Muchas veces, lo más simple es lo más
hermoso. El barroquismo excesivo viene a desnaturalizar las cosas. Exagerar es
sinónimo de prepotencia, cuando se manifiesta en las conductas del hombre. ¿Por
qué tiene que ser más bello un conglomerado de rosas, con insertos de flores
del paraíso, adocenado con un remate de claveles y, por no faltarle nada, con
lirios salteando la frondosidad del ramo? ¿Por qué carece de hermosura una
maceta de cerámica trianera con sus aspidistras al lado de la Virgen? Son sólo
adornos, elementos ornamentales que van y vienen mientras lo verdaderamente
importante permanece y supera el paso de los años. El libro de los gusto, dicen
está en blanco. Estamos llenos de prejuicios y queremos instituir lo que nos
parece moderno, aunque muchas veces confundamos los términos y no sabemos
separarlos del catetismo. Nos hemos quedado en el barroco. Ahí fijamos el
tiempo. No tengo nada contra esta tendencia artística. Pero anclarse en unos
modelos artísticos del siglo XVI y XVII es detener el progreso. No soy yo
crítico de arte, ni entiendo demasiado de pintura. Sé lo que me gusta y lo que no.
Pero es evidente que si Valdés Leal, Leonardo Da Vinci, Velázquez, Murillo,
Caravaggio, Ribera, Zurbarán, Goya, Van Gogh, Matisse, Picasso o Dalí, por
citar a algunos, no hubieran indagado en las corrientes artísticas de sus
antecesores y sus contemporáneos y mostraran sus tendencias, como vínculos
evolucionados de aquéllos, estaríamos todavía pintando bisontes y hombrecillos
esqueléticos en las cuevas.
Desde
hace algunos años se viene observando una tendencia a desnaturalizar las
esencias, que siempre han evolucionado, y han guardado sus modelos para
construir las existentes. Estas preferencias por retener lo grandiosidad de una
época, está haciendo un flaco favor al desarrollo de la evolución en la
evolución de las cofradías y hermandades de nuestra ciudad. Existe una
generación que, muy al contrario de buscar nuevos visos artísticos, sin
desnaturalizar las esencias, repito, ni convertir en un circo lo que debe ser
respeto, devoción y fe, se amarra al pasado. Es relevante que se olviden del
verdadero origen para centrarse en lo superficial. Y con un agravante más. Todo
tiene que ser igual a, todo tiene que tener una referencia. Y la que se sale de
estos nuevos límites es apaleada por los cientos, por los miles de “entendidos”
que han surgido de improviso. La personalidad de las hermandades está peligro.
Las
hermandades, hasta hace relativamente muy poco tiempo, se caracterizaban por su
valentía, por su interés en soldar sus gustos a los tiempos, vivir la
contemporaneidad y participar de los modos de vida en cada época. Cuando en
otros lugares de España, hace sólo unas décadas, se había perdido el matiz
democrático en sus acciones, en Sevilla se mantenían las urnas abiertas,
contribuyendo a la formación y el poder decidir quiénes dirigían sus cofradías.
Con sus guasas y sus cosas pero así era.
Hace
unos días, la hermandad de San Gonzalo, tuvo la “terrible
osadía” de recrear un patio sevillano, con sus alegorías litúrgicas,
para mostrar a la Virgen a los ancianos de una residencia cercana. Si buena es
la intención, mejor la recuperación de la memoria. Muchos de las personas
mayores habrán recordado sus patios, sus modos de vida en torno a ellos, el paso
de los años recorriendo sus memorias. Y con la Virgen presidiendo la estancia.
A mí me pareció hermosa
y muy digna la escenografía del montaje. Lo importante y grandioso es el fondo.
¿Será más feliz la Virgen porque la rodeen de alhelíes, de rosas y
gladiolos? ¿Se congratulará más con sus
hijos si la revisten de piezas de plata, de primorosos encajes y terciopelos?
¿Qué tiene que envidiar una buena cerámica de Triana, repleta de tierra y coronada
por aspidistras a la frondosidad de candeleros chorreando cera? La
hermandad no ha hecho más que lo que tenía que hacer. Procurar que sus
hermanos, vencidos por la edad y por el tiempo, que no por el ansia de la vida,
se confortaran viendo cerca a la Madre y provocar un intercambio de sonrisas que
valen por todas las escenografías barrocas del universo. Ojalá algunos pudiéramos
ver, in situ, ese intercambio de alegrías y peticiones de Salud, entre nuestras
madres y la Madre que nos espera.
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