Esta es la ventana a la que me asomo cada día. Este es el alfeizar donde me apoyo para ver la ciudad, para disfrutarla, para sentirla, para amarla. Este es mi mirador desde el que pongo mi voz para destacar mis opiniones sobre los problemas de esta Sevilla nuestra

jueves, 30 de junio de 2011

EL CIELO DE SEVILLA


¿Hay mejores cielos que los de esta Sevilla en verano? ¿Hay algún azul mejor que el de las mañanas de julio, cuando todavía se prenden de los azulejos de la espadaña de Santa Paula el leve frescor de la amanecida y una sinfonía de cantos de pájaros va envolviendo la arcada de la clausura? ¿Hay algún presentimiento más hermoso que la sombra de la calle descubriendo el caminar sereno del primer transeúnte que va buscando su ocio en la serenidad de la plaza de Santa Isabel? Es esta ciudad recién despertada, bostezando su quietud todavía y desprendiéndose del silencio, la que embauca los sentidos.
Es la primera luz de la mañana recorriendo las fachadas la que nos embarga la emoción, la que nos trae certeza de la vida que se renueva, de las ilusiones que toman cuerpo en la amorosa labor que se esconde tras los gruesos muros del convento de Santa Isabel, donde se dan puntadas y se recompone el atuendo de una Virgen, el terciopelo del capelo que lucirá una imagen secundaria en la tarde de un Viernes Santo, anunciado por el dolor de un muñidor. Es el trabajo recogido en la trascendencia de la oración y la plegaria, labor al servicio de Dios para bien de los hombres.
Quién escucha el tañer de las campanas de San Marcos llamando a la primera misa está profundizando en el misticismo de las órdenes religiosas que rodean el templo, de la quietud que se ordena en los espacios religiosos por dónde camina la meditación bajo los hábitos que enfundan las mujeres que se entregan al Esposo por amor de amores. ¿No ves cómo se va filtrando el silencio por los muros que separa el convento del Pasaje Mallol –frontera que separa lo humano de lo divino- y va impregnándose en el ladrillo y se diluye en el asfalto que vas pisando? ¿No ves cómo va fundiéndose la calma con el tintineo, metódico y melódico, de un tas en los corralones donde se factura y fractura el más noble metal hasta reconvertirlo en joya para acoger al Señor que se inmola en la eucaristía?
Es éste sosiego que acampa en el espíritu el que va venciendo las prisas, el que va agriando las ligerezas de la vida mundana que nos tiene condenados a la precipitación, al apresuramiento, a la impaciencia en la consecución de los fines, a ignorar los valores que se asoman, en forma de ciprés, que vas dejando atrás, en las aristas de las tapias para conferirnos la ansiada tranquilidad.
Conforme avanzas, conforme vas restándole metros al destino, la mañana va descubriéndote la hermosura de la rutina, la esencia de pueblo recién levantado, que aún pervive en este trazado ciudadano donde todavía es posible el guiño de un visillo, que flirtea con la brisa en la ventana de esa casa solariega que ya vive sólo en la memoria de la ciudad, en el aroma del café recién hecho que va serpenteando y salvando los recovecos hasta mezclarse en tu recuerdo, en el silbido de una olla que anuncia el fin de la cocción, en los esterones que se despliegan para evitar que el canícula avasalle la estancia donde reposa la sombra, donde se intenta aprisionar el frescor de estas primeros instantes matutinos.
No se detienen las horas pero se pausan, se demora el tiempo porque aquí sobrevive aún, en este hilván desde el que se puede contemplar todavía el curso azul del sorpresivo cielo de las primeras horas de la mañana, la quietud espiritual que floreció y tomo raigambre en los muros, en las calles, en las esquinas que delimitan las feligresías de San Macos y San Julián, los conventos de Santa Isabel y Santa Paula, un priorato de paz y sosiego donde habita el cielo más hermoso de la ciudad para encorsetar el espacio del palio de la Virgen de la Hiniesta.

martes, 28 de junio de 2011

LA LEY DEL EMBUDO


Debe ser el exagerado calor de estos primeros días del verano, que nos martiriza sin misericordia, dejándonos atolondrados, lo que motiva los comentarios y manifestaciones de ciertos personajes de la vida pública. Otra explicación no tiene. Y va a ser verdad lo del antiquísimo chiste sobre el reparto de bienes y propiedades para igualar el desequilibrio social, que promovía exageradamente un dirigente comunista al camarada que quería incorporarse a la disciplina de la agrupación, principalmente por asegurarse los jornales que manipulaban y concedían a su antojo. Y durante la entrevista para la aceptación en las filas le preguntaban por si sería capaz de repartir, de tenerlos, todos sus bienes materiales, entre la gente menos favorecida. Y así el encuestador decía “si tuvieras un castillo, ¿lo cederías al pueblo?” y el aspirante respondía con rotundidad, “pues claro”, “y si tuvieras una finca”, y el otro “para el pueblo”, y así fue nombrando toda una retahíla de posesiones ficticias, de patrimonios imposibles por su condición y fortuna, hasta que llegó la definitiva, la pregunta irrebatible, “y si tuvieras una bicicleta, ¿la cederías al partido para uso de los camaradas?” Entonces el pobre hombre se levantó abatido, y con el rostro compungido, tomó la puerta, no sin antes dirigirse al encuestador, “es que bicicleta sí que tengo”.
Pues algo parecido fue lo que aconteció ayer en el pleno del Ayuntamiento en el que se aprobaron, entre otros acuerdos, los salarios del Alcalde y Concejales, con los únicos votos en contra de Izquierda Unida.
Fue en el turno de intervenciones, cuando el ínclito D. Antonio Rodríguez Torrijos -¡qué daño está haciendo a los Rodríguez de toda la vida!- centró sus críticas en el excesivo gasto de altos directivos e hizo referencia a la compatibilidad de los cargos del Alcalde y del Portavoz del Partido Socialista, parlamentario andaluz y senador respectivamente, pidiendo ante la imposibilidad material de cumplir con ambos, la renuncia a éstos últimos. La respuesta, por alusiones y puesta a huevo, no se hizo esperar y fue D. Juan Espadas el que le tuvo que recordar que la ley les permite compatibilizar ambos cargos, haciendo mención a la especial “capacidad” que debe poseer su camarada de IU, D. Juan Manuel Sánchez Gordillo que es a la vez alcalde de Marinaleda y parlamentario andaluz. Silencio maestrante en el escaño- iba a decir bancada pero sería deslegitimizar la voz del pueblo- que aguanta al edil comunista. Mirada baja para cambiar el tercio y a otra cosa mariposa.
Debería saber el Sr. Torrijos que hay unos protocolos de actuaciones y antes de pronunciarse para recriminar y exigir la incompatibilidad de los cargos tener la información precisa para que no lo empitonen a uno durante los envites. También pudiera ser que pretendiera que los políticos aludidos en su perorata, obraran como no lo hacen los de su agrupación, en un claro y prepotente uso de la ley del embudo. Pero tirarse al ruedo sin muleta es un claro síntoma de la inquina que le corroe tras el pronunciamiento del pueblo en las urnas, que puso a cada uno en su sitio.
Su alusión a la compatibilidad de los cargos del Alcalde y el portavoz de la oposición mayoritaria viene a dejar claro que sólo le interesa el ejercicio del poder absolutista al que nos tenía acostumbrados. Cuando fue rebatido por el Sr. Espadas, dejándolo con el culo al aire, sólo le faltó espetar “ah, pero es que ése es de los míos”.

lunes, 27 de junio de 2011

PROGRAMA DE ACOGIDA


Cuando llegó la primera noticia sobre el gran desastre que se le venía encima, ya era demasiado tarde. Los gobernantes no querían que le desposeyeran de su gran vanidad, de su arrogancia, de la falsa grandeza que habían creado en torno a los ideales comunistas, una falacia que les había superado y imagen que ya ni siquiera eran capaces de disimular de cara al exterior. Toda la podredumbre de la gran mentira comenzaba a desmembrarse con la caída de aquellos muros de hormigón que debían proteger el bienestar de la población. El edificio que albergaba el reactor número cuatro, de la central nuclear de Chernobil, saltaba por los aires, tras la fusión de su núcleo. El buque insignia de la tecnología atómica rusa se desmoronaba Era el 26 de abril de 1986. Una fecha que marcó el devenir y el futuro de millones de personas, especialmente los habitantes de Ucrania y sobretodo Bielorrusia.
La desintegración de la Unión Soviética descubrió las graves deficiencias sociales y económicas de los estados que la conformaban, una vez la gran madre Rusia se quedó con todas riquezas naturales y monetarias, asegurándose el suministro y explotación de los grandes emporios del combustible, dejando en el mayor de los desamparos a todas las naciones de su órbita que no tenían recursos propios para la subsistencia, más que su especial situación estratégica. Tal es el caso de Bielorrusia, donde para más inri, se empeñan en dar continuidad a un régimen político, continuista del soviético, que ha dado suficientes muestras de descomposición e ineficacia.
Este país, sobre el que cayó la gran nube tóxica, producto de la explosión, está padeciendo los rigores de su desgracia. La comunidad internacional en seguida se puso en manos de las asociaciones infantiles, que se crearon ex profeso, para dar salida a los niños de este país con el fin de sanear sus debilitadas defensas orgánicas y procurarles un futuro más saludable.
Desde hace años participamos este gran proyecto humanitario, a través de mi hermandad de la Macarena, acogiendo en nuestro hogar a una preciosa niña, de rasgos balcánicos, pero de alma sevillana pues no ha conocido más núcleo familiar que la que vive cada verano entorno a nosotros. Desde hace ocho años nos llega una niña que ya es parte de nuestra familia, que ha enraizado su vida en nuestras almas con sus marcadas risas, con sus exagerados aspamientos y pronunciamientos, con su bondad.
Ayer volvió para recordarnos la suerte que tenemos por haberla conocido, porque la Virgen nos la pusiera en nuestro camino. Gracias a ella conocemos otra visión de la vida, muy distinta a la plácida y cómoda que mantenemos aquí, por muy dura que esta crisis nos la esté poniendo, revalorizando nuestros sentimientos, divulgando con cada una de sus sonrisas la necesidad de sentirse querida, de ser apreciada por su valores y no por sus esfuerzos, de reconvertir ese espíritu de solidaridad nuestro en el apremio de contar cada minuto que pasamos junto a ella.
Alguna que otra vez, nos hemos planteado, si el beneficio del bien que le procuramos no se habrá reconvertido en adicción amorosa y paternal porque cuando se marcha sentimos el vacío de un hijo que parte, de una hermana que se aleja, y si no seremos nosotros los damnificados de esta catástrofe y ella la que nos colma, durante su estancia entre nosotros, de la dicha en la que participamos.

