Cuenta Luis Mateo Díez, en su novela “La fuente de la edad”, las peripecias
que corren, durante los penosos años cincuenta en una ciudad de provincias
sumida en la penuria y el olvido, los integrantes de una peculiar Cofradía -más
encaminada a lo etílico y a lo esotérico que a los rigores de la penitencia-
cuando inician una noche una disparatada aventura, dirigida al hallazgo de una
mítica fuente de aguas virtuosas, de la que un día bebió, a lo que parece, un
eximio canónigo de dilatada memoria y que procura la longevidad vital. La
aventura de los idealistas personajes marcará la línea simbólica a partir de la
cual se abrirá una vía de escape del mundo estrecho y ramplón que les rodea.
Los quijotescos soñadores intentan desprenderse de sus anodinas vidas con la
marcha hacia la inmortalidad y durante la expedición cada uno elucubra en lo
que dedicará ese tiempo suplementario que la nigromancia les adjudicará.
Todavía hoy, en esta ciudad que bien pudiera ser la misma que el escritor
leonés describe en su novela, continúa algunos creyendo que a estos políticos,
que tan mal gobiernan Andalucía, les queda credibilidad y guardan todavía ese
respeto por quienes depositaron un día su confianza y sus idearios. El tiempo,
este largo periodo andaluz que han convertido en régimen, al más puro estilo de
una república bananera, ha venido a certificar la defunción de los idearios
políticos, especialmente aquéllos que se sustentaban en los movimientos de
masas obreras y populares. Ya no quedan, excepto cuatro nostálgicos que siguen
buscando la fuente de la felicidad, movimientos de lucha para reafirmar el
socialismo –que en paz descanse- pues sus dirigentes se han encargado de
apuntillarlo en el ruedo ibérico.
Hace unos días, un destacadísimo dirigente nacional del partido que todavía
rige, para desgracia nuestra, los designios de Andalucía, manifestó
públicamente, sin tapujos, que su partido era la formación de la clase media
alta española y se quedó tan pancho. Resulta que entre las siglas que definen
la ideología del partido al que representa figura una “O”, aféresis de obrero,
movimiento del que definitivamente se desvinculan para acercarse, cada vez más
y de manera más latente, a otros más acorde con su proceder metodológico. Esta
afirmación rubrica la necesidad de la recolocación ideológica que está
sufriendo el partido en mención y que reafirma la podredumbre que viene
azotando sus más firmes estructuras.
Todavía, digo, quedan unos pocos románticos que mantienen firmes sus bases
ideológicas y cegados por ellas, los árboles no les dejan verle bosque. Algunos
conozco a los que el cimbronazo de las últimas golferías los ha dejado
descolocados, cuando no con el culo al aire. Incluso utilizan ya términos para
conferir alguna respetabilidad de los políticos en los que se miraban.
Se ha enmohecido la maquinaria propagandística y no tienen coartadas para
demostrar su inocencia. Sin más, el ínclito e inculpado ex director general de
Trabajo, con los últimos estertores, amenaza a sus antiguos compañeros de
partido y juergas, digo perdón, de fatigas con tirar de la manta si no es
readmitido en el cuerpo de funcionarios de la administración autonómica antes
de acceder a la alcaldía de El Pedroso.
Tras estos esperpentos y tomaduras de pelo, las bases socialistas deberían
organizar una expedición para encontrar la fuente de la dignidad perdida y
comenzar una nueva lucha para reivindicar la reposición de la realidad y no
continuar viviendo en la inopia, en la creencia de que aún quedan dirigentes,
en sus organigramas, con la decencia y la formación humana suficiente para no
sucumbir a los oropeles y relumbrones que se sirven, en bandeja de plata, desde
las consejerías de la Junta de Andalucía
No podemos consentir
este engaño y este fraude a la sociedad andaluza, ni dejar que nos confundan
con sus enjuiciamientos sobre la realidad y la ficción, sobre la lucha de este
disparate que está robando la inocencia a una sociedad que comienza a perder de
vista la grandeza de la imaginación.
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