
Los avances
tecnológicos nos tienen engañados. Mucho ipad, mucho smarphone en los
autobuses, manejados por adolescentes, virtuosos de su utilización, que son
capaces de mandar un mail o un whatsapp, de dos páginas, en menos tiempo del
que tarde en persignarse un cura loco, y aquí seguimos confabulándonos con la picaresca
y la sinvergonzonería.
Tipos que venden
motos sin documentación original, negocios y pequeña y medianas empresas que se
ven abocados al cierre ante la escasa de financiación -¿dónde están esos miles
de millones de euros que se han vertido a los bancos para el desarrollo
empresarial y financiero?- o las deudas que mantienen por falta de pago de estamentos
y organismos oficiales, cobros abusivos de impuestos por servicios que ni
siquiera se realizan, como las limpiezas y aseos de los centros escolares, y
seguimos pensando que avanzamos. ¡Ay, qué bien nos vendrían unos nuevos planes
de desarrollo! Pero los únicos planes son los de cubrirse el riñón, aquellos
que pueden, y ande yo caliente y ríase la gente.
El drama social
se acrecienta. Veo con estupor cómo van cerrando hasta las casas de la compra y
vente de oro. Mala señal. Será que ya no hay oro que vender. O que no hay más
salida para este precioso metal que la de su adquisición por los especuladores.
Y eso es un signo cuantitativo que debiera preocupar. Porque muchas familias
han ido tirando, material y físicamente, vendiendo las alhajas y los objetos de
valor. Pero ya no hay más patrimonio familiar para engañar a la crisis. Ya no
quedan ni siquiera las alianzas, aunque algunos hará tiempo que no las utilizan
y al menos habrán sacado algún beneficio deshaciéndose de ellas.
En este patio
del monipodio, perdón he querido decir ciudad, en qué estaré pensando, tenemos
abiertas las puertas al progreso. Lo más, lo de un amigo mío, que se ha
comprado un piso en el que pueden bajar y subir las persianas, o encender,
apagar o disminuir la intensidad de la luz desde su teléfono móvil, guau, y el
tío está encantado, habrá mucha distancia desde el sofá del salón a la ventana.
Mucho desarrollo de I+D, mucha implantación de edificios inteligentes pero hay
una gran mayoría de ciudadanos que no cenan o se acuestan sin saber sin van a
poder desayunar o perderán su casa por no poder afrontar las cuotas de la
hipoteca para poder cenar y desayunar. Ahí está la diatriba.
Pero no hay que
perder la ilusión, ni desmoronarse en el desastre, porque Sevilla va a coger un
evento de la importancia de Ginebralia.
¿Esto qué es lo que es? Se preguntaran ustedes. Pues la celebración de un
acontecimiento extraordinario como es
una reunión de bebedores de gin tonic y que se apiñarán en un célebre
establecimiento ubicado en la orilla del río, un buen lugar para que vayan
cayendo y con la impresión recuperen el sentido de la realidad. Y lo peor es
que lo publicitan como una gran concentración, como las de las motos, a la que
acudirán ginlovers de los lugares más
remotos, o sea tipos que beben el
combinado de ginebra y tónica, como cosacos. Mi madre los denominaba
borrachuelos.
¿Qué me dicen
ustedes? ¿Estamos o no estamos en la vanguardia? Para que luego digan que no
somos capaces de emprender. Es que son hasta torpes porque, como todo el mundo
sabe, las destilerías no dan a bastos en los polígonos industriales. Así nos
va. No somos capaces de promocionar ni lo nuestro.
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