sábado, 25 de junio de 2011

A BRUNO BARQUÍN, INOLVIDABLE LISTERO


Buenas noches buen amigo. Aún recuerdo aquel momento en el que te ví por vez primera, coincidimos en la escalera de acceso al salón donde se limpiaba la plata, convertido en sala de armas de nuevos caballeros, en salón real desde que cobijara a la Madre de Dios para que La sanaran. Era el primer año de la década de los ochenta. Mi juventud y tu madurez se cruzaron. La luna nueva de enero se asomaba a los pretiles y a los tejados, a las almenas de la Torre Blanca, y filtraba su albor por las rendijas de las ventanas, todo un derroche de plata para iluminar las caras que rebosaban alegría. Tú llevabas al codal la armadura, un saco recubierto de algodón blanco recogido sobre la almohadilla de lana, con la que nos investiríamos instantes después. Yo llevaba un gran sueño en mis bolsillos. Tú la ilusión de un chiquillo acopiada en la mirada. En una esquina convergimos. Tú me tendiste la mano, “no te quedes en la puerta que aquí somos hermanos, mi nombre es Bruno, un amigo”. Yo, como perrillo solitario en mis deseos por ser los piés del Señor, me sentía más solo que la una. Tú, entrega dicharachera adivinando mi extrañeza, procurabas que no me creyera perdido, que mi vergüenza no fuera óbice para alcanzar mi sueño, para compartir contigo lo que sí alcancé y tú siempre deseaste y nunca conseguiste. Juegos y caprichos del destino, designación de la Providencia que te tenía reservado otras misiones, otros encargos que luego siempre ejerciste con fidelidad y amor, con entrega absoluta, sin poner ninguna objeción.
Pasaron algunas madrugadas, que es la medida temporal que se utiliza por quienes somos hijos de la Esperanza para definir el transcurrir de los años. A la sombra de la parihuela nos fuiste dando cariño, tu afecto, y alguna que otra colleja. Te conjuraste para hacer familia de la cuadrilla, para que nadie fuera extraño en su propia casa, para que nuestro Cristo, ¿te acuerdas, Miguel Loreto las de incidencias e imprevistos que resolvió en algunas Madrugadas?, no apreciara más Sentencia que la de nuestro amor, fundido en el esfuerzo y la entrega. Los ensayos no terminaban nunca sin un momento de convivencia, donde reíamos, donde compartíamos los problemas, las emociones y hasta alguna que otra pena. Y siempre estabas tú allí, potenciando la unión que nos llevaría a la gloria a través de nuestra entrega, de la devoción que heredamos.
Fuimos dejando atrás muchas primaveras. Descubrimos la grandeza y la maldad de la vida, fuimos curtiéndonos en el trabajo compartido, en la solidaridad, en el reconocimiento de la lealtad y la fidelidad de un grupo de hombres que éramos incapaces de retener nuestras lágrimas cuando cruzábamos nuestra visión con la del Señor de la Sentencia, ya en la mañana del Viernes Santo, cuando atravesamos el cancel y la gloria nos parecía ya alcanzada cuando nos abrazábamos con la emoción transpirando del alma por el cauce de nuestros ojos.
Una mañana de agosto, de hace ya quince años, te fuiste, sin avisar. Cogiste un liviano equipaje y te apresuraste al encuentro celestial con Quién tantas veces fue bálsamo para los malos momentos que otros hombres impusieron en tu camino. Te fuiste con tu bondad a pedir por tu gente, por esa cuadrilla que tanto os debe a ti y a Miguel Loreto, por aquella familia que fomentasteis con tanta dedicación y entrega, en la que nadie sobraba, y a la que ahora, algunos de sus componentes, por un orgullo extraño y cobarde, se separan de otros, porque entienden que la vida es responsabilidad en los cargos que se asumen, porque entienden que la Hermandad ha de ser un coto de favores para ellos. ¡Qué pena lacerará tu eternidad ahora que sabes que la cuadrilla, que los supo juntar, hoy los tiene separados!
Aún recuerdo aquellos días en los que tu voz nos invocaba para igualar, aquellos meses de cuaresma que vuelven cada primavera a nuestra memoria para dejarnos el sonido de tu voz, en aquella expresión tan tuya de “por Dios y sus Santas Leyes, la última que se esté quieta”, y entonces se articulaba el prodigio y Hernández, Pepe Vázquez, Pepe Villanueva, Eladio, Pepe Gálvez y Cateca, se disponían solemnes y rígidos para que les tomaras el nombre y pasaran a formar parte de la intrahistoria sentimental de los costaleros macarenos. Esa que tú fuiste recogiendo en tus cuadrantes, la misma de aquella noche de enero en la que me tendiste tu mano y me dijiste “no te quedes en la puerta que aquí somos hermanos, mi nombre es Bruno, un amigo”.

viernes, 24 de junio de 2011

ROMA* NO PAGA A TRAIDORES


No hay nada peor que la manipulación de la información. O sí, inventársela. Entonces esto tiene otro nombre. Normalmente son personas que se esconden tras un seudónimo. Dar la cara es cosa de hombres. Suelen prodigarse en oscuros frontales de opinión, o sea en foros donde se permite la calumnia y el libelo, pues quienes deben corroborar la información que dejan prender en sus columnas no ejercen esta beneficiosa que debiera servir para dignificar la propia línea de pensamiento del medio de comunicación.
Dar verisimilitud a testimonios, que en la mayoría de las ocasiones llegan precedidas por altos intereses para la obtención de un fin, es menospreciar la verdad y la sabiduría de las personas que, con una u otra intención, bucean entres estas páginas para intentar informarse.
Es muy común, y muy dado en esta Sevilla nuestra, que en épocas electorales en hermandades, se incremente la participación en foros de opinión que dedican su información a este tipo de eventos, y en donde se deja, cuando no se propicia y hasta estimula, calumniar y vilipendiar el trabajo de las Juntas de Gobierno, acosarlas con infundios y falsedades con el fin, incluso, de poner en entre dicho la honestidad de sus componentes.
He leído en alguna que otra ocasión manifestaciones de supuestos hermanos –el incondicional en el uso de estos términos ha de utilizarse siempre porque dudo que alguien que quiera y sufra su Hermandad no recurre a estos medios ni hace uso del lenguaje que en ellos se vierte- que ponen a parir a quienes piensan de manera opuesta o simplemente no les cae en gracia. Por ello deberían de procurar articular unos procedimientos en los que se obligara, a quienes desean manifestar su opinión, la identificación del individuo para evitar este tipo de situaciones, que en la mayoría de las ocasiones son pura especulación derribista y muy pocas construyen con mimbres tan extraordinarios para el crecimiento como es la exposición metódica y reflexiva de una situación puntual. Y si tienen pruebas fehacientes sobre los graves hechos que pudieran denunciar, que las presenten en los Cabildos Ordinarios, que es el mejor, único y más explícito foro para resolver cualquier eventualidad, cualquier anomalía, y donde contarían con el beneplácito de sus hermanos en la devoción.
Pero si son graves estas situaciones en las que se atenta consentidamente contra la dignidad de las personas, desde el referido anonimato, peor aún son aquellas otras en las que se promulgan estos mismos ultrajes y ofensas por aprendices de periodistas que incluyen en sus columnas o en sus páginas web estos desaires y lo hacen poniéndolo en boca de unos solícitos informadores que se ponen en contacto con ellos, a través de las nuevas tecnologías, fórmula en las que buscan el amparo a sus personas delegando la posible responsabilidad a sus confidentes, en el caso de que existieran. Así pueden poner en liza sus elucubraciones, sus oscuros pensamientos, sus manidas adhesiones para favorecer a quienes se presentan a ocupar cargos de responsabilidad en las Juntas de Gobierno, o en un caso peor ir creando el oportuno malestar entre los hermanos contra los que la rigen en este momento.
Así poniendo en boca de otros lo que ellos no son capaces de exponer con la franqueza y valentía que debe regir el proceder de un hombre, se convierten en adalid de las miserias que provocan sus elucubraciones, acaso sus interesadas mentiras, para desbancar a quienes ocupan los cargos, en la creencia de que podrá beneficiarse, en el futuro, de sus maquiavélicas intervenciones. Eso si surten efecto en las menospreciadas –por ellos- inteligencias de quienes realmente tienen el poder de decisión con sus votos. Tal vez, cuando vengan a reclamar su premio, le espeten con aquello que ya se hizo costumbre en el imperio romano, y le den con una palangana en la cara, mientras le recriminan con aquello de “Roma* no paga traidores”.

*Ponga cada cual el nombre que corresponda y al que se identifique.

jueves, 23 de junio de 2011

DIOS ESTÁ AQUÍ...


La juncia cubre el camino que aroma el romero. La calle entera se arrodilla, se doblegan las esquinas cuando Dios pasa ofreciendo su dicha, la gran promesa que se hace cuerpo, materia para ofertarnos el prodigio de su trascendencia ascética. Hay música solemne que rinde honores y da esplendor a la procesión, voces que entonan salmos y que invitan al misticismo, al encuentro siempre cercano y próximo del Redentor ofreciendo su amor. “Cantemos al amor de los amores, cantemos al Señor, Dios está aquí, venid adoradores, adoremos a Cristo Redentor…” Himnos que nos alegran el espíritu porque nos acercan al Creador, porque nos serenan el alma al mantener la certeza de Su proximidad.

Una nube de incienso va anunciando la llegada. Es una ocasión única y por ello excepcional. Tú frente a Dios, en la soledad de un espacio que compartes con otras miles de almas, en un estadio donde imprimes tu carácter personal con tus oraciones, tus peticiones, tus invocaciones, acaso con tus relatos y tus recuerdos porque el camino se empieza a acortar. Estas en la calle y estás solo, desprovisto del caparazón de egoísmo, desprendido del egocentrismo que nos hace imperfectos, en un retiro en el que muestras las imperfecciones ante la pureza de su manifestación divina. Percibes, en este encuentro en la soledad, la necesidad de traspasar las lindes de lo sobrenatural que nos rodea, que nos cubre con un halo de misterio de auto sacramental, una representación sin fin que nos aproxima al entendimiento, al conocimiento de la fuente de la Vida y experimentas la paternidad acercándose, penetrando en el corazón, ahora tan vulnerable porque se enfrenta a su Creador, al Dios bueno que se dispone y propone a la inmolación por tu amor. Dios que se sacrifica, que te busca, que sale a tu encuentro, que surca caminos y recorre veredas para que te unas al gran proyecto de amor que tiene preparado para el hombre. Dios que no castiga y siempre perdona viene para ofrecerte la sustancia que alimenta y engrandece el alma, que conjuga la fraternidad y favorece la gracia de la Esperanza.

Hoy se consagra ante nosotros, como aquella noche en la que se entregó para nuestra salvación a la muerte y a la que destronó de sus poderes con el resplandor de su luz, a la que puso vendas de victoria y cegó con el fulgor de su poder. Hoy, en su argénteo aposento, coronando la cima de la gran obra del mundo, en la cúspide del gran viático que surca los cielos y planea el aire de esta ciudad, viene a desvelarnos los misterios de la fe, a deshacer incógnitas entre quienes dudan, a repartir la gracia del pan que es su propio Cuerpo, a convertir su entrega en ofrenda, a distribuir la comunión entre su grey. El pueblo de Dios se arrodilla para recibirlo, para invocar su nombre y saberse protegido, para rendir pleitesía al Santísimo.

Sevilla entera es tabernáculo para Acogerlo. Hoy se ofrenda en las aceras, en los balcones que tiñen sus hierros con galas carmesís, en los soportales que exhalan frescor y que son reclinatorios y respaldos de confesionarios que nos preparan para la gran comunión.

