Esta es la ventana a la que me asomo cada día. Este es el alfeizar donde me apoyo para ver la ciudad, para disfrutarla, para sentirla, para amarla. Este es mi mirador desde el que pongo mi voz para destacar mis opiniones sobre los problemas de esta Sevilla nuestra

viernes, 24 de junio de 2011

ROMA* NO PAGA A TRAIDORES


No hay nada peor que la manipulación de la información. O sí, inventársela. Entonces esto tiene otro nombre. Normalmente son personas que se esconden tras un seudónimo. Dar la cara es cosa de hombres. Suelen prodigarse en oscuros frontales de opinión, o sea en foros donde se permite la calumnia y el libelo, pues quienes deben corroborar la información que dejan prender en sus columnas no ejercen esta beneficiosa que debiera servir para dignificar la propia línea de pensamiento del medio de comunicación.
Dar verisimilitud a testimonios, que en la mayoría de las ocasiones llegan precedidas por altos intereses para la obtención de un fin, es menospreciar la verdad y la sabiduría de las personas que, con una u otra intención, bucean entres estas páginas para intentar informarse.
Es muy común, y muy dado en esta Sevilla nuestra, que en épocas electorales en hermandades, se incremente la participación en foros de opinión que dedican su información a este tipo de eventos, y en donde se deja, cuando no se propicia y hasta estimula, calumniar y vilipendiar el trabajo de las Juntas de Gobierno, acosarlas con infundios y falsedades con el fin, incluso, de poner en entre dicho la honestidad de sus componentes.
He leído en alguna que otra ocasión manifestaciones de supuestos hermanos –el incondicional en el uso de estos términos ha de utilizarse siempre porque dudo que alguien que quiera y sufra su Hermandad no recurre a estos medios ni hace uso del lenguaje que en ellos se vierte- que ponen a parir a quienes piensan de manera opuesta o simplemente no les cae en gracia. Por ello deberían de procurar articular unos procedimientos en los que se obligara, a quienes desean manifestar su opinión, la identificación del individuo para evitar este tipo de situaciones, que en la mayoría de las ocasiones son pura especulación derribista y muy pocas construyen con mimbres tan extraordinarios para el crecimiento como es la exposición metódica y reflexiva de una situación puntual. Y si tienen pruebas fehacientes sobre los graves hechos que pudieran denunciar, que las presenten en los Cabildos Ordinarios, que es el mejor, único y más explícito foro para resolver cualquier eventualidad, cualquier anomalía, y donde contarían con el beneplácito de sus hermanos en la devoción.
Pero si son graves estas situaciones en las que se atenta consentidamente contra la dignidad de las personas, desde el referido anonimato, peor aún son aquellas otras en las que se promulgan estos mismos ultrajes y ofensas por aprendices de periodistas que incluyen en sus columnas o en sus páginas web estos desaires y lo hacen poniéndolo en boca de unos solícitos informadores que se ponen en contacto con ellos, a través de las nuevas tecnologías, fórmula en las que buscan el amparo a sus personas delegando la posible responsabilidad a sus confidentes, en el caso de que existieran. Así pueden poner en liza sus elucubraciones, sus oscuros pensamientos, sus manidas adhesiones para favorecer a quienes se presentan a ocupar cargos de responsabilidad en las Juntas de Gobierno, o en un caso peor ir creando el oportuno malestar entre los hermanos contra los que la rigen en este momento.
Así poniendo en boca de otros lo que ellos no son capaces de exponer con la franqueza y valentía que debe regir el proceder de un hombre, se convierten en adalid de las miserias que provocan sus elucubraciones, acaso sus interesadas mentiras, para desbancar a quienes ocupan los cargos, en la creencia de que podrá beneficiarse, en el futuro, de sus maquiavélicas intervenciones. Eso si surten efecto en las menospreciadas –por ellos- inteligencias de quienes realmente tienen el poder de decisión con sus votos. Tal vez, cuando vengan a reclamar su premio, le espeten con aquello que ya se hizo costumbre en el imperio romano, y le den con una palangana en la cara, mientras le recriminan con aquello de “Roma* no paga traidores”.

*Ponga cada cual el nombre que corresponda y al que se identifique.

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