En
el Elogio de la Locura, Erasmo de Rotterdam, cuando satiriza a la condición
mental del hombre enfrentada a la razón de sus pronunciamientos, localiza el
verdadero sentido de la dignidad humana en una frase que luego ha quedado, para
la posterioridad, como referente y máximo exponente de la coherencia. "Si alguno de ellos desea pasar por sabio, una sonrisa, un aplauso, un
movimiento de orejas a manera de asno serán suficientes para hacer creer a los
demás que él se halla al tanto de lo que se trata, pese a que en el fondo no
entienda cosa alguna". Y ésto precisamente es el procedimiento de
algunos cuando se refieren al actuar corporativo de las Hermandades.
Hay individualidades, enfrentadas
siempre a la mayoría y que extrañamente le gustan nadar a contracorriente, que
van esbozando actuaciones conforme le dictan sus intereses, conforme van
obteniendo beneficios o no, conforme van escalando posiciones hasta alcanzar el
status que añoran y potencian su vanagloria, conforme complacen su ego, que por
lo natural lo tienen en mayor grado que el resto de los mortales.
Son por lo natural inconformistas y
dignos aspirantes a ocupar un lugar destacado en la cúpula del partido VLOS
(vivan los otros siempre). Nunca respaldarán las actuaciones de los que se van
dejando la piel en los proyectos, en los que intentan aunar sentimientos
entorno a la devoción de todos, de las familias que conforman una unidad. No
suelen entender, por lo general, que los interés ordinarios de la mayoría están
por encima de los particulares, que debe prevalecer sobre ellos, aunque es
obvio que también deben ser tratados con el cariño necesario cuando se solvente
los anteriores, que los diferentes grupos que conforman una Hermandad son
piezas de engranaje que deben, unidos, solidaria y fraternalmente, consolidar y
arraigar la herencia, en muchos casos de siglos, que tenemos que cuidar para
intentar transmitir con la misma grandeza que nos fueron legados. Actuando de
esta manera se avanzará y se irán cumpliendo los objetivos.
Deben ser personas tristes porque no
tienen mayor aspiración que confundir y
desunir. Se creen en posesión de la verdad y no admiten otras
alternativas que no sean las suyas, porque en la seguridad de su deidad, no
comprenden que hay otras posiciones no coincidentes pero igualmente válidas y
en todos los casos dignos de respetos. Sus propuestas están abocadas al fracaso
porque no sostienen ni presentan alternativas lógicas y viables a las que tanto
critican. En la creencia de su estatus superior menosprecian a quienes les
escuchan y quienes se atreven a contravenirle suelen caer en el abismo de la desestimación
y la desconsideración, cuando no son sarcásticamente tomados por tontos o
simplemente objeto de injurias y calumnias. La ignorancia supina sobre la terminología
y etimología sentimental del vocablo Hermandad, les hace caer en sus propias trampas, en las
tramas que formaliza para depreciar a la institución con discursos demagógicos
y disfrazados con medias verdades y en
todo caso nunca se informan de las actuaciones acometidas porque suponen que
son caprichosas y banales decisiones de quienes gobiernan.
Generalmente cuando se ven
acorralados por la verdad o ven sobreseídas sus causas por el tribunal de la
razón, huyen despavoridos a guarecerse en sus cavernas y danzar, aullando e invocando al equívoco del mundo, a la
incomprensión que se ha cernido sobre él. Suelen, incluso haciendo honor al
gran amor que sentían por la Corporación, darse de baja en la Hermandad, en la
creencia de que a partir de ese momento la institución desaparecerá y se
perderá en la noche de los tiempos. Gran carcajada amigos.
La inutilidad de sus descalificaciones obtuvieron el
premio de la apatía y el desinterés de
la comunidad. Su heroísmo propicia que otros se beneficien porque la manzana
podrida ha sido excluida del saco y saneando al resto.
Las individualidades jamás consiguieron ganar
ninguna guerra. Y las bandas de cornetas infantiles, por poner un caso
específico como ejemplo, continuarán con la labor, y los costaleros seguirán
sacando los pasos, y los acólitos, y los servidores. Todos lo harán porque
tienen una visión más amplia de la devoción y no sólo de una afición y la
mayoría saben que la Hermandad, que no es una empresa ni un negocio de unos mercachifles,
está por encima de nosotros, A ver si se van enterando algunos y dejan de
creerse sabios y poseedores de la verdad y actúan con más humildad y menos
prepotencia.
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