin antes mostrar su agradecimiento a los policías y pedir avergonzadas disculpas a mi amigo, que observa toda aquella escena atónito. Uno de los progenitores le fue pegando collejas y patadas en el culo hasta que lo metió en un taxi. El otro se llevó una bofetada nada más cruzó la mirada con el padre.
Exhortaron entonces a mi amigo a interponer denuncia, negándose a ello ya que ni habían causado desperfectos graves y todas sus pertenencias estaban allí, incólumes. Los agentes mostraron su contrariedad e insistieron. No hubo denuncia. Con el gesto contrariado acompañaron a Emilio a su apartamento y entonces sí preguntó por qué habían actuado de aquella manera violenta contra los jóvenes, a los que no dejaron no hablar. El policía le explicó que era la primera vez que delinquían, probablemente la última, porque una reincidencia les supondría una severa pena, que además cumplirían. La próxima vez no habría contemplaciones cuando intentaran oponerse a la autoridad.
Cuando se acercaron al vehículo, por la mañana para volver a Sevilla, un coche patrulla permanecía junto al suyo y dos agentes le saludaron sonriendo, mientras se alejaban del lugar.
La actuación de las fuerzas del orden fue expeditiva, en un país donde no hay dudas sobre la legitimidad en el uso personal de las libertades, nación ejemplar en su progresismo y en los servicios que se presta a la ciudadanía. Así les va. La de tortas que se llevó el raterillo, me comenta Emilio.

sábado, 2 de julio de 2011

PELIGRO: VÁNDALOS SUELTOS


Nos hemos mal acostumbrado al triste espectáculo de la proliferación de actos vandálicos en ciertas zonas de la ciudad, como si las imágenes de los restos de los cristales de las marquesinas de las paradas de autobús esparcidos por sus alrededores tras recibir el impacto de una piedra, las papeleras arrancadas de cuajo de sus soportes por la gracia de una patada, con los deshechos esparcidos por la vía que quedan convertidas en estercoleros por el capricho del niñato de turno, no fueran más que paisajes lógicos de la cotidianidad urbana, por reiteración y frecuencia en su aparición.
Hay cierta resignación en una parte de la ciudadanía motivada ya por el cansancio y frecuencia en las miles de denuncias que nunca son respondidas o tienen unas respuestas lógicas al necesario civismo.
Muchas de estas actuaciones, por denominarlas de una manera sutil y educada en inversa correspondencia a sus manifestaciones, vienen siempre tras las desmesuradas ingestas de alcohol de cientos de jóvenes que se reúnen en manadas, perdón por la referencia, especialmente por respeto a los animales, he querido decir en grupos, en lugares abiertos para la expansión y buen uso de la ciudadanía y que tras el paso de esta grey dejan en el más lamentable de los estados, impidiendo la utilización para el fin que fueron concebidos.
Es lamentable como ha aparecido, esta mañana, la avenida de la Buhaira y sus alrededores, cómo han arrancado papeleras de cuajo, hasta el firme de ladrillo de la carretera han extraído, gruesos ladrillos que luego han servido para el “noble uso” de arrasar las marquesinas de las paradas de autobuses y tranvía. Para poder realizar estas hazañas se requiere de un esfuerzo extraordinario, la utilización de fuerzas ingentes que posibilitan estas tareas, más propias de curtidos obreros que del niñaterío que la lleva a cabo por el mero hecho de divertirse. Según comenta un vecino testigo de los “valerosos” acaecimientos, el cerramiento de los jardines, que suele tener un horario para su apertura y que se clausura a medianoche, lo saltan y ahí campan a sus anchas. Beben sin control, insultan y vilipendian a quiénes se atreven hacer uso de la libertad de pasear, por esta hermosas zona de la ciudad, cuando insomne calor les imposibilita el descanso y para culminar sus noches de bromas y diversión realizan estas extraordinarias maniobras de desmantelamiento del mobiliario urbano entre el regocijo general.
Lo inverosímil de la situación, y hasta del más extraordinario y libre entendimiento, es que la mayoría de los componentes de estas pandillas de energúmenos, estos desequilibrados alborotadores, son menores de edad, niños de papá y mamá en su mayoría, de familias que incluso residen en la zona, en apariencia normales, más bien de una clase media alta, y en la que sus estructuras emocionales debieran estar bien cimentadas. Ignoro el nivel de preparación y educación familiar, sí se preocupan del estado en el que llegan sus hijos bien entrada la madrugada –cuando no la mañana-, o si por el contrario duermen a la pata llana mientras sus vástagos realizan estas increíbles proezas destruyendo cuánto se encuentran a su paso.
La educación empieza en el núcleo familiar. Ahí es donde se forma el espíritu de la persona, en el ejemplo diario y constantes de los progenitores. Si falla este primer y esencial estadio, cualquier estructura que se realice con posterioridad, estudios y preparación, se vendrá abajo irremediablemente. Si los cuantiosos costes que se provocan por los actos vandálicos revertieran en la economía familiar, otro gallo cantaría, pero mientras no se toque el bolsillo se seguirán, incluso, riendo las “gracias” del niño que ejerce su libertad para destronar el derecho que tienen a ella el resto de la comunidad. Pero claro, esto no es Suecia.

viernes, 1 de julio de 2011

A MIGUEL SÁNCHEZ ARMIJO. CABALLERO AZUL y PLATA.


