
Los efectos de la movilización 15M van a quedar en una minucia, al tiempo. Ni las convocatorias de manifestaciones han sido seguidas por la población con el ímpetu y la intensidad que una movilización de esta envergadura e importancia requería, por el fondo de sus protestas, de sus justas peticiones o de los requerimientos sociales, ni las apelaciones, que han surgido con la celebración de tantas asambleas populares, a un cambio drástico en las estructuras políticas y económicas del país se verán concretadas, por muchas jaimas y tenderetes que se monten, por muchas citaciones que se hagan en las redes sociales.
Estas manifestaciones de buena voluntad se han visto enturbiadas por el indecoroso comportamiento de algunos acampados que se han tomado una protesta de este cariz como si estuvieran tomando “pibas” en el solariego patio de su casa. Bueno aquí no cometerían las barbaridades y atrocidades que algunos aprovechados realizan, sin importarles la llamada al orden de los que de verdad, un sector mayoritario de ellos, realizan. Sí me sobrecoge la pasividad con la que actúan las autoridades ante el escándalo y la vulneración de los elementales comportamientos cívicos. Están esperando a que la desidia y el ocio deriven hacia otras ocupaciones. Me recuerda el cerco de San Fernando a Sevilla, que se tuvo que rendir por la escasez de alimentos y la proliferación de enfermedades. Hoy la escasez vendrá por la falta de motivación, por las ilusiones que se van perdiendo ante la indiferencia que les muestran, ante la ignorancia supina de quienes deberían empezar a sopesar los importantes desequilibrios sociales que se están produciendo, lo que es peor, que se irán agigantando como se le ponga el cascabel al gato. En las imágenes que se pueden ver en el mamotreto de la Encarnación, donde se ha establecido la base logística de este movimiento, desgastado ya por la inercia de la engañosa comodidad que nos han vendido, figuran ciudadanos de toda índole. Mayores que se siente engañados por las políticas sociales de un gobierno de “izquierdas” que le ha rebajado su poder de adquisición, ya de por sí escaso, jóvenes endeudados hasta que se jubilen –si es que la diosa fortuna les sonríe y los fondos de la seguridad social lo permiten- porque creyeron que la hipoteca era la base donde consolidar un lecho familiar, donde cimentar la felicidad, parados de larga duración, y cargas familiares, también con hipotecas de pisos a los que permitieron sobre elevar su precio de mercado, un proceso especulativo que ahora pretenden además y con el mayor de los descaros que asumamos sus propios desastres con nuestra miseria, y que verá cómo un banco se quedará con el sueño de su vida.
Al final comprobaremos que las cosas continuarán igual. Los poderes económicos seguirán ejerciendo su presión a sus ciudadanos, extrayéndoles sus ilusiones para sitiar sus voluntades. Las mejoras sociales, término que tan gusta a los políticos, irán avanzando tan despacio que no nos daremos cuenta.
Los que alentaron estas movilizaciones permanecen en las sombras, atentos a disolución espontánea y cuando menos los esperemos sacarán otra vez la flauta para que los sigamos hasta el abismos y volveremos a precipitarnos, eso sí con una sonrisa estentórea de los encantadores, por el despeñadero mientras nos irán despojando de nuestros más valiosos virtudes.
Ha pasado ya en otros lugares y las reacciones han sido muy contrarias a las sucedidas en nuestra ciudad, en nuestro país. Incluso han acabado en la cárcel quienes realmente eran autores de las fechorías económicas que abocaron a la ruina y desesperación a familias enteras. Los culpables no eran los ciudadanos. Estos sí que horadaron los adoquines y encontraron las playas donde reposan la justicia y la verdad. Claro, que esa es otra Europa con valores y muy distinta a la que padecemos aquí. Lástima de estos esfuerzos que se van por el sumidero de la banalidad y la indiferencia de nuestros políticos, más ocupados de servirse que de servir y riéndose de la indignante situación por la que atravesamos. Hijos míos, raíces podéis echar en la Encarnación.
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