Hoy están los sagrarios, con sus velos de respeto mostrándose a quienes se apostillan frente a ellos, danzando como seises recuperados al son que les marca una brisa, porque Dios está en las calles, buscándonos, alertándonos de su cercanía. Dios viene a tu casa, a pronunciar su discurso de amor, a que te unas al gran proyecto fraterno que tiene preparado para colmar la felicidad de los hombres. Dios está en la calle ansiando ver cómo haces realidad su mensaje. Hoy Dios, sustancial y presente, se une a la voluntad de los hombres que siguen clamando su caridad y perdón “… Gloria a Cristo Jesús, cielos y tierras, bendecid al Señor, honor y gloria a Ti, Rey de la Gloria, amor por siempre a Ti, Dios del Amor”.

miércoles, 22 de junio de 2011

LA BUHAIRA o QUE CORRA EL AIRE, SEÑORES


El Palacio de la Buhaira fue construido a extramuros de la ciudad por iniciativa del califa Abu Ya Qub Yusuf, quien comenzó el Alcázar y la Mezquita Mayor de Sevilla y estableció la capitalidad de Al-Andalus en Isbilia. Para embellecer sus jardines se trajeron del Aljarafe sevillano escogidos olivos y llegaron a plantarse más de diez mil pies, además vides y árboles frutales de las especies más variadas que se regaban con el agua de los Caños de Carmona, antigua conducción romana. Para su explotación agrícola mandó construir una gran alberca, que surtía del líquido elemento los terruños adyacentes gracias a un complejo sistema de riego que se mantuvo en uso hasta finales de la década de los ochenta, del pasado siglo XX.
La ensoñación de aquel hombre nos procura hoy uno de los lugares más hermosos de la ciudad, donde la recuperación de los elementos arquitectónicos y restos arqueológicos han hecho posible la implantación de un lugar de recreo perfectamente encajado en su entorno urbano. El actual conjunto está formado por el pabellón nazarí llamado Santa María de los Ángeles, las ruinas del antiguo Palacio de la Buhaira, la Alberca, la Puerta de San Agustín, calle Nueva, la Portada de las Almenas y la Portada de Tejaroz.
Muchos llegamos a conocer este emblemático lugar –mira si lo era que Joselito soñó ejecutar sus artes taurinas frente a él, construyendo una plaza de toros, la Monumental- como explotación hortícola, donde se trajinaba a diario desde el amanecer y hasta alguna que otra vez adquirimos sus productos. La expansión de la ciudad, con motivo de la Exposición Universal que acogió nuestra ciudad en 1992, fue necesaria causa de su transformación y las últimas huertas localizadas en el casco urbano de Sevilla transmutaron a este nuevo vergel, que por su trazado y estratégica localización viene a ser un remanso de paz en medio de la vorágine y del caos circulatorio que la rodea, surtiendo de tranquilidad y reposo al antiguo barrio de San Bernardo.
En los últimos meses, bien debido advenimiento de un posible cambio político o al desinterés de sus actuales responsables, se viene apoderando de este espacio descanso y ocio de sus vecinos, una horda de jóvenes que se apoderan de sus parterres y jardines al caer la tarde convirtiéndolo en coto privado para su divertimento, especialmente para el consumo de alcohol y otras sustancias más dolosas, dejando un rastro de incivismo y mala educación entre olivos centenarios y flora destrozada. Las gracias han llegado al extremo de utilizar la alberca como zona de baños, utilizando su periferia como cloaca donde depositan sus excrementos, cuando les viene en gana.
El pasado lunes pude observar, in situ con estos ojitos que Dios me ha dado, cuando regresaba a casa tras finalizar mi jornada laboral, a eso de las cinco de la tarde, con la canícula arañando las entrañas con sus brasas, como unos jóvenes en ropa interior salían de la mencionada alberca, se tumbaban al sol y una chica les acercaba unas botellas de cerveza, que sin ningún recato ni pudor, y tras apurar hasta la última gota, las tiraban al interior del estanque entre risotadas y jolgorio por tan maña proeza. Seguí pedaleando y como la indignación desgarraba mi condición, recriminé aquella actitud del todo deplorable que obtuvo la respuesta adecuada a los valores que algunos jóvenes de esta generación se hartan de mostrar, a veces pienso que hasta con desmedido orgullo, levantando una mano, con el puño cerrado y el dedo corazón señalando al cielo, y con la otra hacía ostentosos gestos sobre sus genitales partes. Eché de menos entonces aquellos guardas jurados de parques y jardines, a los que tanto temíamos y tanto respetábamos, ý tan poco comprendíamos, que hacían de los espacios verdes de la ciudad un lugar donde todos teníamos cabida y que tantos besos impidieron de novios sentados en un banco, con aquella frase, tal vez lanzada desde el otro extremo de la avenida, “un poco de recato, señores, que hay niños y que corra el aire”.

martes, 21 de junio de 2011

A MARGARITA, MI HIJA.


A MARGARITA, MI HIJA.

Es esta misma luz la que me trae tu imagen. Esta misma luz del primer día del verano la que me devuelve a tus ojos abriéndose a la inmensidad de la vida. Es esta misma luz de junio la que resucita mis sentimientos, los más puros, los más hermosos, con los que Dios me ha premiado.
Te miro y me observas. Siento tu fragilidad entre mis brazos y toda la grandeza de la creación converge en mí cuando noto tu calor, tus manos aferrándose a mis manos, diluyendo su pequeñez en mi temor. Acabas de mirarme y ya me has hecho cautivo en la profundidad del mar que acabas de ofrecerme; has abierto tus ojos y ya me he perdido en el laberinto pasional de tus pequeños labios, en los recodos y recovecos de los pliegues de tu piel, donde se atrincheran besos que me irás devolviendo. Presiento un aleteo de voces en mi interior que mi dictan conductas de amor, de manera alocada, precipitándose a un abismo donde yacen las locura del cariño y que yo procuro eludir porque quiero pausar todos los momentos, detener el tiempo, que no se licue en el páramo del espacio, detener su progreso en ese mismo instante en el que me ví abocado al nuevo conocimiento que se me ofrecía.
Sé que mi corazón ya no puede latir de otra manera desde que aquella luz, la primera del verano, la más clara y venturosa porque tuvo la suerte de ser anuncio tuyo, pronunciamiento de tu presencia, me descubriera la cadencia rítmica del que late bajo tu pecho.
Y vuelvo a mirarte y temo que puedas romperte porque sigues siendo para mí aquella promesa de vida frágil, diminuta, que tanto recelo me procuraba porque temía te escurrieses entre mis brazos, aunque ya se auguraba en la mirada toda la fortaleza que heredabas de quién te daba el ser, quién puso su sangre en la tuya para cohabitar en los cielos que ansiamos procurarte.
Hoy vuelvo a hacerme cómplice del tiempo, a implicarme en la locura del recuerdo, del imborrable momento en el superé los espasmos, en los me deshice de los rezos, de las peticiones, y me convertí a la religión de felicidad, al don que grácilmente ponía Dios junto a mí para que supiera qué era de verdad lo importante en esta vida, a qué debía someterme, a que debía enfrentarme cuando tu dicha estuviera en peligro, a disolver las dudas que pudieran plantearse cuando alguien pusiera en tu camino el dolor.
Aquel sueño del primer día del verano, de hace veinticinco años, ha regresado con este nuevo amanecer, con esta nueva claridad que tiene reminiscencias de tus ojos abriéndose al universo que quedó prendado de tu belleza y dignificó su espacio con una estrella que lleva tu nombre, ese misma que me trae tu mirada envuelta en el celofán de la memoria para que siga glorificando al cielo tu presencia entre nosotros, alegrándonos la vida con tus risas, con tus actos, con tus muestras de cariño, con tus afectos, que me izaron al paraíso al sentir cómo la sangre me hablaba, cómo empezaban a converger nuestros espíritus en una mismo estadio de sensaciones.
No sé si el tiempo me hará esclavo del olvido, o tiene reservada para mí una estancia en los campos perdidos en donde yaceré obnubilado sin más memoria que los besos de los míos, sin más reconocimiento que mi propia fe, apartado de la razón y el conocimiento. Pero siempre veré y reconoceré la luz de aquellos ojos que me hicieron cautivo para la eternidad. Los buscaré en las oscuridades más profundas, en los abismos más insondables, porque sé que en ellos permanecen mi existencia, donde dormirá un día mi recuerdo, donde reposará el amor que hoy les tengo. Hoy hace veinticinco años que nació lo más preciado de mi existencia, tal vez mi vida misma, mi hija. Como aquel primer día del día primero de mi nueva vida, quiero decirte que te quiero y volver a susurrarte, como aquella mañana de la incipiente luz del verano cuando te tuve en mis brazos, sigue soñando, Margarita, que te voy a contar un cuento.

lunes, 20 de junio de 2011

ENTRE PREGONES


Un trueque de pregones viene por la calle ancha de mi memoria a restituir el tiempo de la canícula, la implantación del sopor en los campos al mediodía, del a canícula de la tarde asolando los terruños donde placen los naranjos y florece el fruto las chumberas.
¿Te acuerdas, amigo, de aquellas horas vespertinas, horas muertas, donde la sinfonía, aguda y constante de la chicharra, era la única sensación de vida de la que se tenía constancia mientras el sol agrietaba los suelos y convertía las piedras en brasas? ¿Recuerdas la valentía de aquel hombre, atravesando el páramo de nuestras calles, desoladas, tan llenas de vacío, tan vacías de las algarabías que vendrían a sustituirlas unas horas después, pregonando el rico helado, con su pulcra vestimenta, desafiando a los elementos, plantando cara tal vez, con aquella apostura, al hambre que dejaba expectante en otro portón oscuro, a la necesidad que corría por las arriates de un patio de vecinos?
Era la implantación del sosiego la que venía a buscarnos para aletargarnos e intentar engañar nuestros cuerpos, con la somnolencia que nos llegaba arrastrada de la vigilia nocturna en la que buscábamos el frescor de las horas de la madrugada, en las horas de aquel otro pregón que nos anunciaba la venta de la fresca y sabrosa sandía, transportada en el carro que antes sirvió para repartir el pan y después para llevar cajas de verduras a un puesto de la plaza de abastos.
Atraviesa la saeta del recuerdo la paz decretada e impuesta del tiempo de la siesta, donde muchos descubrimos las aventuras de los piratas de Salgari, o las desventuradas vidas de los protagonistas de las novelas de Charles Dickens, o los correos rusos de Julio Verne, caballo y traiciones en las estepas, y más tarde, cuando el tiempo nos daba alcance y nos investía con el velo de la adolescencia, descubrir la grandeza de la literatura de Unamuno, Delibes, Pío Baroja, Cela, Cernuda…
Tiempos de pregones que delimitaban los espacios, que parcelaba los tiempos con silencios o con algarabías. Voces que acuñaban el aire para ofrecernos momentos de dicha cuando el helado se licuaba en el plato, empapando las galletas que lo cubrían, y terminábamos arañando, a cucharadas, la porcelana que escondía procelosa, en la elipsis de su contorno, el chocolate y la nata.
Barahúnda que nos traía sensaciones, que arreciaba tempestuosamente las tardes, que interrumpía el sueño envuelto en sudor, que se aliviaba buscando la corriente de la puerta abierta y la ventana ofreciendo el paisaje de naranjos y chumberas, del rebaño cabras, con su pastor al frente, rebuscando en la estéril y seca tierra, las briznas de amapolas.
Hoy retornan los bandos del verano de mi niñez, para asolar mi nostalgia. Hoy vuelven, en estas vísperas del solsticio que alarga los días, aquellas voces que traían vigor a la pesadumbre de la tarde, que se colaba por los huecos de las escaleras para alertarnos de la recuperación de la vida, que ascendían como un torbellino brioso para abatir al sopor que nos imponían con el cumplimiento, de la ley no escrita pero aceptada, de la siesta, de las horas en las que el silencio se adueñaba de las estancias y donde sólo el bisbiseo rumoroso, cansino y rutinario del ventilador, ocluía la espesura y densidad del canto de la cigarra, ese índice natural en la escala de la calima.

