
Cierto
es que hay un sector de dirigentes que no mantienen el nivel adecuado para
regir a sus corporaciones e incluso, lamentablemente, no tienen la preparación teológica
y personal adecuada. Hay personas que se visten de presunción y hasta utilizan sus
cargos en las hermandades como catapultas para sus relanzamientos
profesionales. Hemos pasado de la austeridad y el compromiso, al derroche de
chabacanería. Eso es lo que sucedió
ayer.
Los pasos que
debían presidir las estaciones del mismo no pudieron acudir a la convocatoria
realizada por las adversidades climatológicas que se presentaron durante la
jornada. La decisión no pudo ser más acertada. La suspensión de los traslados
parecía refrendar la coherencia de las hermandades en la toma de sus
decisiones, en el carácter religioso que hay que imprimir a sus procesiones.
Las cofradías tienen como fin principal, así se conciben en sus orígenes,
catequizar a quienes las contemplan, intentar acercar a Dios a la condición
humana a través de la imagen. Las circunstancias de los tiempos han ido
adecuando los compromisos formativos y las hermandades y cofradías realizan una
ingente labor en este aspecto. Miles de jóvenes acuden a las dependencias de
las casas de hermandad a conocer el mensaje salvífico de Cristo, a
reencontrarse con los evangelios y tratar de ajustar las enseñanzas a los
comportamientos y usos actuales. La vigencia de la Iglesia en innegable.
Cierto es que
hay algunas conductas que pudieran entenderse como inadecuadas, que hay
actitudes que demuestran la ineptitud de sus dirigentes, achacables en algunos
casos a la bisoñez propia de la juventud, personal y de la institución que
representan.
Había un pacto,
una regla no escrita, en la que se suspendían TODOS los traslados si una sóla
de la Hermandades decidía no efectuarlo por cuestiones meteorológicas, como
sucedió en el día de ayer. Sin embargo, y como suele suceder casi siempre en esta
ciudad donde los muros hablan y vociferan secretos, hubo nueve hermandades que
mostraron su disposición a efectuar sus salidas y cinco que matizaron sus recelos
y negativas a realizarlos, tras confrontar los datos que llegaban de la Agencia
Estatal de Meteorología, que certificaban la presencia de la lluvia en el
trascurso de la jornada. No pasa nada. El piadoso ejercicio del Vía Crucis, principal
motivo del encuentro de cofrades, se celebró con esplendor en las naves
catedralicias.
Lo que no es
tolerable, porque comienza a dar razones a quienes se obstinan en desacralizar
los fundamentos que nos mueven cuando ingresamos en una cofradía, es la obstinación
por realizar una procesión, aunque sólo se produzca en unos metros, y las
manifestaciones de otras dos, con siglos de vida a sus espaldas, para sacar sus
pasos a la calles extemporáneamente, sin ningún motivo ya que el propósito
principal, participar en el Vía Crucis Extraordinario, había sido suspendido.
Esta minoría,
señalando también la puntualidad de estas actuaciones, no puede desarmar el
esfuerzo y el trabajo de otras muchas que se deshacen por extender las
enseñanzas de Cristo. Poner en un brete la honestidad y el compromiso
devocional del conjunto, por la actitud inadecuada de tres corporaciones, es
obrar con injusticia. Las decisiones son responsabilidades que tienen que
asumir quienes las toman. A ésos hay que exigirles y pedirles explicaciones por
sus conductas.
La lluvia vino a
poner a cada uno en su sitio. Pero eso no es óbice para reconocer que hay de
todo en la viña del Señor. Y si alguien tiene que poner orden porque considere
que no se cumple con las prebendas espirituales, con las que fueron concebidas
las hermandades, que lo ponga. Pero ése es otro tema.
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