Nos encontramos en un periodo de la
historia trascendental. Hay convulsiones sociales que empiezan a tambalear las
estructuras y los modos de vidas hasta ahora vigentes. Los movimientos y
especulaciones económicas están absorbiendo, en este agujero negro que empieza
a ser la tan cacareada crisis, las clases sociales, destruyendo sus bases y
separando las jerarquías hasta límites insospechados hace tan sólo unas décadas.
Las conquistas sociales, y el equiparamiento, o mejor dicho, el acercamiento a
los países más desarrollados de Europa, que nos beneficiaban en prestaciones
médicas y salariales, se están viendo revocados ante los desastres y la mala
planificación de modelos económicos planteados en los últimos años. Nos
hicieron creer, nos engañaron ofreciéndonos caramelos a las puertas de los
bancos –y mira que nuestras madres nos advertían que nos los cogiéramos, que
nos sacarían la sangre para venderla-, que esto era Jauja. Y lo fue para los
especuladores y grandes magnates de las finanzas. Las viviendas se han
infravalorizado y su valor de mercado se ha visto reducido hasta en un cincuenta por
ciento. Los puestos de trabajo que se generaban tan graciosamente en el sector
inmobiliario han provocado una hecatombe en las leves economías domesticas, y
lo que es mucho más grave y preocupante, que muchos jóvenes, especialmente en
las zonas rurales y en las periferias de
los cinturones urbanos abandonaron sus estudios atraídos por esta engañosa
vorágine consumista. Raro era el joven que no tenía un coche de marca alemana o
disfrutaba, dos veces al año de unas vacaciones en Cancún o Isla Margarita. El
españolito en el país de las maravillas.
En nuestra Sevilla, en la ciudad del
inmovilismo y del recalcitrante y estacionario “aquí no passsa nada”, que hemos
visto caer torres –menos la que tiene que caer- que creíamos y suponíamos como
fortalezas, donde el paro se ha cebado cruelmente con la población juvenil y
con los sectores menos favorecidos, donde los bares y especialmente los
restaurantes, han visto mermados su beneficios en un sesenta por ciento, lo
verdaderamente preocupante, lo que roe las entrañas de sus ciudadanos, es la “preocupante”
situación de sus equipos de fútbol, no poder tomar una cerveza en el bar de la
esquina –si no lo han cerrado- con los amiguetes o que banda de cornetas y
tambores de turno lleve un uniforme tal o cual. O es mentira esto de la crisis,
y se trata de un experimento a nivel europeo, sobre la conducta y reacciones
del ser humano ante problemas de este tamaño e importancia, o nos conformamos
con todos estos recortes y preferimos resistir, o quienes tienen que
movilizarse están mamando de la cántara –que mucho me temo que así sea- y no
quieren perder sus status, aunque a quienes debieran defender se les expropie,
se les maltrate en sus condiciones laborales o les restrinjan o supriman las
consecuciones sociales que tanto costaron obtener.
Que se utilicen fondos públicos
reservados para menesteres de urgencia para pagar cines de verano, facturas de
taxis, pago por prestación de suministros energéticos e industriales o IBI atrasados
de edificios públicos, que estaban todos
contemplados en otras partidas presupuestarias, quiere decir que la
gestión ha sido nula y el desvalijamiento
de las arcas absoluto, dejándose de ejecutar otras de mayor necesidad. Que
nuestros hijos acudan a un colegio donde la calefacción se haya estropeado, ésto
es una situación imprevisible y de emergencia, y no se pueda reparar porque sus
fondos están comprometidos, mejor dicho, se han liquidado en otros menesteres
tan importantes como la adquisición de material deportivo para una asociación
de vecinos o prestación de servicios de una campaña de publicidad de la policía
local, no tiene ninguna importancia, ni trascendencia. ¡Qué más da! Total con los
buenos y efectivos tratamientos médicos para las pulmonías, no pasa nada. Ven
ustedes, siempre terminamos con el eslogan que mejor define a nuestra invicta y
mariana ciudad. ¡¡¡No passa nada!!!
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