Con el anuncio por parte del
ayuntamiento de Sevilla, para destinar un millón de euros para posibilitar la restauración
integral de la iglesia de Santa Catalina, se ha abierto una senda de esperanza
en la inmovilidad institucional para regenerar el patrimonio histórico
monumental de esta ciudad, que a veces parece perder su propia identidad cebándose
en la destrucción de sus más destacados monumentos.
Cuando al final de la década de los
cincuenta, del pasado siglo XX, la ciudad comenzó su epopeya para cambiar su
fisonomía y adecuarla a los tiempos y necesidades de una gran urbe, a esa falsa
y mal concebida modernidad que se llevó por delante lo mejor de su caserío
popular y las excelencias de varios palacios, ya estaba prevista la desaparición
de este hermoso templo a pesar de su consideración artística como monumento
nacional desde hace un siglo, para el ensanche de las calles Laraña e Imagen, y
que pretendía llegar hasta la misma puerta de Osario.
Éste debe ser el dramático sino de
este templo, construido en las postrimerías del siglo XIV, de estilo gótico
mudéjar. Vivir en constante tensión. Hasta la fecha no es más que un edificio,
que no ha perdido su sacramentalidad porque sigue adscrita a la sede parroquial
de San Román, por ella se identifican todavía hermandades de gloria y
penitencia, dejado de la mano de los hombres, de la institución que debiera
haber mostrado mayor interés para reabrirla al culto, para no dejar a
feligreses vagando de una iglesia a otra, olvidada por las mismas instituciones
políticas locales que durante su estancia en la oposición municipal no hacían
más que utilizar y destacar en sus programas electorales la recuperación para
la ciudad de este hermoso ejemplo de arquitectura religiosa que, y volvemos al
redundante y cansino tópico pero que es una realidad patente, que en otro lugar
del mundo no se hubiera permitido llegar a este lamentable estado de abandono,
que de no remediarse con prontitud desembocará en su ruina y derrumbe, hechos
que ya se advierten en sus estructuras y cimentación.
Los movimientos ciudadanos que se alzan
reivindicando su recuperación, intentando con sus escasos medios recabar fondos
y concienciar a la población de la necesidad cultural y religiosa de la rehabilitación,
convocan a concentraciones en las puertas y sus inmediaciones con el fin
alertar las conciencias de quienes tienen que dirimir y decidir por la conservación
de los monumentos de la ciudad. Ya va siendo hora de que las diversas instituciones
que mantienen alguna responsabilidad sobre el edificio , o sea la Iglesia, el
Ayuntamiento y la Junta de Andalucía, se siente para conformar un plan de
actuación y busquen, entre sus partidas presupuestarias, algunos de esos
remanentes que no tienen destino, o buscar una financiación ajena que
garantizada y avalada por ellas permitan, al menos un préstamo que posibilite
la ejecución de la consolidación, restauración y recuperación de sus
artesanales tejados, su majestuosas capillas y su primoroso retablo mayor. Este
esplendor, este compendio de culturas que se retienen en sus muros no debe
permanecer por más tiempo en el oscuro ostracismo de políticos y religiosos.
Deben consensuar y acercar sus posturas.
Por eso me parece maravilloso que alguien haya dado el primer paso, que actúe
con honestidad y ponga sobre la mesa una cantidad para iniciar las obras.
Predicar con el ejemplo.
Si el Arzobispado realiza otro
esfuerzo, cosa improbable asumiendo como está gran parte de las necesidades de
los nuevos pobres que acuden a Cáritas, aunque hay oras probabilidades que convendrían ser estudiadas,
debiera servir para motivar a la Consejería de Cultura de la Junta de
Andalucía, si no quiere quedar en evidencia ante la comunidad de votantes de
esta tierra. Hay fórmulas que pueden conjugarse para cooperar en esta
importante obra. Desde visitas guiadas hasta elaborar un programa de actos
culturales compatibilizados con la dependencia religiosa innata de su
condición. ¡Si tienen hasta Corporaciones que pueden coordinar cualquier
actividad! Todo menos dejar que la historia de la ciudad, Santa Catalina es una
parte muy importante, se derrumbe por la desidia y la despreocupación. Y ésta
vez no pueden acabar echando la culpa a la ciudadanía, porque hay movimientos
muy reivindicativos que están dejándoles a ustedes, señores políticos y
religiosos afines, en ridículo. Claro que a lo mejor ya están acostumbrados a este
tipo de irreverentes y desvergonzados ejercicios.
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