sábado, 18 de junio de 2011

ENRIQUE GUEVARA PÉREZ


Mantiene uno de los mejores y menos conocidos archivos de nuestra ciudad y de su Semana Santa. Sus artículos históricos sobre los más variados asuntos cofrades causan siempre la más grata sorpresa, por su erudición y estilo, por las imágenes con las que acompaña, por la originalidad de sus investigaciones. Siempre está dispuesto a prestar la colaboración solicitada con una sonrisa, con la amabilidad que le es de por sí natural, con la caballerosidad que le viene impregnada en su genética. Podría, como suelen hacer muchos con menos cualidades intelectuales y por supuesto menos virtudes, pavonear sus méritos entre la indolente masa de aplaudidores de otras obras menores para obtener una repercusión mediática mayor, pero sabe que las grandes construcciones se hacen desde la paciencia y la constancia en el trabajo, andando camino, palpando los campos y arrancando la mala hierba de la ignorancia y ficción para dejar sólo la espiga de la verisimilitud, de las conclusiones que nos lleven a descubrir, para nuestro asombro y regocijo espiritual, los hechos que se esconden tras la historia.
Sus investigaciones sobre las Hermandades y cofradías de Sevilla y Madrid han posibilitado la elaboración de varios libros, prodigándose además en conferencias y actos de divulgación en numerosas ciudades. Sus colaboraciones con el Boletín de las Hermandades y Cofradías de Sevilla son esperadas son ansia por quienes le han leído alguna vez.
Enrique Guevara Pérez es un madrileño de pura cepa, amante su ciudad y sus tradiciones, de sus misterios y alegrías. Pero también es un sevillano convencido por las devociones religiosas que tanto le han marcado, por el encanto de sus calles y barrios. Sus fervientes y sólidas convicciones religiosas no le apartan de la objetividad en sus investigaciones. Sabe y conoce como nadie a la Iglesia católica con la que se involucra para una mayor gloria de Dios y su Bendita Madre.
Enrique no es un profesional, en el más puro sentido etimológico del término, que sí lo es por la obra generada, por el tiempo que le dedica a esta su pasión, de la investigación histórica de las Hermandades y Cofradía. Sus retos profesionales viene desarrollándolos en una gran empresa nacional, donde desarrolla sus saberes económicos y donde cuenta con un gran prestigio y consideración entre sus jefes. Todo esto viene a engrandecer su labor y entrega por exponer sus trabajos de investigación al conocimiento público, la mayor de las veces sin ninguna compensación económica, pues el tiempo que requiere en sus proyectos de profunda indagación histórica tiene que ir sustrayéndolo a su familia, a su ocio, a la vez que compaginarlo con las obligaciones contraídas en la Junta de Gobierno de mi querida hermandad de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder y María Santísima de la Esperanza Macarena, de Madrid, y que radica en la Colegiata de San Isidro Labrador, donde esta tarde sus Sagradas y queridas Imágenes Titulares, serán testigos de su enlace matrimonial.
Enrique sabe que mi ausencia física, en este importantísimo día, viene condicionada por mis obligaciones laborales. Pero también sabe que mi espíritu, y el de mi familia, le acompañará en las horas en las que se desarrolle el acto, que tengo puesta mis oraciones en su felicidad, en el deseo de que la vida siga sonriéndole y que en el futuro se vayan cumpliendo todas las expectativas que se ha marcado en esta nueva etapa de su existencia. Se lo merece.
Enrique, esta tarde, en la Sabatina de nuestra Hermandad de la Macarena, cuando atraviese las puertas de la Basílica, que como tu sabes son accesos al mismo cielo, volverá la memoria a conducirme al momento en el que fuimos presentados y en el que al unir nuestras manos firmamos una conjura de amistad fraterna de la que fue testigo, ¿te acuerdas Enrique?, Nuestra Señora de la Esperanza Macarena.

jueves, 16 de junio de 2011

SISTEMA CONTRA LOS ANTISISTEMAS


Cuando un movimiento social se inicia uno supone que lo hace desde la inocencia conceptual, desde la necesidad de reivindicación de las causas nobles y justas, como en los romances paladinos en los que un héroe se erige en salvador de una población con su solo esfuerzo y sin más protección que su arrojo con la convicción de que su única recompensa vendrá de impuesta desde propia conciencia.
El movimiento de masas iniciado bajo la denominación 15M, y cuyo subtítulo “indignados” ya no es más que una sórdida ironía de la manipulación a la han llevado este esperpento de vindicaciones y peticiones igualatorias decadentes y desfasadas, ha sucumbido ante totalitarismo de los marionetistas que han cogido los hilos y ahora mueven conciencias a su libre antojo, ante la innegable falta de preparación de una generación que piensa solo en la consecución de bienes sin ofrecer el más mínimo esfuerzo. ¿A qué se dedican todos éstos que tanto tiempo libre tienen para proclamarse defensores de la libertad y la democracia “real”?¿Quiénes mantienen a estos indecentes que se toman la ligereza de imponer, por la fuerza bruta, su ideas, que por lo visto es el nuevo evangelio que retienen los medios para la salvación del mundo?
Tal vez la buena voluntad de unos pocos, verdaderos indignados por la situación por la que atraviesa el país, tras la deforestación humana, sentimental y de valores a la que lo está sometiendo el rodillo del gobierno –iba a poner socialista pero es un término demasiado excelso para quienes lo mancillan, suponiendo que esta ideología no haya sido asesinada por los mismos que lo proclaman como suyo- del descontrol, haya sido aprovechada por una banda de maleantes que se suman a cualquier movilización para secuestrar unas fechas de sus vacías vidas y saciar su sed política a base de litronas, que luego tienen la delicadeza de dejar en plena vía pública para que no falte el trabajo a las empresas municipales de limpieza. Todo un detalle por su parte.
Luego no tienen un proceder pacífico, que va. Las leyendas, proclamas y lemas sobre la paz se quedan en panfletadas pegadas a las paredes o en pancartas colgadas. Tanto como pregonan y se quejan de la virulencia con la que actúan las fuerzas de orden público cuando intervienen para hacer prevalecer los derechos de la mayoría de los ciudadanos y luego ellos no hacen más que ejecutar la violencia en sus acciones. Lástima de tiempo y dinero que se tira cuando se procede a un desalojo, con lo fácil que lo tienen los jefes políticos y policiales cuando ordenan acciones como las plaza de Cataluña y otras semejantes a ésta. Nada de lanzar gases lacrimógenos, ni amurallar con numerosos policías la periferia de la plaza. Nada de malgastar las fuerzas de agentes que Bastaría con arrojar, al mismo centro de la conglomeración humana que se pretende desalojar, un pico y una pala y la desbandada sería apabullante. O unos buenos manguerazos de agua con jabón. Ríanse ustedes de las famosas estampidas de las películas de vaqueros. Los habría que no volverían a pisar el lugar hasta que otro excéntrico político, de esos que les ríen las gracias y manejan dineros que no les pertenecen, mandara construir otro faraónico edificio y dejara enterrados los utensilios laborales en las catatumbas del olvido.
Pero claro aquí lo importante es el papelito que se deposita en las urnas cada cuatro años. Que luego así le pagan. Creo que hasta, a alguno, le han robado la cartera. Si hubiera justicia de verdad, democracia de verdad, no se permitirían los desmanes que se vienen produciendo en las principales ciudades de España, donde se están permitiendo el vilipendio los derechos de la gran mayoría de ciudadanos, donde se ultrajan los valores civiles y políticos establecidos por la Constitución. Aquí en Sevilla, podríamos sacar hasta algo positivo de la toma, por las hordas antisistema, del mamotreto de la Encarnación. Lo mismo las inmundicias y la basura que acumulan, y que han provocado la suspensión de varios actos previstos en el lugar, que éstos sí que repercutirían en vida social y económica de la ciudad, provocan la podredumbre de sus elementos y se caen ante de lo previsto. No tendremos esa suerte.

miércoles, 15 de junio de 2011

MACARENO, LA MÁS ALTA DISTICIÓN


No entiendo cómo podemos ocluir la inteligencia a la verdad, cómo no somos capaces de discernir qué es bueno o malo, dónde se define la frontera que separe la opinión del insulto, o simplemente donde termina nuestra libertad para no ofender ni maltratar la dignidad de los individuos.
No pertenezco a ninguna familia con tradición nobiliaria, ni por mis venas corre sangre de linajes aristocráticos, entiéndase estos términos como títulos que honran y otorgan los hombres, que conozco a muchos que no han adquirido estas noblezas en la cuna, pero se las han ganado a pulso con sus comportamientos diarios y cotidianos, con su señorío y saber estar, y que ya quisieran muchos de las estirpes más prestigiosas haber podido adquirir con sus fortunas. Mi única grandeza viene a través de mis orígenes. Mi abuelo paterno fue republicano de derechas, asesinado por anarquistas extraños a esta ciudad, en la calle Cardenal Spínola, porque tenía dos panaderías. Mi abuelo materno fue dueño de todo el universo que florecía en su figurada bohemia, constructor de sueños para niños pobres de épocas pobres, y sus territorios mantenían fronteras desde la muralla a la plaza del Pumarejo, donde solía acuartelarse en Casa Umbrete o Mariano, y cuyo valor más preciado fue un beso en el candor de la mano que se ofreció por primera vez en San Gil para extender su dicha a todo el orbe católico.
Mis grandes honores provienen de las enseñanzas de mis padres, de la educación que me han podido procurar y del poco o mucho provecho que yo haya podido extraer de la misma. Mi escudo de armas se imprime cada madrugada del viernes santo en el popular esplendor de un merino y refulge sus dorados atributos en el verdor de un terciopelo, donde se refleja el espíritu de mi gente de la Macarena, donde se resabian las ojerizas visiones de algunos porque en ellos se retiene la mirada de un cordero Sentenciado y el entrecejo donde cabe todo el dogma de la Esperanza. Esa ha sido mi mejor y preciada herencia. Y no me cuesta prendas hacerlo público.
Siempre procuro ser ecuánime en mis dictámenes, ser prudente y preciso. Prefiero oír a teorizar sobre cosas que no conozco, aunque mi curiosidad innata me lleve a escarbar en su conocimiento. Por eso callo, porque las palabras suelen esclavizar con su indebido pronunciamiento, adiestramiento sentimental en cuyo lance he perdido algunas batallas y las heridas recibidas me han enseñado a no divagar cuando no es preciso. Guardo algunas cicatrices por ello. Suelo equivocarme más veces de las convenientes, como todo ser humano, pero procuro saber resarcir los males que pudiera provocar. No me cuesta pedir perdón y suelo aceptar, con demasiada facilidad, los que me llegan. Me gusta escribir y me apasiona la lectura, cualquier lectura.
Conforme la edad ha ido serrando el tronco de mi existencia, esa sierra que va conformando un cauce por donde fluyen los más preciosos y precisos sentimientos, he aprendido y aceptado la dureza con la que se muestra la vida, he admitido algún que otro desengaño y no he intentado desvincularme del dolor porque curte y alecciona.
Sin embargo hoy, poco antes de enfrentarme a la dureza del blancor del papel virtual que se muestra en la pantalla del ordenador, se me ha desfondado el alma. Alguien, visitándome en mi trabajo, ha sabido de mi condición macarena, de mi pertenencia a la Junta de Gobierno de esta Hermandad que tanto me ha dado, a la que tanto debo, y se ha extrañado por ello, por mi condición humilde, por mi procedencia sencilla. Por lo visto, para servir al Señor, a la Virgen desde el gobierno de la cofradía, hay que pertenecer a la más alta alcurnia de esta Sevilla nuestra, ignorando que para prestar servicio basta con ser macareno, que es la más alta y selecta distinción con la que Dios pudo dotar, en el mismo momento de la concepción de la vida, a quienes se desviven en dar mayor gloria al Cristo Sentenciado, y la Virgen de la Esperanza, verdadera Madre de Dios.

