
Hace pocos días apareció, en los medios de comunicación local, el informe anual que suele redactar el Arzobispado de la Diócesis de Sevilla, en el que se explicita, y hasta se detalla, las aportaciones económicas que destinan las Hermandades al Fondo Común Diocesano.
Se está frivolizando -como siempre en foros donde se deja y permite opinar a personas sin ningún conocimiento sobre el mismo- con demasiada profusión sobre este engorroso tema. Y digo engorroso porque, aunque consta el envío de un informe bastante amplio, sólo toman una parte del todo.
Parece ser que las aportaciones de las Hermandades no se corresponden con las necesidades de la Iglesia. Pero también es cierto que las cofradías mantienen y sostienen una gran parte de la formación espiritual a la que no puede llegar la diócesis. Y poco, muy poco se habla de los que componemos y nos vanagloriamos de ser católicos, de pertenecer a la Iglesia de Cristo, pero racaneamos cuando se nos solicita la ayuda para financiar los proyectos que ésta emprende.
Veamos. Hoy la situación social del país viene condicionando los fundamentos vitales. La crisis económica que está asolando la Europa del falso bienestar está excluyendo a muchísimos ciudadanos de la posibilidad de disfrutar de una situación de comodidad, tal como la venían gozando hasta hace unos años. La Iglesia es la única institución que está atendiendo a estos nuevos pobres posibilitándoles, al menos, el sustento básico –los comedores no dan abasto a la constante demanda-, haciéndose cargo del pago de las hipotecas, entregando medicinas, soterrando de alguna manera la sensación de inestabilidad social que deberá producirse ante situaciones tan graves como las que se están viviendo. Para ello es necesaria la colaboración ciudadana, los solidaridad hacia nuestros hermanos, no digo ya del mismo credo, que se estancan en la desesperación. Siempre está la iglesia como último recurso. Y eso sin poder desatender las obligaciones de formación espiritual, las misiones, la asistencia a los mayores, a los enfermos, etc.
Se escandalizan algunos con este informe cuando sólo se ciñen al compromiso de las Hermandades y Cofradías, a sus aportaciones económicas, sin escarbar siquiera en la primera capa. Muchas de ellas, por no decir todas, corren los gastos comunes y propios de los edificios donde radican, elaboran programas de formación y atienden a cientos de jóvenes, sostienen asistencias sociales que se ven desbordadas y muchas veces hasta posibilitan el encuentro de empleo, tan necesario en esta época, con bolsas de trabajo que ofertan otros Hermanos.
La Iglesia tiene la obligación de pedir y los católicos de mantenerla. Cierto es también que no sólo podemos poner la carga en un solo fiel de la balanza. Las Hermandades de Sevilla colaboran con la Archidiócesis en la forma y manera que le es posible a cada una.
Quienes escriben y opinan sobre la forma de hacerlo debieran profundizar en el fondo para poder verter opiniones con mayores grados de objetividad. La Iglesia la conformamos todos y todos debemos participar de su mantenimiento. Sé de algún informador, que suele hurgar en las heridas para provocar una sangría, que ni siquiera marca la casilla para el sostenimiento de la Iglesia en su declaración anual de la renta y luego propaga y promulga, si le fuera posible hasta anatemizaría a alguno que no se rinde a su vanagloria, la escasa aportación de las Hermandades al Fondo Común Diocesano. Que investigue para ofrecer información veraz y que diga lo que Hermandades como el Gran Poder y la Macarena, dos únicas corporaciones que mantienen sus templos abiertos durante todo el año, que no aparecen en este informe, ofrecen a los católicos cada día. Que sumen y vean.
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