Por
fín se toman medidas contra la instalación indiscriminada de veladores en las
zonas turísticas de la ciudad, y muy especialmente en el casco antiguo, donde
por algunas zonas era imposible el tránsito normal de los viandantes. Había
calles que parecían lugares de eslalon urbanos. Ni en las mejores de los Alpes
se dibujaban trayectos más espectaculares, donde los quiebros y los movimientos
de cintura fueran tan excesivos. Lástima para los fisioterapeutas que pierden
una importante cuota de clientes. Son los daños colaterales inevitables. Lo
importante ahora será regular las nuevas normas de ocupación de vía pública y
vigilar que las ordenanzas que se aprueben sean obligado cumplimiento para
todos.
Porque
en esta ciudad, no olvidemos que ya en el siglo XVI éramos singulares y
destacábamos en el mundo conocido por la picaresca para salvar situaciones de
riesgo económico, estamos acostumbrados a no distinguir entre la educación mercantil
y profesional y/o la voluntad sagrada de cada uno hace lo que le da la gana. Sé
de muchos industriales de la restauración –entiéndase regentes de
establecimientos gastronómicos y bares y no cómo operadores y conservadores de
imágenes y objetos de obras de arte, que todo hay que explicarlo- que se ven
entre la espada y la pared para atender a todas la obligaciones fiscales que
son propias a sus negocios y que son acosados, literalmente por los organismos
pertinentes, para que cumplan con las normas administrativas vigentes. Pequeños
comercios que levantan la persiana diariamente conscientes de que parte de las
ventas y ganancias de la jornada hay que destinarlas a sufragar impuestos municipales,
autonómicos o estatales. Gente honrada que está luchando por mantener a flote
sus negocios, en un marco legal que luego les deja desamparados.
No
debemos generalizar en las conductas y los manejos ilícitos de algunos que
quieren aprovecharse de la situación de alegalidad de sus manejos mercantiles.
No podemos criminalizar a quienes cumplen con sus obligaciones, coartando y
minimizando sus ingresos con normativas, creo que justa para con el resto de la
ciudadanía, y amparar a otros que se mueven en los márgenes de la ley. Basta
con darse una vuelta por los aledaños de los mercados de abasto de la ciudad,
donde se instalan puestecillos ambulantes que entran en directa y desleal competencia
con los instalados en las plazas. Supongo que los placeros denunciarán estas
situaciones y mucho me temo también que serán obviadas en la mayoría de las
ocasiones porque siguen colocando sus tenderetes. En la calidad de los
productos no me meto, pero si pueden ofrecerlos a un precio menor porque no
tienen que hacer frente a los impuestos y tributos a los que están obligados
quienes están en el interior del recinto.
No
hay más que darse una vuelta por los alrededores de los grandes centros comerciales
para observar cómo la contundencia que actúa las fuerzas del orden público, precisamente
en estas fechas, para implantar y hacer valer los derechos de las grandes
superficies, una potestad totalmente legítima, que ven cómo pueden verse
mermados sus beneficios con la proliferación de los manteros en las
inmediaciones de sus negocios. Justo es reconocer, también, que quienes tienen
reglamentados y en orden sus papeles para ejercer la actividad y pagan por
ellos, siguen pudiendo establecer sus tenderetes en los lugares establecidos,
pero no es justo que se atienda, regule y hasta se destinen fuerzas de
seguridad a éstos mientras se deja en el mayor de los desamparos a otros, que
también generan riqueza, aunque sea para las instituciones y el pago de sus
desvaríos.
Tal
vez sea cuestión de tiempo y estemos precipitándonos en las conclusiones. Tal vez
sería preciso revisar las normas y adecuarlas a las verdaderas necesidades
comerciales de la ciudad, que está abocada al sector servicios, vamos a los
bares y la industria de la restauración, consensuar a las partes y llegar a
acuerdos. Pero debemos ser consecuentes con las actuaciones e igualar a los
beneficiarios en derechos. Sí ya sé que no es lo mismo el Corte Inglés que
confecciones Manolita, pero es que Manolita también tiene que comer, vestir y
calzar todos los días y además da trabajo a dos familias que también viven
durante todo el año.
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