La
prohibición de asistir a los actos religiosos es una vuelta al pasado, al
trasnochado mensaje de que la Iglesia es el opio del pueblo, a intentar echar
fuego al pasto seco. Suerte que la mentalidad y la formación de las nuevas
generaciones es muy distinta a las de sus padres. No es fácil engañar, en estos
tiempos, a nadie. Siempre hay incautos que caen, que tienen una venda en los
ojos, o son seres hastiados y corroídos por la inseguridad social que preside
la vida en estos tiempos.
Por
otro lado, no saben el tremendo favor que hacen a las organizaciones
religiosas. Sé, de más de un secretario, de alguna Hermandad, que se alegra por
esta decisión, por no tener que escribir cartas, en tonos amables y
protocolarios, que ni siquiera reciben la consideración de una excusa a la
invitación cursada. Un problema menos y un hueco más para quién realmente
quiere participar.
Lo
que realmente resulta extraño, cuando no insólito, es la exclusión en esta
prohibición de posibilidad de asistir a las romerías. Se queda uno con
cara de tonto, de incrédulo al menos y piensa si no será falta de formación o
es que están licenciados en tontura. Habría que aclararle –me pregunto yo para
qué tanto asesor cobrando de las extenuadas arcas públicas, que es al final de
donde mana todo- al Sr. Maíllo que las romerías son actos religiosos, por muy
enraizadas y muy tradicionales que estén en Andalucía. No conozco ninguna
romería laica, a no ser que se esté refiriendo en ir al circo. Las romerías,
que suelen estar dedicadas a advocaciones marianas y santos, tienen un marcado
carácter religioso. Distinto es la celebración de la misma. No hay que ser, ni
mostrarse, triste para profesar al fe católica, ni se aleja uno de los valores
que nos enorgullecen por cantar, disfrutar en familia y con los amigos, del
sentimiento que guarda la proclamación y protestación de las creencias, en este
caso cristianas. Debería asesorarse mejor, señor Maíllo, antes de revocar
prohibiciones y sectorizar los intereses. Porque hay creo que radica todo. En
cuanto sus dirigentes de base hacen llegar estas restricciones al uso de la
libertad a sus partidarios locales, acuérdese de algunos de sus más importantes
líderes manifestando su pertenencia a la Iglesia y cuyo mensaje toman como
modelo revolucionario, habrán puesto el grito en el cielo, mire qué cosa, cuando
se les cercena el derecho a asistir a las romerías de sus pueblos y a las más
universales. Tararí que te ví, enseguida van a cambiar sus modelos y sus
creencias por la laicidad y mendicidad de unos votos que les aseguran las papas
en sus ayuntamientos y consejos locales.
No
dude usted, señor Maíllo, que ser cristiano está muy por encima de las ideas. Ser
católico es una condición no impuesta, que asegura la comprensión de muchos
enigmas que atosigan al hombre, es una manera de encontrarse con Dios sin más
obligación que al del amor. El único compromiso que requiere es la observancia
en la ayuda al necesitado, en dar de comer al hambriento y en consolar al
hermano. Claro como algunos tienen el plato de gambas delante, reniegan de los
compromisos que pueden acarrear este ideario, que es como ustedes denominan a
la fe y a la Iglesia Católica. ¿Por cierto, señor Maíllo, será por esta
prohibición a participar en todo lo que tenga carácter religioso por lo que NO
aparecen, ni se les espera, por Cáritas que tanta hambre está quitando?
Un poco de dignidad y no vulgaricen la profundidad religiosa popular que
guardan las romerías.
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