
Mantiene uno de los mejores y menos conocidos archivos de nuestra ciudad y de su Semana Santa. Sus artículos históricos sobre los más variados asuntos cofrades causan siempre la más grata sorpresa, por su erudición y estilo, por las imágenes con las que acompaña, por la originalidad de sus investigaciones. Siempre está dispuesto a prestar la colaboración solicitada con una sonrisa, con la amabilidad que le es de por sí natural, con la caballerosidad que le viene impregnada en su genética. Podría, como suelen hacer muchos con menos cualidades intelectuales y por supuesto menos virtudes, pavonear sus méritos entre la indolente masa de aplaudidores de otras obras menores para obtener una repercusión mediática mayor, pero sabe que las grandes construcciones se hacen desde la paciencia y la constancia en el trabajo, andando camino, palpando los campos y arrancando la mala hierba de la ignorancia y ficción para dejar sólo la espiga de la verisimilitud, de las conclusiones que nos lleven a descubrir, para nuestro asombro y regocijo espiritual, los hechos que se esconden tras la historia.
Sus investigaciones sobre las Hermandades y cofradías de Sevilla y Madrid han posibilitado la elaboración de varios libros, prodigándose además en conferencias y actos de divulgación en numerosas ciudades. Sus colaboraciones con el Boletín de las Hermandades y Cofradías de Sevilla son esperadas son ansia por quienes le han leído alguna vez.
Enrique Guevara Pérez es un madrileño de pura cepa, amante su ciudad y sus tradiciones, de sus misterios y alegrías. Pero también es un sevillano convencido por las devociones religiosas que tanto le han marcado, por el encanto de sus calles y barrios. Sus fervientes y sólidas convicciones religiosas no le apartan de la objetividad en sus investigaciones. Sabe y conoce como nadie a la Iglesia católica con la que se involucra para una mayor gloria de Dios y su Bendita Madre.
Enrique no es un profesional, en el más puro sentido etimológico del término, que sí lo es por la obra generada, por el tiempo que le dedica a esta su pasión, de la investigación histórica de las Hermandades y Cofradía. Sus retos profesionales viene desarrollándolos en una gran empresa nacional, donde desarrolla sus saberes económicos y donde cuenta con un gran prestigio y consideración entre sus jefes. Todo esto viene a engrandecer su labor y entrega por exponer sus trabajos de investigación al conocimiento público, la mayor de las veces sin ninguna compensación económica, pues el tiempo que requiere en sus proyectos de profunda indagación histórica tiene que ir sustrayéndolo a su familia, a su ocio, a la vez que compaginarlo con las obligaciones contraídas en la Junta de Gobierno de mi querida hermandad de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder y María Santísima de la Esperanza Macarena, de Madrid, y que radica en la Colegiata de San Isidro Labrador, donde esta tarde sus Sagradas y queridas Imágenes Titulares, serán testigos de su enlace matrimonial.
Enrique sabe que mi ausencia física, en este importantísimo día, viene condicionada por mis obligaciones laborales. Pero también sabe que mi espíritu, y el de mi familia, le acompañará en las horas en las que se desarrolle el acto, que tengo puesta mis oraciones en su felicidad, en el deseo de que la vida siga sonriéndole y que en el futuro se vayan cumpliendo todas las expectativas que se ha marcado en esta nueva etapa de su existencia. Se lo merece.
Enrique, esta tarde, en la Sabatina de nuestra Hermandad de la Macarena, cuando atraviese las puertas de la Basílica, que como tu sabes son accesos al mismo cielo, volverá la memoria a conducirme al momento en el que fuimos presentados y en el que al unir nuestras manos firmamos una conjura de amistad fraterna de la que fue testigo, ¿te acuerdas Enrique?, Nuestra Señora de la Esperanza Macarena.
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