Esta es la ventana a la que me asomo cada día. Este es el alfeizar donde me apoyo para ver la ciudad, para disfrutarla, para sentirla, para amarla. Este es mi mirador desde el que pongo mi voz para destacar mis opiniones sobre los problemas de esta Sevilla nuestra

martes, 14 de junio de 2011

EL PRETEXTO DEL VARAL


Esto no es más que el fruto de la mala educación que se viene profiriendo en los centros de enseñanza o peor aún, en las conductas pedagógicas de la propia familia. Hemos aleccionados a nuestros hijos en el adiestramiento salvaje, en la búsqueda de la propia conveniencia, en hacer prevalecer nuestros propios intereses, aún siendo burdos, inútiles y egoístas, por encima de los de la comunidad. Esta no educación viene explicada por la comodidad y la banalidad que nos proporciona una vida simplona, sin inquietudes, donde hemos relegado a los valores esenciales humanos a las cavernas, en donde prima la búsqueda de la sociedad del bienestar que nunca llega y menos aún de esta forma. No puede haber sociedad del bienestar donde se ejerce una especie de ley de la selva.
La falta de respeto a las creencias, políticas o religiosas, y a las personas es la premisa esencial para verter toda clase de improperios, de insultos, de injurias, de infamias y mofas, en los vertederos que se están convirtiendo los foros de opinión de las principales páginas web de información. Basta un suceso, un hecho para que una turba, un enjambre de maleducados, se precipitan sobre el teclado y lancen sus ofensivas proclamas con el pretexto de ofrecer una opinión, que en seguida toma forma de juicio sumarísimo contra la entidad o sector de la sociedad que ha sido protagonista de la noticia.
Ayer, apenas se consumó la desdicha de la fractura del varal, en el paso procesional de la Virgen del Rocío, las páginas web de los medios de comunicación se esforzaban en mantener el nivel de su información con ella. En seguida se abría el foro. Y los primeros “comentarios” no dejaban lugar a dudas. Las descalificaciones hacia quienes en ese momento padecían el tremendo dolor de no poder ver cómo la Virgen realizaba anual visita, por un percance en sus andas procesionales, eran vilmente calumniados, menospreciando sus creencias y devociones. Tildados de borrachos, de gentuza, de maleducados, prepotentes, fanáticos, pueblerinos, cafres y bestias, estaban atacando nuevamente a quienes se llevan una semana de camino, a quienes llegan a la ermita y se postran de rodillas ante la Madre de Dios, porque vienen a dar gracias por la promesa cumplida, por la petición elevada que fue escuchada y sanó a un ser querido o simplemente a ratificar su fe en el Dios omnipresente que calma sed de justicia y ofrece amor.
Sin duda alguna, donde se reúnen más de un millón de personas, ha de haber de todo, como en las ciudades que tienen y mantienen este aforo ciudadano. Sin duda alguna habrá aptitudes que no sean las correctas ni las más adecuadas para una celebración religiosa de esta magnitud. Claro que sí, pero no podemos ser constantemente atacados por quienes se muestran en contra de las creencias religiosas, especialmente la católica. Estamos vilipendiados por estos críticos que por lo visto ejercen su derecho de libre expresión faltando a la verdad y al respeto que merecemos. ¿Acaso se obliga a alguien a participar de esta romería? ¿Se ha llevado a alguien, a punta de pistola, para salid de nazareno?
Señores, un varal se rompe porque es cosa hecha por hombre, tal vez porque los hombres no midan sus fuerzas en el afán por encontrarse cerca de la Madre de Dios, o porque el desgaste del tiempo ha consumado su estropicio. Son cosas que pasan, simplemente ocurren, como cuando se parte un vaso o se cae la mampostería de un balcón y nadie llama cafre a nadie por un accidente.
Lo que nunca se va a romper, por mucho que se obstinen algunos, es la gran verdad que aúna tantas voluntades, tanto amor, en torno a la Virgen, en torno a Dios. Por más improperios y falsedades que permitan los medios de comunicación en sus foros, millones y millones de personas seguirán los mandatos de un humilde carpintero galileo que nos igualó y redimió a todos con su entrega única, aunque eso os moleste.

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