Es increíble, tragicómico,
digno del carácter implícito en la sangre nacional y en la mejor tradición del
esperpento valleinclaniano. Esto es el callejón de los gatos, no de la comparsa
de los Carapapas, que esa al menos no engaña a nadie, ni criminaliza a
inocentes. El escándalo que se ha montado en este país porque alguien dice la
verdad, en un foro donde la mentira, el engaño y la patraña tienen su asiento.
Se han indignado
sus señorías, diputados y senadores de nuestro ínclito régimen parlamentario,
ante la comparecencia de Ada Colau, representante y voz de la asociación de
afectados por las hipotecas, ante la Comisión de Economía
del Congreso, que ha llamado a las cosas por su nombre.
A los señores
diputados, están todos en la línea corporativista que les caracteriza cuando se
trata de subirse el sueldo o alguien se rebela contra sus doctrinas
dictatoriales, les ha molestado los términos en los que se ha expresado esta ciudadana
que actúa en defensa de los expoliados por la gran estafa del estado, que ha
permitido y permite que la banca siga enriqueciéndose con la desgracia y el
empobrecimiento paulatino de sus votantes. Algo incongruente y sin sentido que
parece ser ignoran estos padres de la patria… de sus intereses particulares.
La señora Colau
no ha hecho más que transmitir el pensamiento de muchos españoles que ven cómo
son desahuciados sin ningún tipo de consideración, sin derechos a revisiones,
ni permiten la reubicación, en régimen de alquiler en esa misma vivienda. En
muchos casos se la emplea la violencia cuando los inquilinos expulsados
muestran su indignación y se resisten a abandonar el fruto de esfuerzos y
trabajos. No olvidemos que la ley hipotecaria, en vigencia y que propicia la exclusión
de los afectados, que regula estas actuaciones permite, y hasta aconseja, aconseja
la ejecución de la expropiación con solo
tres meses de cuotas impagadas. Tres cuotas que el peor de los casos ascienden
a tres mil euros, mientras que a verdaderos sinvergüenzas, estafadores –entre los
que hemos de incluir a los banqueros y sus adláteres políticos-, ladrones de
corbata de Saint Laurent, dirigentes y personajes venidos a más por su estrecha
relación con la familia real, le son condonados sus desfalcos y
prevaricaciones, eluden el rigor de la justicia y hasta se dan el lujo de
vender exclusivas con sus historias, cuando no intentan darnos lecciones de
honestidad y sinceridad, como es el caso de Mario Conde, tertuliano que
comparece en una emisora de televisión para hacernos, recriminando las
conductas éso si, ver la situación de amoralidad y desprestigio con la que
actúa la banca española. A buenas horas, mangas verdes. Sólo falta que la
dirección general de tráfico fiche a Farruquito o José Ortega Cano para que nos
den lecciones de conductas de seguridad en las carreteras españolas.
Señalar como
criminal a quien defiende la actual ley hipotecaria de nuestra nación, permitiéndose
el lujo de señalarla como modélica ante otras del mismo carácter en Europa, es
una nimiedad con lo que pensamos el resto de los españoles, los que no nos
sentamos en el hemiciclo pero hacemos que se sienten ellos. Que nos tomen por
tontos ya es rizar el rizo. La dignidad con la que se refirió Ada Colau es
digna de resaltarse. Y encima fue llamada al orden para que retirara sus
palabras por el presidente de la comisión. Pero no contaba con la valentía de
esta mujer, que hizo frente con la verdad como arma a las insinuaciones
intimidatorias que profirieron contra ella sus señorías. No sólo mantuvo el
tipo sino que levantó su cara con orgullo, sin resignación y con gallardía. Una
persona que se emociona cuando hace referencia a la injusticia que se está
cometiendo contra gran parte -¡ojo al dato!- de la ciudadanía, que mantuvo la
serenidad de no lanzarle un zapato al representante de la Asociación Española de la Banca durante su
penosa intervención –poderoso caballero es don dinero- es ya de por sí un gesto
de extremada valentía, de gesta legionaria en campos marroquíes, una lección de
heroicidad en estos tiempos donde prevalecen, por encima de cualquier valor, el
poder del dinero.
Ada Colau lanzó ayer toda la existencia de la añorada y querida
zapatería Los pequeños suizos,
haciendo uso de la palabra, utilizando los términos adecuados y poniendo en
valor la esencia de la verdad. Llamar criminal a quienes provocan que la gente
se tire por la ventana del piso que van quitarle momentos después es llamar por
su nombre a estos valedores y adoradores del dinero, que no dudaron en establecer
condiciones y falsas expectativas a sus conciudadanos, repitiendo que vivíamos en
una sociedad basa en el bienestar, anclada en la seguridad económica, sabiendo
que los cimientos de esa gran mentira comenzaban a desintegrarse. A ellos no
les cogió el derrumbe donde han muerto –algunos literalmente- las ilusiones de
muchos españoles. ¿Son o no son criminales?
No hay comentarios:
Publicar un comentario