martes, 14 de junio de 2011

EL PRETEXTO DEL VARAL


Esto no es más que el fruto de la mala educación que se viene profiriendo en los centros de enseñanza o peor aún, en las conductas pedagógicas de la propia familia. Hemos aleccionados a nuestros hijos en el adiestramiento salvaje, en la búsqueda de la propia conveniencia, en hacer prevalecer nuestros propios intereses, aún siendo burdos, inútiles y egoístas, por encima de los de la comunidad. Esta no educación viene explicada por la comodidad y la banalidad que nos proporciona una vida simplona, sin inquietudes, donde hemos relegado a los valores esenciales humanos a las cavernas, en donde prima la búsqueda de la sociedad del bienestar que nunca llega y menos aún de esta forma. No puede haber sociedad del bienestar donde se ejerce una especie de ley de la selva.
La falta de respeto a las creencias, políticas o religiosas, y a las personas es la premisa esencial para verter toda clase de improperios, de insultos, de injurias, de infamias y mofas, en los vertederos que se están convirtiendo los foros de opinión de las principales páginas web de información. Basta un suceso, un hecho para que una turba, un enjambre de maleducados, se precipitan sobre el teclado y lancen sus ofensivas proclamas con el pretexto de ofrecer una opinión, que en seguida toma forma de juicio sumarísimo contra la entidad o sector de la sociedad que ha sido protagonista de la noticia.
Ayer, apenas se consumó la desdicha de la fractura del varal, en el paso procesional de la Virgen del Rocío, las páginas web de los medios de comunicación se esforzaban en mantener el nivel de su información con ella. En seguida se abría el foro. Y los primeros “comentarios” no dejaban lugar a dudas. Las descalificaciones hacia quienes en ese momento padecían el tremendo dolor de no poder ver cómo la Virgen realizaba anual visita, por un percance en sus andas procesionales, eran vilmente calumniados, menospreciando sus creencias y devociones. Tildados de borrachos, de gentuza, de maleducados, prepotentes, fanáticos, pueblerinos, cafres y bestias, estaban atacando nuevamente a quienes se llevan una semana de camino, a quienes llegan a la ermita y se postran de rodillas ante la Madre de Dios, porque vienen a dar gracias por la promesa cumplida, por la petición elevada que fue escuchada y sanó a un ser querido o simplemente a ratificar su fe en el Dios omnipresente que calma sed de justicia y ofrece amor.
Sin duda alguna, donde se reúnen más de un millón de personas, ha de haber de todo, como en las ciudades que tienen y mantienen este aforo ciudadano. Sin duda alguna habrá aptitudes que no sean las correctas ni las más adecuadas para una celebración religiosa de esta magnitud. Claro que sí, pero no podemos ser constantemente atacados por quienes se muestran en contra de las creencias religiosas, especialmente la católica. Estamos vilipendiados por estos críticos que por lo visto ejercen su derecho de libre expresión faltando a la verdad y al respeto que merecemos. ¿Acaso se obliga a alguien a participar de esta romería? ¿Se ha llevado a alguien, a punta de pistola, para salid de nazareno?
Señores, un varal se rompe porque es cosa hecha por hombre, tal vez porque los hombres no midan sus fuerzas en el afán por encontrarse cerca de la Madre de Dios, o porque el desgaste del tiempo ha consumado su estropicio. Son cosas que pasan, simplemente ocurren, como cuando se parte un vaso o se cae la mampostería de un balcón y nadie llama cafre a nadie por un accidente.
Lo que nunca se va a romper, por mucho que se obstinen algunos, es la gran verdad que aúna tantas voluntades, tanto amor, en torno a la Virgen, en torno a Dios. Por más improperios y falsedades que permitan los medios de comunicación en sus foros, millones y millones de personas seguirán los mandatos de un humilde carpintero galileo que nos igualó y redimió a todos con su entrega única, aunque eso os moleste.

lunes, 13 de junio de 2011

UNA MUJER LLEGA AL PUEBLO


Acaba ver la luz el último libro de Mercedes Salisachs. “El cuadro” es un librito, como ella misma lo describe, de noventa y cuatro páginas, donde ha estructurado una trama llena de suspense cuyo desenlace final romperá los moldes de lo imaginable. Tensión narrativa en estado puro.
Mercedes ha cumplido noventa y cinco años y continúa con su fecundidad literaria, con su imaginación y razón incólumes, asistida por una vitalidad inagotable. Noventa y cinco años y escribiendo con la majestuosidad con la que siempre lo hizo y con una claridad en sus razonamientos que debería ser ejercida e imitada por muchos de los políticos actuales y que tal vez nacieron cuando ella perdió a su hijo Miguel, hace casi cincuenta años. Un hecho que la marcó. Experiencia vital no le falta cuando se expresa con la franqueza que los ha hecho en un medio de comunicación escrito nacional indicando que “España está hoy como en los años treinta. Escribo y hablo en español porque veía como, sin darme yo cuenta, estaba metiendo catalanadas. Me propuse escribir muy bien en castellano porque en Cataluña se habla muy mal esta lengua. Ni mis padres, ni mi familia, ni mis amigos me han hablado nunca en catalán. Este es cosa de ahora. Durante la República hubo también un brote fuerte, pero nunca tocaron los nombres de las calles ni obligaron a poner carteles en catalán. Lo de ahora es terrible. Estamos en una dictadura”.
Esta escritora catalana, que escribe sus relatos en el más perfecto de los castellanos, con una riqueza en su terminología extraordinaria, haciendo uso de palabras que normalmente han caído en desuso, y que no ha renegado de su origen por el mero hecho de pronunciarse en el idioma de Cervantes cuando todo lo catalán –incluyendo la lengua- ha de prevalecer frente a lo español, mantiene una fortaleza espiritual extrema. Su fe la salvó cuando un accidente le arranco a su hijo Miguel. Esta pérdida la hizo profundizar en los entramados espirituales de la religión católica, razón que la asentó en el sentimiento más hermoso de la vida. Comulga todos los días, condición sacramental que la acerca a él.
Ganó el premio Planeta, en 1975 con la novela titulada “La Gangrena”, pero yo la descubrí una mañana de diciembre, de hace más de treinta años, cuando cayó en mis manos su obra “Una mujer llega al pueblo”. En seguida me atrapó. Y hoy vuelve a prender mis emociones, mis vivencias, porque sus lecturas son recuerdos de una época maravillosa. Hoy vuelve a removerme la memoria porque sus valientes palabras son las mismas que enardecieron mi espíritu, la combatividad juvenil que se nos manifestaba en cada lectura y traspasábamos a la vida cotidiana. Años de luchas que hoy se ven relegadas, ignoradas, porque asola nuestra sociedad un vendaval revanchista e intolerante al que una mujer de noventa y cinco años se ha enfrentado. Tal vez sea la edad, la longevidad de una vida que la ampara y protege. Pero como aquel día de diciembre, tan lejano ya en el tiempo que sólo tiene acomodo en mi memoria, una mujer ha llegado al páramo de nuestros espíritus para soliviantarlos, para recordarles que la vida es corta, que el tiempo es una mentira y que lo verdaderamente eterno, lo que prevalece, es la eternidad.
Ha dicho Mercedes que ésta será su última obra, que ya se cansa mucho. Espero que la fecundidad de su obra la haga merecedora de la eternidad en la memoria de este país. Ella ya sabe, y reconoce, que tiene un lugar en la otra eternidad, ésa donde habitan los sueños y los deseos, donde se hacen realidad las ilusiones, donde la espera su hijo Miguel.

sábado, 11 de junio de 2011

EL DÍA DEL CAMBIO


No conozco ninguna otra ciudad en el mundo, incluyendo los países africanos, en los que puedan acontecer hechos tan peregrinos como los que vienen repitiéndose en esta Sevilla nuestra.
Hoy toma posesión el nuevo Ayuntamiento. Un nuevo equipo de gobierno tomará las riendas de una ciudad sumida en el descontrol. Fácil, desde luego, lo tienen porque peor no se podrá hacer. Ayer mismo surgieron las urgencias para reabrir al tráfico el paso soterrado, que debía haberse construido en las obras de infraestructuras que se acometieron para la Exposición Universal de 1992, que se ha materializado en la intercepción de la avenida de Andalucía y la ronda del Tamarguillo. No querían dejar ningún honor para los que vienen detrás, como si la ciudad les perteneciese, como si el dinero tirado al sumidero de los desbarajustes y la mala cabeza, que no la mala conciencia porque hemos estado regidos por gente que le traía al pairo lo que pensasen de ellos, de sus malas actuaciones, del derroche caprichoso con el que pretendían tapar bocas y callar críticas. No entiendo, como desde algunos sectores de la prensa, se justificaban estas situaciones que han puesto al límite de la banca rota la economía de la ciudad, arrastrando a la desesperación a muchísimas familias, especialmente a la pequeña y mediana empresa, que han visto cómo se despeñaban sus sueños por los desfiladeros el mal gobierno.
Por fin se van. Y lo hacen con el talante con el que han venido gobernando, con la soberbia que han venido demostrando durante las tres legislaturas anteriores. Les cuesta irse de su “cortijo” con dignidad, con gallardía y caballerosidad, sin hacer mención a sus enormes errores, sin asumir el desgaste propio para desgracia de los ciudadanos. Ni siquiera tendrán la hombría de entregar, a quien le ha barrido en los últimos comicios municipales, el bastón de mando del Ayuntamiento. No estará presente D. Alfredo Sánchez Monteseirín en el traspaso de poderes. A lo mejor siente vergüenza por la dejación de funciones a la que ha sometido su máxima condición municipal asintiendo siempre a su socio de coalición, a quien le han impuesto la medalla de oro de la Asociación de Empresarios del Marisco, por muy estrambótica que fuera la propuesta. Cientos de millones de euros utilizados en el capricho de una mente perversa, a quien no le ha importado ir contra de los sentimientos y las opiniones de los sevillanos, con el argumento de crear -¿no existía Sevilla antes de ellos?- la ciudad de todos. Un mojón con la catedral. La Sevilla de unos pocos, querrían decir.
Ahora se abre una etapa de transición, un tiempo de esperanza para restituir la dignidad institucional, para que los sevillanos recuperen la confianza con una nueva gestión de gobierno, para que esta ciudad vuelva a lucir el esplendor del que siempre ha presumido sin el perder el tren de la modernidad, hecho que puede compaginarse sin tener que vaciar sus espacios históricos de contenidos, sin privarnos de la idiosincrasia que nos hace diferentes, no mejores como arengaba Luis León a sus costaleros macarenos. Esperamos diligencia en la gestión, compromiso con lo prometido, que los trámites emprendidos para la recuperación de la memoria de esta ciudad llegue a buen puerto. Por eso nos hemos decantado los sevillanos por este cambio, por eso hemos optado por una nueva opción política, por la verisimilitud de un programa que solo ofrece servicio y trabajo, dedicación y entrega. Si se cumple con estas premisas se obtendrá el producto. Si la línea de gobierno es ésta, estamos seguros que la ciudad emergerá de la desgracia a la que ha estado sometida. Tiene cuatro años con un respaldo de confianza como jamás se ha conocido en los últimos treinta años.

