
La
formación es un hecho esencial en todos los órdenes de la vida. Con ella se
adquieren valores, se alcanza la cota del respeto y hasta da presencia y
significancia a la personalidad. Y hay mucha deficiencia en la formación y
demasiadas redes sociales y de información, de mala información, cuando no es
manipulada para la obtención intereses particulares. Hace unos años, un niño
nos dijo, con toda la naturalidad del mundo, y parte de Oceanía, cuando le
reprendíamos por su escaso interés por acudir al colegio, “para qué ir a las clases cuando en la tele me dicen y ponen todo lo
que tengo que saber”. Desgraciadamente esta es la mentalidad que prima en
un sector de los jóvenes que prefieren la facilidad en la consecución de bienes
materiales, la comodidad de una existencia vacía y rutinaria, a la dificultad y
trabajo que presenta la responsabilidad y el compromiso que se contrae cuando
uno se proclama seguidor del pensamiento y obras de Cristo.
Lo
que se está viviendo, en algunas hermandades, es reflejo de las actuaciones y
movimientos de ese sector de la sociedad que sobrevive en la superficialidad y
que entronca con los comportamientos inauditos, que estamos padeciendo en los
últimos años, motivados por la irreligiosidad que se poltrona en las cargos de
responsabilidad y en las juntas de gobierno. Gente que no ve más que
espectáculo donde debe primar la piedad, elevación y consideración de su propio
ego donde debe elevarse la humildad y la entrega al servicio de la comunidad que
les ha situado en estos lugares prominentes del gobierno de las cofradías. Son
lobos con piel de cordero que prefieren inmolar el sentido religioso en
beneficio de la diversión y la fiesta. Rodear todo de un falso esplendor para
intentar revestirse de gloria ante la incultura que les rodea. Eso es lo que
hay y mucho me temo que seguirá si no ponemos pié en pared.
No
es cuestión de volver al flagelo y al silicio, a descubrirnos las espaldas y fustigarnos
hasta el desfallecimiento. Pero si habría que indagar en la condición y forma
de vida de quienes pretenden acceder a los cargos de responsabilidad de las
hermandades, pues deben dar ejemplo con sus conductas y sus actuaciones, ser
portadores y divulgadores del mensaje de Cristo y no ir contra Él, que es lo
parece o aparenta estar sucediendo.
Los
lamentables hechos, protagonizados por el prioste de la Hermandad del Juncal,
son tan reprobables como lamentables. Pisotear un enser que porta la Santísima Virgen,
bailar sobre ella y concluir con una frase que preconiza la mayor falta de respeto
y consideración a los devotos y fieles de esa sagrada imagen, viene a confirmar
la irrespetuosidad hacia los valores que sostienen a las hermandades y refrenda
la necesidad de instalar filtros en las personas que quieren servir, ojo s-e-r-v-i-r
no servirse, a la cofradía de sus amores. Éste insensato y bárbaro, que además
vive de la producción de imágenes religiosas, debiera ser excluido de cualquier
ámbito responsabilidad para toda la vida.
Son
estos frikis los que están ofreciendo una imagen irreal de la celebración y
conmemoración de la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.
Elementos como éste que aplauden a las bandas, elevan a la condición de héroes
a los costaleros y colocan las fastuosidades materiales por encima de la
condición religiosa y piadosa de la Imágenes, son los que nos sobran y los que
nos desacreditan ante los que nos atacan, los que dan motivos y razones a
quienes nos posicionan en la marginalidad. ¿A ninguno de éstos frikis les gusta
la playa, la temporada de ópera de Milán o los deportes de altos riesgos?
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