No es la vida que se acaba, sino la que empiezas a vivir ahora, la que te traerá la añoranza de tus años de servicio a esta comunidad sevillana, ésa misma que te golpea en los sentidos en este primer día sin tener que atender a tu obligación, o debiera decir a tu devoción.
Has visto galopar los años desde el otero servil de tu moto, con la misma propensión y celeridad que imprimiste a esta dedicación tuya, a esta entrega que deja huérfana de tu humanidad las calles que recorriste para hacerlas más seguras, más transitables, menos peligrosas. Estoy seguro que tu memoria hoy se verá sorprendida, desde este reposo que comienzas a vivir, por esos momentos que han marcado tu existencia, que han ido delimitando tu vida, que han hecho apreciar el valor de la amistad de los que te rodean, de los que como tú, dejaron su vida en el borde de una calle para que otros alcanzarán la libertad que a ellos le abatieron sin aviso y cobardemente.
Siempre has hecho honor al uniforme que te impusiste hace treinta y siete años para otorgarle valores al Cuerpo, para dignificar con tu ejemplo lo que algunos pocos desalmados intentaron, de la manera más ruin y mezquina asaltando tus sentimientos en horas bajas, arrebatarte, sin saber que el honor y la gallardía es tu emblema, que tu saber estar y grandeza son blasones del escudo de armas que llevas grabado a fuego en tu corazón, títulos que hoy vas a traspasar a tus hijos, con la entereza y nobleza que te han otorgado tus menesterosos años de servicio. Es ésta herencia, y no otra, la que les emocione, de la que podrán presumir en el futuro con sólo nombrarte, porque no he visto más devoción, más demostraciones de amor, más comprensión y más obediencia fraterna hacia el progenitor, que la que de estos tres costaleros de la Macarena, que se rinden ante la mirada serena del Señor de la Sentencia.
Ahora Miguel, tendrás más horas para ocuparte de otras cosas, para gozar del ocio que muchas veces te sustrajeron inesperadamente y a la que nunca pusiste objeción alguna, tal vez dedicar más tiempo a transmitir a tus nietos los mismos valores que un día quisiste enarbolar desde tu condición de policía local, ese espíritu de superación con el que lograste finalizar este primer ciclo de tu vida con el cargo de subinspector, con el preclaro reconocimiento a tu vida profesional de tu superiores, que decidieron condecorarte en múltiples ocasiones, por tu valor, arrojo y dedicación. Pero yo, amigo, me quedaría con la concesión de la cruz con distintivo azul, la primera que se otorgó, en esta ciudad, desde que se reformó el reglamento de honores de la Policía Local de Sevilla.
Hoy dejas atrás, Miguel, muchas horas de convivencia subido al lomo de una motocicleta, caballero de azul y plata que buscas el bien de los tuyos, con compañeros que echarán de menos tu altruismo, tu generosidad, tu hidalguía y nobleza, quijote que presientes la bondad en todos y te enfrentas a los molinos, aspas gigantes que intentaron arrebatarte el honor, que punzaron en la herida en vez de sanártela, ignorando que la fuerza reside en la nobleza, en la unión que forjaste con los tuyos y que te hacían indestructible, porque lanceabas con la verdad y la dignidad, y con estas armas no hay fuerza humana capaz de derribarte.
Vuelves, Miguel, a recuperar tu tiempo, míralo así amigo, haz tuya la nostalgia, asiéntate en los mejores momentos de estos sesenta y cinco años que hoy te saludan, en los besos de tu esposa, en los de tus hijos, en los de tus nietos. Ahí reside tu mejor memoria. Acuérdate del esplendor de la mañana de un viernes Santo cuando la luz se trasluce y refleja en la mirada que nos aúpa y une en la amistad, que nos iguala, que no hace distingos. Vuelve Miguel a situarte en la delantera del paso donde tres hijos tuyos, tres policías de ley por imitar a su padre, Luismi, Jesús y Moisés, te llenan de orgullo con la herencia macarena que les imprimiste en el alma.