Mantienes la creencia de que todo lo
que tiene que suceder ya está escrito, que existe un oficio providencial en el
que nos dan cuenta de lo tenemos que hacer, de lo que hemos de omitir, que en
muchas ocasiones es más importante que lo que ejecutamos. A veces un silencio
puede llegar a ser el mejor de los discursos y las disertaciones que no nacen
en el corazón, que no provienen del alma, que evacúan y diluyen sus
sentimientos en arengas y en pláticas que ocultan las verdaderas razones que
posibilitan y ayudan a la consecución de una vida mejor, no sirven más que para
disociar el verdadero y más íntimo sentido de la verdad, para tergiversar el
conocimiento puro. Dices que hay renglones en el cielo donde se van escribiendo
las constantes de nuestra existencia, mensajes que dictaminan nuestros
quehaceres y que nos inducen en nuestras conductas aunque no apreciemos ni
distingamos la mano que nos acoge y nos guía, que nos conduce por el camino de
la ilusión.
Transitas por esta cañada que nos
lleva de los campos de los sentidos hacia los de la razón, que los reconduce
hasta situarnos en los límites de la realidad y donde habitan y crecen los
recuerdos de los que te antecedieron. No hay verada más hermosa, ni senda más
iluminada, que la que comunica la razón con la ilusión. En esta trocha que se
abre a la gran explanada en la que empiezas a sembrar la simiente de la
impaciencia, donde te has sentado para ver crecer la espiga que un día alimente
tu orgullo. Es allí donde permanece inalterable tu esperanza. Sabes que el
esfuerzo que ahora se te niega, ése que ofreces con tanta generosidad, que no
dudas en compartir con el amor que otros han inmolado en las llamas del amor,
podrás derrocharlo a raudales, que todo es cuestión de tiempo, de tránsito, del
ir y venir del tiempo.
Tienes la mayor de las virtudes para
la consecución de un fin. Te sabes poseedor de la gracia con la que un día te
condecorarán. La voluntad no es patrimonio de los débiles sino de los que
buscan soluciones a los desaires de los hombres, de los que ningunean y
desprecian el valor de los sentimientos porque prefieren la frialdad del ordenamiento
del raciocinio. En la mirada serena espejas tus oraciones, en la cruz de las
manos posas el ósculo de la mansedumbre, la virtud que te hace grande. La
dignidad del asentimiento sobre los designios espirituales, sobre las
concesiones que llegan a los mansos de corazón, provocan un estallido de las
emociones y es el desbordamiento de éstas el que promueve el hálito de tristeza
que baja por tus mejillas. Pero este es el precio por la consecución del amor y
acepta las inclemencias que anegan el espíritu con resignación y coraje, con la
fuerza que centrifugas en el corazón y que sabes utilizar como mejor arma para
derrotar al desaliento.
Todo está escrito y el conocimiento
te advierte de ello para cauterizar la herida del combate, para sedar el primer
dolor que punza el alma cuando no entras en el grupo de los elegidos, de los que
aúnan sus fuerzas y sufrimientos para que muchos vivan los momentos de su mejor
locura de fervor, aun sabiendo que la cordura no han perdido. La gloria viene
de la fortaleza y se adquiere con instantes de valor, éste mismo que demuestras
ahora cuando sales a la calle pregonando tu resignación.
Sabes que todo está escrito, que no
se ha cumplido tu tiempo. Los reflejos de sus áureas van penetrando en el
cuerpo y van desalojando los miedos. Son dos miradas distintas, son dos
requiebros de celo que te advierten de una gloria, y un secreto que conforman y
confirman tus presagios. Es el gesto de un valor, la condición que florece
junto a un arco y la muralla, el hábitat donde se concreta e irradia el gran mensaje
de Dios.
Sabes que el tiempo se acorta.
Sigues fuerte en tu dolor, curtiéndote en la esperanza, soñando con el favor
que está escrito en las estrellas de poder llegar un día a su ferviente
servidor, costalero macareno para dar gloria al Señor, en revocar la Sentencia que
un relator esparce ignorando el gran error, la equivocada certeza de que
condena a su propio Salvador.
*A Rafael Ríos y muchos que como él aspiran a lo mejor y más alto honor macareno
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