viernes, 10 de junio de 2011

CAMINO DEL ROCÍO


Va cayendo la tarde y el sol va meciendo su luz en la cuna del horizonte. Hay resplandores nuevos asomando a las copas de los árboles, luces menguadas en su intensidad que adormecen la paleta de colores de las hojas, que siguen reluciendo porque aún tienen visión del astro rey y guiñan su verdor desvaído para despedirle. Hay un polverío que viene anunciando la llegada, un levitar de partículas que guardan secretos de conversaciones, sonidos de rezos de los que sólo ellos han sido testigos. Esta suspensión opaca, este densar el aire con policromía de foto antigua, de placa sepia que nació de la locura de un artista, es el adelanto del cansancio que viene reflejándose en las veredas, en los senderos donde se duermen los verdes, donde se transmutan los dorados, donde las espigas se elevan afanosas, desafiando orgullosas, el zafio calor de la media mañana, el aire solano de tarde que las bambolea y alisa sus tierras.
Va cayendo la tarde y llega el rumor dulce, lejano, como la memoria que se planta de nuevo para refrescar los olvidos, de una flauta y un tamboril, confundidos con un murmullo que va avanzando, que va quitando metros de en medio para ir dejando atrás el ansia fresca de la salida, cuando todo es trecho por recorres y lejanía, que va conquistando espacios hasta definirse en alegría, en jovialidad, en regocijo, en dicha y felicidad, porque los pasos van venciendo las distancias, acortando las esperas, acercando el encuentro. No se divisa más que cielo y campo y ya salta el alma de alegría. No se oye más que el propio respirar y el corazón ya brinca por el presagio de un alumbramiento de emociones, de sensaciones viejas como cordones antiguos colgados en pechos nobles, cuando se presente a la vista el blancor de unos muros que retienen el gozo de la devoción. No hay más tronar que el chirrío seco de la rueda de la carreta y ya se adivinan los salmos que se pronuncian el abedul y los pinos que franquean la entrada a la aldea.
Va cayendo la tarde mientras las luces se disgregan por los campos, recogiéndose en las marismas, solapándose en las profundidades de las veredas que llevan hasta el mismo horizonte, al lugar donde se confunden cielo y agua para conformar el sueño, para convertir en realidad la quimera del encuentro de la Madre de Dios con sus hijos. Se sestea cuando la carreta se para, cuando el tintineo de la fuerza bruta y sencilla que la arrastra vaya diluyéndose en el aire y conforme el pregón que anuncie el reposo, la recuperación de la paz, la instauración del sosiego para disfrutar del pan compartido, para salpicar la sed con el agua que la venza y humille.
Se fue la tarde, se convirtió en oscuridad, en centelleos en el cielo que parpadea en azogues y mercurios. El resplandor de una hoguera concita el contubernio para aligerar penas, para redimir cansancios, para acercarse a la pequeña imagen que hace engrandecer la condición del hombre, que lo hace aventurarse a las profundidades del amor, a descubrir esa teología que se presentó cuando el verdor del campo se vio sorprendido por la timidez de una margarita sobresaliendo se la brizna de hierba y dar por hecho que esta pequeñez de hermosura sin igual solo pudo concebirse en la grandeza de Dios, que fue capaz de transformar el Verbo en Carne, y hacerse niño para pastorear en las hermosas marismas, para presentarse a los hombres acunándose en el vientre de su Madre. Tan solo Dios pudo alegrar la vida del hombre con tan poco, y concentrar tanta grandeza, tanto esplendor, tanta demostración de entrega en tan nimia expresión, en tan pequeña acepción de vida. Sólo una gota, pugnando al amanecer para mostrarse, fue capaz de retener la concepción del mayor esplendor. Sólo cinco letras para conferir al corazón en la prisión del amor. Solo pronunciar Rocío y se presenta la Madre de Dios.

jueves, 9 de junio de 2011

EL ÚLTIMO AFRANCESADO


“Buchenwald no fue concebido como campo de exterminio sino como centro de internamiento para presos político, que posteriormente fue ampliando su población reclusa a homosexuales y otros de ámbito religioso, como testigos de Jehová. Con posterioridad una sección del campo se dedicó la experimentación científica buscando soluciones médicas para combatir la homosexualidad. Tanto es así que uno de los galenos llegó a afirmar haber encontrado una vacuna realizando persistentes y sistemáticos implantes de hormonas.
Buchenwald, que durante la guerra fue utilizado sobre todo para la industria de armamento, no era un campo de exterminio industrializado, como los grandes campos de concentración en Polonia. Sin embargo, muchos de los cautivos fallecieron asesinados o agotados por las duras y extremas condiciones de trabajo a las que eran sometidos, a las inhumanas condiciones de vida. Sin embargo hubo grupos de prisioneros que fueron masacrados en masa, especialmente los soldados soviéticos que cayeron en manos de las tropas germanas en las campañas rusas. Los alemanes extremaron mucho las formas de ejecutar. Eran fusilamientos someros realizados en las enfermerías donde se disimulaba al verdugo en una cámara oculta, mientras se hacía pasar al reo con la excusa de realizar unas pruebas médicas, entre las que se encontraba medir su estatura, momento en el cual se abría una pequeña ventana a la altura de la región del cuello y cabeza del prisionero, por donde se realizaba el disparo fatal. Otra forma de ejecución, era el ahorcamiento, el cual se realizaba en el subterráneo del edificio de los hornos de cremación”.
Con estas palabras se despedía Jorge Semprún de unas sus múltiples conferencias ofrecidas para relatar y constatar el horror nazi, en París. El escritor que fue político por conciencia, o tal vez su conciencia de político fue la que le llevó a su condición de escritor. Ayer muchos se lamentaban por su fallecimiento, incluso en alguna emisora nacional Santiago Carrillo elogiaba su figura y su trascendencia como político con una desfachatez propia sólo de quién vulneró sus propios valores, y sin escrúpulos lo purgó, en 1962, retirándolo de la actividad clandestina y sustituyéndolo por Julián Grimau y expulsándolo del partido comunista, en 1964 por mostrar sus divergencias con la línea política que quería mantener el Sr. Carrillo.
Federico Sánchez, seudónimo con el que firmaba muchas de sus obras, se despidió definitivamente de este país el mismo que fue cesado como ministro de cultura, en la época en la que Felipe González fue presidente del Gobierno, legislatura en la que mantuvo un sonado enfrentamiento por el entonces vicepresidente Alfonso Guerra. Regresó a la ciudad de la luz donde siempre tuvo un hogar y el reconocimiento de su figura como luchador, como escritor.
Su pródiga y extensa obra está escrita principalmente en francés, su lengua vernácula aunque naciera en España y hablara nuestro idioma como nativo de este país –tenía pasaporte español-, producción que luego ha sido traducida a nuestra lengua.
La muerte de Jorge Semprún viene a dejar un gran vacío para la memoria de este país. Sus escritos era reflejo de la dureza con la que la vida lo trató, con la indolencia con la que fueron tratados sus pensamientos y los desaires a fiel ideología. Un plato de lentejas nunca fue pago para encubrir las bajezas con las que otros obraron. Prefirió caminar con la cabeza alta, conservar la memoria e intentar transmitir sus vivencias, sobrevivir al horror que le marcó su existencia. Un hombre que ha sobrevivido al horror de Buchenwald ya no puede tener otra nacionalidad que la de superviviente. Lo dijo Jorge Semprún, el último español afrancesado.

miércoles, 8 de junio de 2011

¡MÁS MADERA!


Pues bueno señores, que sigan exprimiendo el limón. Que sigan extrayendo la sangre a los sufridos ciudadanos. Esto es como una película de los Hermanos Marx, que no sabemos cómo vamos a terminar. O es mentira ésto de la crisis, o tendrá que reventar como sucedió con la burbuja inmobiliaria. Claro que antes de la explosión controlada, los que la engendraron, fomentaron y engordaron, con el beneplácito de los gobernantes y dirigentes, se pusieron a resguardo y procuraron cubrirse las espaldas con el firme abrigo de las desgracias y miserias de los conciudadanos.
Ahora la Unión Europea pide a España que vuelva a subir los porcentajes en el IVA, las minutas de la luz y las gasolinas con el fin de poder reducir las cotizaciones sociales y fomentar nuevas contrataciones. Ignoro cómo puede redundar beneficiosamente en el aumento de los puestos de trabajo gravar las economías más débiles, con incrementos en los precios de productos de primera necesidad -la luz, la comida, el agua, etc.- Si ésto es un último esfuerzo entre todos, un último intento para sacar al país de la hecatombe que nos han procurado los políticos en el ejercicio del gobierno, bienvenido sea. UN ESFUERZO DE TODOS, significa acabar con quienes están saqueando las arcas, de quienes se están enriqueciendo con las penurias y miserias de los menos favorecidos, de los que no han tenido la suerte de poder disfrutar de los privilegios que tienen los políticos, de esa jerarquía que sólo sabe comer del a sopa boda que el ofrece el padre estado, o sea nosotros, los contribuyentes.
Sé de familias que difícilmente llegan, no al siempre recurrido término de fin de mes, ni siquiera a sus medianías, familias que realizan un esfuerzo ímprobo para reunir la cuota de la hipoteca, esa sangría que refresca y sacia a la banca, para al menos tener un lugar donde dormir, no digo soñar porque estaría faltándoles al respeto. Sé de padres de familias que no saben dónde acudir ya para reconciliar las necesidades básicas de sus familias, tan desesperados algunos que no dudan en aparcar sus vergüenzas, su dignidad, para entrar en un supermercado y salir corriendo con unos paquetes de fiambres y pack de yogures. Y quieren subirnos el IVA. Espero que no se refieran a estos productos, sino al de los yates, los coches de lujo y las mansiones de estos mismos desalmados que hablan de sacrificios y esfuerzos para que sigamos manteniéndoles en sus desmerecidos status.
Yo mantengo la esperanza de que las cifras del paro, que nos proporcionan periódicamente, estén falseadas, infladas, porque si son ciertas no entiendo como siguen con el despilfarro, cómo no cierran el grifo de los gastos autonómicos, cómo se sigue potenciando el incremento de la deuda pública, fomentándose la especulación y poniendo tantos impedimentos a la creación de nuevas empresas y por tanto, a la creación de empleo. ¿Por qué tiene que gravarse todo a los que menos tienen?
Si estas medidas se implantan y se consigue regularizar las bases normales de empleo, bienvenidas sean. Si estas medidas, estos esfuerzos que se nos solicitan sirven para crear las estructuras sobre las que construir nuevos modelos económicos sustentados en la equiparación, en la igualdad y en la justicia, arrimemos el hombro y hagamos de este país un lugar del que poder presumir. Pero mucho me temo que seguirán los poderosos ejerciendo su supremacía, haciendo valer su superioridad sobre estos gobiernos de servilismo que sólo se han procurado el propio bienestar, engañando a sus ciudadanos, a los que aseguraron que esta crisis no nos afectaría con la contundencia que estaba asolando los mercados de nuestros vecinos.
Estos vientos trajeron estas tempestades. Ahora nos toca seguir sufriendo, todavía más. Y los servicios sociales de la Iglesia, y en nuestra ciudad, de las Hermandades sobrecargadas por las peticiones de auxilio. Me pregunto yo que de no haber sido por ellas, por el remedio inmediato que procuran, por las soluciones básicas que ofrecen y tapan tantos agujeros, si no habría estallado ya la burbuja del hambre.

