
Es difícil no ver, especialmente en
aquellas hermandades que tienen un largo trazado en su recorrido, a penitentes
retirados del discurrir de la cofradía y descansando en un banco, reposando por
unos instantes del pisotón o el atropello multitudinario porque los devotos
quieren ver, lo más cerca posible, a la imagen que prima sus devociones. No es
difícil ver, por las inmediaciones de las filas nazarenas, a otros que se
incorporan tras haber realizado la necesidad fisiológica que no avisa, que no
ofrece demora porque se viene reteniendo desde hace horas, que es premura de inmediata
ejecución, so pena de ofrecer un
inaudito escándalo de salubridad, cuando no de educación y vergüenza. El hombre
es un ser que necesita cumplir algunos requisitos naturales. No es preciso
describir los hechos porque a todos se nos vienen a la memoria. Pero hay que
saber distinguir entre éstos y otros comportamientos de caprichosa voluntad.
Contra éstos últimos ha actuar, con las medidas que establezcan las Reglas. Pero
hay que ser condescendientes con quienes se ven obligados a abandonar por unos
instantes las filas nazarenas. No es un alegato de defensa hacia ellos pero sí
un hecho de comprensión hacia un acto determinado. Viene esto a colación por
algunas fotografías que se publican en las redes sociales, la mayoría de las
veces con mala intención, desconociendo tal vez los motivos que se guardan en
el comportamiento, en la actitud que les ha motivado a ello. En esta
ilustración se pueden observar unos nazarenos, cinco para ser exactos, despojados
del capirote y sentados en el arriate de unos árboles, de una conocida y
céntrica plaza sevillana. Quien tomó la instantánea no dudo un momento, tal vez
al llegar a su casa, en subirla a la red social de turno y posibilitar un
debate sobre este tipo de actitudes, mostrando una situación que de no
conocerse la verdad, y siendo utilizada con maldad, de la posibilidad de
equívocos. Estos cinco nazarenos se encontraban intentando reponerse de una
indisposición y en la imagen se aprecia cómo son atendidos por un diputado de
tramo, que sí guarda su rostro y esperan la llegada de otros hermanos
nazarenos, médicos colegiados, que realizan la estación de penitencia entre las
filas, atendiendo a quienes se encuentra en esta dolorosa vicisitud, pudiendo
ir en el cortejo muy cerca de las Imágenes Sagradas.
Sin duda alguna quienes quieran
hacer daño a las cofradías tienen muchos motivos para concretarlo. Pero parece
indigno que se utilicen medios y tiempo a perseguir este tipo de imágenes, que
en nada benefician al buen nombre de las Hermandad en general y no cumple con
el rango de justicia de la otra gran mayoría de penitentes que realizan su
estación de penitencia de la mejor manera, con la dignidad que les dicta sus
conciencias y observando todos los requisitos sobre el comportamiento adecuado
que requiere una estación de penitencia.
Estos cazadores de hermanos
nazarenos debieran concienciarse y centrar sus esfuerzos en realizar la
estación de penitencia, con su hábito, su antifaz y su cirio, y no vagar por
las calles, con la medalla de la Hermandad al cuello incumpliendo las mismas
normas que exigen que otros cumplan, a la
caza y captura de algunos desalmados. Más que nada para que pudieran tener una
opinión más objetiva y certera. No basta exigir con lo que uno no es capaz de
realizar. Hay que ofrecer opiniones basadas en experiencias. Ser nazareno en
algunas hermandades requiere de mucho amor a sus Sagrados Titulares para
aguantar trece horas con un cirio en la mano, y algunas otras esperando la
salida, en un lugar donde no solo no ven a esos pasos andando primorosamente, ni
se encandilan con la exquisitez de la música, sino que son atropellados por
quienes se sitúan en un lugar de privilegio que no les corresponde, que les
faltan al respeto en su origen devocional, que los pisan y empujan si reparos,
sin tener en cuenta la intimidad del nazareno en su estación de penitencia. NO
son excusas, son hecho más que probados.
Demuestran muy poca caridad y mucha
soberbia reivindicando derechos sobre unos actos que no son capaces de asumir.
Es más fácil, mejor y más bonito poder vagar junto a los pasos y después cuando
se encuentran con una situación, como la que describo en párrafos anteriores,
meter la lanza en el costado. Y lo peor, es que lo hacen con hiriente interés y
no para solventar el problema.
Que conste que este pobre y humilde escribidor
es también nazareno que realiza su estación de penitencia al completo, sin
abandonar las filas de la cofradía, por muchos empujones, pisotones, magníficas
y esplendorosas bullas y hasta algún dedo del pié roto, que haya recibido. Pero
también tengo claro que el día que un apretón, una incontinencia o la necesidad
de reponer fuerzas para no desmallarme me lo demanden, no tendré más remedio
que acudir al lugar apropiado o que disponga mi Hermandad para ello so pena, como he dicho anteriormente,
de no dar un escatológico mitin en medio de la calle.
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