Es
como para echarse a llorar y no parar hasta llegar a Umbrete. La cosa tiene
migas. Que a uno lo nombre para representar al Rey Gaspar en la cabalgara de
Reyes de Triana, que es un referente para la ilusión de grandes y pequeños del viejo
arrabal, y desistir de este glorioso empeño cuando apenas falta una semana para
la representación y el recuerdo de la Epifanía del Señor, es una falta de
respeto para la ciudadanía, por mucho arte y poca gracia que intente plasmar en
el video que se ha colgado, en todas las redes sociales, con el fin de buscar
un sustituto al sustituto, según palabras del renegado embajador de la ilusión.
Triana no se merece esta desconsideración, ni por supuesto que suplante con
esta payasada el sentimiento y el trabajo realizado por muchísimas personas
para que el día seis de enero transite la ilusión, que tanta falta hace en
estos tiempos, por las calles de este emblemático barrio.
Si
uno no está seguro de poder cumplir un compromiso, es preferible no aceptarlo.
Se queda hasta mejor. ¡Cuántos trianeros, merecedores de este reconocimiento,
habrán soñado con representar al Rey Gaspar! ¡Cuántos que han dedicado su vida
por este bellísimo rincón sevillano se quedan con la frustración de no ser
reconocidas sus labores y funciones! Pero claro, estamos a lo que estamos y en
lo que estamos, a cumplir con la bendita y tradicional falseta de premiar a
quienes pasan de puntillas, y eventualmente, por la fama, a traicionar a los que
verdaderamente siente y sufren por las cosas de nuestra tierra, que por otra
parte siempre están a disposición de ella, callan y siguen, porque el amor les
puede, trabajando en las sombras.
Ser
Rey Mago en Sevilla no es cosa baladí, no es un tema con el que se pueda jugar.
Es convertirse en portadores y expendidores de la ilusión. Personas que se
transforman mágicamente para ungir los suelos de fantasía, alfombrando las
calles con el celofán de la alegría. Ser Rey Mago es convertir la humanidad inherente
de la condición del ser en la fastuosidad regia capaz de redivivir el mejor
estado del hombre. Aceptar el nombramiento es asentir a la nigromancia de la
fascinación de la que son portadores y que tienen su reflejo en las expresiones
y en los ojos de los niños, que corresponden a la inocencia de la fe y la
creencia, que es el mejor y más sentido estado del género humano. Ser Rey Mago
es apartar cualquier vestigio de la realidad para convocar a la quimera y el
ensueño, recuperar la entelequia de aquella edad que nunca pasó y que reside en
la sangre de nuestra sangre y que vemos reflejada en la reencarnación de
aquellos que siguieron la estrella que les guió hasta la presencia soberana de
Dios hecho hombre, ante la sorpresa de la humidad de un Niño apostado entre las
miserias de un establo.
Toda
esta mágica emulación de aquellas vivencias, toda la grandeza que se presentaba
en la cabalgata, se derrumba con la convocatoria pública para suplantar el
espíritu y derrocar a la majestad del sublime acontecimiento. Ha republicanizado la regia comitiva,
secularizando la entronización de la ilusión y guillotinando los atisbos de los
sueños. Les ha faltado poner carteles por las farolas y árboles, como reclamos
para llenar un hueco, que eso entenderán quienes están encargados de organizar
la cabalgata, o montar una tómbola en el Altozano, con el estridente y sonoro
nombre reluciendo en la pañoleta superior de “La improvisación”, con sus
potentes altavoces convocando a la participación, con el siempre toca barriendo
el aire para vergüenza de quienes se sienten trianeros y auspician aún sueños.
El
trono queda vacío. En estos tiempos es un hito y un privilegio poder trabajar,
pero que lo hagan en festivo sólo conozco a farmacéuticos y quiosqueros. Y esta
es la cuestión. Gaspar será reemplazado por una persona que vendrá a suplir al
sustituto, que así se autodenomina el elegido, el que ha renunciado a la gloria
de poder verter la fantasía y recuperar, aunque sólo fuere por unos instantes,
un brillo de ilusión en la mirada de un niño, un hito de esperanza que defenestre
la desilusión de tantos que no saben qué será de ellos mañana. Ha renunciado al
premio y ahora se busca a un Rey Mago, como si eso fuera tan sencillo.
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