Otra
vez este muchacho atentando contra la dignidad de la familia, clavando el cuchillo
del dolor, que lleva muescas de amargos recuerdos en su hoja, en lo más hondo
del corazón de una familia que tuvo, tiene y tendrá, por lo que se ve, seguir
soportando el hiriente y salvaje juego de esta panda de indeseables. ¡Qué
miserable condición puede alcanzar al género humano!
Otra
vez las imágenes de una sonrisa copando los titulares de los periódicos,
sembrando de titulares los programas de televisión, algunos intentando
informar, otros utilizando el morbo indecoroso y miserable, para obtener una
audiencia que posibilite una publicidad que reponga la inmoralidad del lucro
con la desgracia ajena.
Otra
vez el juego de la burla, del salto a piola de los poderes judiciales, de lo
que dije ayer me retracto y ahora asumo toda la culpa, ahora condeno a aquél,
ahora callo y después hablo para saciar un hito de venganza; del sarcasmo y la
intolerante actitud de un muchacho que miente al mismo tiempo que habla, que
ahora inculpa a su hermano, cuando hace unos meses le apartó de cualquier
responsabilidad en este asesinato, que si no fue con premeditación sí continuó con
un plan para deshacerse del cadáver.
Otra
vez la lanza de la inmisericordia atravesando el espacio para clavarse en el
centro de la diana del tormento, para infligir el martirio a unos padres que ya
no saben qué pueden ni deben hacer para que se aplique la justicia y se haga
realidad el dicho sobre el derecho a la vida, sobre la libertad a quien la coarta
y contribuye a falsear la realidad, a deshacérsela a unos abuelos que ya creían
poder disfrutar de la merecida jubilación y lo que debieran ser sus años de oro
se han convertido en un manojo de días sin horas, en semanas consecutivas de
consecutivo sufrimiento, de años que pasan y es imposible el sosiego y la
tranquilidad para el alma.
Otra
vez el desasosiego inundando esas riberas donde la sangre se hiela, donde se
implanta el desconsuelo. ¿Tan difícil es obrar con conciencia? ¿Tan difícil es
decir la verdad para que descansen todos aquellos que no tienen más opción que
el sobresalto? No es tarea de hombres, sino de Dios, conceder el perdón, estimar
la gracia de la libertad, que los culpables caminen por las mismas calles que
pisan los desconsolados familiares.
Otra
vez las malas hierbas que nacen en el estéril campo del un corazón sin sangre
ocultando la vergüenza de toda un sociedad escandalizada, que es incapaz de
entender que haya acciones que queden impune, que no se sometan a castigos este
tipo de desvergüenzas, estas tropelías que se cometen sin que ninguna autoridad
logre que se esclarezcan los hechos, que encuentre indicios para la
localización del cuerpo y que un individuo mantenga en un hilo cualquier
credibilidad de encontrarnos en un estado de derecho, donde prevalezca la
justicia y donde los hombres puedan caminar con el garante de saberse
protegidos de las bestias que pululan en esta selva que hemos convertido la
sociedad.
Otra vez las
tinieblas oscureciendo el futuro, un lugar incierto e inseguro para familias
que no saben lo que es descansar porque no saben donde reposan los restos, si
existen, de una niña que salió una tarde y ya no regresó al lugar donde
habitaban los mejores besos.
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