El valor de las Hermandades se ha
visto revalorizado en los últimos años cuando las situaciones y acontecimientos
sociales y económicos han puesto en duda el término calidad de vida. No cotizan
en bolsa ni adquieren fluctuaciones especulativas con sus escasos ingresos,
pues las asignaciones que hacen posible sus subsistencias proviene, en la
mayoría de los casos, de las cuotas de sus Hermanos.
Vivimos tiempos en los que es
preciso poner en práctica los mandamientos y mensajes evangélicos, hacer
realidad las experiencias que el propio Cristo nos legó. Es éste compromiso
necesario para remediar e intentar cubrir, en la medida de lo posible
evidentemente, las carencias y necesidades de quienes son engullidos por esta
espiral de cruenta penuria que han propiciado los grandes especuladores
financieros, que siguen lucrándose a costa de las miserias de la gran mayoría
de la población.
Ante la inhibición de la mayor parte
de la clase política, a la que le trae al pairo el sustento diario de familias
completas, pues centran sus esfuerzos y sus presupuestos en la consecución de
sus propios fines políticos, en procurarse y aglutinar el poder para asegurarse
el futuro, las hermandades y cofradías de nuestra ciudad, uniéndose a la
ingente labor que desarrolla Cáritas Diocesana y que está desbordada en esta
atención, están desarrollando un trabajo extraordinario prestando ayuda para la
obtención de alimentos, el pago con el que se cubren las perentorias
necesidades cotidianas y creando bolsas de trabajo entre sus Hermanos. Oferta y
demanda que nacen y llegan por el mejor de los conductos: la fe en Cristo.
Cada día se publican y se dan a
conocer nuevos proyectos auspiciados por las cofradías sevillanas en los que se
procuran cubrir las necesidades de sus hermanos y feligreses de las parroquias
e iglesias en las que tienen sus sedes canónicas. Han dejado aparcados sus propuestas
de ampliación patrimonial para dedicar sus efectivos, en mayor o menor cuantía,
en dar de beber al sediento, de comer al hambriento y cobijar al que busca
refugio. Las asistencias sociales, y quienes se ocupan de ellas, se ven
desbordados –y sorprendidos en muchos de los casos que tratan- por las
peticiones que les llegan y la procedencia de quienes la realizan, en la mayor
de las ocasiones envueltos en halo de vergüenza. Personas que se han visto, de
un día para otro, sin trabajo, sin ingresos con los que hacer frente a los
gastos comunes de una familia, incapaces ya de resolver su problema, con sus
medios propios, acuden a las hermandades y cofradías en busca del auxilio y la protección
que debiera atender el estado, claro si no utilizan y malversan los fondos derivados
a estos menesteres en vicios y degeneración, en lujos y depravación, que ya no
les importa ni disimularlo.
Hombres y mujeres instruidos, con
magnífica formación y hasta cierto status, que se desploman cuando confiesan su
tragedia, cuando se despojan del hábito de la vergüenza, vencidos por la
necesidad y la penuria. Familias enteras en los comedores sociales –que por
cierto, no se conoce ninguno de partido político alguno- haciendo cola para
obtener el plato del sustento diario y algunos llevándose su ración al
domicilio para no perder el escaso sentido de la dignidad que pudieran acopiar
aún.
Las expectativas no son nada halagüeñas por eso las
hermandades y cofradías siguen extrayendo recursos, restándolo de los oropeles y
destinándolos a la caridad. Este año la Hermandad del Dulce Nombre, de
Bellavista, junto a otras instituciones católicas, públicas y privadas, estrenará
el mejor y más dorado de sus enseres, la plata y el oro del corazón de sus
hermanos expuesto para sufragar las penurias de otros. Estrenan unos varales
que sustentarán la necesidad de quienes no tienen la suerte de poder disfrutar
de una comida al día, la restauración de la solidaridad implantando el mensaje
de Cristo. Estrenan comedor social, asistido por voluntarios que ejercerán de
misioneros y sostén de quienes acudan a él. Y lo dramático será que se quedarán
pronto sin espacio suficiente para atender la continua demanda. Al tiempo. Para
que luego hablen de la Iglesia y sus hermandades.
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