No es la primera vez que sucede. Un
programa de televisión pone en evidencia los sistemas educativos de nuestro
país. Un joven, con apenas dieciocho años, se enfrenta a una pregunta. En el panel,
donde figura la cuestión a resolver, se exponen hasta algunos fonemas. Solo
tiene que completar la respuesta, rellenar la clara evidencia. Famosa y aclamada composición musical de
Manuel de Falla, donde se conjugan
afectos y magia. Estas eran las pistas que se le presentaban, en el mismo
panel, para resolver el enigma. E_ A _ _ _
B_ _ J_. ¿A quién se le ocurre plantear una cuestión de esta
magnitud, con esta dificultad, hombre, por Dios? El participante, para más inri,
natural y vecino de esta ciudad nuestra, comienza a mesarse el cabello, una larga
y despreocupada cabellera, a mover la cabeza con aparentes gestos de
contradicción. Nunca, treinta segundos dieron para tanto despropósito. ¡¡No lo sé, no lo sé!! Comienza a
entonar su preocupación. ¿¡¡Qué no lo
sé!!? ¿Un compositor? ¿Manuel de Falla? ¡¡¡Pasó!!! Y el presentador que
traslada la cuestión al oponente, otra joven, treinta años, universitaria,
profesara de EGB, ¡uy! perdón que ése sistema de educación ya no existe, de
enseñanza obligatoria de primaria. Y una risita nerviosa comienza a extenderse
por el rostro de la maestra. Y otra vez el lamento mostrando las vergüenzas del
fracaso en los métodos de enseñanza de este país. ¡Que tampoco lo sabe! Y al
hoyo, porque quién erra o guarda silencio en este programa, es engullido por el
vacío. Es lamentable que un joven desconozca, no el conjunto de la obra musical,
que puede llevar puede llevar incluso a equívocos, si no la existencia de un
eminente compositor español, celebrado universalmente, pero más triste y angustioso
resulta que una profesora no tenga conocimiento de la existencia de los
ilustres personajes que ha dado esta nación. Esto, que lleva a la hilaridad y a
la risa de algunos, es un hecho muy dramático que tiene unos antecedentes y
unos culpables bien determinados.
Tuve
la suerte de nacer en un pueblo, donde la contaminación del analfabetismo todavía
mostraba números preocupantes cuando ví la primera luz, y mis primeros
conocimientos los adquirí de una enciclopedia que fue enseña para muchos de mi
generación. Después el régimen, ese que tanto han vilipendiado social y
culturalmente, otro tema para el debate sería el político, implantó la
Enseñanza General Básica, la famosa y añorada EGB. Los conceptos y las materias
se diversificaban, pero los conocimientos que se adquirían sustentaban una
cultura personal suficiente. Se ejercitaba la memoria, se posibilitaba el uso
del razonamiento y se consolidaba la ilustración. Los alumnos, unos, a fuerza
de empuje, y otros porque estaban dotados de un nivel intelectual natural, adquirían la formación necesaria para poder
defenderse en las vicisitudes que se presentan en la vida diaria. Luego
vinieron los cambios en la política educacional y según el partido que llegaba
al poder, y sus conveniencias para asegurarse el futuro, fueron transformaron
el estudio en un monocorde y rutinario entramado de test, disminuyeron el
sistema de disquisición de los alumnos, restaron importancia a los conceptos
básicos y se ciñeron a la comunicación elemental de factores esenciales de la
cultura. Había que preparar a personas para las demandas laborales que la
sociedad planteaba, asociando estas necesidades a los valores didácticos. Sintetizaron
la formación a límites de incredulidad. Conclusión. Los jóvenes de hoy ignoran
la historia de su país, desconocen a sus principales protagonistas, a quienes
fueron construyendo; son analfabetos en conceptos básicos, incapaces de
desarrollar sus pensamientos con cohesión y carecen, en muchas de sus
actitudes, de lógica. Ni siquiera se valoran los esfuerzos con una nota
numérica, hecho posibilitaba incrementar esfuerzos para consecución de una
puntuación mayor que elevara su orgullo. Hoy simplemente, se les comunica su
aptitud o no aptitud, y el alumno se queda tan pancho. Hemos acomodado a una
generación, adocenándolos en la ley del menor esfuerzo, simplificando la
capacidad intelectual al reconocimiento de ciertos y menores conocimientos. Y
nadie se escandaliza por ello. Y así nos encontramos con ciudadanos que jamás
se emocionarán con Manuel de Falla, ni entenderán por qué disfrutamos leyendo a
Miguel de Cervantes o Unamuno en vez de pasar la tarde bebiendo, o consumiendo
en unos grandes almacenes géneros inútiles, prendas que solo utilizarán una vez
en su vida, o que nos extasiemos contemplando una puesta de sol, sentados
frente al mar, en vez de pasarnos la vida tecleando un teléfono y sosteniendo
conversaciones virtuales, todas con faltas de ortografía, y perdiendo la
oportunidad de poder discutir en entrañable tertulia.
Lo
del concurso, solo es una muestra. La sociedad debe plantearse la necesidad de
reestructurar el sistema educacional, formar a personas que mantengan los
valores, los conocimientos y la educación frente al analfabetismo del
consumismo y la facilidad. Tal vez nos hubiera ido de otra manera si hubiéramos
conservado lo bueno que nos dejaron la generación anterior porque nos han
borrado las señas de identidad al mal formar y desvirtuar la verdadera cultura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario