La idea surgió una fría mañana de
enero, un domingo de sol y ocio en el parque de María Luisa. Habíamos acudido
al anuncio de la representación de unos sainetes de los hermanos Álvarez
Quintero, en la glorieta que homenajea a los fructíferos autores utreranos, que
iba a presentar el grupo teatral, de tan
gratos y emocionados recuerdos, Giradillo de Comedias, que dirigía
magistralmente Juan Recio. Hacía escasamente un año que habíamos constituido,
en el colegio público Sor Ángela de la Cruz –que tiene varias historias y
pintorescas que contar-, la Asociación de Antiguos Alumnos. Fue una tarea
difícil y ardua, complicada, porque hasta entonces no existía ningún centro
escolar público que mantuviera una asociación de este tipo y también por la
recuperación de amistades que ya comenzábamos a tener conciencia de que se
irían diluyendo con el transcurso del tiempo. Estos propósitos se fueron
cumpliendo a base de mucho trabajo, de dedicación y sustracción de nuestras
horas libres, de empecinarnos José María Caamaño Escudero (q.e.p.d.), D. Abelardo Martínez, a la sazón
director por entonces del colegio, D. Felipe Albadalejo profesor de gratísimo
recuerdo, que siempre se mostró dispuesto y que sin su espíritu de colaboración
quizás no hubiéramos podido alcanza nuestros objetivos, D. Manuel Gil
presidente del APA, entre otros, y un servidor, en llevar a buen puerto esta
nave de convivencia y fraternidad para quienes compartimos estudios, juegos,
divergencias y hasta primeros amores, en el mejor tiempo del hombre.
Pronto nos encontramos con un número muy importante
de asociados, con una agenda de actividades frenética que iban desde visitas a
centros culturales, conferencias, conciertos, exposiciones, campeonatos
deportivos, literarios y gastronómicos, jornadas lúdicas, martes y viernes, en
las que contábamos con un pequeño bar y con diversa unidades de juegos de mesa
y ping-pong, cine fórum, excursiones programadas y un larguísimo etcétera de
actividades que tuvieron su culmen con la creación del grupo de teatro “Ángela
Guerrero”, denominación que tomamos en honor de esa mujer que nació a la
Santidad tan cerca del centro donde desarrollábamos todas estas tareas.
Aún recuerdo las noches ensayando, quintando horas a
los estudios y al trabajo, los nervios de nuestra primera aparición, en
aquellas vísperas de la festividad de Todos los Santos, sobre el escenario que nosotros
mismos habíamos confeccionado, utilizando los escasos medios de los que
disponíamos, para recrear el ambiente de un salón rural, de una casa rústica y
donde desarrollaríamos los sainetes quinterianos –Filosofía alcohólica, Sangre Gorda,
Ganas de Reñir y Un día es un día- y que no hubiéramos logrado de no ser por la
desinteresada entrega y la creatividad de Federico Santotoribio López, un
artista de la tramoya y la creación plástica, que tan pronto se nos fue.
Fue todo un éxito que continuó durante algunos años
en los que recorrimos las salas de teatro de numerosos pueblos de la provincia, de asociaciones de vecinos y hasta
unas jornadas en el Teatro Lope de Vega donde representamos la obra “Un nuevo
servidor”.
Hace treinta años que un grupo de jóvenes intentamos
recrear un mundo inocente y veraz, una representaciones que hicieron posible la
relación y la fraternal amistad de sus integrantes, aunque a algunos solo
podemos visionarlos en la cinta de nuestra memoria. Carmen Ordóñez, Lola
Hurtado, Mari Carmen Barrera, José Cordero, Rafael Medina, Fran Rubio, formaban
parte del elenco de actores de aquella humilde compañía que logró hace reír a
muchos, difundiendo una parte muy importante de nuestra cultura y que algunos
pretendían denostar importando autores y textos tan difíciles e incomprensibles.
Nos sentimos orgullosos de ello, de haber formado parte del grupo de teatro
Ángela Guerrero, que a pesar de su hoy extinta actividad, a pesar de los
treinta años de su fundación, continúa haciéndome
feliz con su recuerdo.
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