martes, 7 de junio de 2011

LA PRIMERA DE SAN BERNARDO


Guardaba todo el romanticismo de las viejas tabernas. En sus paredes desnudas se adivinaba la desolación del tiempo atravesando con su espesura la claridad de la mañana, aquel aluvión de luz que se transfiguraba en memoria conforme ascendía por sus muros y que parecían recoger las figuras fantasmales que una vez fueron historia viva del lugar. Dicen que hubo una época en la que se concitaban en ellas las palabras incendiarias de revoluciones de obreros que llegaban desde la vecina, muy orgullosa, emblemática y antigua Fábrica de Artillería, para calmar la sed con vino tinto y saciar el hambre de la media mañana con un papelón de sardinas en arenque que desplegaban sobre el tamiz del mostrador al mismo que se conjuraban en sus propósitos sindicales, y que por su puerta lateral, salieron los desalmados, sólos sin que nadie quisiera convertirse en cómplices de su maldad, que iban a incendiar todo el sentimiento del barrio y que muchos se aferraron impotentes a los estribos de la barra carcomidos por el miedo y la impotencia de aquella turba extraña y ajena a las casas de San Bernardo, a sus pacíficas gentes de ferroviarios y artilleros.
Por sus grandes ventanales se retrataban las historias de la cotidianidad, escenas extraídas de un realismo exasperado por la escasez y las penurias tras una guerra de muertos enfrentados y de una misma familia, que se mostraban en los cuadros vivientes que componían los pinceles de los vapores y efluvios del alcohol, de sus excesos porque querían huir de los desastres. No tenía bocoyes esta vieja taberna de vino blanco de garrafa y rellenado en botellas pero siempre recibía a los parroquianos un cartel que anunciaba la corrida de toros de la semana o esa novillada donde una vez presentó, con relucientes signos tipográficos en negro, la silueta de plaza de toros en rojo, el nombre de un niño rubio que toreaba como los ángeles y que iba a revolucionar el arte de Cúchares, y que cuando salía de su casa, frente a la vieja taberna, siempre había alguien en la puerta que le deseaba suerte a Pepe Luis Vázquez.
Tuvo su época de esplendor en la medianía de los cincuenta cuando se convirtió en el centro neurálgico y lúdico del barrio y la gente se sentaba, en las cálidas noches del verano, en los veladores para burlar el soporífero calor, a esperar la brisa que bajaba por el puente y a oír los filibusteros pregones, salidas y llegadas, que provenían de los megáfonos de la estación del tren, en cuyos andenes se posaron una vez los pies jóvenes y la mirada azul del hombre bueno que dio la vida a mi madre.
Fue también improvisado refugio para díscolos muchachos, de noctámbulos y truhanes, mesa de timba y ruleta disimulada por una falsa pared donde los jugadores de cartas accedían a gatas por la trampilla que sólo se abría ante la proclamación del santo y seña, lugar de envites y desafíos donde relucía el acero albaceteño de una navaja cuando las fullerías eran descubiertas.
La primera de San Bernardo cerró sus puertas en noviembre de dos mil. Cegaron sus grandes ventanales donde se sentaba a esperar la caída de la tarde, en la premura del invierno o en la lenta cadencia de agosto, con la mirada perdida en el horizonte del puente, Pepe González. Tabicaron sus puertas ocultándonos el romanticismo de su mural cerámico, robándonos las imágenes del clasicismo de su botellero de madera y claraboyas por donde se asomaban los vidrios de la Mirinda o la Coca Cola, las medianas de la Cruz del Campo. Dejaron presos los recuerdos y las vivencias de un miércoles Santo teñido de luto por la muerte José Portal y el reflejo del Cristo de la Salud espejándose en la tiniebla de sus cristales.
Hoy los fantasmas del recuerdo deambulan por el espacio arrebatado a la esencia de la ciudad, al barrio, buscando la salida para transmitirnos su memoria, ignorando que han sido aislados en la eternidad para vagar por la clausura de la indiferencia de los hijos de esta Sevilla nuestra que prefieren adorar las faraónicas construcciones a mantener sus tesoros etnológicos. ¡Qué sabrán ellos!

lunes, 6 de junio de 2011

EL FLAUTISTA DE ENGAÑÍN


Los efectos de la movilización 15M van a quedar en una minucia, al tiempo. Ni las convocatorias de manifestaciones han sido seguidas por la población con el ímpetu y la intensidad que una movilización de esta envergadura e importancia requería, por el fondo de sus protestas, de sus justas peticiones o de los requerimientos sociales, ni las apelaciones, que han surgido con la celebración de tantas asambleas populares, a un cambio drástico en las estructuras políticas y económicas del país se verán concretadas, por muchas jaimas y tenderetes que se monten, por muchas citaciones que se hagan en las redes sociales.
Estas manifestaciones de buena voluntad se han visto enturbiadas por el indecoroso comportamiento de algunos acampados que se han tomado una protesta de este cariz como si estuvieran tomando “pibas” en el solariego patio de su casa. Bueno aquí no cometerían las barbaridades y atrocidades que algunos aprovechados realizan, sin importarles la llamada al orden de los que de verdad, un sector mayoritario de ellos, realizan. Sí me sobrecoge la pasividad con la que actúan las autoridades ante el escándalo y la vulneración de los elementales comportamientos cívicos. Están esperando a que la desidia y el ocio deriven hacia otras ocupaciones. Me recuerda el cerco de San Fernando a Sevilla, que se tuvo que rendir por la escasez de alimentos y la proliferación de enfermedades. Hoy la escasez vendrá por la falta de motivación, por las ilusiones que se van perdiendo ante la indiferencia que les muestran, ante la ignorancia supina de quienes deberían empezar a sopesar los importantes desequilibrios sociales que se están produciendo, lo que es peor, que se irán agigantando como se le ponga el cascabel al gato. En las imágenes que se pueden ver en el mamotreto de la Encarnación, donde se ha establecido la base logística de este movimiento, desgastado ya por la inercia de la engañosa comodidad que nos han vendido, figuran ciudadanos de toda índole. Mayores que se siente engañados por las políticas sociales de un gobierno de “izquierdas” que le ha rebajado su poder de adquisición, ya de por sí escaso, jóvenes endeudados hasta que se jubilen –si es que la diosa fortuna les sonríe y los fondos de la seguridad social lo permiten- porque creyeron que la hipoteca era la base donde consolidar un lecho familiar, donde cimentar la felicidad, parados de larga duración, y cargas familiares, también con hipotecas de pisos a los que permitieron sobre elevar su precio de mercado, un proceso especulativo que ahora pretenden además y con el mayor de los descaros que asumamos sus propios desastres con nuestra miseria, y que verá cómo un banco se quedará con el sueño de su vida.
Al final comprobaremos que las cosas continuarán igual. Los poderes económicos seguirán ejerciendo su presión a sus ciudadanos, extrayéndoles sus ilusiones para sitiar sus voluntades. Las mejoras sociales, término que tan gusta a los políticos, irán avanzando tan despacio que no nos daremos cuenta.
Los que alentaron estas movilizaciones permanecen en las sombras, atentos a disolución espontánea y cuando menos los esperemos sacarán otra vez la flauta para que los sigamos hasta el abismos y volveremos a precipitarnos, eso sí con una sonrisa estentórea de los encantadores, por el despeñadero mientras nos irán despojando de nuestros más valiosos virtudes.
Ha pasado ya en otros lugares y las reacciones han sido muy contrarias a las sucedidas en nuestra ciudad, en nuestro país. Incluso han acabado en la cárcel quienes realmente eran autores de las fechorías económicas que abocaron a la ruina y desesperación a familias enteras. Los culpables no eran los ciudadanos. Estos sí que horadaron los adoquines y encontraron las playas donde reposan la justicia y la verdad. Claro, que esa es otra Europa con valores y muy distinta a la que padecemos aquí. Lástima de estos esfuerzos que se van por el sumidero de la banalidad y la indiferencia de nuestros políticos, más ocupados de servirse que de servir y riéndose de la indignante situación por la que atravesamos. Hijos míos, raíces podéis echar en la Encarnación.

sábado, 4 de junio de 2011

HISTORIAS DE LA MACARENA


En el barrio macareno los vecinos alertaban a la Policía Armada. La ausencia de uno de ellos y el mal olor que provenía de las habitaciones que ocupaba el desaparecido motivaba el desasosiego y la ansiedad de quienes compartían diariamente alegrías y preocupaciones.
La actuación de los agentes confirmó el mal presagio. El pobre hombre había fallecido hacía ya varios días. Sólo el desvelo de sus más próximos vecinos hizo posible el hallazgo, quienes comunicaron al juez que aquel hombre pertenecía a la Hermandad de la Macarena y que en numerosas ocasiones había referido su deseo de ser amortajado con su hábito penitencial cuando la muerte le sorprendiese.
Así pues, avisada la Hermandad del triste acontecimiento se presentaron a los pocos minutos dos señores que se identificaron como miembros de la Corporación Macarena que se prestaron para amortajar aquel pobre hombre, como fue su deseo.
Testigo de aquella sencilla, pero excepcional labor cristiana, fueron los agentes de la policía que acudieron a la llamada de los vecinos. Especialmente impresionado se mostró D. José María Baldán Molina, uno de los policías. Este jiennense, natural de Úbeda, destinado en Sevilla, comenzó a interesarse por la vida interna de la Hermandad. Visitaba frecuentemente la parroquia de San Gil y después la Basílica donde Ella se encuentra, en sus advocaciones de Esperanza y Rosario, junto a Nuestro Padre Jesús de la Sentencia. Asistía, siempre que sus ocupaciones laborales se lo permitían, a los actos y cultos que la Hermandad preparaba, reconvirtiendo aquella inicial curiosidad en profunda devoción por sus Titulares.
Así pues, supo que la Escuadra de Gastadores, por aquel entonces, de la Policía Armada, escoltaba a los pasos durante la Estación de Penitencia, en la Madrugada del Viernes Santo. José María pidió el ingreso en aquel conjunto de hombres que rendía honores protocolarios a las más diversas instituciones militares y civiles de la época, tan solo por estar cerca de Ella en la Madrugada Santa de Sevilla. Acudía a la Basílica en las primeras horas de la noche del Jueves Santo, atraído por el ambiente de recogimiento y fervor de los Hermanos de la Macarena, sobrecogido por tanto amor hacia la Madre de Dios y por aquellos tres golpes secos que irrumpían de improviso entre las oraciones que se elevaban por las naves basilicales y cinco nazarenos esbeltos postrando su ruán ante los pasos, ya preparados para la salida, y ofreciendo sus rezos antes de solicitar la Venia con la que la Hermandad del Gran Poder puede preceder a la de la Macarena en la carrera oficial.
Luego venía la eclosión de la salida, el gentío apelmazado para poder disfrutar sólo de unos momentos de gloria, el discurrir por las calles del barrio, desembocar en la plaza de la Campana, donde todo sentimiento se eclipsa tan solo con su presencia, el tránsito solemne por los palcos, la música envolviéndolo todo, la entrada en la Catedral, la presentación del paso ante el Santísimo Sacramento expuesto en el monumental túmulo plateado, la explosión de alegría, disuelto el silencio del interior de la Seo en los ojos que despiertan a la vida, el reencuentro de la Virgen y el pueblo que ya la acompañaba hasta la misma entrada.
Se debilita la memoria de José María. Son muchos años ya, casi ochenta. Le cuesta recordar algunas cosas. Pero la de la Virgen, la de aquella mañana del Viernes Santo de 1954 se ha grabado en su interior a fuego. No necesita esforzarse para retrotraerse en el tiempo, en el espacio. Las dificultades propias de su edad se diluyen en un chisporroteo de sus ojos y en una leve sonrisa que proviene de la satisfacción nacida en el alma. Habían llegado a la calle Feria. Atrás quedaron los primeros rayos de sol sorprendiéndose con el contacto de aquella cara virginal que provocaba el entusiasmo entre quienes la observaban. El gentío en torno a Ella hacía casi imposible el caminar del paso. Con dificultad se acometían las “chicotás”. Cada vez resultaba más difícil continuar la estación de penitencia. Entonces decidió José María ayudar, a su modo, en aquella lid de aclamaciones, oraciones y lágrimas. Había ido oyendo toda la noche al capataz, cómo se dirigía a su gente, una especie de lenguaje, una extraña germanía, que era fielmente interpretada por aquellos esforzados hombres que portaban a la Madre de Dios. Si funcionaba con ellos, pensó, por qué no habría de cumplir la misma misión con aquel gentío devoto que se postraba en la delantera del paso. Así que, situándose por delante del capataz, se dirigió a los presentes, grito en voz a aquel aluvión de amor que presidía a la Virgen de la Macarena. “Más paso quiero, Hermanos. Vamos con Ella”. El tropel se comprometió con él y al son de su voz fue guiando aquel caudal humano por las calles del barrio. Hubo quien gritó “viva el guardia”, mientras atrás fueron quedando Parras, Torrigiano, Esperanza, Don Fadrique, y el Arco, hasta que la Virgen de la Esperanza Macarena quedó a las puertas de Basílica. En el mismo pórtico del templo recibió el abrazo de un nazareno, que resultó ser el Hermano Mayor, quien le felicitó por su extraordinaria labor, preguntándole acto seguido, sí era Hermano. La respuesta debió parecerle algo lacónica al máximo dirigente de la Hermandad, pues al responder que no, pero que sentía una gran devoción por la Virgen de la Macarena, aquel le dijo que desde aquel preciso momento pasaba a tener la consideración de Hermano Honorífico de la Hermandad. José María respiró hondo y a sus labios afloró una sonrisa, pero aseveró que el servicio lo había prestado toda la escuadra y no sólo él.
Entró la cofradía. La desolación se apoderó de la calle, allende la verja pone límites para la emoción. Los Hermanos iban desalojando la Basílica cuando ellos fueron requeridos y les hicieron pasar a una pequeña sala donde, entre otras personalidades, se encontraban el Hermano Mayor, D. Francisco Bohórquez Vecina y el general D. Eduardo Sáez de Buruaga y Polanco, quien los felicitó efusivamente tras comunicarles que desde ese momento aquella escuadra de gastadores figuraría en la Hermandad como Hermanos Honoríficos.
Vinieron luego las lágrimas, la emoción del abrazo con su esposa, que fue testigo de cuanto acaeció, el sosiego del recuerdo, del tiempo vivido, de la visita diaria a la Basílica, hasta que fue destinado en 1960 a Linares. Nunca olvidó esta ciudad, ni se ha podido desprender jamás de aquellas sensaciones en la mañana de un Viernes Santo. Cada vez que podía retornaba a Sevilla, a ver a la Virgen de la Esperanza. En una de aquellas visitas, coincidiendo con la Función con la que culmina el Solemne Septenario, le hicieron entrega de una fotografía con una reliquia de la Virgen, que aún hoy desvaída, desprendida de su color primigenio, permanece con él como el mejor de sus tesoros.
Se levanta con dificultad. Las piernas apenas pueden sostener la debilidad de su cuerpo. Necesita ser ayudado por su hijo. Mira hacia atrás y me devuelve la sonrisa. Ignoro qué ha pasado por su mente. Tal vez la luminosidad de una mañana de Viernes Santo, cincuenta años de más, cuando la Virgen quiso que fuera su guía por las calles de Sevilla

