
Estos nuevos revolucionarios que viven en la utopía
y en la babia, estos jóvenes que han decidido salvarnos la vida, cambiar
nuestros hábitos sociales y erigir los cimientos de una nueva sociedad, sin
pluralidades y con pensamiento único, el suyo con marchamos de caducidad colgando de los
manifiestos que divulgan, que ondean la bandera de la cultura como si los demás
estuviésemos sumergidos en los lodosos terrenos del analfabetismo, y tilden de
fascistas a todos aquellos que se atreven a contravenirles, han tomado antiguos
edificios industriales, ahora en desuso o abandonados a su suerte por sus
especuladores propietarios, que prefieren sus derrumbes antes que reutilizarlos
y dotarlos de funciones ante la inoperancia
de los ayuntamientos, y montan verdaderas checas bajo el camaleónico y atractivo
camuflaje de la expansión de la cultura y de otras actividades alternativas.
Viven durante años en los mejores sectores de la ciudad, no conozco y puede que
los haya, ninguna de estas comunas que se hayan instalado en las Tres Mil
Viviendas, donde sobran locales y viviendas abandonadas y donde podrían
focalizar su revolución cultural, tan necesaria allí, haciendo uso de los
servicios básicos sin pagar los consumos propios, organizando fiestas, con estruendosos
conciertos, donde corre el alcohol y la marihuana y, en el peor de los casos, preparando
incursiones proletarias para atacar los edificios y locales de esas
instituciones que no están en su cuerda ideológica, convirtiendo en verdaderas
checas estos espacios donde defienden su libertad coartando la de los demás. Lo
del aseo y la higiene de sus integrantes lo dejamos para otra ocasión.
Ayer salieron en libertad, sin fianza y con cargos,
dos de los cuatro okupas que se enfrentaban y agredían a las fuerzas de orden
público cuando eran desalojados de una de estas comunas, en unos antiguos
talleres del Muro de los Navarros e intentar reubicarse en otro de la calle
Pasaje Mallol, donde por cierto comienzan a hacerse fuerte otro grupo allí
establecido. Los individuos lo hacían entre el clamor de sus compañeros, que
los jaleaban como a los antiguos héroes griegos, y ellos contestaban en
reciprocidad a los aduladores, mientras las fuerzas de orden público, presentes
a las puertas de los Juzgados, soportaban con la mayor dignidad posibles, los
ataques verbales y las violentas provocaciones de fiel tropa.
Cuando despejaron la explanada, un tapiz de basuras
y de escombros vidriosos de una
celebérrima firma de cervezas, cubría el adoquinado. No se molestaron en
cumplir sus proclamas sobre la necesidad de construir un mundo mejor, más verde
y más respetuoso con el entorno. Hasta unas bragas y compresas se recogieron del
entorno. Así nos demuestran día a día, con estas actitudes su aptitud “respetuosa”
hacia el resto de la sociedad. Como ya dije en otra ocasión, se ha perdido una
oportunidad única de desahuciar a estos individuos, sin ningún tipo de
violencia y sobrecoste a los ciudadanos. Bastaría con lanzar un pico y una pala
para provocar la despavorida huida de estos concienzudos vividores.
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