El montículo sigue creciendo. Pronto se
convertirán montaña, un cochambroso
otero desde donde se podrán admirar hermosas panorámicas de los cielos
de la ciudad, para evitar mirar al suelo, quienes ascienda por sus laderas hasta
la cima, o los niños compartir espacios y juegos con hermosas y lustrosas
ratas, que algunas llevan tatuado tatuados, en sus prominentes pechos, el
escudo de la segunda bandera, del Tercio Duque del Alba de la Legión.
Es
una vergüenza el aspecto que presentan las calles de nuestra ciudad, anegadas
de basuras y residuos que comienzan a descomponerse, con el grave perjuicio que
conlleva para salud de vecinos y visitantes, que ayer pasaron un grupo de
alemanes o ciudadanos nórdicos, por los rasgos y aspecto que presentaban, con
mascarillas colocadas y farfullando sabe Dios qué lindezas, porque igual
desconocen el origen de esta asqueroso maremágnum.
Es
una vergüenza que los trabajadores de Lipasam se desliguen de sus ocupaciones
laborales, no por defender sus puestos de trabajo por un despido
multitudinario, ni por alcanzar otro tipo de derechos, que son los que subyacen
al final como exigencias, sino por imponer un pulso al ayuntamiento y a sus
dirigentes para ubicar tiempos de descansos eliminados, por la supresión de
días de asueto. La ciudad no se merece un comportamiento de esta índole.
Trabajadores que mantienen una prima por ¡no faltar al trabajo! El quiosquero
de la esquina de mi casa, el tendero de la tienda de desavíos, el farmacéutico
y hasta los arquitectos del estudio que se sitúa en el edificio de oficinas, no
cobran ese día si no justifican sus abstinencia laboral, si no presentan el
certificado médico. Y no digo ya nada de los que padecemos la lacra del paro.
Ésos no cobran más que las horas que figuran en el contrato del desinterés de
los políticos.
Es
una vergüenza que manifiesten su interés por no desconvocar la huelga y
persistan en sus nimias reivindicaciones salariales cuando medio país se ajusta
el cinturón y comienza a silbar ante la hecatombe económica que está destrozándolo.
No digo que tengamos que pagarla los ciudadanos –que lo estamos haciendo- sino
que habría que cotejar la justicia de este tipo de actuaciones mientras el
funcionariado se desangra, mientras que los trabajadores de entidades privadas
tienen que ajustar sus maltrechas economías domesticas con la excusa de poder
salir de la crisis.
Es
una vergüenza que piquetes indiscriminados, tal vez descontrolados, colaboren a
la propagación de enfermedades, desperdigando la basura que se encuentra
depositada en los contenedores, cuando no le prenden fuego o esparcen los
desperdicios insalubres por aceras, sin
importarles la ubicación de comercios de comestibles, colegios o espacios
hoteleros. Esta madrugada, recién salido de una reunión en la hermandad,
pudimos comprobar cómo un grupo de personas, nada de vandálicos elementos
juveniles, ni componentes de bandas antisociales, cerdos de apariencia normal y
mayorcitos, derrotaban la verticalidad de un contenedor, en las calles
adyacentes al hotel Macarena, desperdigando bolsas de basuras por el suelo, y
no conforme con esta premiosa actuación, dedicaron todas sus fuerzas y afanes a
rasgar el plástico de las bolsas y verter los desechos en la vía pública,
mientras proferían cobardes grititos sobre la legitimidad y adecuación de su actuación,
en un claro y premeditado afán por presionar a los responsables políticos de la
ciudad.
Esta
huelga, como cualquier otra actúe de manera violenta, pierde su sentido con
este tipo de actuaciones. Los
ciudadanos, que además pagamos sus nóminas con nuestros impuestos, no olvidemos
que de momento es una empresa municipal, no podemos convertirnos en rehenes para
que puedan conseguir sus reivindicaciones. La opinión pública comienza a
considerar la necesidad de privatizar este tipo de servicios, como ocurre en
otras ciudades y comunidades del estado, siempre y cuando revierta en el bien
común. No podemos, ni debemos asentir, a comportamientos vandálicos, ni a soportar
este desmán insalubre, porque es algo que ya hemos pagado y tenemos derecho a
vivir conforme a las normas seguras y salubres de la sociedad.
Que
se inicie un huelga por la supresión de las primas por acudir al trabajo, o por
reducir el número de días por asuntos propios que se le otorgan gratuitamente,
amén de las justas vacaciones, o por obligarles a cumplir con sus obligarles,
me parece indigno. Los sindicatos han perdido el norte en este país. Debe ser
los recortes en las subvenciones que ya no les permiten tener la mente clara
porque no pueden relajarlas en sus cruceros o vacaciones de lujo, en los paradisiacos
lugares a que estaban acostumbrados visitar, con el dinero del contribuyente. Y
los derechos de los ciudadanos ¿dónde están?
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