Uno
no sabe ya que pensar cuando repasa los diarios y se encuentra con declaraciones
y noticias de nuestros políticos, sobre nuestros políticos. Todo en el país son
desajustes y precariedades morales de las que no tienen culpa porque han sido
motivadas por los que antes estuvieron y éstos condenaron a aquellos cuando
tuvieron el poder. La casa sin barrer.
Ahora
resulta que los que propiciaron este desastre, que nos engañaron con
manifiestos en los que aseguraban que nuestra economía se sustentaba en
continuo crecimiento, en la seguridad de las reservas del estado o en
potenciación de la marca del país, resuelven que los millones de parados
proceden de la mala gestión del gobierno actual, que también se está cubriendo
de gloria.
En
el inicio de este desastre económico, ahí deben estar las actas del congreso de
los diputados y del senado de la nación, el Sr. Zapatero aseguraba que teníamos
la espalda cubierta, que nuestra situación no alcanzaría la precariedad de la
que se comenzaba a vivir en Grecia, significando especialmente la fortaleza de
la zona euro frente al valor de otras divisas. Algunos meses después, cuando
millones de familias comenzaron a verle las orejas al lobo, y el desplome del
sector de la construcción, con el estallido de la burbuja inmobiliaria, vimos
con estupor como la situación del país se debilitaba hasta necesitar medidas
contra el desbordamiento de las previsiones; o mejor dicho, contra el
hundimiento de esta nave, sólida y férrea nos vendían, podrida y herrumbrosa en
realidad, que es España.
Se
fue a pique por la penosa y mala gestión de un gobierno socialista que puso el
bienestar de la nación en manos de especuladores, de estafadores que
manipularon el estado económico con la implantación de empresas inmobiliarias
que ofrecían productos inaccesibles para el común de los ciudadanos haciéndoles
creer que estaban a su alcance. Para ello se aliaron con las entidades bancarias
que comenzaron a mover el mercado con efectos de financiación a largo plazo,
con hipotecas que condenaban a sus suscriptores, con clausulas abusivas y
amorales, a la penalidad y la pobreza. Cientos de miles de familias se han
visto abocadas al abandono de sus viviendas, sin que este gobierno haya
proferido ninguna ley, ningún acuerdo para que la sangría se ataje. Cientos de
miles de familias que han visto como se les deshacía la vida en un día, cuando
les hicieron entrega de la carta de despido. Cientos de miles de familias que
subsisten gracias a la ayuda de instituciones no gubernamentales, extrañamente
el noventa por ciento de ellas, de carácter religioso, y del auxilio de la
familia más inmediata. Estas son las consecuencias que trajeron aquellos malos
gobernantes y que son incapaces de atajar los actuales.
Ahora leemos, ya
sin pizca de asombro, una capacidad emocional que quedará para el circo, que
los colegios andaluces, recuérdese que esta región está gobernada, desde hace
más de tres décadas por socialistas y comunistas, dan de comer a más de
doscientos mil niños, cuyas familias no pueden atender. Les recuerdo a nuestros
afables dirigentes que existen la leche en polvo y las barricas de los salados
de arenques, que eran el sustento principal de nuestros sufridos padres y que
nos dirigimos al estado de pobreza que ya conocieron ellos. No es cuestión de
sacar conclusiones, ni de establecer comparaciones con otras épocas. Es
sencillamente que la situación nos ha desbordado. Que hay padres que no tienen
qué dar de comer a sus hijos, que se ven abocados a la caridad, menos mal, para
poder sobrevivir.
¿Es ésta la
sociedad del bienestar que nos prometieron? ¿Es ésto para lo que luchamos, con
tanto ahínco, con tanta ilusión, antes y después del término del anterior régimen?
Por favor, al menos que no nos engañen con falacias y falsas esperanzas. Llevan
un lustro, unos y otros, pregonando que esta situación revertirá en un año o en
próximo, conjeturando la luz al final del túnel. El próximo plazo lo han
situado a finales del 2016. ¿Podremos sobrevivir hasta entonces?
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