He
dejado pasar algunos días para pronunciarme sobre el programa de televisión,
seguramente de ésos que llaman basura, en los que no sólo se cuestiona la razón
de ser, la religiosidad popular, de la semana santa de Sevilla, sino que se
atreven a mancillar la memoria de todo un pueblo, a mostrar imágenes y
comentarios manipulados, en una vergonzante actuación, y a ridiculizar a
sencillos ciudadanos, la mayoría personas mayores, que viven la fe sin
prejuicios, con el carácter popular que les ha sido delgado por sus
ascendientes. Más les valdría haber dedicado este tiempo y dinero, al que
posiblemente contribuyamos los sevillanos con el pago de nuestros impuestos y
con el consumo de los productos que publicitan en sus interminables
intermedios, a solucionar esos problemas que no tratan ni sus propios
noticiarios. Tal vez debieran Anna Simón y Florentino Fernández dedicar parte
de sus sueldos a reparar los tristes efectos que han provocado este caos social
gente como los propietarios de sus cadenas.
No todo vale,
Florentino, para llevarse un suculento sueldo a casa y vivir como un marajá
aprovechándose de la sencillez de la gente. El dinero no puede deshonrar los sentimientos
de un pueblo, ni esclavizar la libertad que tanto pregonas en la basura de tu
programa. No es lícito, señorita Anna Simón, que puedo imaginar cómo ha llegado
hasta un lugar que debiera ser ocupado por algún periodista de verdad, que
venga usted a mancillar el sentir de la religiosidad popular diciendo lo ridícula
que puede llegar a ser los ciudadanos de la Sevilla “donde la gente se disfraza con unos capirotes, se pelean por deslomarse
la espalda para llevar una estatua
que podría ir sobre ruedas y luego lloran a moco tendido cuando no pueden salir
porque llueve”. En Sevilla no se disfraza nadie en Semana Santa, ni nunca
como sea Carnaval. Los nazarenos se cubren para realizar anónima estación de
penitencia. Nadie se pelea por deslomarse las espalda porque lo que hacen, lo
hacen convencidos por la fe y eso es dignidad y cumplimiento a su verdad. No
son estatuas, señorita. Aquí al menos no. Son representaciones de Jesús, en sus
distintas estaciones pasionales y lloran, sí es verdad, porque son muchas las
emociones, que de generación en generación se han transmitido, que se retienen
y la memoria de padres que vuelven, porque tal vez se haya pedido por un
hermano que se moría e inexplicablemente sanó, porque una madre nos llevaba de
la mano y nos enseñaba que Dios, como la imagen que veíamos, era hermoso y
bueno. Claro que tenemos la ventaja de haber sido aleccionados en el
sentimiento, en el respeto y en la creencia de los valores. ¿Usted sabe de qué
hablo?
Como colofón a
tan “magnífico reportaje”, no
cabíamos en casa y parió la abuela, viene un señor alemán a mofarse y caricaturizar,
a zaherir y mortificar, las creencias populares. Qué ignorante debe ser este
pobre hombre, qué falta de cultura, qué poco respeto por las tradiciones y la
religiosidad de un pueblo. Un germano que se permite comparar a una hermandad,
la San Gonzalo, y a sus integrantes, con un reunión del Ku Klux Kan. Y lo dice
un tío cuya memoria histórica, si tiene memoria y cerebro claro, mantiene la
peor ralea para la humanidad. Lo dice este caricato que se llama Wolfgang Maier
es una sandez y podría habernos igualmente comparado, en su más absoluta
gilipollez, con algunos sitios, promovidos por sus ilustres antepasados. Tal vez
deberíamos recordarles, sin profundizar en datos, algunos lugares que han
pasado a la triste y más negra historia del mundo desde que es mundo. Espacios
como Auschwitz, Birkenau, Belzec, Chemn, Maidanek, Sobibor, Treblinka y
Mauthausen. O hacer mención a la tenaza económica que está realizando su
querida primer ministra, y que está empobreciendo a toda Europa.
Es una pena que
se gasten dinero y medios, tiempo y trabajo, en este tipo de programas y que
dos payasetes, lo de los españoles mantiene una gravedad inaudita, maltraten y
vilipendien los sentimientos y fervores religiosos de su propia gente, de la
que vive en este país que se llama España. Seguimos estando sometidos a los
actos de los bárbaros. Sólo que no cuentan con el carácter y la valentía de los
andaluces. Y sé de muchos que ha desintonizado La Sexta. Entre ellos, mi
familia. Cuando queramos basura nos acercaremos a la esquina donde se sitúa los
contenedores.
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