Hay
que tener muchas ganas de concebir y crear para ponerse a escribir en este
mediodía, que ya comienza morder las calles con el fuego de la inmisericordia
estival, a aguijonear con sopor las carnes, y desasirse de esta mandanga que se
apodera del cuerpo y que nos incita a tomar un buen y frío tanque de cerveza
refugiados en la sombra que procuran las velas o el trazado urbano que nos
legaron nuestros ancestro árabes, allá por las inmediaciones de Santa Catalina,
donde se erige templo a la figura de Gambrinus, en el Tremendo.
Enfrentarnos
a estas situaciones hasta que el cuerpo aguante, hasta que seamos vencidos por la
batahola incandescente del sol y caigamos, en la dureza solariega de la media tarde,
rendidos sobre la penumbra que nos aplica el bálsamo de la recuperación del
sueño y firmemos el armisticio con el cansancio. Ya estamos a merced de
la caló, así en singular, porque habrá terribles secuelas y nos llegaremos
a tener que pluralizar el término y convertirlo en las calores, esa sensación de
desasosiego que inhibe y nos llevan a eludir cualquier actividad física, a
enfrentarnos a las labores cotidiana con desgana, con la mayor de las apatías.
¡Ay qué me acuerdo de mi amigo Oleguer!*
Por
eso me extraño mucho que en plena vorágine canicular, cuando más calienta el
sol, que dirían los Hermanos Rigual, muchas hermandades y cofradías celebren y
convoquen a sus hermanos a cabildo de elecciones. ¿No hay meses en el año donde
las temperaturas son más clementes y benévolas? Creo, en mi modesto entender,
que de obrar de esta manera hasta se ampliaría el número de votantes. ¡Con lo
que cuesta levantarse de una siesta! ¡Si se pierde hasta el sentido de la
orientación! Por no decir, las ganas de ejercer el derecho a elección de
quienes regirán los destinos de la Corporación pertinente en los próximos años,
tal y como se nos presentan en la actualidad, que más parece una confrontación política
que un plebiscito fraternal.
Cuando
se piensa en conformar una candidatura, lo primero que busca el aspirante a
hermano mayor, no es una persona que le acompañe y le sigua en la responsabilidad
del mando, movido por los años de amistad y convivencia en el seno de la Hermandad,
que sería lo natural, sino a un director de la candidatura, una persona que
sepa orientar el proyecto y cuya misión primordial será la canalización de la
información, la elaboración de un plan estratégico, la concreción de un equipo
para la mayor difusión de las habilidades y méritos del aspirante, presentar
ante la opinión pública las benevolencias y magníficas cualidades que se reúnen
en el futuro hermano mayor. Lo de crear el grupo de personas que conformarán el
grueso de la Junta viene después. Imagen, sobre todo buena imagen. El director
de campaña es primordial porque tiene que coordinar la página web, la fecebook
y la twiter, desde donde se lanzarán las proclamas y los mensajes del programa
electoral, y desde las cuales se fomentarán los enfrentamientos entre
seguidores de las diferentes candidaturas que se presenten. En sus espacios se
vierten calumnias, infamias, libelos. Eso sí, bajo la sutileza del manto del
anonimato, y ante la permisividad de quienes dirigen los foros.
Estamos
politizando y burocratizando en demasía los comicios en nuestras hermandades,
estamos propiciando conductas no propias de la fraternidad que debe regir y
primar entre quienes componen las cofradías. Hay que unir, de eso se trata, no
de disgregar y descomponer, no de encasillar en la animadversión. Hay que
ejemplarizar y hacer realidad los valores cristianos de los que se presumen.
Saber perdonar y conciliar al grupo que no consigue sus propósitos. Hay que saber
ganar pero primordial y principalmente, hay que saber perder. Y a veces –quizás
con la mejor intención- la legitimidad y el amparo al derecho de igualdad en la
presentación de diferentes candidaturas lo que promueve es la atomización y la dispersión
del mensaje de Cristo, eje principal de la hermandad, la desnuclearización del
sentido de la fraternidad y solidaridad, de la humildad, la entrega y el
servicio a los hermanos con la que constituyeron, en muchos casos hace siglos,
nuestros antepasados las Hermandades y Cofradías de Sevilla.
Qué
caló hace para tener además que ponerse en una cola.
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