
Los últimos modelos adoptados,
durante la regencia socialista en nuestro país, y antes también, desembocó en
la inutilidad de unos programas que nunca formaban y sí procuraban el soporte
de meros conocimientos, adormeciendo el poder de la memoria y denostando
cualquier tipo de esfuerzo para la obtención y retención de conocimientos. En
este país se derribaron las estructuras académicas, que fueron incluso
aplaudidas desde los más diverso foros “progresistas”, cuando se aniquilaron
las Universidades Laborales por el mero hecho de su ascendencia franquista, sin
sopesar el magnífico servicio que prestaron a esta nación estas instituciones, donde
se instruyeron magníficos y excelentes profesionales que fueron los que después
soportaron el crecimiento industrial y económico de la nación. Era una política
de enseñanza práctica que familiarizaba la instrucción académica con la laboral,
en el entendimiento de que no todo el mundo está capacitado para desarrollar una
carrera universitaria de otras índoles.
Los sucesivos cambios han venido a demostrar
la ineficacia de la mayoría de ellos. Unos, porque ponerlos en práctica era
sencillamente imposible. Los medios necesarios y los materiales útiles, para
poder lograr los objetivos previstos en el alumnado, no estaban al alcance de
todos y los presupuestos designados eran inadecuados e insuficientes para dotar
a las aulas con ellos; otros, porque evidenciaban sus limitaciones y sólo
potenciaban la malformación de unos jóvenes a los que se les facilitaba el
tránsito hacía un futuro incierto y con la escasa motivación académica
preferían aparcar –cuando no abandonar- su instrucción para buscar una
ocupación laboral, a la que no se pedía ningún requisito, y con la soldada
poder conseguir fácilmente todos esos bienes de consumo que se niegan al
esfuerzo y el trabajo que requiere un proceso educacional en condiciones.
Fueron planes de estudio que
murieron con su estrepitoso fracaso cuando fueron puestos en marcha. Leyes que
se tuvieron que revisar al poco tiempo para parchearlas con medidas que solo
provocaron la podredumbre de sus propias elucubraciones, que se desvanecieron
porque solo provocan absentismo y ausencia de valores en beneficio del
conocimiento superfluo, del raquítico programa de nociones que se preparaban y de
la profunda esquematización de los conocimientos básicos que son necesarios para la formación personal.
Me parece extraordinario que recuperen
los patrones de una educación total, sin alteraciones políticas que suplanten
al verdadero sentido de la formación, agrupando y aunando conocimientos y
valores, modernizando el material para que los jóvenes no se encuentren
extraños y sepan desenvolverse con naturalidad ante los problemas que se
presenten.
Es necesario un consenso político
que establezca las bases y los modelos de los diferentes planes de estudio, de
las leyes que regulen éstos, con independencia de las opciones políticas que se
mantienen en la actual sociedad. Hay que formar e instruir para hacer posible
un estado de libre pensamiento. Pero este fin solo conseguirá si el hombre es
capaz de discernir las ventajas y desventajas de cada ideología y poder
identificarse con la más a fin a su idiosincrasia y vivencias personales.
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