Ahora
va a resultar que algunos quieren proferir y enarbolar su limpieza de sangre política
ensañándose con los que acaban de llegar, como si sus actuaciones en otra época
no hubieran servido de escarmiento. Y lo que es peor, tiene visos de
convertirse en un acto de venganza. Denunciar tropelías como las que se cometen
cuando se pone en marcha el deditis para la adjudicación de tarea laborales
profesionales y que competen al cargo que desempeñan en sus concejalías, es un
ejercicio saludable porque se pone sobre aviso, y se mantiene la dignidad y la justicia
que corresponde a la confianza delegada por la ciudadanía, a quienes osan a
pensar que todo el monte es orégano y que pueden campar a su capricho por el
campo de la política y el mando municipal.
Mal está que se adjudiquen a dedo
los trabajos y que las corresponsabilidades de las diferentes delegaciones
sirvan para pagar favores o puñaladas por la espalda, que todo ha de haber en
los campos del Señor. Mal está que se predique un ejemplo y nada más aferrarse
al bastón de mando, se ejecute otro discurso muy distinto al que vociferaron
cuando otros hicieron lo mismo, y con más saña aún, cuando mantenían el poder
absoluto, con el agravante de sentirse vejados cuando descubrían los entramados
qeu servían a sus intereses y que, en unas y otras estas ocasiones vienen a
favorecer a allegados y familiares. Deben ser casualidades esta ejecución de
criterios en el momento de la selección, que siempre se beneficie a los
allegados más próximos, cuando las solicitudes para desarrollar el trabajo se
guardan en cajas de cartón porque su excesivo número hace imposible un archivo
más selecto.
Que se guarden resentimientos entre
la clase política me parece injustificable, pero entiendo que es la manera de
socavar el ánimo de ese espécimen tan buscado por los jerifaltes locales, como
es el voto del ciudadano. No me parece correcta la deontología con la que
proceden unos y otros cuando manifiestan sus pareceres sobre el contrario, por
el ejemplo que dan en muchas ocasiones que roza el bochorno, justificándose con
el tan manido comentario sobre “la entrega total al beneficio de la sociedad”,
que no dudo guarde alguna verdad en ello. No me parece apropiado que el poder
se adquiera desprestigiando al contrincante, buscando en el cubo de la basura
los errores o equivocaciones que haya podido cometer en su vida, sin importar
las tragedias familiares que pudiera ocasionar. Aquí todo vale para denigrar la
condición del que se encuentra enfrente, en vez de resaltar las virtudes de uno
mismo como elenco para superar al adversario. Nadie muestra su verdadera capacidad
quizás porque tienen miedo de verse sorprendidos en sus propias miserias. Hay
que levantar muros con las indigencias del prójimo para que no queden al
descubierto las nuestras. Hay un estilo en los comportamientos políticos que
debiera cambiarse, o al menos ser consecuente con las actuaciones. Compaginar
puñaladas barriobajeras con sonrisas falseadas sólo puede conducir al
descreimiento o a la apatía más supina de quienes tienen que decidir periódicamente
los que tienen que regir los designios de la ciudad o el país. Con la indiferencia
de lo ciudadanía han ido creciendo históricamente los regímenes absolutistas más
cruentos.
Pero lo que es inaceptable, lo que
es verdaderamente lamentable y preocupante sobretodo, es que desde los medios
de comunicación escrita se potencie el revanchismo y la intolerancia. Hay que
saber vender el ideario sin menoscabar la inteligencia de los lectores, sin
tratar de adoctrinarlos en la vulgaridad. No todo el mundo está preparado para
saber diseccionar la información, para objetivizar las opiniones a las que se
enfrenta cada mañana cuando abre su tabloide, y puede suceder que se comiencen
a sembrar odios y resentimientos irreconciliables, que de esto ya tenemos
experiencia suficiente en este país. Aplaudir y auspiciar, cuando no justificar
el enconamiento y la embestida, puede traer consecuencias irreversibles en el
sentimiento del término político. Que ya ha pasado varias veces en la historia
de este país. Aquí los problemas no tienen más solución que la ejecución de “donde
las dan las toman” y “como tú lo hiciste, yo lo hago”. Ya lo plasmó
perfectamente don Francisco de Goya, que además de ser un magnífico pintor –y
su apellido proclive a la impertinente rima- fue un excelente visionario, en el
cuadro “Lucha a garrotazos”. Se ve
que hemos evolucionado muy poco desde entonces. Joder.
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