Debe
ser este tiempo gris que anega los espacios y los reconvierte en pantallas donde
se proyectan los recuerdos. O esta gripe que se aferra en mi cuerpo, que se
obstina en mantenerme anclado al lecho. Qué tristeza. Me asomo al balcón y se
remueven todos los sentidos. No tenemos edad en la memoria. Todo nos parece
renovado pero no es cierto. Las cosas son como siempre han sido. Por mucho que
nos empeñemos en variarlas seguirán presentándose tal como fueron concebidas. El
dantesco edificio sigue ahí cegándome la visión del campo, de un horizonte
limpio. Solo variamos nosotros. Nos deterioramos físicamente y, en un alarde de
egoísmo, intentamos arrastrar con nuestro declive las cosas que nos rodean.
La
desnaturalización, por ejemplo, de la cuaresma. Este tiempo de reconciliación y
recapitulación, podría servirnos para encontrar respuesta a los graves
problemas que nos rodean, pero más aún podría significar, con la meditación y
algo de austeridad en nuestros comportamientos, el reencuentro con Dios, que es
como reencontrarnos a nosotros mismos.
Si,
definitivamente es este panorama gris, lo que me lleva por los caminos de la
nostalgia, a solicitar una tregua en el presente y procurar que las horas de
una juventud ya lejana se manifiesten. Quiero regresar, apartando el esterón de
los años, a la iglesia que se configura y se hace actualidad en mi memoria. A
recuperar los sones quebrado por la cretona de una radio de la marcha Aguas y
ausentarme del hoy con la melódica voz que anuncia “Sentir Cofradiero, un canto
a la Semana Santa de Sevilla”. O perderme los entresijos del tiempo, de regreso
del instituto, atravesando San Martín cuando la tarde comenzaba a verter su
plomicia apariencia sobre la ciudad, oyendo la Pasión Según Sevilla, de radio
Peninsular, donde advertí que la emoción podía desembocar en el descubrimiento
de nuevas sensaciones, de hermosos artículos radiofónicos evocando momentos y
situaciones, por entonces, ya lejanas de Montero Galvache, mientras sonaba de
fondo tus Dolores son mis Penas, de Don Antonio Patión.
Sí,
es la melancolía de este ambiente, lo que me hace recomponer mi memoria,
ajustarla para no perder los aromas a miel y a dulces friéndose, el olor que
incitaba a la proximidad de la mejor Semana del año, que nos invitaba a
destituir el dolor y a conmocionarnos con la contemplación de una bandeja de
torrijas recién elaboradas, colocada en lo alto del frigorífico para la
alejarlas de nuestra ansias, de la tentación por engullirlas de inmediato. La espera
realzaba el valor de aquellas sencillas cosas, las hacíamos importante porque
no las teníamos de inmediato y sabían a gloria cuando las alcanzábamos, cuando
nos las ofrecían.
Debe
ser la fiebre, porque se aparece ante mí la mesa con aquel cuenco repleto de
orejitas de haba, una especia de de rosquilla enlazada, dulce propio de Coria,
y una botella de anís, en la mañana de un domingo de ramos, con la túnica de la
Borriquita colgando de la barra de la cortina del salón y el ajetreo nervioso
de mi madre para dejarlo todo dispuesto antes de salir para Sevilla.
Estamos
en Cuaresma y parece que queremos eludir estos momentos. No le damos pausa a
este tiempo. Queremos precipitarlo por el barranco de la improvisación,
instaurar momentos nuevos que nos delimitan en los sentimientos. Estamos
desaprovechando estos días de preparación para la celebración de la Pasión, Muerte
y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, tenemos prisas por alcanzar lo que
afortunada e irremediablemente llegará. Nos debatimos en cuestiones que nada
tienen que ver con el origen de nuestros sentimientos, en la crítica burda y
banal, en la mediocridad sobre la fuerza de los costaleros o en la optimización
del acoso y derribo, en los foros virtuales, del hermano por el mero hecho de
que piense lo contrario.
Desde
luego me quedo con el romanticismo de
algún programa de radio antiguo, con el recitado de las poesías de Rodríguez
Buzón, Florencio Quintero y Antonio Osuna, en las voces de Agustín Navarro o
José Manuel del Castillo. Escuchándolos aprendimos a ser cofrades. Y llegamos
incluso hasta a formar parte de alguna junta de gobierno y a pregonar la semana
santa desde el atril del Maestranza.
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