viernes, 3 de junio de 2011

LA INJUSTICIA DE LA JUSTICIA. EL CUCO EN LA CALLE


¡Por fin se ha hecho justicia! ¡Ya era hora, hombre! El Cuco ya está en la calle. Tanto tiempo esta criatura en un centro de internamiento. ¡Pero dónde los derechos para este muchacho! En el país de la libertad no podía consentirse que el presunto violador, asesino, compinche, y colaborador en hacer desaparecer el cuerpo de Marta del Castillo, del que todavía no se tiene constancia de su paradero, pasase un minuto más recluido en el "hotel" –un piso tutelado que le ha permitido quebrantar las órdenes de alejamiento cada vez que le ha venido en gana- que le habían dispuesto para que purgase sus “penas”. Mientras la familia de Marta ve cómo se pudren sus vidas en las tinieblas de una celda de amargor y pena que le han dispuesto quienes tienen el poder para hacer y deshacer en la ¿justicia?
¿Hasta cuándo tendremos que vivir en este esperpento jurídico? La víctima ha perdido todos sus derechos respecto a sus asesinos y cómplices, a los que se beneficia con gracias penitenciarias mientras se jactan de burlar y esquivar la ley.
Hace dos años y medio que esta niña no puede salir a pasear con sus amigas, a flirtear con los jóvenes que le atraían, a disponer un itinerario cada día de la semana santa para emocionarse con la contemplación de un paso de misterio, a vestirse de gitana y bailar unas sevillanas en la caseta de feria de la empresa donde su familia trabaja.
Hace dos años y medio que se cegó la ventana por la que la madre se asomaba cada tarde cuando se demoraba en llegar, donde suspiraba cuando aparecía o sonaba el telefonillo, la misma por la que la desesperación se hizo clamor porque su estilada figura no se perfilaba en la lontananza y los más negros presentimientos empezaron a prenderse en el alma. Una madre reconoce y pone nombre a las ausencias cuando se prolongan sin motivos. Hace dos años y medios que unos padres anegaron su espíritu de la mayor de las tristezas, porque no pudieron oír una despedida, ni la risa que le antecedía al tomar la puerta, porque supieron que aquel beso, que se posó en sus mejillas, era último que sentirían, que sin saberlo no apreciaron porque esperaban recibir algunos miles más, que la mirada que cruzaron era el admonimiento de la desgracia.
Hace dos años y medio que la vida es pesadilla para una familia porque uno de sus miembros sucumbió a los bajos instintos de unos individuos que actuaron con premeditación y alevosía, sesgando la juventud, atajando de raíz la alegría, apagando la vida que a borbotones salía de sus ojos.
Ayer volvieron a condenar a la familia de Marta del Castillo, volvieron a ignorar que la justicia debiera aplicarse a quienes comenten el delito, que hay un cuerpo que no aparece y no puede gozar de los privilegios ni les emociones que les fueron concedidas ayer a uno de sus verdugos.
Esta aplicación arbitraria de la justicia, en la que se ignora a las víctimas, en la que se vilipendia la dignidad de los que sufren, es la más clara constatación de una urgente reforma del código penal para que nadie ose burlar la justicia con atenuantes inverosímiles y puedan aplicárseles, con toda su contundencia, las leyes condenatorias y su cumplimiento estricto, sin ningún tipo de beneficios penitenciarios. ¿Piensan, quienes elaboran las leyes, en sí las víctimas gozaron de alguna oportunidad, sí sus verdugos consideraron atenuantes en las miradas suplicantes, tal vez oscurecidas por el terror, de la víctima? ¿Consideraron la indefensión de ésta, un motivo para perdonarle la vida?
Apliquemos pues la justicia, con todo su rigor, a los que jactan públicamente de burlarla, a los que saben que asesinar no tiene mayor pena que una condena que redimirán en pocos años. ¿Es ése el precio de una vida? ¿Es un individuo con dieciséis años responsables de sus actos, tiene conciencia sobre sus actuaciones, distingue entre los conceptos del bien y del mal? Si es así, saquemos conclusiones.

LA MALA EDUCACIÓN


La situación bien podría haber salido de una escena de una película de Luis García Berlanga, ésas que tan bien describían el transcurrir diario de la vida de los ciudadanos de este país, muchos vencidos por una guerra que les había destrozado las ilusiones, donde se rompía la monotonía con contextos que rozaban lo esperpéntico, desnaturalizando la atonía que imponía el régimen mediados los años cincuenta y principios de los sesenta. Si Rafael Azcona, guionista excelente y magnífico escritor, hubiera planificado estas secuencias en Plácido, y las hubiera planteado al cineasta valenciano, para que las incluyera en esta cinta -que fue nominada al Óscar en 1961,como mejor película extranjera- sin duda alguna habría tratado de iluso al escritor por considerarla demasiado extravagante, sumamente esperpéntica.
Pongámonos en situación. Acaba de empezar el día. Las primeras luces inician un progresivo avance por las fachadas de los edificios, aunque todavía se resisten las sombras a marcharse. Comienza a hacer calor minimizado por una brisa que conforta. La puerta del bar se abre. El panorama no puede ser más desolador. Si no fuera por las potentes luces, que dotan a la estancia de una claridad admirable que permite distinguir los espacios del local, podría asemejarse a una estancia de hospital. El empleado, de espaldas a la puerta, mantiene un soliloquio con la máquina de café, le bisbisea algo, como si le hablara al oído, como si aquel engendrito mecánico estuviese dotado de vida propia y fuera a responderle, o actuar como su interlocutor le indicaba. Al fondo, casi atrincherado en la barra, un cliente bosteza y mantiene en vilo un periódico, al que pasa cansinamente las hojas, maniobras propias para mantenerse despierto, sin ningún interés por la información que se proyecta en el blancor de papel. Hay otro que sorbe un café, sentado en una de las sillas, que se han dispuesto en el salón, en torno a unas mesas con tapetes de mármol, y fuma desobedeciendo las normas que impone un gobierno con el que quizás no comulgue, o dejó de hacerlo cuando lo enviaron a la calle a tomarse la tizana que le devuelve la sensación de lucidez. Se muestra despreocupado, quizás porque la hora intempestiva no procura una asistencia masiva al bar, o porque la indiferencia del empleado, por su onerosa actitud, le incita a esta provocación hacia incumplimiento de la ley. Quién sabe si es un desafío a quienes ayer le recriminaron esta misma falta de consideración.
Con este panorama, con esta disposición escénica, entró nuestro amigo en el local y como hombre educado y respetuoso, como hombre formado, lanzó aquellas dos palabras que enseguida fueron repelidas por el más absoluto de los silencios. Allí no se movió nada ni nadie. La respuesta a sus buenos días tuvo como respuesta la callada. Miró su reloj y vio que era temprano. Tal vez, su timidez y el apocamiento en sus apreciaciones, su moderación en el lenguaje y el tono de su voz, se había diluido en la espesura del ambiente. Así que repitió el saludo, con la modulación vocal algo más elevada, como advirtiendo de su presencia en el salón. Esta vez, el empleado pareció reaccionar y ladeando la cabeza, con desdén y mala gana, escrutó de arriba abajo a aquel ser había roto su “instante de meditación” para volver enseguida a posar su visión en la máquina, sin decir ni una palabra. Los otros actores no variaron ni un ápice sus posturas.
Viendo la repelencia e ignorancia que mostraban, nuestro amigo comenzó a simular el lenguaje manual de los mudos y entonces centraron su visión en el hombre que hacia aquellos extraños aspavientos. Eso si, sin mover la comisura de sus labios. Indignado por aquella falta inaudita de educación lanzó la onomatopeya con la que se arreaba a los mulos y caballos, esa espacie de chasquido que simula el croar de la rana y que motiva y activa los impulsos animales consiguiendo su desplazamiento. Y la reacción fue inmediata. Los tres se sintieron ofendidos y mostraron gestos de agresividad hacia él. Entonces dijo: ya me extrañaba a mí que no contestasen a mi educado saludo. Los animales no hablan. Y tras esto salió del bar dejando atrás una reata de improperios e insultos. El bar tiene fama de servir el mejor café del barrio. Lo que no proporciona, ni hay intención de ofrecer, es educación.